sábado, 19 de diciembre de 2015

20-D, EL FINAL DE UN CICLO

Tras los debates habidos en “El País”, la Sexta y la 1, uno no sabe qué cara poner ni para qué sirven estas cosas. Al día siguiente uno lee la prensa y se pregunta si hemos asistido al mismo debate. Incluso cuando dicen que hay un 41% de indecisos, uno se pregunta si es para dar emoción a una campaña anodina. Porque la pregunta clave es quién habla de proyectos políticos y quién se dedica a lucir palmito o engatusar más y mejor al personal. Empecemos por el último debate, el cara a cara entre Rajoy y Sánchez. Me pareció un combate de boxeo entre un púgil ya maduro y otro joven, con ganas de ascender al estrellato y que ganó el combate por mayor empuje y porque se dedicó a golpear una y otra vez a un rival con poco fondo y mal entrenado. Combate trabado y marrullero. ¿Es boxeo la política? El resultado es que tan apenas hablaron de política ni de proyectos, ni de cómo acabar con el paro ni con la desigualdad creciente, ni de Europa ni de Cataluña, ni de la reforma de la Constitución ni de fiscalidad ni de la regeneración de las instituciones… La única conclusión que quedó plasmada en todos los medios es que Sánchez dijo que Rajoy no era decente y que Rajoy contestó “es usted ruin, miserable y deleznable” ¿Dónde está el contenido político? No sé qué hacen los asesores, pero el guion de Sánchez debería haber sido muy distinto: 1) desmontar la política de Rajoy con cuatro ejemplos de barbaridades legales y sociales cometidas; 2) cuatro propuestas concretas y fundamentales de corte socialdemócrata. Hablar de la corrupción, sí, pero no como asunto único. El debate a cuatro de La Sexta fue menos monótono y, aunque hubo mucho postureo, hubo más política. Pero lo importante es quién daba mejor en la pantalla desde los tres parámetros “importantes”: vestimenta, lenguaje verbal y lenguaje no verbal. Como todos eran jóvenes y de verbo fluido, no hubo grandes vencedores ni vencidos. Supongo que cada espectador siguió apoyando a su equipo. El primer debate, celebrado por Internet y promovido por el diario “El País”, fue un debate fallido ya que los tres comparecientes se dirigían casi siempre al ausente Rajoy, bien representado cinematográficamente por un atril vacío. El hecho de que haya habido varios debates públicos ha servido, al menos, para diluir eso tan antiguo y estéril que son los mítines. A los que solo acuden los “hooligans” con un objetivo tan poco político como que la imagen del telediario dé una imagen de “lleno a rebosar” de incondicionales. Pero en estos momentos la cuestión crucial es que el modelo formal de la política española (llamado bipartito) va a finalizar su ciclo y en su lugar va a aparecer un cuatripartito, con los dos partidos clásicos -PSOE y PP- más dos nuevos -Podemos y Ciudadanos-. Ya la denominación de los mismos cambia radicalmente. ¿Será indicio de algo más serio e importante? Ojalá. Porque si todo estriba en que en vez de dos haya cuatro partidos, viaje inoperante el que hemos hecho. Ninguna campaña ha sacralizado la palabra “cambio” como ésta. Todos los partidos menos el PP, que apadrina la idea de proseguir con la misma política, la instrumentalizan como clave en la instauración de una nueva política. Y, efectivamente, “cambio” es la palabra indispensable en todo discurso porque es lo que demandan la mayor parte de los electores: la gente quiere cambiar de política y de modo de gobernar. Y sí que ha habido cambios en la campaña, al menos formales: ha habido más debates, los votantes van a ser muchos, los indecisos parecen muchos también, las formas y modales han sufrido una fuerte transformación, pero los contenidos de los distintos discursos no parecen tan nuevos como sería necesario. Mucha retórica de “política vieja” y “política nueva” y poco más. Y una cierta obsesión de caras nuevas, jóvenes y bien parecidas. Pero hay poco discurso sobre una nueva dirección política, nuevos proyectos, nuevas instituciones, nuevas estrategias, nueva economía, nuevos directivos… en definitiva, lo que un nuevo ciclo está exigiendo. Parece que todos tienen claro que el viejo ciclo acaba pero no parece estar tan claro cómo debe ser el nuevo. Si no analizamos las causas que exigen el cambio de ciclo no hemos entendido nada. Entre otras, ahí van algunas: la exigencia de profundizar en la democracia, poner las instituciones al servicio de la sociedad, frenar la creciente desigualdad, la creación de más y mejores puestos de trabajos. Y todo ello con una política fiscal radicalmente distinta. No es solo cambiar caras y modales, sino cambiar la política y la manera de ejercerla. Ya no nos podemos quedar en la mera democracia representativa (delegar nuestra capacidad decisoria en manos de nuestros representantes). Debe reducirse la autonomía de los políticos respecto de sus representados, pues la democracia es algo de todos los días y no solo cada cuatro años. Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 5 de diciembre de 2015

Crisis sistémica y reforma coyuntural

Hoy vamos a hablar de la tozuda realidad que nos rodea, o sea, de la crisis. Que, por cierto, parece que ya no existe, pues nuestro PIB crece, los puestos de trabajo “aumentan”, los gastos navideños, las rebajas y el Black Friday nos seducen, los viajes del Imserso se agotan en diez minutos… Hay que reconocer que España es diferente: qué alegres somos, qué bien vivimos, no hay quien pueda con nosotros, España es Jauja. Cada vez está más claro que este país y su crisis son duales: hay gente que no puede vivir y hay otra gente para la que la crisis es algo que cuentan en los medios de comunicación y que les pasa a otros. En el fondo, siempre ha sido así. Porque la auténtica realidad es que el paro, la pérdida de poder adquisitivo y la desigualdad son las características de la crisis española, y no el crecimiento del PIB. La realidad que nos rodea es siempre difícil de entender, porque formamos parte de ella y no estamos en condiciones de objetivarla. Y la crisis es un elemento que forma parte de nuestra realidad. Ya han pasado ocho años y, a pesar de los cantos de sirena, esto no parece tener solución. Y lo que es peor, parece que no hemos aprendido nada de qué y por qué ha sucedido. Seguimos añorando la burbuja inmobiliaria, el boom hostelero-playero y los créditos fáciles de los bancos, sin ser conscientes de que la interrelación de esos tres factores ha sido la causante de la crisis. ¿Existe solución a nuestra crisis? Pienso que a corto y medio plazo no existe solución. Cualquier remedio que se proponga es coyuntural, pues es el sistema el que realmente falla. Por lo tanto, habrá que cambiar de sistema para que la solución sea posible. Y después de mucho pensar y dudar, he vuelto la vista a Marx (con perdón). Precisamente la escasez de ideas en la actualidad es la causa fundamental del enquistamiento político que nos rodea. Por mucha honestidad y capacidad que presumamos en nuestros representantes públicos (que ya es presumir), el margen de maniobra que nuestras instituciones tienen es mínimo. Se tienen que reducir a pequeñas cuestiones de maquillaje o caridad para intentar diferenciarse de los anteriores dirigentes, pero sin cambiar la dirección ni la estrategia, que sí supondría cambios significativos y sostenibles. El Estado liberal defiende exarcebadamente la libertad individual y la propiedad privada. Por el contrario, Marx sostiene que el gobierno democrático es esencialmente inviable en una sociedad capitalista y que solo es posible con una transformación de las bases mismas de la sociedad. Puede que el Estado actúe «neutralmente», pero inevitablemente defiende los privilegios de los propietarios. La conclusión central de Marx es que el Estado en una sociedad capitalista no puede dejar de depender de los que poseen y controlan los procesos de producción. Las políticas globales del Estado tienen que ser compatibles a largo plazo con los objetivos de los poderes económicos porque, de lo contrario, se comprometería la sociedad civil y la estabilidad del Estado mismo. Más aún, la acción oculta de los poderes económicos se ha convertido actualmente en una ideología difusa, aceptada inconscientemente por una gran mayoría de la población. Y ésta es su gran fuerza, pues la convierte en inmune a la realidad. Y los partidos políticos de izquierdas, llenos de líderes orgánicos pero faltos de líderes sociales, no saben no contestan. En esta sociedad los que realmente mandan no suelen hablar sino que callan, por lo que el gran arte en política no reside en comprender a los que hablan sino en comprender a los que callan. Si este sistema se ve amenazado (por ejemplo, si un partido accede al poder con la firme intención de promover una mayor igualdad), el resultado inmediato puede ser el caos económico (fuga de capitales) y la aceptación social a ese gobierno puede verse reducida de forma radical. Consecuentemente, una clase económica dominante puede gobernar sin mancharse las manos. Un gobierno actual, por muy izquierdista que sea su discurso, está incapacitado para poder implementar un mandato que vaya contra las bases materiales del capitalismo, llámese a esto mercados, poderes financieros o Unión Europea. Es más, al poder económico no le hace falta sentarse en los consejos de ministros. Los ministros son sus servidores, pues el Estado no es tanto el representante de la sociedad como el de bancos , constructoras o eléctricas. Conclusión. Hay que volver a leer la crítica de Marx a la democracia liberal, para, al menos, ser conscientes de que sin cambiar las bases de esta sociedad es imposible una democracia real. Y, de momento, para ir haciendo boca, militemos en un reformismo radical y gradual hasta que la utopía sea posible.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 21 de noviembre de 2015

¿GUERRA O POLÍTICA?

Es difícil sustraerse al atentado de París en el momento de elegir el contenido de este artículo. También uno quiere evitar ser un mero eco de los medios y, menos aún, una plañidera más de lo malos que son algunos. Pero solo me vienen a la cabeza ideas sueltas e imágenes espeluznantes. No es fácil trazar una conexión causa-efecto y abrirnos a la política como ciencia terapéutica que los humanos hemos inventado para racionalizar y humanizar las tragedias causadas por los dioses.  

La primera idea que se me ocurre es que el acto criminal llevado a cabo por el Estado Islámico (EI), aunque no puede justificarse sí que puede explicarse. El horror recientemente vivido en París es pan de todos los días en Siria. Hay una viñeta de El Roto en la que un soldado occidental reflexiona  a  bordo de un avión: “los días pares les arrojamos bombas, y los impares les suministramos armas”. Trágico y evidente. Lo que sucede es que las vidas de los naturales de unos países son más baratas y anónimas que las de otros. Por eso unas muertes son noticia y otras, no. París es mucho  París.

Hay muchas preguntas sueltas que nadie va a contestar. Por ejemplo, ¿quién financia el Estado Islámico? Putin ha arrojado una afirmación de que hay países del G-20 que financian al EI. Supongo que será a través de la compra de petróleo que vende el propio EI. ¿Existe una financiación explícita por parte de los países del Golfo, especialmente Arabia Saudita? Con Al Qaeda sí que la hubo. El doble juego de algunos países lo explica mejor la viñeta de El Roto que mi texto.
Un atentado como el de París es relativamente fácil de ejecutar. Cuando hay personas capaces de inmolarse todo es posible. Y parece ser que no faltan. Es más, la reacción militar de Francia contra el EI alimenta la estrategia yihadista y aumentará su número de mártires y cruzados. ¿Quién no recuerda aquello de que “la sangre de los cristianos es semilla de nuevos cristianos”? Cuando la religión está por el medio sobran la lógica y la política. La espiral de la violencia se hace indefinida y eterna. Una organización terrorista sin verdaderos ejércitos pero con heroicos kamikaces, es capaz de mantener en jaque al resto del mundo. ¿Es ajustada, conveniente y eficaz la rápida respuesta de Francia bombardeando Siria? En cualquier caso, insuficiente como guerra, pues hacen falta también intervenciones por tierra, e insuficiente políticamente. En esta cuestión de la “guerra contra el EI”, observamos que la política está totalmente ausente. Nuestros dirigentes no gestionan las causas de la realidad sino sus consecuencias. Esto les hace analizar los acontecimientos a posteriori y, por lo tanto, no inciden en ellos. La sociedad asiste impertérrita al espectáculo, con las emociones a flor de piel y con la tragedia a la puerta de casa. La guerra es la negación de la política.
Porque la historia del terrorismo yihadista no es de hoy, sino que comienza en la cárcel americana de Camp Bucca (Irak) en 2003 y se consolida en la cárcel de Abu Graib, también americana. De ellas salieron los líderes de Al Qaeda y del actual EI. Solo han aprovechado el caldo de cultivo actual de la guerra de Siria para conseguir el territorio que cualquier Estado precisa. En 2011 surge el EI, que ha superado a Al Qaeda en poder, eficacia y número de militantes. Su capital está en Raqqa, convertida en capital del califato, que cuenta con más de 30.000 soldados, que han emigrado desde todo el planeta. (200 proceden de España). Ocupan un tercio de Siria e Irak y sueñan con expandirse por el mundo, incluido Al`Andalus. Además, saben usar las nuevas tecnologías con una gran eficacia publicitaria y emocional. Los auténticos damnificados son la población civil del EI, presos de una violencia fascista y objetivo de las bombas “liberadoras” occidentales.

Últimamente me ha llamado la atención un video que funciona por la red y cuya tesis es que las migraciones de los islámicos (invasión lo llaman), con su prolífica descendencia, van a constituir la mayoría en las poblaciones europeas dentro de pocos años. Independientemente de que sea acertada o no tal profecía , está clara su autoría ideológica. Pero todavía está más clara su eficacia en las emociones y credos de la gente de a pie. ¿Qué hacer con las migraciones? El último acuerdo de la UE en La Valetta parece una toma en consideración de la tesis del video. Cualquier decisión es complicada, pero, a veces, el criterio ético es, además del más válido moralmente, el más eficaz. Industrialicemos el tercer mundo. Incluso puede ser un buen negocio para ciertos países occidentales, además de solucionar un montón de problemas. Aunque esta postura tendría una gran resistencia por parte de los fabricantes de armamento (30 % de la industria USA).


Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 7 de noviembre de 2015

LENGUAJE Y POLÍTICA

El lenguaje es un instrumento, y como tal instrumento puede ser usado y abusado. Entiendo por usado cundo se hace un uso correcto de él, o sea, que sirva para comunicar el pensamiento del hablante. Entiendo por abuso del lenguaje cuando se pervierte  su uso y el lenguaje se usa para mentir, o sea, para ocultar el pensamiento de quien habla o para trasmitir algo falso o incoherente.

Entre el uso y el abuso hay muchos grados intermedios, dependiendo, además del propio lenguaje, de otros muchos factores como el lenguaje gestual, el contexto, las metáforas, los segundos sentidos, las jugadas del inconsciente cuando se cuela en una frase que no se controla, etc., pero sobre todo hay un elemento abusivo o mentiroso en el uso de las obviedades. ¿Qué quiere trasmitir un orador cuando se pasa el rato diciendo obviedades del tipo “hay que buscar el bien general”, “un plato es un plato y una taza es una taza”… Sencillamente está ocultando su pensamiento (si lo tiene) tras palabras huecas o retóricas.

Por eso, en estos momentos de filibusterismo político, son más necesarios que nunca verdaderos expertos en comentarios de textos, hermeneutas de lo que se dice y de lo que se calla, saber ver la relación entre lo que se dice y lo que se hace. Porque es en la praxis y no en la teoría donde está la verdad. El discurso, aunque muy importante, es un elemento necesario pero insuficiente. Porque, aun siendo difícil y necesario traducir al que habla, es más difícil y más necesario traducir al que calla. Porque tanto callar cuando hay que hablar como hablar sin decir nada es uno de los grandes fraudes de la política. “La verdad se corrompe o con la mentira o con el silencio”, decía Cicerón. Las declaraciones públicas de los políticos, con frecuencia son puramente retóricas. No reflejan los anhelos de la sociedad, sino que son eco del posicionamiento hueco y retórico de sus líderes. Se dice lo que no se piensa y se piensa lo que no se dice. Todo ello supone un grave problema político pues la gente no tiene auténticas referencias, los partidos hacen un ejercicio puramente onanista y, como consecuencia, la política sigue ausente. El lenguaje político, con mucha frecuencia, en vez de transformar la realidad sirve para enmascararla.

No sería un mal ejercicio periodístico recoger y comentar algunas frases de las que frecuentemente dicen nuestros políticos. Ahí van algunos ejemplos:

-         Echenique (líder de Podemos-Aragón) dijo hace poco tiempo lo siguiente: “El PSOE cada vez se aleja más de la gente, o sea, de Podemos”. Esto solo tiene una traducción: Podemos es el monopolio de la representación popular. Jamás había visto tanta prepotencia.
-         “Paco, yo creo en ti  estoy seguro que nadie podrá demostrar que no ese inocente (Rajoy, defendiendo a Camps). Para entender su oculto significado (lo que Rajoy realmente pensaba) solo hay que cambiar el orden de las palabras: Paco no es inocente, seguro que nadie podrá demostrarlo.
-         El debate entre Iglesias y Rivera, en el programa de televisión “Salvados”, dio mucho de sí en cuanto a la interpretación de los comentaristas. En primer lugar, la manía de compararlo al boxeo o al futbol y declararlos vencedor y vencido. Lo que convierte a la política en un espectáculo épico y futbolístico. En mi opinión, hubo mucha fuerza física y mental por parte de Rivera. Se le nota lanzado por los sondeos favorables. Sin embargo, yo encontré un Iglesias más maduro y reflexivo, un político que duda y matiza. Qué raro es encontrar matices en la política. Leí en un periódico que “Iglesias llegó a darle la razón a Rivera, lo que selló su derrota”. Poco que añadir. Está claro que no se debe dar la razón al contrario, aunque la tenga. Esa afirmación supone una radical negación del diálogo. Así nos va.
-         Tras la propuesta de resolución de la declaración del inicio de independencia de Cataluña presentada para su trámite parlamentario, dijo Rajoy “Mientras yo sea presidente del Gobierno de España seguirá siendo una nación”. Tras la aparente obviedad, se trata de su primer mitin de la precampaña del 20-D y posiblemente constituirá su idea fuerte de aquí a las elecciones. Ante las ambigüedades y matices de los demás, Rajoy se autopresenta como el único capaz de frenar el independentismo catalán. En ese momento, comenzó a ganar las elecciones.
-         Para finalizar, y como antítesis, la respuesta de El Roto ante la pregunta sobre el lenguaje de los políticos: “Yo hago lo que me dicta la conciencia a través del pinganillo”, dice el político de su viñeta. Todo un tratado sobre lo que se piensa y lo que se dice.


Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 24 de octubre de 2015

DEFENSA DE LO PÚBLICO

Hoy nos centramos en el concepto de “lo público” y su defensa a ultranza ante el desguace que nos amenaza. Advierto que me moveré dentro del escenario capitalista, único existente y en el que, de momento, sólo cabe una postura fuertemente reformista. El socialismo, en la actualidad, desborda nuestros límites de posibilidad, lo que no impide que funcione como idea motora de la utopía y como referencia directiva.
El concepto moderno y occidental de “lo público” se deriva de la creación del Estado de bienestar como  una nueva concepción del capitalismo que atribuía al Estado un papel central. Se trata de actuar sobre la demanda por medio de instrumentos fiscales, la intervención pública y la política de empleo. El instrumento para su realización fue un pacto entre los sindicatos, las organizaciones empresariales y el Estado, que adquirió vigor entre aquellos países en los que los partidos socialdemócratas accedieron al gobierno. En este llamado “consenso socialdemócrata” el movimiento obrero renunciaba a cuestionar las relaciones de producción basadas en la propiedad privada a cambio de la garantía de que el Estado intervendría en el proceso redistributivo, a los efectos de asegurar condiciones de vida más igualitarias, seguridad y bienestar a través de los servicios, pleno empleo y la defensa de una distribución más equitativa de la renta nacional. 

En la actualidad, hay teóricos de la globalización que abogan por desmantelar los logros del Estado de bienestar. En el lado contrario están quienes, en nombre de la primacía de la política, se enfrentan a la vigencia de ese “pensamiento único”. La idea central es que la defensa del Estado de bienestar constituye un elemento clave en el comportamiento eficiente de una economía capitalista, puesto que no sólo mejora el capital humano de la sociedad (en educación, sanidad y acción social) sino que contribuye a la cohesión social y a la participación de los ciudadanos, factores más incentivadores de la productividad que la inestabilidad que generan las políticas neoliberales. Por lo tanto, la continuidad del Estado de bienestar, apuntalada por un poder político fuerte y coherente en sus objetivos, constituye un componente fundamental para el funcionamiento de una economía de mercado capitalista gestionada democráticamente.

Por el contrario, la insistencia en la aplicación a ultranza de políticas neoliberales potencia la conformación de sociedades fuertemente polarizadas en el terreno social, escenario favorable al cuestionamiento de la legitimidad y credibilidad del sistema político. Con la irrupción del PP y su mayoría absoluta en 2011, España ha comenzado el desmantelamiento de lo público y el desguace del Estado de bienestar de una manera rápida y sistemática. Los logros conseguidos durante los gobiernos socialistas van siendo sustituidos por sistemas y mecanismos funcionales donde lo privado impera sobre lo público y el bien común. La política neoliberal está usando la crisis como coartada y excusa para un retroceso en los derechos civiles, económicos y sociales y su modelo de Estado de bienestar. El cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento se usa como un instrumento “legal” en el desguace del modelo social.

Hay que tener en cuenta que los servicios de interés general no solamente son buenos para una política de igualdad social sino que también son fuente de desarrollo económico, creación de empleo, prosperidad y cohesión social. El bien común, expresión genérica que marca el objetivo del Estado de bienestar,  es un concepto que puede ser entendido como que el conjunto de los sistemas sociales, instituciones y medios socioeconómicos  funcionen de manera que beneficien a toda la sociedad. Sostener la equidad y mejorarla debe resultar irrenunciable para un Estado Social de Derecho. Sin embargo, la crisis económica y el cambio de modelo social han acrecentado las desigualdades, haciendo que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres, más pobres.

La crisis económica también ha puesto al descubierto una crisis de valores, destapando las carencias de un espíritu cívico. Aunque la irrupción de los movimientos sociales ha supuesto una corrección en ese déficit de valores ciudadanos. La libertad, la igualdad y la solidaridad son valores fundamentales a preservar en estos momentos de convulsión. Pero para llevar a cabo una política institucional que restaure estos valores, es necesario que nuestros representantes públicos tengan tres virtudes: capacidad, honestidad y una ideología progresista. Traducir el “argumentario” del partido a la práctica política no está al alcance de cualquiera. ¿Trabajan los partidos para que los componentes de sus listas sean idóneos para esta función? ¿O más bien las listas están básicamente configuradas por gente sumisa y obediente al líder de turno?

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 10 de octubre de 2015

LOS REFUGIADOS, LA ÚLTIMA MODA

Parece mentira que a los que ya tenemos una edad nos cojan desprevenidos con las olas de novedad mediática, con envoltorio caritativo y creándonos un complejo de culpa personal. ¿No llevamos toda nuestra vida con la cuestación del cáncer para lucimiento de aristócratas y notables, que suele acabar con algún desfalco cada cierto tiempo por parte de algún directivo?   ¿Ya no nos acordamos de cuando nos disfrazábamos de chinitos para pedir limosnas para la santa infancia, mientras Mao hacía su revolución? Pues eso, que esto no ha cambiado. Ahora son los sirios, como antes fueron los niños de Biafra, etc. “Los refugiados como arma de invasión” titulaba acertadamente Shangay Lily su artículo en Público.
Y, efectivamente, El País decía en su portada del día 7 de septiembre “La crisis de los refugiados obliga a planear bombardeos en Siria”. Primero bombardeamos, con las consecuencias de muertes, refugiados y destrucción. En segundo lugar enviamos nuestras empresas a reconstruir lo destruido. Mientras tanto, acogemos selectivamente  a los refugiados (solo a los cualificados) en nuestros países, explotando gratis el talento que tanta falta hará a sus países de origen. Ah! se me olvidaba, habremos matado al dictador que nos sirvió de coartada para poner en marcha todo el proceso esquilmador. ¿Y qué pasa con los otros dictadores que hay en el mundo y que no los tocamos? No recuerdo que la España del dictador Franco fuese invadida nunca por los americanos en los casi cuarenta años que duró.
Lo que ha pasado en Siria es exactamente lo mismo que sucedió antes en Afganistán, Irak, Libia y todas las primaverales revoluciones norteafricanas, ejemplo sospechoso de la globalización cibernética, controlada y manipulada por el capital financiero. Las crisis no aparecen por generación espontánea sino que las creamos cuándo y dónde interesa. Las vidas humanas fuera del primer mundo van realmente baratas: son pura estadística para lavar conciencias y generar nuevos negocios. La ayuda humanitaria como coartada para invadir países por meros intereses económicos. Los verdugos se transforman en benefactores con el coro de los medios de comunicación trasmitiendo u ocultando, según la oportunidad informativa,  las tragedias de cada momento. Y también hay categorías de refugiados. Ahora son los sirios, antes eran los subsaharianos, los negros, los palestinos, luego los del Este europeo. Y, aunque con otro cariz económico, también hoy intentan ser refugiados nuestros jóvenes sin trabajo en España. Porque la crisis es otra guerra financiera. Los medios de comunicación nos dictan por qué raza, grupo, etnia o nacionalidad hay que compadecerse cada temporada.
Kant, en su obra “La paz perpetua”, ya decía que la paz solo sería posible con un gobierno mundial ejecutivo. La ONU, creada tras la 2ª Guerra Mundial con el objetivo fundamental de impedir cualquier guerra y de implantar los derechos humanos en todo el planeta (la Declaración Universal de Derechos Humanos es de 1948), es un instrumento fallido por el control de los cinco grandes países con derecho a veto y se ha convertido en el foro donde se escenifican los intereses geoestratégicos de las grandes potencias y sus países satélites. Y ya en los años sesenta, Sartre escandalizó a los bienpensantes europeos cuando escribió en el prólogo de la obra de Franz Fanon (“Los condenados de la tierra”) que el alto confort europeo era gracias a la explotación colonialista europea con el tercer mundo. Al final, descubrimos algo tan elemental como que los pobres son condición imprescindible para la existencia de los ricos.
Acabemos con todas las guerras, dejemos de explotar el negocio de las armas, industrialicemos el tercer mundo, especialmente África. Y entonces veremos que no hay refugiados ni top-manta, ni pateras. Nadie abandona su país por capricho. Y, de hecho, la mayoría de los que vienen son los más capacitados, biológica y académicamente, porque son los únicos con fuerza mental suficiente para tan gran sacrificio personal. Porque es Europa, bajo el liderazgo de los Estados Unidos, y Rusia, los que han intervenido militarmente en los países de los que huyen los refugiados. No atajemos las consecuencias sino las causas, como principio básico de cualquier ciencia o filosofía que se precie. Y no seré yo quien niegue la bondad moral y material de la solidaridad de las gentes de los países prósperos, pero el problema solo se resolverá con soluciones reales y duraderas en los países de origen, como es el fin de las guerras y la instauración de una democracia real y una industrialización justa. El cumplimiento de los derechos humanos no es posible sin una mínima dignidad material.


Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 26 de septiembre de 2015

CATALUÑA, 27-S

Por obligación de opinador hoy toca Cataluña, aunque me resulta ya una cuestión axfisiante y hasta un tanto apática. No hay derecho a que una cuestión artificialmente creada por cierta clase política desasosiegue a la población española residente en Cataluña. Ya desde el principio, afirmo que yo votaría cualquier opción no independentista, ya que la independencia de Cataluña es un problema artificial, o como mucho meramente sentimental, falsamente histórico y que no solo no solventaría los problemas de los catalanes sino que los complicaría. La única situación que mejoraría sería la de la casta burguesa catalanista, que manejarían a su antojo la economía y los sentimientos de un pueblo magnífico con muchas virtudes y algunos defectos.

Parto de una convicción: ni Rajoy ni Mas (o sea, ni el PP ni Convergencia) quieren la independencia de Cataluña. Lo único que quieren ambos es su permanencia en el poder, de España y Cataluña respectivamente. De ahí la rigidez de ambos en sus respectivos posicionamientos: para Mas el posicionamiento independentista es una huida hacia adelante como sublimación ocultadora de su fracaso sociopolítico, y para Rajoy su enquistamiento centralista es el intento de rentabilizar electoralmente una imagen política de ser el único que puede frenar la independencia catalana frente a la ambigüedad y claroscuros de los demás partidos políticos. Por lo tanto, el diálogo no les interesa a ninguno de los dos, y ambos necesitan el posicionamiento fuerte y polarizado de España y Cataluña, porque su dialéctica encarnizada de España Una y de Cataluña Libre esconde el fracaso de ambos como políticos incapaces de solucionar socialmente la crisis que tiene postrados a los ciudadanos españoles y catalanes. La independencia de Cataluña se convierte así en la coartada ideal para los intereses políticos de ambos. Simplemente es la antítesis del sueño de una España federal en una Europa federal. Ése sí que sería un magnífico escenario para la regeneración democrática que la sociedad exige y necesita.
De alguna manera, el embrión de esta tendencia separatista está en la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, previa impugnación del PP, y el uso demagógico que los catalanistas-soberanistas-independentistas han hecho de la sentencia (efecto buscado). La liturgia victimista catalana comenzó en ese momento. Todo lo anterior había sido puro mercantilismo de Pujol.
Mañana, domingo 27 de septiembre-15, los catalanes votan no se sabe qué: un simple parlamento autonómico, un plebiscito abortado, una fase más en la escalada independentista, un pacto vergonzoso entre Convergencia y Esquerra Republicana que consolide sus objetivos indeclarables, o de todo un poco. Por un lado están los de la lista de Junts pel Sí, con el complemento de la CUP (más coherente ideológicamente aunque yo no comparta su proyecto), y por el otro lado, el popurrí del resto de los partidos con matices diferenciadores entre si y que, entre todos, van a volver locos a los votantes. Una vez más el relato político ha construido una realidad ficticia que no va en línea con los problemas sociales de la ciudadanía.

De todas las posturas partidistas la más lógica es la socialista, aunque pudiera ser una simple declaración de intenciones. El federalismo (igualitario y solidario por definición) es una postura racional y equitativa para todos los españoles, pero también es una fórmula de mucha dificultad técnica, con poca tradición en España y, lo que es peor, que llega en un momento en que a los independentistas todo les parece poco, y a los no independentistas todo les parece mucho. Por eso, la cuestión está francamente difícil, ya que al día siguiente de las elecciones no existirá ningún mandato popular más que para constituir un parlamento autonómico, exactamente igual que el de Aragón o Extremadura. Todo lo demás será puramente subjetivo, emocional y virtual. Pero cuidado con los actos simbólicos, que son peligrosos. Lo racionalmente político que habría que hacer al día siguiente de las elecciones es constituir una comisión de notables para que desde la honestidad y eficacia política y con un sentido de Estado fuera de toda duda, se empezase a configurar un consenso para, en un plazo prudente, sin urgencias histéricas ni relajaciones tramposas, se abordase la reforma constitucional. Eso serenaría los ánimos y los políticos podrían dedicarse a lo auténticamente importante, los problemas de los ciudadanos españoles (y catalanes). Pero debería tratarse de una reforma constitucional con el objetivo de solucionar los problemas de España y no solo los de Cataluña, que los tiene como el resto de España.

Mariano Berges, profesor de filosofía


lunes, 14 de septiembre de 2015

ENVEJECIMIENTO ACTIVO

La UJP-UGT (los jubilados y pensionistas de UGT-Aragón) hemos celebrado en Orihuela del Tremedal unas jornadas de tres días sobre Envejecimiento Activo (EA). Son los típicos días de convivencia y debate en un tiempo-espacio agradables y con gente interesante. El resultado ha sido muy positivo. Analizar las principales dificultades de las personas mayores tras la crisis económica y sus demandas más acuciantes, reflexionar sobre el papel de las personas mayores en el espacio social y analizar las posibilidades de incidencia en el amplio colectivo de jubilados y pensionistas, son algunos de los objetivos que perseguían  estas jornadas.

En 1999, la OMS adoptó el término “Envejecimiento Activo” como el proceso de optimización  de la vida a medida que las personas envejecen. En el mundo hay 600 millones de personas mayores de 60 años, cifra que se duplicará en 2025, según la OMS. En España hay 10.547.340 (22,7%) y en Aragón 348.524 (26,30%), de los que 301.311 son jubilados o pensionistas. Son datos suficientemente poderosos como para dejar de pensar en los viejos como simple objeto de atención. Los mayores deben ser considerados como sujetos autónomos, incluso como personas que desarrollan críticamente esa autonomía. Hay que darle la vuelta a la vieja percepción caritativa y construir nuevos relatos y nuevas políticas con y para los mayores, pues el envejecimiento de la población es uno de los mayores triunfos de la humanidad y también uno de nuestros mayores desafíos. Autonomía, Independencia, Calidad de vida y Esperanza de vida saludable para las personas mayores deben pasar a ser objetivos políticos prioritarios de los diversos gobiernos. Los derechos ciudadanos de los mayores deben sustituir a la caridad asistencial. La salud, la vivienda y las prestaciones sociales deben aparecer en la Constitución Española (CE) como derechos reales y ejecutables, como ya los considera teóricamente el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 14 de la Carta Social Europea y el artículo 50 de la CE. Pero no solo eso, sino que la sociedad debe aprovechar el talento y disposición de los jubilados en pos de la transformación social.

Hay que huir de dos percepciones falsas por excesivamente polarizadas: la del viejo frágil, improductivo y dependiente, y la percepción de la madurez dorada. La realidad es diversa, poliédrica y muy compleja. Las situaciones realmente existentes son muy diversas, desde los que tienen una calidad de vida envidiable hasta los excluidos y marginales. Todos son ciudadanos y con todos hay que actuar desde los poderes del Estado. A los desiguales hay que tratarlos desigualmente, que es el principio de igualdad equitativa. Porque si entre las personas jóvenes y adultas hay una gran diversidad de situaciones, entre los viejos la diversidad puede llegar a límites trágicos. ¿Qué hay de común entre un jubilado rico, con buena salud y con grandes posibilidades de viajar y divertirse respecto de un viejo marginal?: Que les queda poco tiempo de vida. Pero la diferencia de la calidad de la vida que les queda es abismal. Añádase a esta diferencia otras como salud, cultura, afectividad, integración, etc. Cuando se habla o se escribe hay que generalizar, pero sin olvidar nunca los matices.

Desde la perspectiva de los viejos se entiende mejor la cuestión de la eutanasia, que no es más que un ejercicio individual de libertad respecto a la cantidad y calidad de vida que uno desea para sí mismo. Sin interferencias inventadas o impuestas. También se entiende mejor la realidad de las residencias de mayores: la necesidad de una amplia cobertura y de precios políticos y distributivos. Igualmente las guarderías infantiles, cuyos precios prohibitivos y horarios reducidos y poco flexibles, impiden el necesario trabajo de los dos componentes de una pareja joven y/o justifican la explotación de los abuelos.

Para finalizar, un decálogo sobre la vejez: 1) Ser viejo no significa ser un inútil. 2) Trabajo y jubilación no son términos irreconciliables. 3) Los conocimientos y experiencias de los viejos no deben perderse (formación intergeneracional). 4) Las NN.TT. juegan un papel muy importante entre los viejos. 5) Evitar la exclusión de los viejos es una obligación de la sociedad. 6) Cuidado con la explotación de los abuelos con la coartada de los nietos. 7) Los viejos siguen siendo sujetos dignos y ciudadanos productivos. 8) Si la salud es básica, para los viejos es imprescindible. 9) La sociedad debe tratar de manera desigual las situaciones de desigualdad. 10) Los medios de comunicación deben modificar radicalmente su relato sobre los viejos, ya que la realidad es una construcción social de los medios.


Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 29 de agosto de 2015

NOTAS PARA UNA REFORMA LOCAL EN ARAGÓN (II)

Seguimos reflexionando sobre Aragón. No trato de dar consejos no solicitados, sino de pensar en voz alta algunas ideas susceptibles de ser discutidas mínimamente. Presumo que el nuevo gobierno de Aragón está con las pilas cargadas y con enormes ganas de redefinir la política aragonesa. En esta segunda parte mi reflexión gira en torno a la reforma local pendiente en Aragón, tras la fallida Ley del gobierno central.

La Ley 27/2013, de 27 de diciembre, de racionalización y sostenibilidad de la administración local (LRSAL) constituye una involución contra la autonomía municipal. Prueba de ello es la interposición de los muchos recursos de inconstitucionalidad  puestos desde todos los ámbitos públicos. Es necesario otro modelo de reforma local que entienda el municipio como la base de la democracia, como la administración que presta los servicios más próximos y básicos a los ciudadanos y como el  instrumento más eficaz y eficiente en la defensa del territorio, tanto productivamente como medioambientalmente. Además es el único medio para fijar la población rural. No es tiempo de experimentos creando nuevos niveles de gobierno (las comarcas) que, generando más gasto de personal y gasto corriente, no mejoran los servicios públicos al ciudadano.

En Aragón, la cobertura de servicios básicos a los municipios más pequeños, que son casi todos, solo la realiza, mejor o peor, las diputaciones provinciales, pues el gobierno de Aragón, al menos hasta ahora, no entra en esas cuestiones. Y si existe algún solapamiento funcional es con las comarcas. ¿Para qué queremos una nueva estructura administrativa, la comarcal, sin tradición, sin personal, sin estructura, y con la práctica fundamental de repartir subvenciones a los municipios de su incumbencia? La existencia de las comarcas en Aragón, como mínimo, desorienta y confunde por el solapamiento y redundancia funcional. Las comarcas son casi especificidad de Aragón. Han sido propuestas por el PAR para consolidar su implantación territorial, y tanto el PSOE como el PP no han tenido más remedio que aceptar el chantaje, ya que ambos lo necesitaban para conformar mayorías de gobierno.

Nos podemos situar en dos escenarios:
1. Escenario en el que la Constitución Española (CE) se modifica y, como consecuencia, también se modifica el estatuto de Aragón. En este escenario, hay que diluir las comarcas como nivel de gobierno. Además, hay que solucionar definitivamente la financiación municipal desde exigencias constitucionales y estatutarias. También hay que revisar y modificar radicalmente el funcionamiento de las diputaciones provinciales.
2. El segundo escenario es la no modificación de la CE ni del Estatuto. O, en el caso de modificación, el tiempo que transcurre hasta la modificación de ambos, que será largo, dada la dificultad de consenso existente en la actualidad. En este escenario, hay que reducir el papel de las comarcas y el de las diputaciones provinciales. La Administración Autonómica y los municipios deben constituir la base fundamental sobre la que opera la reforma local.
En el segundo escenario plasmado anteriormente, el más realista, deberían de tenerse en cuenta los siguientes criterios:
- Las competencias, salvo las estatales, han de corresponder bien a la administración autonómica bien a los municipios aragoneses como competencias propias, sin más servicios obligatorios que los demandados por los propios ayuntamientos.
- No deben existir niveles intermedios de gobierno con competencias propias. Deben ser los propios municipios los que indiquen las bases de colaboración entre ellos, conformando así espacios de gestión voluntarios e intermunicipales.
- La comarcalización debe reconducirse en Aragón mediante una enérgica reforma de la normativa que la regula eliminando las competencias propias de las comarcas, que han de ser distribuidas entre los municipios y la propia administración autonómica.
- Desde esta perspectiva, la comarca ha de reconducirse hacia un simple ámbito intermunicipal de gestión de servicios municipales o autonómicos, estimulado desde la administración autonómica y las diputaciones provinciales, pero dependiente de la decisión política y de gestión de los municipios incluidos en tal ámbito.
- Hay que modificar radicalmente la función de las diputaciones provinciales en el entramado institucional. La provincia debe asumir única y exclusivamente un papel de apoyo y asistencia a los municipios que la recaben y de estímulo de la intermunicipalidad. Las comarcas constituirán los ámbitos en que se desarrolle la cooperación provincial con los municipios.
Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 15 de agosto de 2015

ARAGÓN 2015 (I)

Tras las recientes elecciones autonómicas en Aragón, y constituido su primer gobierno con el presidente Lambán a la cabeza, procede empezar a marcar las líneas fundamentales de reflexión y, consecuentemente, de actuación. Este texto es el primero de una humilde y colaboradora aportación, por si es de interés para alguien.
En primer lugar hay que hablar de “la herencia recibida” (nada original pero imprescindible, y solo como elemento de referencia, nunca como justificación de nuestra impotencia). Pues bien, debe hacerse constar que Aragón ha mantenido tradicionalmente una situación algo mejor que la media nacional en la mayor parte de indicadores. Pueden identificarse múltiples causas: la actividad económica concentrada en las regiones de su entorno, la amplitud del territorio, una mayor concentración urbana de la población, un nivel formativo algo superior… Y tradicionalmente los gobiernos de todos los colores han apelado a esa mejor situación para justificar el éxito de su acción. Sin embargo, en los últimos años, aunque Aragón sigue manteniendo cierta ventaja sobre la media nacional, esta ventaja se ha ido está reduciendo cada vez más aceleradamente. Ya no se trata de si estamos mejor o peor que otros, sino de la velocidad con que otros nos están adelantando y nosotros estamos perdiendo las ventajas que durante tanto tiempo tuvimos, y que habrían de servirnos para salir antes de la crisis. Se está acabando la inercia, y si no se le da a los pedales acabaremos quedándonos parados o cayéndonos.
Así, por ejemplo, tenemos una tasa de actividad levemente superior a la española, pero se destruye empleo a mayor velocidad. Tenemos menos paro en Aragón, pero crece mucho más rápidamente. Tenemos menos paro juvenil en Aragón, pero va reduciéndose hasta un solo punto porcentual, y los jóvenes aragoneses mejor preparados se están yendo de Aragón para buscar un trabajo. En los últimos 5 años, los hogares con carencias materiales severas han crecido significativamente. Como consecuencia final, aunque todavía estemos algo mejor que la media, están creciendo el doble de rápido en Aragón que en España la desigualdad y el riesgo de pobreza y exclusión social.
Y mientras los problemas han crecido, las soluciones han disminuido  y los servicios públicos se han ido deteriorando. Hay menos personal sanitario, menos gasto en salud, menos inversión en hospitales y centros de salud. Hay menos maestros y profesores. Hay menos beneficiarios de la dependencia.
Los presupuestos de estos últimos años han sido meramente indicativos (los de 2015 tienen 600 M. de euros de desajuste deficitario y un déficit importante del PIB de Aragón), pero las consecuencias las pagamos todos los aragoneses: las consecuencias de una deuda pública que no para de crecer, supone casi 1 de cada 5 euros del gasto del Gobierno de Aragón (973 millones en 2014) y crece el doble de rápido que en el conjunto nacional (+13 % en el primer trimestre de 2014, frente a una media nacional del 7%, que ya es una barbaridad).
Con estos datos, la victoria de la izquierda en Aragón parecía cantada. Como así ha sido
El nuevo gobierno de Aragón debe volver la mirada a recobrar el incipiente Estado de bienestar que había en años anteriores (con gobiernos socialistas). Para ello debe impulsar una fuerte defensa de lo público y una gestión institucional ortodoxa y participativa. Hay que ser conscientes que los años anteriores al comienzo de la crisis marcaron una tendencia hacia una especie de “barra libre”, sin preocuparse por estructurar un modelo de gestión institucional para cuando llegaran las vacas flacas. El modelo territorial era pura discusión bizantina pues había pasta gansa para todo y para todos. No hubo ningún sentido de futuro, creando burbujas de todo tipo sin rendir cuentas a nadie, ya que los órganos fiscalizadores estaban adormecidos, sin entrar en otros considerandos peores.
Actualmente, la situación ha cambiado radicalmente. Ya no es que, al despertar del sueño megalománico, el dinosaurio siga ahí, sino que estamos rodeados de dinosaurios. La crisis ha modificado el paisaje tan bruscamente que la mera intención, aun presumiéndola buena, es poco  bagaje para una buena gestión de lo público. El contexto y el modelo sociales creados por los generadores de la crisis es una trampa continua tan potente que solo mentes muy despiertas e ideológicamente bien pertrechadas podrían ser capaces de modificar la situación de una manera duradera y sostenible. O, al menos, iniciar la buena dirección.
Seguiremos reflexionando.


Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 18 de julio de 2015

Elecciones primarias y renovación Estos comicios deben ser reales y auténticos, no con trampa legal como las actuales. Así no sirven para nada

Como el partido que más me importa es el PSOE de él me ocupo. Pero más que el PSOE me importa la sociedad, de la que es un instrumento de transformación. Ello justifica mi postura de crítica constructiva.
Ni ha habido primarias con Sánchez en la nominación como candidato a la Moncloa ni las hubo con Susana Díaz en Andalucía ni las hubo en Aragón con Lambán ni en Zaragoza con Pérez Anadón. En el PSOE no hay primarias porque no se quiere. Otro fraude más, fruto del lenguaje mentiroso de la política convencional. Otro uso lampedusiano en la política de cambiar algo para que nada cambie.
El número de avales que exige el PSOE es enorme. Los medios de que dispone el candidato oficialista son todos (nombre conocido, censos, agrupaciones, aparato, publicidad...), frente a los otros posibles rivales que, en la práctica, carecen de cualquier medio. Y si eso fuera poco, como los avales tienen que ser con identificación total del avalista, el miedo a que el jefe sepa quien está con él o contra él inhiben a cualquiera avalista del rival del jefe. Conclusión: solo consigue los avales suficientes el candidato oficial. Al potencial competidor no le merece la pena molestarse en intentarlo. Otra cosa muy diferente sería si no hubiese necesidad de avales o solo en un número simbólico, con dos vueltas y debates libres con la militancia, sin interferencias ni miedos a represalias o a ninguneos orgánicos. Claro que ningún partido está exento de las trampas legales del aparato. Véase si no esas primarias de Podemos con una lista oficial de 65 nombres (luego serán 350) para el Congreso de Diputados. Lista plancha la llaman. O las primarias de IU--Madrid, cuyos vencedores no fueron luego en las listas de IU. O la elección de Garzón en IU, sin rival. Aunque lo más claro es el dedazo del PP, sin coartada de ningún tipo. Si alguna vez ha habido primarias auténticas es porque compiten dos grupos orgánicos fuertes del partido, cual fue el caso entre Madina y Sánchez, o el que hubo hace mucho tiempo entre Almunia y Borrell.
Hablar de primarias tiene su razón de ser en la renovación de los partidos y en el funcionamiento democrático de los mismos. Desde el establecimiento de la democracia en 1978 se dio un gran poder a las formaciones políticas a fin de que instaurasen el modelo de las democracias occidentales de nuestro entorno. Los casi 40 años de vida democrática han ocasionado un funcionamiento partidista oligárquico que deja casi todas las decisiones en sus aparatos orgánicos. Hay que hacer previamente carrera orgánica (o tener padrinos orgánicos) si aspiras a ser algo institucionalmente. Y esto es un elemento fundamental en la corrupción sistémica de nuestra sociedad.
Luego, en esa renovación de los partidos, viene la batalla de las ideas, que tiene su primera formulación en el discurso político, atraviesa el tránsito de la credibilidad del dicente y aterriza en la praxis desde la ocupación del poder. Lógicamente, hay que estar en condiciones de llegar al poder para que pueda verificarse la credibilidad del discurso y su operatividad práctica en la transformación social. Pero todo se puede atascar si no tienes la credibilidad previa para alcanzar electoralmente el poder. ¿Por qué el PSOE no acaba de arrancar electoralmente, aunque es cierto que ha frenado la caída libre en que estaba inmerso? Fundamentalmente porque ha perdido credibilidad entre los votantes, dado su anquilosamiento político y su ineficacia para dar solución a los problemas que suscita la sociedad española actual. No ha sabido renovar ni su discurso ni su aparato ni su modelo gestor. Para ello se necesita audacia, y las elecciones primarias constituyen un signo claro de ello. Pero esas primarias tienen que ser reales y auténticas, no con trampa legal como son las actuales. Así no sirven para nada.
La ciudadanía no está despolitizada sino que necesita de la política más que nunca. Pero de una política nueva que aporte soluciones nuevas a problemas nuevos. Y esto solo lo puede hacer gente nueva, con una manera nueva de mirar y estar en condiciones de construir una nueva realidad. La gente mayor podemos ayudar pero el protagonismo debe ser de la gente nueva. De ahí el gran éxito de los partidos emergentes y de ahí también su gran responsabilidad en no ser fuente de un desencanto social que podría ser catastrófico. Pero ni todo lo nuevo es bueno por nuevo ni todo lo viejo es malo por viejo. Hay un saber hacer perfectamente transmisible de lo viejo a lo nuevo, de los viejos a los jóvenes, que debe ser sabiamente gestionado.
Para terminar, un consejo de mayor: en política todo debe poder explicarse, tanto lo que se hace como lo que no se hace. Sin explicación transparente e inteligible no hay verdadera participación.
Profesor de Filosofía

sábado, 4 de julio de 2015

LA POLÍTICA: PROMESAS Y REALIDAD

Ionesco, representante máximo del Teatro del Absurdo en los años sesenta del siglo pasado, decía que había que escribir muchas obras de teatro para decir que no había nada que decir. Pues bien, en la actualidad, es difícil prometer políticamente desde una Comunidad Autónoma cuando el margen de maniobra es tan pequeño que, si fueses sincero, tendrías que decir que hay muy poco que decir ya que hay poco que hacer pues casi todo viene dictado de Madrid y, sobre todo, de Bruselas.

Viene esto a cuenta del discurso de investidura de mi amigo Javier Lambán. Y también de las previsibles y apriorísticas valoraciones del resto de líderes de los partidos del parlamento aragonés. Dicen que ha sido generalista. No puede ser concreto ya que no sabe los medios con los que cuenta. Solo puede prometer generalidades y marcar prioridades. Eso lo ha dicho y lo ha dicho bien. Me ha hecho gracia un comentario de Echenique, “desde que existe Podemos el discurso del PSOE es mejor”. Lo cual es cierto, para bien de Podemos, del PSOE y de la sociedad. Eso se llama dialéctica positiva e interacción beneficiosa.

El discurso de Lambán ha tenido altura: bien traídas las citas, bien estructurado el contenido y bien priorizados los objetivos. Sin embargo, yo, personalmente, hubiese sido más rompedor, más provocativo y más directo. Debe ser porque los mayores volvemos a ser como niños. Por ejemplo, y sin ánimo de enmendarle la plana, sino de añadir algo distinto al discurso pronunciado, hubiese sido algo parecido a esto. Valga como esquema.

1. En lugar de dirigirme a los diputados me hubiese dirigido más a los aragoneses. Lo que no hubiese sido menosprecio al Parlamento sino centrar mejor al auténtico interlocutor.

2. Hubiese dicho que había poco margen de maniobra real en la gestión  pública aragonesa. Ni podemos cambiar el modelo productivo ni incidir en las normas básicas de educación y sanidad ni mejorar significativamente la  fiscalidad y, por consiguiente, aumentar los ingresos. La vertebración del territorio es casi imposible en tiempos de vacas flacas, a no ser que el Estado lo haga. Etcétera.

3. Pero les hubiese dicho también que iba a ser una persona legal, decente, que iba a contar con la gente (participación popular real), que iba a ser austero de cuerpo y alma (estética y ética), y, sobre todo, que iba a explicar todo, lo explicable y lo inexplicable. Lo que sería inédito, especialmente cuando explicase por qué no había hecho algo que había prometido, ya que si soy decente sería porque es imposible o no había recursos para hacerlo.

4. Tendría reuniones frecuentes con los sabios de nuestra sociedad. Pero con los sabios de verdad, no con los gurús de papel. Pocos (seis por cada asunto) pero buenos. Estructurados en torno a media docena de asuntos fundamentales: educación, sanidad, función pública, desarrollo territorial, transportes, agroindustria. Y les pediría que se pusieran a soñar en voz alta en mi presencia. Yo tomaría notas desesperadamente, que marcarían la dirección y el sentido de mis reuniones con mis colaboradores, que serían los mejores del mercado aragonés.

5. Garantizaría que, al menos indirectamente, todas las sugerencias y críticas a la gestión de mi gobierno serían escuchadas, analizadas y evaluadas. Y, además, habría constancia de ello.

6. También hubiera hablado de Europa, referencia imprescindible desde una perspectiva realista, ya que, actualmente, hay más directivas europeas que inciden en nuestras vidas que normas propiamente españolas. Tomando una postura de posibilismo teñido de utopía a fin de que la actual correlación de debilidades se pudiese trasmutar en una correlación de fuerzas. Porque Europa, con progresiones y regresiones, sigue siendo lo menos malo del planeta.

7. Y hubiese introducido una auténtica rendición de cuentas a la sociedad. Y eso solo se puede hacer desde una planificación estratégica donde los objetivos, los medios, las estrategias y los resultados aparecen desde le principio por escrito y con indicadores sobre su cumplimiento o incumplimiento. Porque la escritura ata el pensamiento y, convenientemente divulgada, posibilita el seguimiento y la crítica de la gente. Esto está en las antípodas de los discursos hueros y rimbombantes. Su lectura es menos poética pero más productiva.

8. También les hubiera dicho: ¿Os acordáis de aquel poema de Goytisolo, cantado por Paco Ibáñez? “Érase una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos.  Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez cuando yo soñaba un mundo al revés”. Fin de la cita.


Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 20 de junio de 2015

24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES: LOS PACTOS (y III)

Los pactos habidos son lógicos como consecuencia de los resultados electorales. El PP ha sido el partido perdedor porque las diversas izquierdas juntas suman más que las derechas juntas. Pura aritmética y puro sentido común. Ha habido alguna excepción que el tiempo nos descifrará (Andalucía). Los pactos autonómicos irán en la misma dirección que los municipales, y al final se habrá consumado la primera fase del proceso que finalizará con las elecciones generales.

En este proceso electoral ha habido unos claros perdedores: UPyD e IU, fagocitados por sus sucesores, Ciudadanos y Podemos, que proseguirá y culminará en las generales. Pero el bipartidismo hasta ahora vigente no desaparecerá sino que va a competir interior y exteriormente. Van a competir dos pares, PP y Ciudadanos por un lado y PSOE y Podemos por otro lado. Como los próximos pactos serán al interior de cada par, va a ser fundamental quién saque un solo voto más que su par para liderar dichos pactos. Se ha visto ya en las municipales y autonómicas, donde, más que una correlación de fuerzas, ha habido una correlación de debilidades. El ejemplo más claro es el PSOE que, con 700.000 votos menos, ha ganado poder real por los pactos con Podemos que, con la vista puesta en las generales, se ha visto obligado a pactar. Lo contrario hubiese sido un mal negocio para ellos. En cualquier caso, la izquierda hoy se llama PSOE y Podemos, y entre ambos se va a dilucidar el liderazgo del próximo futuro. Las diferencias ideológicas son teóricamente pequeñas, ambos se autodefinen socialdemócratas, el primero desde siempre y el segundo como táctica ambigua y electoral.

Contemplemos ahora los resultados desde la perspectiva social. Tanto las instituciones municipales como las autonómicas serán evaluadas por su eficacia. Sobre ilegalidades y opacidades no va a haber la más mínima condescendencia. En los últimos años, la corrupción ha tenido un efecto más dañino aún que su propia inmoralidad, cual es la ocultación de la ineficacia gestora de las instituciones. Espero que, sin corrupción, podamos valorar la eficacia y eficiencia de nuestros representantes en la gestión de sus responsabilidades. Para ello se necesita algo más que una escenografía populista y desinhibida, pues la gestión municipal y autonómica exige un saber hacer que no se adquiere por ciencia infusa sino que debe ser aprendido en el ejercicio duro y constante de la misma. Conceptos como transparencia, honestidad y participación no son nuevos ni nadie tiene el monopolio de propiedad sobre ellos. Si acaso lo nuevo sea el crédito de quienes los pronuncian frente al descrédito de muchos de sus antecesores. Como lo nuevo no es la democracia, que ya existe desde 1978, sino la mejora de la misma, que se ha erosionado. Hablar hoy de un cambio de régimen es no tener ni idea de los procesos temporales ni de la ley de la entropía. No son de recibo las críticas provenientes del PP o de los poderes fácticos sobre los “pactos contra natura” del PSOE y su radicalidad, que no hace más que cumplir lo mandatado por la voluntad popular. Si alguna radicalidad hay es la orteguiana de ir a la raíz de las cosas y de los comportamientos. En ese menester deben estar los nuevos representantes y no en la estéril discusión del “y tú más”. Su gestión va a ser mirada con lupa desde el primer instante, lo que no debe obsesionarles sino estimularlos a una transparente rendición de cuentas que haga imposible la corrupción.

No es casual que una gran parte de las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Coruña, Cádiz) sean alcaldías de las plataformas sociales surgidas tras el 15-M. No existe la casualidad sino la causalidad. Habrá que esperar efectos posteriores y actuar en consecuencia. Tanto el PSOE como Podemos deberán elaborar estrategias de cara a las generales, culminación del proceso empezado en los ayuntamientos y autonomías. Habrá que saber leer indicios y maneras, perfiles y programas, más que gestos folclóricos de tipo pecuniario o de vestimenta. En definitiva, va ser el trabajo bien hecho y los resultados eficaces los que serán analizados por la ciudadanía. Y eso se consigue con gobiernos competentes y honestos (quizás lo contario a los gobiernos de cuotas partidarias). Y en esta cuestión son los líderes institucionales (alcaldes y presidentes) quienes van a ser evaluados personalmente, por lo que deben actuar con inteligencia y libertad en la configuración de sus equipos o gobiernos. No hay cosa más dañina a la democracia que unos gobiernos mediocres e ineficaces. Eso es más dañino que la propia corrupción, aunque sea ésta quien se lleva los titulares de prensa.

Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 6 de junio de 2015

24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES (II)

Decía en mi artículo anterior que estas elecciones predicen un cambio de ciclo a nivel de Estado, cuya característica fundamental era que lo social se había metido en el debate político y que la gente empieza a creer que su voto puede modificar las políticas sociales a su favor. Pues bien, prácticamente es lo que ha sucedido. Respecto de los resultados hay que añadir un matiz, que las candidaturas municipales de “unidad popular” son procesos distintos al de Podemos, aunque todos las identifican con Podemos (exceptuando a muchos que forman parte de las mismas. Paradoja).

¿Y ahora, qué? Faltan dos momentos muy significativos. El primero son los pactos de izquierda que se están fraguando. Está claro que las izquierdas van a pactar entre ellas a favor del que más escaños tenga para desbancar al PP del poder institucional. Es justo y necesario. No es más que la traducción del mandato popular. Nada que ver con muchas declaraciones públicas que los líderes dan como carnaza a los medios de comunicación y que componen un falso escenario teatral. Porque eso de “las listas más votadas” es un sofisma engañoso, pues quien elige a los alcaldes son los concejales, y a los presidentes autonómicos los eligen los parlamentarios regionales. Si el legislador hubiese querido otra cosa, hubiese dicho otra cosa y sería otra ley distinta la que marcase el procedimiento.

El segundo momento, una vez constituidas las instituciones y elegidos sus alcaldes y presidentes, es la gestión que esas instituciones van a hacer. Es la hora de la verdad. Hasta este momento todo es un prólogo litúrgico excesivamente largo y solemne. Hay países de nuestro entorno que abrevian muchísimo más los tiempos para constituir sus instituciones, porque allí la democracia es un fenómeno habitual y ordinario.

“Es en la praxis y no en la teoría donde se realiza el concepto de verdad”, decía K. Marx. Y efectivamente, es en la gestión donde se podrá verificar si todo esto ha merecido la pena. Si todo lo que los partidos y coaliciones pactantes declaran como “líneas rojas” (qué expresión más ridícula) las interiorizan y supiesen cómo llevarlas a cabo y con qué medios económicos y organizativos, no tienen más que elaborar un breve documento con un programa mínimo común. Así de sencillo.

Los pactantes son fundamentalmente dos, el PSOE y Podemos (incluyendo las candidaturas populares municipales). En muchos casos son también necesarios otros partidos de izquierda. Ambos partidos tienen características muy distintas que tendrán que limar para confluir. El PSOE  tiene que hacerse perdonar sus últimos años de gestión, en los que su prepotencia política y su oxidación gestora derivó en corrupción e ineficacia, tanto directa como indirectamente. En estas elecciones ha recibido un regalo maravilloso que consiste en una segunda oportunidad para que, desde los ayuntamientos y gobiernos autonómicos, demuestre que los principios socialistas siguen vigentes y son viables. Para ello deberá hacer realmente una renovación de personas e ideas que todavía no ha realizado suficientemente. Debería copiar algo de la gestión que los ayuntamientos de izquierda hicieron en 1979 y que tanto influyó en la victoria socialista de 1982. El PCE, que protagonizó una buena parte de esa gestión, no lo rentabilizó tanto. El malditismo de la letra “C” empezaba a funcionar y hubo que inventar IU, actualmente en crisis profunda por la fagocitación de Podemos.

Podemos y sus subproductos tienen que demostrar dos cosas: la primera es su honestidad, puesto que aún no han gobernado. En democracia no hay que dar nada por supuesto. Y la segunda es su capacidad de gestión, ya que en su mayoría son gente sin experiencia política, aunque tengan en su haber su profesionalidad privada. Se trata de dos ámbitos muy distintos. La gestión pública es realmente compleja y complicada, aunque todo es susceptible de ser aprendido por gente capacitada y dispuesta.

Ambos, PSOE y Podemos, deberán demostrar que “la gente” ha hablado en esta dirección y que ahora son ellos los que deben traducir esa voluntad popular. La ciudadanía percibe la bondad de la política a través de la acción institucional y no de los discursos públicos ni de la vida orgánica de los partidos. A partir de ahora las instituciones deben ser de cristal, lo que no quiere decir asamblearias, eficaces, eficientes y justas. Sus funcionarios deben ser la garantía profesional de su funcionamiento, dejando las libres designaciones reducidas a las imprescindibles. Y el cumplimiento de la ley (su letra y su espíritu) debe ser la referencia básica en esa gestión. La corrupción no es más que una mera consecuencia de la ilegalidad y la opacidad en la gestión pública.

Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 23 de mayo de 2015

24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES

Algunas elecciones municipales en España no son solo municipales, sino la primera fase de algo más importante que viene luego. Al menos, en el recién finalizado siglo XX, hay dos ejemplos de libro: las elecciones municipales de abril de 1931, con la derrota de los monárquicos frente a los republicanos, trajo la II República española. El segundo ejemplo son las primeras elecciones municipales de 1979, que instaló gobiernos municipales de izquierda en la mayoría de los municipios españoles, tras el pacto municipalista entre el PSOE y el PCE. La izquierda municipal y su buena gestión influyó mucho en la aplastante victoria socialista en las generales de 1982. Y las elecciones de mañana, municipales y autonómicas, también predicen un cambio de ciclo a nivel de Estado en las próximas generales de noviembre.

Todos los sondeos indican un resultado en cuya cabeza, va a haber cuatro partidos destacados: PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Los dos siguientes partidos de ámbito estatal, IU y UPyD, se quedan descolgados y en algún caso desaparecen de alguna institución. Los partidos de ámbito regional, se buscarán la vida en sus respectivas demarcaciones, pero no les va a ir nada bien.

Ha sido ésta una campaña distinta a las últimas anteriores. Sin duda, marcada por la emergencia de los dos nuevos partidos, pero también muy influida por los sondeos de precampaña y campaña. Así, el PP ha hecho lo de siempre: triunfalismo de gobernante y generador de miedos ante cualquier cambio o novedad, presentando como éxito político su gran fracaso social. El PSOE, que arrancó muy mal en la perspectiva de sus propios votantes anteriores, se ha crecido durante la campaña y ha tenido un estirón fuerte. En Aragón, por ejemplo, el candidato socialista a la DGA, se ha mostrado como un político muy sólido ante la concurrencia que no lo conocía, dado su origen municipal rural. Ha sido para muchos, no para mí, la auténtica sorpresa de la campaña. Y si llega a gobernar, será un buen presidente para sorpresa de muchos. Lambán es el gran desconocido de la política aragonesa y, en mi opinión, el más capacitado. Podemos ha demostrado la teoría del suflé, y se ha ido desinflando respecto a las expectativas de hace unos meses. Bien es verdad que su auténtico ámbito de juego serán las próximas generales. Ciudadanos es, tras Podemos, la nueva sorpresa mediática y electoral en España. Ambos partidos tienen distintos orígenes, de izquierda en el caso de Podemos y conservador en el caso de Ciudadanos. Pero tienen una gran semejanza: ambos quieren acabar con el bipartidismo de PSOE y PP, cuyos lugares quieren ocupar, pero ninguno ha pensado que esto de la política y los partidos es algo más complejo que requiere tiempo. Sin duda que los dos partidos emergentes van a conseguir unos magníficos resultados pero que a muchos de los propios les va a saber a poco.

Es  curiosa la génesis de ambos partidos emergentes. Ambos han sido catapultados por poderes mediáticos y financieros, con la intención de servir como recambio al bipartidismo vigente. Podemos surge de IU, al que fagocita ante la sorpresiva e ingenua mirada de sus cuadros y militantes, pero choca con la férrea resistencia de los socialistas. En el caso de Ciudadanos, el PP lo genera como barrera contra el nacionalismo catalán hasta que descubre que le puede servir de muleta en el caso de una mayoría insuficiente. En definitiva, y haciendo bueno a Lampedusa, la intención de los poderes fácticos era cambiar para que nada cambie.

Sin embargo, desde el 15-M de 2011, y al rebufo de la crisis, ha aparecido una sociedad que ha transitado desde la desafección política hacia una gran politización social. Lo social se ha metido en el debate político y la gente empieza a creer que el sentido de su voto puede modificar las políticas sociales a su favor. Esto es la política real. Podemos ha sabido traducir políticamente esa nueva energía sociopolítica, pero también todos los partidos han tenido que modificar su discurso. Lo que no es poco. Será necesario que la sociedad no abandone esa presión a los partidos y a las instituciones para que la productividad política de las instituciones y de los parlamentos responda a los anhelos de la sociedad, que ha despertado de su letargo. La situación actual, socialmente insostenible, no digo que se vaya a solucionar de un plumazo, pero si la presión a los partidos sigue, se perfilará un horizonte que nos restituirá la dignidad y traerá la posibilidad de mejorar la gobernanza de este país. Cuando las condiciones objetivas de la situación hacen difícil-imposible una política socialdemócrata, hay que practicar un reformismo fuerte. Eso pasó en la Transición y no nos fue mal.


Mariano Berges, profesor de filosofía