La ventana indiscreta
Tomemos, por
ejemplo, el asunto más importante que tenemos entre manos, tras el
encauzamiento de la pandemia. Me refiero a los deberes que tiene que hacer
España para recibir los 140.000 millones de euros provenientes de la UE durante
los próximos cuatros años. No vaya a ser que por causas internas no los podamos
recibir.
Para poder
recibir ese dinero (la mitad a fondo perdido) España debe tener un plan y unos
programas que lo desarrollen. Y todo ello debe partir de los Presupuestos del
Estado, todavía en mantillas y sin criterios firmes, pues aún se está
debatiendo quiénes y en qué condiciones van a apoyarlos. Una vez que Europa ha
demostrado una solidaridad nunca vista, España está enfrentada internamente por
pequeños asuntos domésticos que nada favorecen la reconstrucción nacional. Porque
los fondos deberán tener un destino muy preciso. Se trata de recuperar la
actividad dañada por la pandemia pero también de cambiar radicalmente el
modelo productivo español hacia una economía sostenible y digital. Y solo los
proyectos que vayan en esa línea prosperarán en Bruselas.
El
punto de partida español es, por el contrario, analógico, contaminante y
precario. La construcción y el turismo siguen siendo sectores principales de la
economía y del empleo. Recordemos que, junto con la emigración, constituían la
economía española de los años sesenta. Además, son dos sectores de mano de obra
muy poco cualificada. No hay por qué abandonarlos pero sí hay que reencauzarlos
con tecnología punta y sostenibilidad. Otro sector importante es el transporte,
que debe pasar de ser tan exhaustivo por carretera a un mayor transporte
ferroviario. Lo mismo cabría decir de la movilidad urbana, que debe impulsar
los vehículos híbridos o eléctricos y abandonar los coches más antiguos. Y
podríamos seguir.
Lo escrito hasta
aquí es la realidad que nos apremia, si queremos salir de una vez de nuestro
anquilosado modelo productivo, Europa nos ayuda de la mejor manera posible,
obligándonos: solo nos financia el modelo económico digital. Dicho de otra
manera, si los fondos europeos los queremos usar para seguir como hasta ahora, con
el puro ladrillo y el chiringuito de la playa, nuestros programas no serán
aprobados por la UE y, por lo tanto, no habrá financiación.
¿Qué hacen
nuestros dirigentes y nuestros partidos políticos? Discutir a ver quien la
tiene más larga, en vez de cooperar conjuntamente en lo importante. Que en
estos momentos son fundamentalmente dos aspectos: superar la pandemia y
afrontar la economía inmediata. Esto y solo esto es lo importante. Lo demás son
minucias para entretener al personal. Y el tiempo apremia, porque en ambos
aspectos andamos muy mal. La segunda ola de la pandemia nos ha colocado a la
cabeza de los contagios, sin nadie que nos dé una explicación congruente del
porqué. Y económicamente, España ha sufrido el impacto más brutal de nuestro
entorno: déficit público abultadísimo, desempleo brutal (41% de desempleo juvenil) y, como ya he dicho
antes, un modelo productivo obsoleto.
Hace falta, pues,
una hoja de ruta clara, consensuada y apoyada por la mayoría de la sociedad y
de los partidos políticos. Hace no mucho se hablaba de unos nuevos Pactos de la
Moncloa. El momento actual necesita de ellos y de algo más. La responsabilidad
de los partidos y sus dirigentes es muy superior a la praxis que están
demostrando. Lo lógico sería un pacto entre los dos grandes partidos, evitando
la confrontación y llegando a un acuerdo que permita la regeneración del país. Eso
no está reñido con las diferencias políticas, eso es patriotismo del sano. Sin
embargo, uno, el PSOE, además de ejercer su obligatoria labor de gobierno, no
trabaja los pactos con generosidad y juega a arrinconar al PP, mientras que
éste juega a intentar que su adversario fracase en el combate contra la
pandemia, para que, como consecuencia, pierda el favor de los votantes. Así no
vamos a ninguna parte.
Se critica a las
generaciones de la Transición, pero las actuales generaciones en el poder están
haciendo naufragar a la juventud menor de cuarenta años y la están dejando sin
posibilidad de un desarrollo mínimo, pues sin un trabajo digno ni vivienda no hay emancipación
posible, y sin emancipación no hay ciudadanía, y sin ciudadanía no existe sociedad.
Si con 140.000 millones de euros a nuestra disposición seguimos fomentado la
marginalidad económica y social de nuestros jóvenes, la historia nos hará reos
de una época abortada.
Mariano Berges, profesor de filosofía