El ritmo de los acontecimientos es trepidante: moción de censura,
exhumación de Franco, siempre Cataluña, el omnipresente Villarejo, el asunto de
las hipotecas, el estado de campaña electoral permanente, etc. Añadamos la
reiteración de los informativos, que siembran la percepción de que aún pasan
más cosas de las que realmente pasan.
Ciertamente el empacho del español que quiera estar informado es tal que
para procesar tanta imagen repetida y tantas noticias huecas y estériles tiene
auténticos problemas de digestión mental y hasta material. El cansancio y la
reiteración esterilizan la mente, que necesita oxigenarse para estar en
disposición de asimilar algo de lo que le cuentan.
¿Y si lo que cuentan son cuentos? Habrá que analizar la intención de los
contadores de cuentos. ¿Para qué nos cuentan cuentos? ¿Para entretenernos, tal
como se hace con los niños? ¿Para distraernos? ¿De qué? Porque no solo nos
distraen de algo sino también para algo: para no dedicar nuestra atención a lo
que realmente nos interesa: la vida real, la sociedad real, la gente real, los
intereses reales.
Si últimamente se habla mucho de burbujas (económica, inmobiliaria…) habría
que extender más el ámbito y hablar de la burbuja de los políticos. El político
al uso vive realmente en una burbuja. Solo habla con políticos o con
periodistas sobre política. Si habla con gente normal es tratado como político
y su vanidad es halagada incluso cuando es insultado. Le insultan aquellos que
le envidian, piensa el político al uso. Y su termostato son las elecciones,
internas o externas. Y si no gana es porque a veces el pueblo se equivoca y
hasta es desagradecido.
En el ámbito católico era habitual hacer de vez en cuando (una vez al año
era lo típico) unos ejercicios espirituales, tiempo en el que uno analizaba si
su vida era conforme a los principios ortodoxos o correctos de su religión.
Pues bien, no les iría mal a los políticos unos ejercicios espirituales para
analizar si ese principio rector de la política, que es la transformación de la
sociedad en que vives, rige realmente su acción política. Quizá se encontrarían
que el auténtico principio rector son las elecciones, para lo que es
conveniente hacer o decir lo que la gente “distraída” quiere ver u oír. En
definitiva, el populismo en su versión peyorativa, ése que consiste en analizar
y resolver simplistamente asuntos o cuestiones difíciles y complejos. Un ejemplo
que nos sirve es lo sucedido con el “hipotecazo”.
Resulta que durante veinte años los gastos derivados de las hipotecas o
actos jurídicos documentados -AJD- los ha venido pagando el ciudadano
hipotecado, además de pagar los intereses del negocio bancario. Resulta que en
la normativa no estaba muy claro que esto tuviera que ser así. Y de hecho, el
Tribunal Supremo decide que esto era un error y que tenía que ser el banco
quien lo pagara. Lo cual suponía una devolución al conjunto de los ciudadanos
hipotecados en los últimos cuatro años (tiempo hábil en la prescripción de los
procesos tributarios) de 5.000 millones de euros, según la ministra de Hacienda
Pero no los devolvían los bancos sino las Comunidades Autónomas (CCAA), que son
las que habían ingresado tal impuesto autonómico, aunque luego los bancos
tendrían que pagar al menos parte.
Pero a los quince días de esa sentencia el propio Tribunal Supremo se
desdice y señala a los ciudadanos hipotecados como los pagadores de esos 5.000
millones. Que ya los ha pagado. Con lo cual todo queda como si no hubiera
pasado nada.
Pero al día siguiente sale el Presidente del Gobierno y dice que no, que
son los bancos los que tienen que pagar y no los ciudadanos. Y esto ya será así
definitivamente. Como si el mundo se acabara con sus palabras. Eso sí, sin la
retroactividad de los cuatro años, o sea sin pagar nada los bancos ni devolver
los 5.000 millones las CCAA. Con lo cual los ciudadanos hipotecados no
recuperan lo indebidamente pagado. Y los bancos se resarcirán de lo que tengan
que pagar de aquí en adelante repercutiéndolo en el cliente, diga lo que diga
el Presidente.
¿Fin de la historia de las hipotecas? No creo. Desde mi ventana esto se ve
como un teatrillo con tres personajes: bancos, Gobierno y jueces. Y un espectador
anonadado: el ciudadano, que ha pagado y no lo va a recuperar. De momento: paz,
nadie paga, nadie cobra. Y a partir de ahora, veremos. Porque el PP y Cs
quieren quitar el impuesto, o sea empobrecer al Estado; el PSOE aparece como el
justiciero, y UP monta unas manifestaciones contra no se sabe qué. Populismo a
cuatro bandas. Me viene a la memoria aquella definición de demagogo: “aquel que
predica doctrinas que sabe falsas a hombres que sabe idiotas”.
Como colofón una pregunta: ¿Son estos jueces y este Gobierno los que van a
resolver al contencioso judicial más importante de la democracia española, el
juicio a los independentistas catalanes? Difícil papeleta. Si con el
“hipotecazo” nos hemos mareado, con el juicio al separatismo catalán nos podemos
asfixiar. Preparémonos para degustar diariamente estos conceptos: rebelión,
sedición, malversación, inhabilitación, desobediencia. ¿Y tras la sentencia,
otro nuevo: indulto?
Mariano Berges, profesor de filosofía