Tras los debates habidos en “El País”, la Sexta y la 1, uno no sabe qué cara
poner ni para qué sirven estas cosas. Al día siguiente uno lee la prensa y se
pregunta si hemos asistido al mismo debate. Incluso cuando dicen que hay
un 41% de indecisos, uno se pregunta si es para dar emoción a una
campaña anodina. Porque la pregunta clave es quién habla de proyectos
políticos y quién se dedica a lucir palmito o engatusar más y mejor al
personal.
Empecemos por el último debate, el cara a cara entre Rajoy y Sánchez. Me
pareció un combate de boxeo entre un púgil ya maduro y otro joven, con
ganas de ascender al estrellato y que ganó el combate por mayor empuje y
porque se dedicó a golpear una y otra vez a un rival con poco fondo y mal
entrenado. Combate trabado y marrullero. ¿Es boxeo la política? El
resultado es que tan apenas hablaron de política ni de proyectos, ni de
cómo acabar con el paro ni con la desigualdad creciente, ni de Europa ni de
Cataluña, ni de la reforma de la Constitución ni de fiscalidad ni de la
regeneración de las instituciones… La única conclusión que quedó
plasmada en todos los medios es que Sánchez dijo que Rajoy no era
decente y que Rajoy contestó “es usted ruin, miserable y deleznable”
¿Dónde está el contenido político? No sé qué hacen los asesores, pero el
guion de Sánchez debería haber sido muy distinto: 1) desmontar la política
de Rajoy con cuatro ejemplos de barbaridades legales y sociales cometidas;
2) cuatro propuestas concretas y fundamentales de corte socialdemócrata.
Hablar de la corrupción, sí, pero no como asunto único.
El debate a cuatro de La Sexta fue menos monótono y, aunque hubo mucho
postureo, hubo más política. Pero lo importante es quién daba mejor en la
pantalla desde los tres parámetros “importantes”: vestimenta, lenguaje
verbal y lenguaje no verbal. Como todos eran jóvenes y de verbo fluido, no
hubo grandes vencedores ni vencidos. Supongo que cada espectador siguió
apoyando a su equipo.
El primer debate, celebrado por Internet y promovido por el diario “El
País”, fue un debate fallido ya que los tres comparecientes se dirigían casi
siempre al ausente Rajoy, bien representado cinematográficamente por un
atril vacío.
El hecho de que haya habido varios debates públicos ha servido, al menos,
para diluir eso tan antiguo y estéril que son los mítines. A los que solo
acuden los “hooligans” con un objetivo tan poco político como que la
imagen del telediario dé una imagen de “lleno a rebosar” de
incondicionales. Pero en estos momentos la cuestión crucial es que el
modelo formal de la política española (llamado bipartito) va a finalizar su
ciclo y en su lugar va a aparecer un cuatripartito, con los dos partidos
clásicos -PSOE y PP- más dos nuevos -Podemos y Ciudadanos-. Ya la
denominación de los mismos cambia radicalmente. ¿Será indicio de algo
más serio e importante? Ojalá. Porque si todo estriba en que en vez de dos
haya cuatro partidos, viaje inoperante el que hemos hecho.
Ninguna campaña ha sacralizado la palabra “cambio” como ésta. Todos los
partidos menos el PP, que apadrina la idea de proseguir con la misma
política, la instrumentalizan como clave en la instauración de una nueva
política. Y, efectivamente, “cambio” es la palabra indispensable en todo
discurso porque es lo que demandan la mayor parte de los electores: la
gente quiere cambiar de política y de modo de gobernar.
Y sí que ha habido cambios en la campaña, al menos formales: ha habido
más debates, los votantes van a ser muchos, los indecisos parecen muchos
también, las formas y modales han sufrido una fuerte transformación, pero
los contenidos de los distintos discursos no parecen tan nuevos como sería
necesario. Mucha retórica de “política vieja” y “política nueva” y poco
más. Y una cierta obsesión de caras nuevas, jóvenes y bien parecidas. Pero
hay poco discurso sobre una nueva dirección política, nuevos proyectos,
nuevas instituciones, nuevas estrategias, nueva economía, nuevos
directivos… en definitiva, lo que un nuevo ciclo está exigiendo. Parece que
todos tienen claro que el viejo ciclo acaba pero no parece estar tan claro
cómo debe ser el nuevo. Si no analizamos las causas que exigen el cambio
de ciclo no hemos entendido nada. Entre otras, ahí van algunas: la
exigencia de profundizar en la democracia, poner las instituciones al
servicio de la sociedad, frenar la creciente desigualdad, la creación de más
y mejores puestos de trabajos. Y todo ello con una política fiscal
radicalmente distinta. No es solo cambiar caras y modales, sino cambiar la
política y la manera de ejercerla. Ya no nos podemos quedar en la mera
democracia representativa (delegar nuestra capacidad decisoria en manos
de nuestros representantes). Debe reducirse la autonomía de los políticos
respecto de sus representados, pues la democracia es algo de todos los días
y no solo cada cuatro años.
Mariano Berges, profesor de filosofía
noticias sobre todos los partidos políticos tanto de izquierda como de derecha
sábado, 19 de diciembre de 2015
sábado, 5 de diciembre de 2015
Crisis sistémica y reforma coyuntural
Hoy vamos a hablar de la tozuda
realidad que nos rodea, o sea, de la crisis. Que, por cierto, parece que ya no
existe, pues nuestro PIB crece, los puestos de trabajo “aumentan”, los gastos
navideños, las rebajas y el Black Friday nos seducen, los viajes del Imserso se
agotan en diez minutos… Hay que reconocer que España es diferente: qué alegres
somos, qué bien vivimos, no hay quien pueda con nosotros, España es Jauja. Cada
vez está más claro que este país y su crisis son duales: hay gente que no puede
vivir y hay otra gente para la que la crisis es algo que cuentan en los medios de
comunicación y que les pasa a otros. En el fondo, siempre ha sido así. Porque
la auténtica realidad es que el paro, la pérdida de poder adquisitivo y la
desigualdad son las características de la crisis española, y no el crecimiento
del PIB. La realidad que nos rodea es siempre difícil de entender, porque
formamos parte de ella y no estamos en condiciones de objetivarla. Y la crisis
es un elemento que forma parte de nuestra realidad. Ya han pasado ocho años y,
a pesar de los cantos de sirena, esto no parece tener solución. Y lo que es
peor, parece que no hemos aprendido nada de qué y por qué ha sucedido. Seguimos
añorando la burbuja inmobiliaria, el boom hostelero-playero y los créditos
fáciles de los bancos, sin ser conscientes de que la interrelación de esos tres
factores ha sido la causante de la crisis. ¿Existe solución a nuestra crisis?
Pienso que a corto y medio plazo no existe solución. Cualquier remedio que se
proponga es coyuntural, pues es el sistema el que realmente falla. Por lo
tanto, habrá que cambiar de sistema para que la solución sea posible. Y después
de mucho pensar y dudar, he vuelto la vista a Marx (con perdón). Precisamente
la escasez de ideas en la actualidad es la causa fundamental del enquistamiento
político que nos rodea. Por mucha honestidad y capacidad que presumamos en
nuestros representantes públicos (que ya es presumir), el margen de maniobra
que nuestras instituciones tienen es mínimo. Se tienen que reducir a pequeñas
cuestiones de maquillaje o caridad para intentar diferenciarse de los
anteriores dirigentes, pero sin cambiar la dirección ni la estrategia, que sí
supondría cambios significativos y sostenibles. El Estado liberal defiende
exarcebadamente la libertad individual y la propiedad privada. Por el
contrario, Marx sostiene que el gobierno democrático es esencialmente inviable
en una sociedad capitalista y que solo es posible con una transformación de las
bases mismas de la sociedad. Puede que el Estado actúe «neutralmente», pero
inevitablemente defiende los privilegios de los propietarios. La conclusión
central de Marx es que el Estado en una sociedad capitalista no puede dejar de
depender de los que poseen y controlan los procesos de producción. Las
políticas globales del Estado tienen que ser compatibles a largo plazo con los
objetivos de los poderes económicos porque, de lo contrario, se comprometería
la sociedad civil y la estabilidad del Estado mismo. Más aún, la acción oculta
de los poderes económicos se ha convertido actualmente en una ideología difusa,
aceptada inconscientemente por una gran mayoría de la población. Y ésta es su
gran fuerza, pues la convierte en inmune a la realidad. Y los partidos
políticos de izquierdas, llenos de líderes orgánicos pero faltos de líderes
sociales, no saben no contestan. En esta sociedad los que realmente mandan no
suelen hablar sino que callan, por lo que el gran arte en política no reside en
comprender a los que hablan sino en comprender a los que callan. Si este
sistema se ve amenazado (por ejemplo, si un partido accede al poder con la
firme intención de promover una mayor igualdad), el resultado inmediato puede
ser el caos económico (fuga de capitales) y la aceptación social a ese gobierno
puede verse reducida de forma radical. Consecuentemente, una clase económica
dominante puede gobernar sin mancharse las manos. Un gobierno actual, por muy
izquierdista que sea su discurso, está incapacitado para poder implementar un
mandato que vaya contra las bases materiales del capitalismo, llámese a esto
mercados, poderes financieros o Unión Europea. Es más, al poder económico no le
hace falta sentarse en los consejos de ministros. Los ministros son sus
servidores, pues el Estado no es tanto el representante de la sociedad como el
de bancos , constructoras o eléctricas. Conclusión. Hay que volver a leer la
crítica de Marx a la democracia liberal, para, al menos, ser conscientes de que
sin cambiar las bases de esta sociedad es imposible una democracia real. Y, de
momento, para ir haciendo boca, militemos en un reformismo radical y gradual
hasta que la utopía sea posible.
Mariano Berges,
profesor de filosofía
sábado, 21 de noviembre de 2015
¿GUERRA O POLÍTICA?
Es
difícil sustraerse al atentado de París en el momento de elegir el contenido de
este artículo. También uno quiere evitar ser un mero eco de los medios y, menos
aún, una plañidera más de lo malos que son algunos. Pero solo me vienen a la
cabeza ideas sueltas e imágenes espeluznantes. No es fácil trazar una conexión
causa-efecto y abrirnos a la política como ciencia terapéutica que los humanos
hemos inventado para racionalizar y humanizar las tragedias causadas por los
dioses.
La
primera idea que se me ocurre es que el acto criminal llevado a cabo por el
Estado Islámico (EI), aunque no puede justificarse sí que puede explicarse. El horror
recientemente vivido en París es pan de todos los días en Siria. Hay una viñeta
de El
Roto en la que un soldado occidental
reflexiona a bordo de un avión: “los días pares les
arrojamos bombas, y los impares les suministramos armas”. Trágico y evidente. Lo
que sucede es que las vidas de los naturales de unos países son más baratas y
anónimas que las de otros. Por eso unas muertes son noticia y otras, no. París
es mucho París.
Hay muchas preguntas sueltas que nadie va
a contestar. Por ejemplo, ¿quién financia el Estado Islámico? Putin ha arrojado una afirmación de que hay países del G-20 que
financian al EI. Supongo que será a través de la compra de petróleo que vende
el propio EI. ¿Existe una financiación explícita por parte de los países del
Golfo, especialmente Arabia Saudita? Con Al Qaeda sí que la hubo. El doble
juego de algunos países lo explica mejor la viñeta de El Roto que mi texto.
Un atentado como el de París es relativamente fácil de ejecutar. Cuando hay
personas capaces de inmolarse todo es posible. Y parece ser que no faltan. Es
más, la reacción militar de Francia contra el EI alimenta la estrategia
yihadista y aumentará su número de mártires y cruzados. ¿Quién no recuerda
aquello de que “la sangre de los cristianos es semilla de nuevos cristianos”?
Cuando la religión está por el medio sobran la lógica y la política. La espiral
de la violencia se hace indefinida y eterna.
Una
organización terrorista sin verdaderos ejércitos pero con heroicos kamikaces,
es capaz de mantener en jaque al resto del mundo. ¿Es ajustada, conveniente y
eficaz la rápida respuesta de Francia bombardeando Siria? En cualquier caso,
insuficiente como guerra, pues hacen falta también intervenciones por tierra, e
insuficiente políticamente. En esta cuestión de la “guerra contra el EI”,
observamos que la política está totalmente ausente. Nuestros dirigentes no
gestionan las causas de la realidad sino sus consecuencias. Esto les hace
analizar los acontecimientos a posteriori y, por lo tanto, no inciden en ellos.
La sociedad asiste impertérrita al espectáculo, con las emociones a flor de
piel y con la tragedia a la puerta de casa. La guerra es la negación de la
política.
Porque la
historia del terrorismo yihadista no es de hoy, sino que comienza en la cárcel
americana de Camp Bucca (Irak) en
2003 y se consolida en la cárcel de Abu Graib, también americana. De ellas
salieron los líderes de Al Qaeda y del actual EI. Solo han aprovechado el caldo
de cultivo actual de la guerra de Siria para conseguir el territorio que
cualquier Estado precisa. En 2011 surge el EI, que ha superado a Al Qaeda en
poder, eficacia y número de militantes. Su capital está en Raqqa, convertida en
capital del califato, que cuenta con más de 30.000 soldados, que han emigrado
desde todo el planeta. (200
proceden de España). Ocupan un tercio de Siria e Irak y sueñan con expandirse
por el mundo, incluido Al`Andalus. Además, saben usar las nuevas tecnologías
con una gran eficacia publicitaria y emocional. Los auténticos damnificados son
la población civil del EI, presos de una violencia fascista y objetivo de las
bombas “liberadoras” occidentales.
Últimamente me ha llamado la atención un video que funciona por la red y cuya
tesis es que las migraciones de los islámicos (invasión lo llaman), con su
prolífica descendencia, van a constituir la mayoría en las poblaciones europeas
dentro de pocos años. Independientemente de que sea acertada o no tal profecía ,
está clara su autoría ideológica. Pero todavía está más clara su eficacia en
las emociones y credos de la gente de a pie. ¿Qué hacer con las migraciones? El
último acuerdo de la UE en La Valetta parece una toma en consideración de la
tesis del video. Cualquier decisión es complicada, pero, a veces, el criterio
ético es, además del más válido moralmente, el más eficaz. Industrialicemos el
tercer mundo. Incluso puede ser un buen negocio para ciertos países
occidentales, además de solucionar un montón de problemas. Aunque esta postura
tendría una gran resistencia por parte de los fabricantes de armamento (30 % de
la industria USA).
Mariano Berges, profesor de filosofía
sábado, 7 de noviembre de 2015
LENGUAJE Y POLÍTICA
El
lenguaje es un instrumento, y como tal instrumento puede ser usado y abusado.
Entiendo por usado cundo se hace un uso correcto de él, o sea, que sirva para
comunicar el pensamiento del hablante. Entiendo por abuso del lenguaje cuando
se pervierte su uso y el lenguaje se usa
para mentir, o sea, para ocultar el pensamiento de quien habla o para trasmitir
algo falso o incoherente.
Entre
el uso y el abuso hay muchos grados intermedios, dependiendo, además del propio
lenguaje, de otros muchos factores como el lenguaje gestual, el contexto, las
metáforas, los segundos sentidos, las jugadas del inconsciente cuando se cuela
en una frase que no se controla, etc., pero sobre todo hay un elemento abusivo
o mentiroso en el uso de las obviedades. ¿Qué quiere trasmitir un orador cuando
se pasa el rato diciendo obviedades del tipo “hay que buscar el bien general”, “un
plato es un plato y una taza es una taza”… Sencillamente está ocultando su
pensamiento (si lo tiene) tras palabras huecas o retóricas.
Por
eso, en estos momentos de filibusterismo político, son más necesarios que nunca
verdaderos expertos en comentarios de textos, hermeneutas de lo que se dice y de
lo que se calla, saber ver la relación entre lo que se dice y lo que se hace.
Porque es en la praxis y no en la teoría donde está la verdad. El discurso,
aunque muy importante, es un elemento necesario pero insuficiente. Porque, aun
siendo difícil y necesario traducir al que habla, es más difícil y más necesario
traducir al que calla. Porque tanto callar cuando hay que hablar como hablar
sin decir nada es uno de los grandes fraudes de la política. “La verdad se
corrompe o con la mentira o con el silencio”, decía Cicerón. Las declaraciones públicas de los políticos, con
frecuencia son puramente retóricas. No reflejan los anhelos de la sociedad,
sino que son eco del posicionamiento hueco y retórico de sus líderes. Se dice
lo que no se piensa y se piensa lo que no se dice. Todo ello supone un grave
problema político pues la gente no tiene auténticas referencias, los partidos
hacen un ejercicio puramente onanista y, como consecuencia, la política sigue
ausente. El lenguaje político, con mucha frecuencia, en vez de transformar la
realidad sirve para enmascararla.
No
sería un mal ejercicio periodístico recoger y comentar algunas frases de las que
frecuentemente dicen nuestros políticos. Ahí van algunos ejemplos:
-
Echenique (líder
de Podemos-Aragón) dijo hace poco tiempo lo siguiente: “El PSOE cada vez se
aleja más de la gente, o sea, de Podemos”. Esto solo tiene una traducción: Podemos
es el monopolio de la representación popular. Jamás había visto tanta
prepotencia.
-
“Paco, yo creo en
ti estoy seguro que nadie podrá
demostrar que no ese inocente (Rajoy,
defendiendo a Camps). Para entender
su oculto significado (lo que Rajoy realmente pensaba) solo hay que cambiar el
orden de las palabras: Paco no es inocente, seguro que nadie podrá demostrarlo.
-
El debate entre Iglesias y Rivera, en el programa de televisión “Salvados”, dio mucho de sí en
cuanto a la interpretación de los comentaristas. En primer lugar, la manía de
compararlo al boxeo o al futbol y declararlos vencedor y vencido. Lo que
convierte a la política en un espectáculo épico y futbolístico. En mi opinión,
hubo mucha fuerza física y mental por parte de Rivera. Se le nota lanzado por
los sondeos favorables. Sin embargo, yo encontré un Iglesias más maduro y reflexivo,
un político que duda y matiza. Qué raro es encontrar matices en la política.
Leí en un periódico que “Iglesias llegó a darle la razón a Rivera, lo que selló
su derrota”. Poco que añadir. Está claro que no se debe dar la razón al
contrario, aunque la tenga. Esa afirmación supone una radical negación del
diálogo. Así nos va.
-
Tras la propuesta
de resolución de la declaración del inicio de independencia de Cataluña
presentada para su trámite parlamentario, dijo Rajoy “Mientras yo sea
presidente del Gobierno de España seguirá siendo una nación”. Tras la aparente
obviedad, se trata de su primer mitin de la precampaña del 20-D y posiblemente
constituirá su idea fuerte de aquí a las elecciones. Ante las ambigüedades y
matices de los demás, Rajoy se autopresenta como el único capaz de frenar el
independentismo catalán. En ese momento, comenzó a ganar las elecciones.
-
Para finalizar, y
como antítesis, la respuesta de El Roto
ante la pregunta sobre el lenguaje de los políticos: “Yo hago lo que me dicta
la conciencia a través del pinganillo”, dice el político de su viñeta. Todo un
tratado sobre lo que se piensa y lo que se dice.
Mariano Berges, profesor de filosofía
sábado, 24 de octubre de 2015
DEFENSA DE LO PÚBLICO
Hoy nos
centramos en el concepto de “lo público” y su defensa a ultranza ante el
desguace que nos amenaza. Advierto que me moveré dentro del escenario
capitalista, único existente y en el que, de momento, sólo cabe una postura
fuertemente reformista. El socialismo, en la actualidad, desborda nuestros
límites de posibilidad, lo que no impide que funcione como idea motora de la
utopía y como referencia directiva.
El
concepto moderno y occidental de “lo público” se deriva de la creación del
Estado de bienestar como una nueva concepción del capitalismo que atribuía al
Estado un papel central. Se trata de actuar sobre la demanda por medio de
instrumentos fiscales, la intervención pública y la política de empleo. El
instrumento para su realización fue un pacto entre los sindicatos, las
organizaciones empresariales y el Estado, que adquirió vigor entre aquellos
países en los que los partidos socialdemócratas accedieron al gobierno. En este
llamado “consenso socialdemócrata” el movimiento obrero renunciaba a cuestionar
las relaciones de producción basadas en la propiedad privada a cambio de la
garantía de que el Estado intervendría en el proceso redistributivo, a los
efectos de asegurar condiciones de vida más igualitarias, seguridad y bienestar
a través de los servicios, pleno empleo y la defensa de una distribución más
equitativa de la renta nacional.
En
la actualidad, hay teóricos de la globalización que abogan por desmantelar los
logros del Estado de bienestar. En el lado contrario están quienes, en nombre de la primacía de la política, se
enfrentan a la vigencia de ese “pensamiento único”. La idea central es que la
defensa del Estado de bienestar constituye un elemento clave en el
comportamiento eficiente de una economía capitalista, puesto que no sólo mejora
el capital humano de la sociedad (en educación, sanidad y acción social) sino
que contribuye a la cohesión social y a la participación de los ciudadanos,
factores más incentivadores de la productividad que la inestabilidad que
generan las políticas neoliberales. Por lo tanto, la continuidad del Estado de
bienestar, apuntalada por un poder político fuerte y coherente en sus
objetivos, constituye un componente fundamental para el funcionamiento de una
economía de mercado capitalista gestionada democráticamente.
Por el contrario, la insistencia en la aplicación a ultranza
de políticas neoliberales potencia la conformación de sociedades fuertemente
polarizadas en el terreno social, escenario favorable al cuestionamiento de la
legitimidad y credibilidad del sistema político. Con la irrupción del PP y su mayoría absoluta en
2011, España ha comenzado el desmantelamiento de lo público y el desguace del
Estado de bienestar de una manera rápida y sistemática. Los logros conseguidos
durante los gobiernos socialistas van siendo sustituidos por sistemas y
mecanismos funcionales donde lo privado impera sobre lo público y el bien
común. La política neoliberal está usando la crisis como coartada y excusa para
un retroceso en los derechos civiles, económicos y sociales y su modelo de
Estado de bienestar. El cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento se
usa como un instrumento “legal” en el desguace del modelo social.
Hay que tener en
cuenta que los servicios de interés general no solamente son buenos para una
política de igualdad social sino que también son fuente de desarrollo
económico, creación de empleo, prosperidad y cohesión social. El bien común, expresión genérica que marca el
objetivo del Estado de bienestar, es
un concepto que puede ser entendido como que el conjunto de los sistemas
sociales, instituciones y medios socioeconómicos funcionen de manera que beneficien a toda la sociedad.
Sostener la equidad y
mejorarla debe resultar irrenunciable para un Estado Social de Derecho. Sin
embargo, la crisis económica y el cambio de modelo social han acrecentado las
desigualdades, haciendo que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres, más
pobres.
La crisis económica también ha puesto al descubierto una
crisis de valores, destapando las carencias de un espíritu cívico. Aunque la
irrupción de los movimientos sociales ha supuesto una corrección en ese déficit
de valores ciudadanos. La libertad, la igualdad y la solidaridad son valores
fundamentales a preservar en estos momentos de convulsión. Pero para llevar a
cabo una política institucional que restaure estos valores, es necesario que
nuestros representantes públicos tengan tres virtudes: capacidad, honestidad y
una ideología progresista. Traducir el “argumentario” del partido a la práctica
política no está al alcance de cualquiera. ¿Trabajan los partidos para que los
componentes de sus listas sean idóneos para esta función? ¿O más bien las
listas están básicamente configuradas por gente sumisa y obediente al líder de
turno?
Mariano Berges,
profesor de filosofía
sábado, 10 de octubre de 2015
LOS REFUGIADOS, LA ÚLTIMA MODA
Parece mentira que a los que
ya tenemos una edad nos cojan desprevenidos con las olas de novedad mediática,
con envoltorio caritativo y creándonos un complejo de culpa personal. ¿No
llevamos toda nuestra vida con la cuestación del cáncer para lucimiento de
aristócratas y notables, que suele acabar con algún desfalco cada cierto tiempo
por parte de algún directivo? ¿Ya no
nos acordamos de cuando nos disfrazábamos de chinitos para pedir limosnas para
la santa infancia, mientras Mao hacía su revolución? Pues eso, que esto no ha
cambiado. Ahora son los sirios, como antes fueron los niños de Biafra, etc.
“Los refugiados como arma de invasión” titulaba acertadamente Shangay Lily su artículo en Público.
Y, efectivamente, El País decía en su portada del día 7 de
septiembre “La crisis de los refugiados obliga a planear bombardeos en Siria”.
Primero bombardeamos, con las consecuencias de muertes, refugiados y destrucción.
En segundo lugar enviamos nuestras empresas a reconstruir lo destruido.
Mientras tanto, acogemos selectivamente a
los refugiados (solo a los cualificados) en nuestros países, explotando gratis
el talento que tanta falta hará a sus países de origen. Ah! se me olvidaba,
habremos matado al dictador que nos sirvió de coartada para poner en marcha
todo el proceso esquilmador. ¿Y qué pasa con los otros dictadores que hay en el
mundo y que no los tocamos? No recuerdo que la España del dictador Franco fuese
invadida nunca por los americanos en los casi cuarenta años que duró.
Lo que ha pasado en Siria es
exactamente lo mismo que sucedió antes en Afganistán, Irak, Libia y todas las
primaverales revoluciones norteafricanas, ejemplo sospechoso de la globalización
cibernética, controlada y manipulada por el capital financiero. Las crisis no
aparecen por generación espontánea sino que las creamos cuándo y dónde
interesa. Las vidas humanas fuera del primer mundo van realmente baratas: son
pura estadística para lavar conciencias y generar nuevos negocios. La ayuda
humanitaria como coartada para invadir países por meros intereses económicos.
Los verdugos se transforman en benefactores con el coro de los medios de
comunicación trasmitiendo u ocultando, según la oportunidad informativa, las tragedias de cada momento. Y también hay
categorías de refugiados. Ahora son los sirios, antes eran los subsaharianos,
los negros, los palestinos, luego los del Este europeo. Y, aunque con otro
cariz económico, también hoy intentan ser refugiados nuestros jóvenes sin
trabajo en España. Porque la crisis es otra guerra financiera. Los medios de
comunicación nos dictan por qué raza, grupo, etnia o nacionalidad hay que
compadecerse cada temporada.
Kant, en su
obra “La paz perpetua”, ya decía que la paz solo sería posible con un gobierno
mundial ejecutivo. La ONU, creada tras la 2ª Guerra Mundial con el objetivo
fundamental de impedir cualquier guerra y de implantar los derechos humanos en
todo el planeta (la Declaración Universal de Derechos Humanos es de 1948), es
un instrumento fallido por el control de los cinco grandes países con derecho a
veto y se ha convertido en el foro donde se escenifican los intereses
geoestratégicos de las grandes potencias y sus países satélites. Y ya en los
años sesenta, Sartre escandalizó a
los bienpensantes europeos cuando escribió en el prólogo de la obra de Franz Fanon (“Los condenados de la
tierra”) que el alto confort europeo era gracias a la explotación colonialista europea
con el tercer mundo. Al final, descubrimos algo tan elemental como que los
pobres son condición imprescindible para la existencia de los ricos.
Acabemos con todas
las guerras, dejemos de explotar el negocio de las armas, industrialicemos el
tercer mundo, especialmente África. Y entonces veremos que no hay refugiados ni
top-manta, ni pateras. Nadie abandona su país por capricho. Y, de hecho, la
mayoría de los que vienen son los más capacitados, biológica y académicamente,
porque son los únicos con fuerza mental suficiente para tan gran sacrificio
personal. Porque es Europa, bajo el liderazgo de los Estados Unidos, y Rusia, los
que han intervenido militarmente en los países de los que huyen los refugiados.
No atajemos las consecuencias sino las causas, como principio básico de cualquier
ciencia o filosofía que se precie. Y no seré yo quien niegue la bondad moral y
material de la solidaridad de las gentes de los países prósperos, pero el problema
solo se resolverá con soluciones reales y duraderas en los países de origen,
como es el fin de las guerras y la instauración de una democracia real y una
industrialización justa. El cumplimiento de los derechos humanos no es posible
sin una mínima dignidad material.
Mariano
Berges, profesor de filosofía
sábado, 26 de septiembre de 2015
CATALUÑA, 27-S
Por obligación de opinador hoy toca Cataluña, aunque me resulta ya
una cuestión axfisiante y hasta un tanto apática. No hay derecho a que una
cuestión artificialmente creada por cierta clase política desasosiegue a la
población española residente en Cataluña. Ya desde el principio, afirmo que yo
votaría cualquier opción no independentista, ya que la independencia de
Cataluña es un problema artificial, o como mucho meramente sentimental,
falsamente histórico y que no solo no solventaría los problemas de los
catalanes sino que los complicaría. La única situación que mejoraría sería la
de la casta burguesa catalanista, que manejarían a su antojo la economía y los
sentimientos de un pueblo magnífico con muchas virtudes y algunos defectos.
Parto de una
convicción: ni Rajoy ni Mas (o sea, ni el PP ni Convergencia) quieren la
independencia de Cataluña. Lo único que quieren ambos es su permanencia en el
poder, de España y Cataluña respectivamente. De ahí la rigidez de ambos en sus
respectivos posicionamientos: para Mas el posicionamiento independentista es
una huida hacia adelante como sublimación ocultadora de su fracaso
sociopolítico, y para Rajoy su enquistamiento centralista es el intento de
rentabilizar electoralmente una imagen política de ser el único que puede
frenar la independencia catalana frente a la ambigüedad y claroscuros de los
demás partidos políticos. Por lo tanto, el diálogo no les interesa a ninguno de
los dos, y ambos necesitan el posicionamiento fuerte y polarizado de España y
Cataluña, porque su dialéctica encarnizada de España Una y de Cataluña Libre
esconde el fracaso de ambos como políticos incapaces de solucionar socialmente
la crisis que tiene postrados a los ciudadanos españoles y catalanes. La
independencia de Cataluña se convierte así en la coartada ideal para los
intereses políticos de ambos. Simplemente es la antítesis del sueño de una España federal en una
Europa federal. Ése sí que sería un magnífico escenario para la regeneración
democrática que la sociedad exige y necesita.
De alguna manera, el embrión de esta tendencia separatista está en
la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, previa
impugnación del PP, y el uso demagógico que los
catalanistas-soberanistas-independentistas han hecho de la sentencia (efecto
buscado). La liturgia victimista catalana
comenzó en ese momento. Todo lo anterior había sido puro mercantilismo de
Pujol.
Mañana, domingo 27
de septiembre-15, los catalanes votan no se sabe qué: un simple parlamento
autonómico, un plebiscito abortado, una fase más en la escalada
independentista, un pacto vergonzoso entre Convergencia y Esquerra Republicana
que consolide sus objetivos indeclarables, o de todo un poco. Por un lado están
los de la lista de Junts pel Sí, con el complemento de la CUP (más coherente
ideológicamente aunque yo no comparta su proyecto), y por el otro lado, el
popurrí del resto de los partidos con matices diferenciadores entre si y que,
entre todos, van a volver locos a los votantes. Una vez más el relato político
ha construido una realidad ficticia que no va en línea con los problemas
sociales de la ciudadanía.
De todas las posturas partidistas la más lógica es la socialista, aunque
pudiera ser una simple declaración de intenciones. El federalismo (igualitario
y solidario por definición) es una postura racional y equitativa para todos los
españoles, pero también es una fórmula de mucha dificultad técnica, con poca
tradición en España y, lo que es peor, que llega en un momento en que a los
independentistas todo les parece poco, y a los no independentistas todo les
parece mucho. Por eso, la cuestión está francamente difícil, ya que al día
siguiente de las elecciones no existirá ningún mandato popular más que para
constituir un parlamento autonómico, exactamente igual que el de Aragón o
Extremadura. Todo lo demás será puramente subjetivo, emocional y virtual. Pero
cuidado con los actos simbólicos, que son peligrosos. Lo racionalmente político
que habría que hacer al día siguiente de las elecciones es constituir una
comisión de notables para que desde la honestidad y eficacia política y con un
sentido de Estado fuera de toda duda, se empezase a configurar un consenso para,
en un plazo prudente, sin urgencias histéricas ni relajaciones tramposas, se
abordase la reforma constitucional. Eso serenaría los ánimos y los políticos
podrían dedicarse a lo auténticamente importante, los problemas de los
ciudadanos españoles (y catalanes). Pero debería tratarse de una reforma
constitucional con el objetivo de solucionar los problemas de España y no solo
los de Cataluña, que los tiene como el resto de España.
Mariano Berges, profesor de filosofía
lunes, 14 de septiembre de 2015
ENVEJECIMIENTO ACTIVO
La
UJP-UGT (los jubilados y pensionistas de UGT-Aragón) hemos celebrado en
Orihuela del Tremedal unas jornadas de tres días sobre Envejecimiento Activo
(EA). Son los típicos días de convivencia y debate en un tiempo-espacio
agradables y con gente interesante. El resultado ha sido muy positivo. Analizar
las principales dificultades de las personas mayores tras la crisis económica y
sus demandas más acuciantes, reflexionar sobre el papel de las personas mayores
en el espacio social y analizar las posibilidades de incidencia en el amplio
colectivo de jubilados y pensionistas, son algunos de los objetivos que
perseguían estas jornadas.
En
1999, la OMS adoptó el término “Envejecimiento Activo” como el proceso de optimización de la vida a medida que las personas
envejecen. En el mundo hay 600 millones de personas mayores de 60 años, cifra
que se duplicará en 2025, según la OMS. En España hay 10.547.340 (22,7%) y en
Aragón 348.524 (26,30%), de los que 301.311 son jubilados o pensionistas. Son
datos suficientemente poderosos como para dejar de pensar en los viejos como
simple objeto de atención. Los mayores deben ser considerados como sujetos
autónomos, incluso como personas que desarrollan críticamente esa autonomía.
Hay que darle la vuelta a la vieja percepción caritativa y construir nuevos
relatos y nuevas políticas con y para los mayores, pues el envejecimiento de la
población es uno de los mayores triunfos de la humanidad y también uno de
nuestros mayores desafíos. Autonomía, Independencia, Calidad de vida y
Esperanza de vida saludable para las personas mayores deben pasar a ser
objetivos políticos prioritarios de los diversos gobiernos. Los derechos
ciudadanos de los mayores deben sustituir a la caridad asistencial. La salud,
la vivienda y las prestaciones sociales deben aparecer en la Constitución
Española (CE) como derechos reales y ejecutables, como ya los considera teóricamente
el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 14
de la Carta Social Europea y el artículo 50 de la CE. Pero no solo eso, sino
que la sociedad debe aprovechar el talento y disposición de los jubilados en
pos de la transformación social.
Hay
que huir de dos percepciones falsas por excesivamente polarizadas: la del viejo
frágil, improductivo y dependiente, y la percepción de la madurez dorada. La
realidad es diversa, poliédrica y muy compleja. Las situaciones realmente
existentes son muy diversas, desde los que tienen una calidad de vida
envidiable hasta los excluidos y marginales. Todos son ciudadanos y con todos
hay que actuar desde los poderes del Estado. A los desiguales hay que tratarlos
desigualmente, que es el principio de igualdad equitativa. Porque si entre las
personas jóvenes y adultas hay una gran diversidad de situaciones, entre los
viejos la diversidad puede llegar a límites trágicos. ¿Qué hay de común entre
un jubilado rico, con buena salud y con grandes posibilidades de viajar y
divertirse respecto de un viejo marginal?: Que les queda poco tiempo de vida.
Pero la diferencia de la calidad de la vida que les queda es abismal. Añádase a
esta diferencia otras como salud, cultura, afectividad, integración, etc.
Cuando se habla o se escribe hay que generalizar, pero sin olvidar nunca los
matices.
Desde
la perspectiva de los viejos se entiende mejor la cuestión de la eutanasia, que
no es más que un ejercicio individual de libertad respecto a la cantidad y
calidad de vida que uno desea para sí mismo. Sin interferencias inventadas o
impuestas. También se entiende mejor la realidad de las residencias de mayores:
la necesidad de una amplia cobertura y de precios políticos y distributivos.
Igualmente las guarderías infantiles, cuyos precios prohibitivos y horarios
reducidos y poco flexibles, impiden el necesario trabajo de los dos componentes
de una pareja joven y/o justifican la explotación de los abuelos.
Para
finalizar, un decálogo sobre la vejez: 1) Ser viejo no significa ser un inútil.
2) Trabajo y jubilación no son términos irreconciliables. 3) Los conocimientos
y experiencias de los viejos no deben perderse (formación intergeneracional).
4) Las NN.TT. juegan un papel muy importante entre los viejos. 5) Evitar la
exclusión de los viejos es una obligación de la sociedad. 6) Cuidado con la
explotación de los abuelos con la coartada de los nietos. 7) Los viejos siguen
siendo sujetos dignos y ciudadanos productivos. 8) Si la salud es básica, para
los viejos es imprescindible. 9) La sociedad debe tratar de manera desigual las
situaciones de desigualdad. 10) Los medios de comunicación deben modificar
radicalmente su relato sobre los viejos, ya que la realidad es una construcción
social de los medios.
Mariano Berges, profesor de filosofía
sábado, 29 de agosto de 2015
NOTAS PARA UNA REFORMA LOCAL EN ARAGÓN (II)
Seguimos
reflexionando sobre Aragón. No trato de dar consejos no solicitados, sino de
pensar en voz alta algunas ideas susceptibles de ser discutidas mínimamente.
Presumo que el nuevo gobierno de Aragón está con las pilas cargadas y con
enormes ganas de redefinir la política aragonesa. En esta segunda parte mi
reflexión gira en torno a la reforma local pendiente en Aragón, tras la fallida
Ley del gobierno central.
La Ley 27/2013, de 27 de diciembre, de racionalización
y sostenibilidad de la administración local (LRSAL) constituye una involución
contra la autonomía municipal. Prueba de ello es la interposición de los muchos
recursos de inconstitucionalidad puestos
desde todos los ámbitos públicos. Es necesario otro modelo de reforma local que
entienda el municipio como la base de la democracia, como la administración que
presta los servicios más próximos y básicos a los ciudadanos y como el instrumento más eficaz y eficiente en la
defensa del territorio, tanto productivamente como medioambientalmente. Además
es el único medio para fijar la población rural. No es tiempo de experimentos
creando nuevos niveles de gobierno (las comarcas) que, generando más gasto de
personal y gasto corriente, no mejoran los servicios públicos al ciudadano.
En
Aragón,
la cobertura de servicios básicos a los municipios más pequeños, que son casi
todos, solo la realiza, mejor o peor, las diputaciones provinciales, pues el gobierno
de Aragón, al menos hasta ahora, no entra en esas cuestiones. Y si existe algún
solapamiento funcional es con las comarcas. ¿Para qué queremos una nueva
estructura administrativa, la comarcal, sin tradición, sin personal, sin
estructura, y con la práctica fundamental de repartir subvenciones a los
municipios de su incumbencia? La
existencia de las comarcas en Aragón, como mínimo, desorienta y confunde por el
solapamiento y redundancia funcional. Las comarcas son casi especificidad de
Aragón. Han sido propuestas por el PAR para consolidar su implantación
territorial, y tanto el PSOE como el PP no han tenido más remedio que aceptar
el chantaje, ya que ambos lo necesitaban para conformar mayorías de gobierno.
Nos podemos situar en dos escenarios:
1. Escenario en el que la Constitución Española (CE)
se modifica y, como consecuencia, también se modifica el estatuto de Aragón. En
este escenario, hay que diluir las comarcas como nivel de gobierno. Además, hay
que solucionar definitivamente la financiación municipal desde exigencias
constitucionales y estatutarias. También hay que revisar y modificar
radicalmente el funcionamiento de las diputaciones provinciales.
2. El segundo escenario es la no modificación de la CE
ni del Estatuto. O, en el caso de modificación, el tiempo que transcurre hasta
la modificación de ambos, que será largo, dada la dificultad de consenso
existente en la actualidad. En este escenario, hay que reducir el papel de las
comarcas y el de las diputaciones provinciales. La Administración Autonómica y
los municipios deben constituir la base fundamental sobre la que opera la
reforma local.
En el segundo escenario plasmado anteriormente, el más
realista, deberían de tenerse en cuenta los siguientes criterios:
- Las competencias, salvo las estatales, han de
corresponder bien a la administración autonómica bien a los municipios
aragoneses como competencias propias, sin más servicios obligatorios que los
demandados por los propios ayuntamientos.
- No deben existir niveles intermedios de gobierno con
competencias propias. Deben ser los propios municipios los que indiquen las
bases de colaboración entre ellos, conformando así espacios de gestión
voluntarios e intermunicipales.
- La comarcalización debe reconducirse en Aragón
mediante una enérgica reforma de la normativa que la regula eliminando las
competencias propias de las comarcas, que han de ser distribuidas entre los
municipios y la propia administración autonómica.
- Desde esta perspectiva, la comarca ha de
reconducirse hacia un simple ámbito intermunicipal de gestión de servicios
municipales o autonómicos, estimulado desde la administración autonómica y las
diputaciones provinciales, pero dependiente de la decisión política y de
gestión de los municipios incluidos en tal ámbito.
- Hay que modificar radicalmente la función de las
diputaciones provinciales en el entramado institucional. La provincia debe
asumir única y exclusivamente un papel de apoyo y asistencia a los municipios
que la recaben y de estímulo de la intermunicipalidad. Las comarcas
constituirán los ámbitos en que se desarrolle la cooperación provincial con los
municipios.
Mariano Berges, profesor de filosofía
sábado, 15 de agosto de 2015
ARAGÓN 2015 (I)
Tras las
recientes elecciones autonómicas en Aragón, y constituido su primer gobierno
con el presidente Lambán a la
cabeza, procede empezar a marcar las líneas fundamentales de reflexión y,
consecuentemente, de actuación. Este texto es el primero de una humilde y
colaboradora aportación, por si es de interés para alguien.
En primer
lugar hay que hablar de “la herencia recibida” (nada original pero
imprescindible, y solo como elemento de referencia, nunca como justificación de
nuestra impotencia). Pues bien, debe hacerse constar que Aragón ha mantenido
tradicionalmente una situación algo mejor que la media nacional en la mayor
parte de indicadores. Pueden identificarse múltiples causas: la actividad
económica concentrada en las regiones de su entorno, la amplitud del
territorio, una mayor concentración urbana de la población, un nivel formativo
algo superior… Y tradicionalmente los gobiernos de todos los colores han
apelado a esa mejor situación para justificar el éxito de su acción. Sin
embargo, en los últimos años, aunque Aragón sigue manteniendo cierta ventaja
sobre la media nacional, esta ventaja se ha ido está reduciendo cada vez más
aceleradamente. Ya no se trata de si estamos mejor o peor que otros, sino de la
velocidad con que otros nos están adelantando y nosotros estamos perdiendo las
ventajas que durante tanto tiempo tuvimos, y que habrían de servirnos para
salir antes de la crisis. Se está acabando la inercia, y si no se le da a los
pedales acabaremos quedándonos parados o cayéndonos.
Así, por
ejemplo, tenemos una tasa de actividad levemente superior a la española, pero se
destruye empleo a mayor velocidad. Tenemos menos paro en Aragón, pero crece
mucho más rápidamente. Tenemos menos paro juvenil en Aragón, pero va reduciéndose
hasta un solo punto porcentual, y los jóvenes aragoneses mejor preparados se
están yendo de Aragón para buscar un trabajo. En los últimos 5 años, los hogares
con carencias materiales severas han crecido significativamente. Como
consecuencia final, aunque todavía estemos algo mejor que la media, están
creciendo el doble de rápido en Aragón que en España la desigualdad y el riesgo
de pobreza y exclusión social.
Y mientras
los problemas han crecido, las soluciones han disminuido y los servicios públicos se han ido
deteriorando. Hay menos personal sanitario, menos gasto en salud, menos
inversión en hospitales y centros de salud. Hay menos maestros y profesores. Hay
menos beneficiarios de la dependencia.
Los presupuestos de estos últimos años han sido
meramente indicativos (los de 2015 tienen 600 M. de euros de desajuste deficitario
y un déficit importante del PIB de Aragón), pero las consecuencias las pagamos
todos los aragoneses: las consecuencias de una deuda pública que no para de
crecer, supone casi 1 de cada 5 euros del gasto del Gobierno de Aragón (973
millones en 2014) y crece el doble de rápido que en el conjunto nacional (+13 %
en el primer trimestre de 2014, frente a una media nacional del 7%, que ya es
una barbaridad).
Con estos datos, la victoria de la izquierda en Aragón
parecía cantada. Como así ha sido
El nuevo
gobierno de Aragón debe volver la mirada a recobrar el incipiente Estado de
bienestar que había en años anteriores (con gobiernos socialistas). Para ello
debe impulsar una fuerte defensa de lo público y una gestión institucional ortodoxa
y participativa. Hay que ser conscientes que los años anteriores al comienzo de
la crisis marcaron una tendencia hacia una especie de “barra libre”, sin
preocuparse por estructurar un modelo de gestión institucional para cuando
llegaran las vacas flacas. El modelo territorial era pura discusión bizantina
pues había pasta gansa para todo y para todos. No hubo ningún sentido de
futuro, creando burbujas de todo tipo sin rendir cuentas a nadie, ya que los
órganos fiscalizadores estaban adormecidos, sin entrar en otros considerandos
peores.
Actualmente,
la situación ha cambiado radicalmente. Ya no es que, al despertar del sueño
megalománico, el dinosaurio siga ahí, sino que estamos rodeados de dinosaurios.
La crisis ha modificado el paisaje tan bruscamente que la mera intención, aun
presumiéndola buena, es poco bagaje para
una buena gestión de lo público. El contexto y el modelo sociales creados por
los generadores de la crisis es una trampa continua tan potente que solo mentes
muy despiertas e ideológicamente bien pertrechadas podrían ser capaces de
modificar la situación de una manera duradera y sostenible. O, al menos,
iniciar la buena dirección.
Seguiremos
reflexionando.
Mariano Berges, profesor de filosofía
sábado, 18 de julio de 2015
Elecciones primarias y renovación Estos comicios deben ser reales y auténticos, no con trampa legal como las actuales. Así no sirven para nada
Como el partido que más me importa es el
PSOE de él me ocupo. Pero más que el PSOE me importa la sociedad, de la que es
un instrumento de transformación. Ello justifica mi postura de crítica
constructiva.
Ni ha habido primarias con Sánchez en la nominación como candidato a la
Moncloa ni las hubo con Susana
Díaz en Andalucía ni las
hubo en Aragón con Lambán ni en Zaragoza con Pérez Anadón. En el
PSOE no hay primarias porque no se quiere. Otro fraude más, fruto del lenguaje
mentiroso de la política convencional. Otro uso lampedusiano en la política de
cambiar algo para que nada cambie.
El número de avales que exige el PSOE es
enorme. Los medios de que dispone el candidato oficialista son todos (nombre
conocido, censos, agrupaciones, aparato, publicidad...), frente a los otros
posibles rivales que, en la práctica, carecen de cualquier medio. Y si eso
fuera poco, como los avales tienen que ser con identificación total del
avalista, el miedo a que el jefe sepa quien está con él o contra él inhiben a
cualquiera avalista del rival del jefe. Conclusión: solo consigue los avales
suficientes el candidato oficial. Al potencial competidor no le merece la pena
molestarse en intentarlo. Otra cosa muy diferente sería si no hubiese necesidad
de avales o solo en un número simbólico, con dos vueltas y debates libres con
la militancia, sin interferencias ni miedos a represalias o a ninguneos
orgánicos. Claro que ningún partido está exento de las trampas legales del
aparato. Véase si no esas primarias de Podemos con una lista oficial de 65
nombres (luego serán 350) para el Congreso de Diputados. Lista plancha la llaman. O las primarias de IU--Madrid,
cuyos vencedores no fueron luego en las listas de IU. O la elección de Garzón en IU, sin rival. Aunque lo más claro
es el dedazo del PP, sin coartada de ningún tipo.
Si alguna vez ha habido primarias auténticas es porque compiten dos grupos orgánicos
fuertes del partido, cual fue el caso entre Madina y Sánchez, o el que hubo hace mucho
tiempo entre Almunia y Borrell.
Hablar de primarias tiene su razón de
ser en la renovación de los partidos y en el funcionamiento democrático de los
mismos. Desde el establecimiento de la democracia en 1978 se dio un gran poder
a las formaciones políticas a fin de que instaurasen el modelo de las
democracias occidentales de nuestro entorno. Los casi 40 años de vida
democrática han ocasionado un funcionamiento partidista oligárquico que deja
casi todas las decisiones en sus aparatos orgánicos. Hay que hacer previamente
carrera orgánica (o tener padrinos orgánicos) si aspiras a ser algo
institucionalmente. Y esto es un elemento fundamental en la corrupción sistémica
de nuestra sociedad.
Luego, en esa renovación de los
partidos, viene la batalla de las ideas, que tiene su primera formulación en el
discurso político, atraviesa el tránsito de la credibilidad del dicente y
aterriza en la praxis desde la ocupación del poder. Lógicamente, hay que estar
en condiciones de llegar al poder para que pueda verificarse la credibilidad
del discurso y su operatividad práctica en la transformación social. Pero todo
se puede atascar si no tienes la credibilidad previa para alcanzar electoralmente
el poder. ¿Por qué el PSOE no acaba de arrancar electoralmente, aunque es
cierto que ha frenado la caída libre en que estaba inmerso? Fundamentalmente
porque ha perdido credibilidad entre los votantes, dado su anquilosamiento
político y su ineficacia para dar solución a los problemas que suscita la
sociedad española actual. No ha sabido renovar ni su discurso ni su aparato ni
su modelo gestor. Para ello se necesita audacia, y las elecciones primarias
constituyen un signo claro de ello. Pero esas primarias tienen que ser reales y
auténticas, no con trampa legal como son las actuales. Así no sirven para nada.
La ciudadanía no está despolitizada sino
que necesita de la política más que nunca. Pero de una política nueva que
aporte soluciones nuevas a problemas nuevos. Y esto solo lo puede hacer gente
nueva, con una manera nueva de mirar y estar en condiciones de construir una
nueva realidad. La gente mayor podemos ayudar pero el protagonismo debe ser de
la gente nueva. De ahí el gran éxito de los partidos emergentes y de ahí
también su gran responsabilidad en no ser fuente de un desencanto social que
podría ser catastrófico. Pero ni todo lo nuevo es bueno por nuevo ni todo lo
viejo es malo por viejo. Hay un saber hacer perfectamente transmisible de lo
viejo a lo nuevo, de los viejos a los jóvenes, que debe ser sabiamente
gestionado.
Para terminar, un consejo de mayor: en
política todo debe poder explicarse, tanto lo que se hace como lo que no se
hace. Sin explicación transparente e inteligible no hay verdadera
participación.
Profesor de Filosofía
sábado, 4 de julio de 2015
LA POLÍTICA: PROMESAS Y REALIDAD
Ionesco,
representante máximo del Teatro del Absurdo en los años sesenta del siglo
pasado, decía que había que escribir muchas obras de teatro para decir que no
había nada que decir. Pues bien, en la actualidad, es difícil prometer políticamente
desde una Comunidad Autónoma cuando el margen de maniobra es tan pequeño que,
si fueses sincero, tendrías que decir que hay muy poco que decir ya que hay
poco que hacer pues casi todo viene dictado de Madrid y, sobre todo, de Bruselas.
Viene
esto a cuenta del discurso de investidura de mi amigo Javier Lambán. Y también de las previsibles y apriorísticas
valoraciones del resto de líderes de los partidos del parlamento aragonés.
Dicen que ha sido generalista. No puede ser concreto ya que no sabe los medios
con los que cuenta. Solo puede prometer generalidades y marcar prioridades. Eso
lo ha dicho y lo ha dicho bien. Me ha hecho gracia un comentario de Echenique, “desde que existe Podemos el
discurso del PSOE es mejor”. Lo cual es cierto, para bien de Podemos, del PSOE
y de la sociedad. Eso se llama dialéctica positiva e interacción beneficiosa.
El
discurso de Lambán ha tenido altura: bien traídas las citas, bien estructurado
el contenido y bien priorizados los objetivos. Sin embargo, yo, personalmente,
hubiese sido más rompedor, más provocativo y más directo. Debe ser porque los
mayores volvemos a ser como niños. Por ejemplo, y sin ánimo de enmendarle la
plana, sino de añadir algo distinto al discurso pronunciado, hubiese sido algo
parecido a esto. Valga como esquema.
1.
En lugar de dirigirme a los diputados me hubiese dirigido más a los aragoneses.
Lo que no hubiese sido menosprecio al Parlamento sino centrar mejor al
auténtico interlocutor.
2.
Hubiese dicho que había poco margen de maniobra real en la gestión pública aragonesa. Ni podemos cambiar el
modelo productivo ni incidir en las normas básicas de educación y sanidad ni
mejorar significativamente la fiscalidad
y, por consiguiente, aumentar los ingresos. La vertebración del territorio es
casi imposible en tiempos de vacas flacas, a no ser que el Estado lo haga.
Etcétera.
3.
Pero les hubiese dicho también que iba a ser una persona legal, decente, que
iba a contar con la gente (participación popular real), que iba a ser austero de
cuerpo y alma (estética y ética), y, sobre todo, que iba a explicar todo, lo
explicable y lo inexplicable. Lo que sería inédito, especialmente cuando
explicase por qué no había hecho algo que había prometido, ya que si soy
decente sería porque es imposible o no había recursos para hacerlo.
4.
Tendría reuniones frecuentes con los sabios de nuestra sociedad. Pero con los
sabios de verdad, no con los gurús de papel. Pocos (seis por cada asunto) pero
buenos. Estructurados en torno a media docena de asuntos fundamentales:
educación, sanidad, función pública, desarrollo territorial, transportes,
agroindustria. Y les pediría que se pusieran a soñar en voz alta en mi
presencia. Yo tomaría notas desesperadamente, que marcarían la dirección y el
sentido de mis reuniones con mis colaboradores, que serían los mejores del
mercado aragonés.
5.
Garantizaría que, al menos indirectamente, todas las sugerencias y críticas a
la gestión de mi gobierno serían escuchadas, analizadas y evaluadas. Y, además,
habría constancia de ello.
6.
También hubiera hablado de Europa, referencia imprescindible desde una
perspectiva realista, ya que, actualmente, hay más directivas europeas que
inciden en nuestras vidas que normas propiamente españolas. Tomando una postura
de posibilismo teñido de utopía a fin de que la actual correlación de
debilidades se pudiese trasmutar en una correlación de fuerzas. Porque Europa,
con progresiones y regresiones, sigue siendo lo menos malo del planeta.
7.
Y hubiese introducido una auténtica rendición de cuentas a la sociedad. Y eso
solo se puede hacer desde una planificación estratégica donde los objetivos,
los medios, las estrategias y los resultados aparecen desde le principio por
escrito y con indicadores sobre su cumplimiento o incumplimiento. Porque la
escritura ata el pensamiento y, convenientemente divulgada, posibilita el
seguimiento y la crítica de la gente. Esto está en las antípodas de los
discursos hueros y rimbombantes. Su lectura es menos poética pero más
productiva.
8. También les hubiera dicho: ¿Os acordáis de
aquel poema de Goytisolo, cantado por Paco Ibáñez? “Érase una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos. Y había también un
príncipe malo,
una bruja hermosa y
un pirata honrado. Todas estas cosas había
una vez cuando
yo soñaba un
mundo al revés”. Fin de la cita.
Mariano Berges, profesor de
filosofía
sábado, 20 de junio de 2015
24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES: LOS PACTOS (y III)
Los pactos habidos son lógicos como consecuencia de
los resultados electorales. El PP ha sido el partido perdedor porque las diversas
izquierdas juntas suman más que las derechas juntas. Pura aritmética y puro
sentido común. Ha habido alguna excepción que el tiempo nos descifrará
(Andalucía). Los pactos autonómicos irán en la misma dirección que los
municipales, y al final se habrá consumado la primera fase del proceso que
finalizará con las elecciones generales.
En este proceso electoral ha habido unos claros
perdedores: UPyD e IU, fagocitados por sus sucesores, Ciudadanos y Podemos, que
proseguirá y culminará en las generales. Pero el bipartidismo hasta ahora
vigente no desaparecerá sino que va a competir interior y exteriormente. Van a
competir dos pares, PP y Ciudadanos por un lado y PSOE y Podemos por otro lado.
Como los próximos pactos serán al interior de cada par, va a ser fundamental
quién saque un solo voto más que su par para liderar dichos pactos. Se ha visto
ya en las municipales y autonómicas, donde, más que una correlación de fuerzas,
ha habido una correlación de debilidades. El ejemplo más claro es el PSOE que,
con 700.000 votos menos, ha ganado poder real por los pactos con Podemos que,
con la vista puesta en las generales, se ha visto obligado a pactar. Lo
contrario hubiese sido un mal negocio para ellos. En cualquier caso, la
izquierda hoy se llama PSOE y Podemos, y entre ambos se va a dilucidar el
liderazgo del próximo futuro. Las diferencias ideológicas son teóricamente
pequeñas, ambos se autodefinen socialdemócratas, el primero desde siempre y el
segundo como táctica ambigua y electoral.
Contemplemos ahora los resultados desde la perspectiva
social. Tanto las instituciones municipales como las autonómicas serán
evaluadas por su eficacia. Sobre ilegalidades y opacidades no va a haber la más
mínima condescendencia. En los últimos años, la corrupción ha tenido un efecto
más dañino aún que su propia inmoralidad, cual es la ocultación de la
ineficacia gestora de las instituciones. Espero que, sin corrupción, podamos
valorar la eficacia y eficiencia de nuestros representantes en la gestión de
sus responsabilidades. Para ello se necesita algo más que una escenografía
populista y desinhibida, pues la gestión municipal y autonómica exige un saber
hacer que no se adquiere por ciencia infusa sino que debe ser aprendido en el
ejercicio duro y constante de la misma. Conceptos como transparencia,
honestidad y participación no son nuevos ni nadie tiene el monopolio de
propiedad sobre ellos. Si acaso lo nuevo sea el crédito de quienes los
pronuncian frente al descrédito de muchos de sus antecesores. Como lo nuevo no
es la democracia, que ya existe desde 1978, sino la mejora de la misma, que se
ha erosionado. Hablar hoy de un cambio de régimen es no tener ni idea de los
procesos temporales ni de la ley de la entropía. No son de recibo las críticas
provenientes del PP o de los poderes fácticos sobre los “pactos contra natura”
del PSOE y su radicalidad, que no hace más que cumplir lo mandatado por la
voluntad popular. Si alguna radicalidad hay es la orteguiana de ir a la raíz de
las cosas y de los comportamientos. En ese menester deben estar los nuevos
representantes y no en la estéril discusión del “y tú más”. Su gestión va a ser
mirada con lupa desde el primer instante, lo que no debe obsesionarles sino
estimularlos a una transparente rendición de cuentas que haga imposible la
corrupción.
No es casual que una gran parte de las grandes
ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Coruña, Cádiz) sean alcaldías
de las plataformas sociales surgidas tras el 15-M. No existe la casualidad sino
la causalidad. Habrá que esperar efectos posteriores y actuar en consecuencia.
Tanto el PSOE como Podemos deberán elaborar estrategias de cara a las
generales, culminación del proceso empezado en los ayuntamientos y autonomías.
Habrá que saber leer indicios y maneras, perfiles y programas, más que gestos
folclóricos de tipo pecuniario o de vestimenta. En definitiva, va ser el
trabajo bien hecho y los resultados eficaces los que serán analizados por la
ciudadanía. Y eso se consigue con gobiernos competentes y honestos (quizás lo
contario a los gobiernos de cuotas partidarias). Y en esta cuestión son los
líderes institucionales (alcaldes y presidentes) quienes van a ser evaluados
personalmente, por lo que deben actuar con inteligencia y libertad en la
configuración de sus equipos o gobiernos. No hay cosa más dañina a la
democracia que unos gobiernos mediocres e ineficaces. Eso es más dañino que la
propia corrupción, aunque sea ésta quien se lleva los titulares de prensa.
Mariano Berges, profesor de filosofía
sábado, 6 de junio de 2015
24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES (II)
Decía
en mi artículo anterior que estas elecciones predicen un cambio de ciclo a
nivel de Estado, cuya característica fundamental era que lo social se había
metido en el debate político y que la gente empieza a creer que su voto puede
modificar las políticas sociales a su favor. Pues bien, prácticamente es lo que
ha sucedido. Respecto de los resultados hay que añadir un matiz, que las
candidaturas municipales de “unidad popular” son procesos distintos al de
Podemos, aunque todos las identifican con Podemos (exceptuando a muchos que
forman parte de las mismas. Paradoja).
¿Y
ahora, qué? Faltan dos momentos muy significativos. El primero son los pactos
de izquierda que se están fraguando. Está claro que las izquierdas van a pactar
entre ellas a favor del que más escaños tenga para desbancar al PP del poder
institucional. Es justo y necesario. No es más que la traducción del mandato
popular. Nada que ver con muchas declaraciones públicas que los líderes dan
como carnaza a los medios de comunicación y que componen un falso escenario
teatral. Porque eso de “las listas más votadas” es un sofisma engañoso, pues
quien elige a los alcaldes son los concejales, y a los presidentes autonómicos
los eligen los parlamentarios regionales. Si el legislador hubiese querido otra
cosa, hubiese dicho otra cosa y sería otra ley distinta la que marcase el
procedimiento.
El
segundo momento, una vez constituidas las instituciones y elegidos sus alcaldes
y presidentes, es la gestión que esas instituciones van a hacer. Es la hora de
la verdad. Hasta este momento todo es un prólogo litúrgico excesivamente largo y
solemne. Hay países de nuestro entorno que abrevian muchísimo más los tiempos
para constituir sus instituciones, porque allí la democracia es un fenómeno
habitual y ordinario.
“Es
en la praxis y no en la teoría donde se realiza el concepto de verdad”, decía K. Marx. Y efectivamente, es en la
gestión donde se podrá verificar si todo esto ha merecido la pena. Si todo lo
que los partidos y coaliciones pactantes declaran como “líneas rojas” (qué
expresión más ridícula) las interiorizan y supiesen cómo llevarlas a cabo y con
qué medios económicos y organizativos, no tienen más que elaborar un breve
documento con un programa mínimo común. Así de sencillo.
Los
pactantes son fundamentalmente dos, el PSOE y Podemos (incluyendo las
candidaturas populares municipales). En muchos casos son también necesarios
otros partidos de izquierda. Ambos partidos tienen características muy
distintas que tendrán que limar para confluir. El PSOE tiene que hacerse perdonar sus últimos años
de gestión, en los que su prepotencia política y su oxidación gestora derivó en
corrupción e ineficacia, tanto directa como indirectamente. En estas elecciones
ha recibido un regalo maravilloso que consiste en una segunda oportunidad para
que, desde los ayuntamientos y gobiernos autonómicos, demuestre que los
principios socialistas siguen vigentes y son viables. Para ello deberá hacer
realmente una renovación de personas e ideas que todavía no ha realizado
suficientemente. Debería copiar algo de la gestión que los ayuntamientos de
izquierda hicieron en 1979 y que tanto influyó en la victoria socialista de
1982. El PCE, que protagonizó una buena parte de esa gestión, no lo rentabilizó
tanto. El malditismo de la letra “C” empezaba a funcionar y hubo que inventar
IU, actualmente en crisis profunda por la fagocitación de Podemos.
Podemos
y sus subproductos tienen que demostrar dos cosas: la primera es su honestidad,
puesto que aún no han gobernado. En democracia no hay que dar nada por
supuesto. Y la segunda es su capacidad de gestión, ya que en su mayoría son
gente sin experiencia política, aunque tengan en su haber su profesionalidad
privada. Se trata de dos ámbitos muy distintos. La gestión pública es realmente
compleja y complicada, aunque todo es susceptible de ser aprendido por gente
capacitada y dispuesta.
Ambos,
PSOE y Podemos, deberán demostrar que “la gente” ha hablado en esta dirección y
que ahora son ellos los que deben traducir esa voluntad popular. La ciudadanía
percibe la bondad de la política a través de la acción institucional y no de
los discursos públicos ni de la vida orgánica de los partidos. A partir de
ahora las instituciones deben ser de cristal, lo que no quiere decir
asamblearias, eficaces, eficientes y justas. Sus funcionarios deben ser la garantía
profesional de su funcionamiento, dejando las libres designaciones reducidas a
las imprescindibles. Y el cumplimiento de la ley (su letra y su espíritu) debe
ser la referencia básica en esa gestión. La corrupción no es más que una mera
consecuencia de la ilegalidad y la opacidad en la gestión pública.
Mariano Berges, profesor de filosofía
sábado, 23 de mayo de 2015
24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES
Algunas
elecciones municipales en España no son solo municipales, sino la primera fase
de algo más importante que viene luego. Al menos, en el recién finalizado siglo
XX, hay dos ejemplos de libro: las elecciones municipales de abril de 1931, con
la derrota de los monárquicos frente a los republicanos, trajo la II República
española. El segundo ejemplo son las primeras elecciones municipales de 1979, que instaló gobiernos municipales de izquierda en la mayoría
de los municipios españoles, tras el pacto municipalista entre el PSOE y
el PCE. La izquierda municipal y su buena gestión influyó mucho en la
aplastante victoria socialista en las generales de 1982. Y las elecciones de
mañana, municipales y autonómicas, también predicen un cambio de ciclo a nivel
de Estado en las próximas generales de noviembre.
Todos
los sondeos indican un resultado en cuya cabeza, va a haber cuatro partidos destacados:
PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Los dos siguientes partidos de ámbito estatal, IU
y UPyD, se quedan descolgados y en algún caso desaparecen de alguna
institución. Los partidos de ámbito regional, se buscarán la vida en sus
respectivas demarcaciones, pero no les va a ir nada bien.
Ha
sido ésta una campaña distinta a las últimas anteriores. Sin duda, marcada por
la emergencia de los dos nuevos partidos, pero también muy influida por los
sondeos de precampaña y campaña. Así, el PP ha hecho lo de siempre:
triunfalismo de gobernante y generador de miedos ante cualquier cambio o
novedad, presentando como éxito político su gran fracaso social. El PSOE, que
arrancó muy mal en la perspectiva de sus propios votantes anteriores, se ha
crecido durante la campaña y ha tenido un estirón fuerte. En Aragón, por
ejemplo, el candidato socialista a la DGA, se ha mostrado como un político muy sólido
ante la concurrencia que no lo conocía, dado su origen municipal rural. Ha sido
para muchos, no para mí, la auténtica sorpresa de la campaña. Y si llega a
gobernar, será un buen presidente para sorpresa de muchos. Lambán es el gran desconocido de la política aragonesa y, en mi
opinión, el más capacitado. Podemos ha demostrado la teoría del suflé, y se ha
ido desinflando respecto a las expectativas de hace unos meses. Bien es verdad
que su auténtico ámbito de juego serán las próximas generales. Ciudadanos es, tras
Podemos, la nueva sorpresa mediática y electoral en España. Ambos partidos
tienen distintos orígenes, de izquierda en el caso de Podemos y conservador en
el caso de Ciudadanos. Pero tienen una gran semejanza: ambos quieren acabar con
el bipartidismo de PSOE y PP, cuyos lugares quieren ocupar, pero ninguno ha
pensado que esto de la política y los partidos es algo más complejo que requiere
tiempo. Sin duda que los dos partidos emergentes van a conseguir unos
magníficos resultados pero que a muchos de los propios les va a saber a poco.
Es curiosa la génesis de ambos partidos
emergentes. Ambos han sido catapultados por poderes mediáticos y financieros,
con la intención de servir como recambio al bipartidismo vigente. Podemos surge
de IU, al que fagocita ante la sorpresiva e ingenua mirada de sus cuadros y
militantes, pero choca con la férrea resistencia de los socialistas. En el caso
de Ciudadanos, el PP lo genera como barrera contra el nacionalismo catalán hasta
que descubre que le puede servir de muleta en el caso de una mayoría
insuficiente. En definitiva, y haciendo bueno a Lampedusa, la intención de los
poderes fácticos era cambiar para que nada cambie.
Sin
embargo, desde el 15-M de 2011, y al rebufo de la crisis, ha aparecido una
sociedad que ha transitado desde la desafección política hacia una gran politización
social. Lo social se ha metido en el debate político y la gente empieza a creer
que el sentido de su voto puede modificar las políticas sociales a su favor.
Esto es la política real. Podemos ha sabido traducir políticamente esa nueva energía
sociopolítica, pero también todos los partidos han tenido que modificar su
discurso. Lo que no es poco. Será necesario que la sociedad no abandone esa presión
a los partidos y a las instituciones para que la productividad política de las
instituciones y de los parlamentos responda a los anhelos de la sociedad, que
ha despertado de su letargo. La situación actual, socialmente insostenible, no
digo que se vaya a solucionar de un plumazo, pero si la presión a los partidos
sigue, se perfilará un horizonte que nos restituirá la dignidad y traerá la
posibilidad de mejorar la gobernanza de este país. Cuando las condiciones
objetivas de la situación hacen difícil-imposible una política socialdemócrata,
hay que practicar un reformismo fuerte. Eso pasó en la Transición y no nos fue
mal.
Mariano Berges, profesor de filosofía
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