viernes, 26 de enero de 2024

LOS VIEJOS SON PARTE ACTIVA DE LA SOCIEDAD



Si al hablar de los jóvenes expresamos nuestro asombro por la complejidad y dificultad para ordenar nuestro discurso sobre ellos, cuando pretendemos hacerlo sobre los viejos la complejidad y dificultad es mayor, pues la diversidad y desigualdad es más amplia.

 

En primer lugar, el concepto de viejo es muy amplio y gradual, pues desde los 60 ó 65 años que dan opción a la jubilación hasta los 85 que es una esperanza de vida frecuente en la actualidad, hay veinte años en los que suceden muchas historias paralelas y cruzadas que van a cristalizar en biografías muy diferentes. Los condicionamientos que hacen posible esta diversidad son de todo tipo, aunque los más importantes son los económicos, los familiares y los relativos a la salud.

 

Hay un concepto fundamental en el discurso sobre los viejos que marca la calidad de sus vidas, y es el de “envejecimiento activo”, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó en 1999 y que entendía como el proceso de optimización de la vida a medida que las personas envejecen. Si tenemos en cuenta que en el mundo hay 1000 millones de personas mayores de 60 años y que España es uno de los países con población más envejecida, podemos tener una idea aproximada de lo que estamos hablando y de la potencia que tal concepto tiene. Sin pretender aportar una batería mareante de datos, estos números son datos suficientemente poderosos como para dejar de pensar en los viejos como simple objeto de atención. Los mayores deben ser considerados como sujetos autónomos, incluso como personas que desarrollan críticamente esa autonomía. Hay que darle la vuelta a la vieja percepción caritativa y construir nuevos relatos y nuevas políticas con y para los mayores, pues el envejecimiento de la población es uno de los mayores triunfos de la humanidad y también uno de nuestros mayores desafíos. Autonomía, Independencia, Calidad de vida y Esperanza de vida saludable para las personas mayores deben pasar a ser objetivos políticos prioritarios de los diversos gobiernos. Los derechos ciudadanos de los mayores deben sustituir a la caridad asistencial. La salud, la vivienda y las prestaciones sociales deben aparecer en la Constitución Española (CE) como derechos reales y ejecutables, como ya los considera el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 14 de la Carta Social Europea y el artículo 50 de la CE. Pero no solo eso, sino que la sociedad debe aprovechar el talento y disposición de los jubilados en favor de la transformación social.

 

Pero la vejez no es una línea uniforme, sino que la diversidad es inmensa y, a veces, terrorífica. Hay un abismo entre un viejo pobre, solo y enfermo y otro viejo que forma parte de eso que llaman la madurez dorada. Los primeros pueden ser excluidos y marginales, con poca cantidad y calidad de vida, y los segundos tienen una calidad de vida envidiable. Ahora bien, aunque a todos los tiene que proteger el Estado, a los desiguales hay que tratarlos desigualmente, que es el principio de la igualdad equitativa.

 

Desde la perspectiva de los viejos se entiende mejor la cuestión de la eutanasia, que no es más que un ejercicio individual de libertad respecto a la cantidad y calidad de vida que uno desea para sí mismo, sin interferencias inventadas o impuestas. También se entiende mejor la realidad de las residencias de mayores: la necesidad de una amplia cobertura y de precios políticos y distributivos. Igualmente, las guarderías infantiles, cuyos precios prohibitivos y horarios reducidos y poco flexibles, impiden el necesario trabajo de los dos componentes de una pareja joven y/o justifican la explotación de los abuelos.

 

Para finalizar, propongo un decálogo sobre la vejez: 1) Ser viejo no significa ser un inútil. 2) Trabajo y jubilación no son términos irreconciliables. 3) Los conocimientos y experiencias de los viejos no deben perderse (formación intergeneracional). 4) Las NN.TT. juegan un papel muy importante entre los viejos. 5) Evitar la exclusión de los viejos es una obligación de la sociedad. 6) Cuidado con la explotación de los abuelos con la coartada de los nietos. 7) Los viejos siguen siendo sujetos dignos y ciudadanos productivos. 8) Si la salud es básica, para los viejos es imprescindible. 9) La sociedad debe tratar de manera desigual las situaciones de desigualdad. 10) Los medios de comunicación deben modificar radicalmente su relato sobre los viejos, ya que la realidad es una construcción social de los medios.

 

Mariano Berges, profesor de filosofía

viernes, 12 de enero de 2024

LOS JÓVENES ESPAÑOLES



Me propongo escribir sobre la juventud española y rápidamente descubro que es un asunto muy complicado por su carácter poliédrico, difícil de catalogar. Por lo que intentaré aproximarme, sabiendo ya de antemano que voy a dejar muchos vacíos y que voy a pecar de generalidades.

Aunque sea un trazo muy general, los jóvenes españoles del siglo XXI tienen una buena preparación académica, pero tienen dificultad para integrarse en la sociedad por falta de trabajo, trabajos precarios y/o poco gratificantes. También los titulados universitarios carecen de trabajos acordes con sus características y, con frecuencia, tienen que salir fuera de España, con un regreso difícil o imposible. La convivencia con sus padres es muy positiva y la emancipación del hogar paterno muy tardía. Pero, a pesar de todo y como siempre han hecho, los jóvenes también buscan dar sentido a sus vidas.

De todos los problemas que actualmente tiene España, dudo que haya otro más importante que el problema de los jóvenes y el empleo, y, consiguientemente, el acceso a la vivienda y su emancipación de la familia, que en España es la más tardía de Europa.

Recuerdo que la famosa Moción de censura que presentó Tamames y apoyó Vox, fue un espectáculo patético promovido por un anciano, cargado de méritos y de años. Sin embargo, y haciendo bueno el aforismo de quien tuvo retuvo, en medio de la maraña ininteligible de preguntas y propuestas, Tamames hizo una pregunta que ningún político de los intervinientes contestó. La pregunta era: ¿Por qué hay paro en España si los inmigrantes encuentran trabajo? O era absurda la pregunta (no lo creo) o la respuesta interpelaba a todos los políticos y por eso no se atrevieron a contestar. Se convirtió en una cuestión tabú a lo largo del debate.

Algo falla en la estructura social, económica y formativa de un país que tiene la tasa de paro mayor de la UE y en el que, al mismo tiempo, la imposibilidad de disponer de mano de obra se ha convertido en una de las principales preocupaciones de las empresas, que tampoco están por la labor de incentivar condiciones y salarios. No sirve el argumento racista y estúpido de que los inmigrantes vienen de fuera y les quitan a los de aquí el trabajo que les pertenece. Porque sucede justamente lo contrario, que los inmigrantes no le birlan el trabajo a nadie, sino que aceptan trabajos que están vacantes, si bien mal retribuidos, por eso están vacantes. Pensemos en la hostelería de la grandes ciudades o playera o la agricultura fruticultora, que prácticamente desaparecerían si no fuera por los inmigrantes. Pero la necesidad de trabajadores no se ciñe a la hostelería y agricultura, sino que la falta de mano de obra se extiende a otros muchos sectores más cualificados: desde el comercio, el transporte o la construcción hasta la informática, la ingeniería y la propia sanidad pública.

En un país en el que estamos permanentemente en campaña electoral, aunque no haya elecciones, la inmensa mayoría de los dirigentes políticos eluden esta cuestión del trabajo juvenil porque posiblemente va a propiciar una polémica social que puede dañarle electoralmente. La simplicidad de los debates, por ejemplo, sobre el modelo educativo y la formación profesional, es con seguridad una de las agravantes, porque no tiene contacto con la realidad, sino que prima la confrontación política. Cada debate de educación en España acaba siempre reducido a agrias polémicas sobre la educación sexual o la religiosa, mientras que se ignora lo más importante, los problemas laborales de la juventud española, con un 30% de los jóvenes menores de 25 años en paro. Y en muchas provincias esa cifra asciende casi al 50%.

Esa precariedad laboral, sumada a la inflación y al aumento constante del precio de la vivienda, dificulta progresivamente la emancipación juvenil en España. A pesar de la recuperación económica, el porcentaje de jóvenes que vive con sus padres se ha incrementado en los últimos años. Esto muestra la situación tan precaria y difícil a la que se enfrentan las nuevas generaciones. Además de las dificultades para que una parte de la población, habitualmente la más vulnerable, pueda desarrollar sus proyectos y futuros de vida como deseen. Por lo que es imprescindible generar políticas que ayuden a aumentar la proporción de juventud independizada, ya que ello implica aumento de empleo y vivienda para ellos. Pero no solo políticas públicas, también cultura empresarial incentivando trabajos y salarios acordes con los tiempos actuales y con las necesidades reales. Hay que redistribuir mejor las rentas entre el capital y el trabajo.

Mariano Berges, profesor de filosofía