domingo, 22 de septiembre de 2019

PSOE, PODEMOS Y LOS DEMÁS



La ventana indiscreta

Por razones de agenda personal escribo este artículo el sábado 14, aunque salga publicado el sábado 21. Esta circunstancia hace que ignore lo que sucederá en la semana 16-21 en lo concerniente al culebrón de “investidura sí o no”. Pero, independientemente de lo que suceda, proclamo que no hay derecho a esta escenificación de baja estrofa que nos han ofrecido nuestros máximos líderes políticos, todos, ante el silencio culpable del resto de dirigentes y, en segundo nivel de responsabilidad, de los afiliados de cada partido y hasta de los votantes. La democracia es cosa de todos. Y todos, desde nuestro humilde rincón, podemos-debemos cooperar: opinando, criticando, sugiriendo.

En realidad, parece ser que nos están obligando a aceptar que el dilema es: gobierno de coalición PSOE-Podemos o nuevas elecciones. Aunque también han dejado deslizar que, en el último momento, Podemos podría aceptar un gobierno de acuerdo programático común, con el PSOE gobernando en solitario. O lo que sería más surrealista, los 42 votos positivos de Podemos sin nada a cambio. Con una oposición posterior dura e implacable.

Entrar a considerar las razones ocultas de los líderes creo que es una pérdida de tiempo. Además de estar debilitando las energías democráticas de toda una sociedad que comienza a estar fatigada y harta de esta obscena coreografía. En la partida de póker que nos han ofrecido Sánchez e Iglesias, PSOE y Podemos, nunca ha habido propuestas u ofertas serias y propias de una negociación. Ha habido amagos y faroles, y cuando, al parecer (final de julio), hubo un gobierno de coalición, con una vicepresidencia y tres ministerios para Podemos, éste lo rechaza. Sánchez respiró y ya no volvió a la escena. Ahí se truncó la peligrosa partida de póker. Lo de ahora es ya una prolongación artificial. De hecho, en la sesión del martes 10 hubo ya aroma de campaña: el PSOE presenta su oferta progre de la legalización de la eutanasia (a sabiendas de que hay elecciones y, por tanto, decaerá y tendrá que volver a ser presentada) y el PP ha jugado con la asfixia económica de las autonomías criticando que el Gobierno no les adelanta el dinero necesario para la sanidad y educación. Ambos han iniciado ya la campaña.

Se está poniendo de moda un término, posdemocracia, que se pregunta por qué en una sociedad que ha progresado tanto en las características propias de una sociedad avanzada (libertades, progreso, sanidad, educación, igualdad, elecciones, economía de mercado…) existe tanta desafección hacia el sistema político. Dicho de otra manera: la posdemocracia sería una degeneración de la democracia representativa. Algo parecido a lo que ya el viejo Aristóteles decía sobre que todo sistema político tenía una posible degeneración. Así, si se abusa de la democracia se caería en la demagogia. El populismo no es más que la consecuencia de esta posdemocracia ocupando el lugar de la auténtica democracia. ¿Acaso no es esto, exactamente, lo que está pasando? El populismo juega con una escenificación muy plástica y colorista, de las de “verdades como puños”, frente a una democracia gris, humilde, costosa, y que se mantiene con el esfuerzo de cada uno y de cada día. La democracia, como la utopía, es un horizonte al que nunca se llega pero que sirve de estímulo y de continuo progreso.

Si todos los partidos políticos se están moviendo de lugar (solo de lugar y solo nominalmente), hacia ese mítico centro, es que los principios no existen, o son como los de Groucho Marx. Ya saben eso de “éstos son mis principios y si no le gustan tengo otros”. En la posdemocracia, la demagogia y el populismo campan libremente. Dicen respetar las reglas pero es pura formalidad, se ataca el fondo del sistema. 

En el caso de que haya elecciones el 10-N, ¿qué puede cambiar? Prácticamente nada: repetirán los dos bloques de izquierda y derecha. Con la incógnita de quién sumará más. O sea, que quizás volveremos a tener el ya casi olvidado “gobierno Frankestein” (perla de Rubalcaba). Para este viaje… ¿Y si introducimos un elemento de ruptura, por ejemplo, que ninguno de los líderes repita como aspirante a la jefatura de gobierno? No sería tan descabellado, puesto que todos han suspendido en su tarea de configurar un gobierno para España.

Esperemos que a alguien decisorio le entre, aunque sea al final, un poco de inteligencia política, y convenza a su entorno de que tiene que haber un gobierno estable y duradero, que gobierne y lidere los enormes retos y desafíos que España y Europa tienen ante sí.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 7 de septiembre de 2019

VIEJOS PARTIDOS, NUEVA SOCIEDAD



La ventana indiscreta
Primera semana de septiembre y seguimos igual que a finales de julio: sin gobierno de España. Ni indicios. El próximo día 23 expira el tiempo hábil para que no haya repetición de elecciones generales. Salvo sorpresa de última hora (que todo puede pasar) habrá elecciones el 10 de noviembre. Lo que supondría un fracaso de la política y los políticos, y un cuestionamiento de los partidos políticos. Tras la rapidez cómo en Italia han solventado la crisis de gobierno, aún chirría más la lentitud inoperante de la política española frente a la profesionalidad de los políticos italianos. 
Es obvio que la política española ha cambiado, y no solo porque ha finalizado el bipartidismo, reemplazado por un “bi-bloquismo” izquierda-derecha, más el eterno posicionamiento voraz y oportunista de los nacionalismos catalán y vasco. En el fondo, no es grande el cambio. Yo creo que el mayor cambio reside en el perfil de los nuevos líderes políticos. Los cuatro son jóvenes y con un perfil político menos ideológico y más mercadotécnico. Y si los líderes son así es porque los afiliados y electores así lo han querido. Lo que nos lleva al profundo cambio de la sociedad española. Quizás rascando por ahí podamos entender mejor la situación de bloqueo actual. 
Los dos parámetros más significativos de la sociedad actual son la globalización y la digitalización. Ambos refuerzan al mercado como el factor casi exclusivo de cualquier decisión, personal o colectiva. El pensamiento abstracto o el papel tradicional del intelectual han perdido importancia en el devenir de los acontecimientos. Las cosas ya no son así porque deben ser así sino que son así porque son así. Esta tautología la uso para dar a entender que desconocemos las causas de los cambios, aunque causas siempre hay, aunque solo detectemos los cambios.
Si analizamos el advenimiento del partido Podemos (POD), observamos que fue un exabrupto de la juventud española, harta del lánguido transcurrir de los partidos tradicionales. POD supuso el despertar de una esperanza para mucha gente y el miedo para mucha otra. Este segundo grupo de gente temerosa era mucho más poderosa que el primer grupo. Era gente de orden, del orden de siempre. Tan poderosa que pulsó las teclas correspondientes para configurar otro partido joven, Ciudadanos (Cs), que trasmitiera la esperanza de otra gente joven más derechista pero también distinta de los partidos tradicionales. Para ello usó los mismos mecanismos que usa el mercado para vender sus nuevos productos: la novedad que te promete una mejor respuesta a tus deseos y necesidades.
Ya tenemos dos nuevos partidos que compiten con los viejos PSOE y PP. Ambos tienen tintes de modernidad. Hubo un tiempo (2014) en que POD asustó al PSOE y todo lo que él implicaba. El estatus de la izquierda tradicional tembló y el PSOE crujió. Recuérdese toda la crisis orgánica de la vieja guardia socialista frente a un advenedizo Sánchez, que se levantó de la lona y venció por juventud, arrogancia y buena planta, contando con el cansancio de la militancia socialista. Algo parecido sucedió con Cs. Hizo temblar al viejo PP y hasta el IBEX 35 apostó por el nuevo producto (claro, era su producto). Nos vendieron la imagen de un nuevo partido liberal de centro, regeneracionista, que iba a resolver la vieja corrupción y el clientelismo de la derecha.
Ya tenemos lo mismo de siempre pero en cuatro envases. Pero algo ha fallado, posiblemente los dos líderes nuevos no han seguido la partitura que para ellos habían escrito, su caudillismo personal ha quebrado la fe que en ellos había depositado mucha gente. No han caído en la cuenta de que un partido político es un proceso lento, con avances y retrocesos, pero debe tener una coherencia que le dé credibilidad a corto y medio plazo. No han sabido esperar y van a pinchar. En cambio, los dos viejos partidos han modificado el perfil de sus jóvenes líderes y los han adaptado al nuevo mercado. Añádase a ello la fidelidad de los viejos militantes que garantizan un suelo mínimo en los peores momentos.
¿Qué tiene que ver todo esto con el bloqueo político actual? Pues que los criterios que se usan para resolver la crisis ya no son los de antes: antes, lo importante era el país y lo demás era instrumental. Ahora son criterios aparentemente más leves pero realmente más férreos. Porque los líderes que los encarnan miran más el (su) futuro que el presente. Dicho de otra manera, con sus aciertos y errores los políticos anteriores habitaban en una ortodoxia más duradera y menos flexible. Hoy la política forma parte del mercado de una manera más estrecha que nunca, de manera que, aunque siempre ha sido así, ahora se nota más. Sánchez, por ejemplo, es un gran actor que cuenta con un gran guionista. Ante los poderosos modelos de comunicación y demás redes digitales, su poder de persuasión es muy fuerte. Más la adulación y vasallaje de casi todos hacia el que manda. No necesita de un gran aparato ideológico. 
Los que nos hemos politizado hace ya mucho tiempo, no estamos cómodos en estas coordenadas, pero hay que intentar entenderlas y aceptarlas como nuevas reglas de un nuevo juego al que hay que jugar. De lo contrario, nos tendremos que dedicar a jugar al dominó.
Mariano Berges, Profesor de filosofía