sábado, 25 de abril de 2015

EL CONOCIMIENTO DE LOS LÍMITES

Tras un tiempo de desconexión con vosotros, queridos y sufridos lectores, vuelvo a contactar gustoso y hambriento. La causa ha sido una larga hospitalización, con operación incluida. Todo ha ido muy bien, aunque necesitado todavía de una lenta recuperación. Sirva esto como educada explicación, lejos de cualquier “striptease” típico de las redes sociales. 

Treinta y tres días de hospitalización dan para mucho: pensamiento, lectura, depresiones, emociones… y conocimiento de tus límites. La prioridad de la salud puede con todo. Lo demás puede esperar. La relatividad es casi total. Quizás sea ésta la palabra clave: relatividad de las cosas, de las situaciones, de las personas, incluido mi yo. Recuerdo que relatividad no es desapego ni deprecio, sino todo lo contrario, sentirte “en relación con” desde tu perspectiva y en comunión con los demás. La relación entre cuerpo y espíritu se palpa material y constantemente. Las emociones y la producción intelectual interactúan de una manera intensa, no siempre positiva. En cualquier caso, se trata de toda una experiencia de gran importancia vital. Paradójicamente recomendable para todo aquél que quiera dar sentido a su vida. Volví a releer “La montaña mágica” de T. Mann. Todo un tratado de hospitalización y de otras muchas cosas.

Pues bien, volviendo a mis vivencias personales, debo decir que he descubierto el conocimiento de mis límites. Con humildad y con toda la sabiduría de la que he sido capaz. La salud, los afectos, las emociones, el sufrimiento, las pequeñas victorias a lo largo del proceso… En definitiva, he descubierto  la vida, incluyendo su caducidad, que forma parte esencial de ella.

El conocimiento de los límites es el paso previo e imprescindible de cualquier transformación revolucionaria. Posiblemente nadie como Kant lo supo plasmar marcando los límites de la ciencia, la metafísica y la religión como pasos previos e imprescindibles para la constitución del auténtico conocimiento. Hegel desarrolla los límites de la razón. Pero tenemos otros ejemplos como Copérnico (heliocentrismo contra el ridículo geocentrismo), Galileo (la unión de la matemática y la física, que posibilita el comienzo de la ciencia moderna), Marx como primer analista global de la sociedad industrial, Darwin (rompiendo el falso orgullo divino del hombre), Freud (los límites de la consciencia humana). Sin entrar a considerar, por su rabioso presente, a los padres de la cibernética y sus consecuencias en las revolucionarias nuevas tecnologías.

Pero una larga hospitalización no tiene porque aislarte de la vida de los demás, de sus intereses y de la sociedad de la que formas parte. El contacto con los medios de comunicación es una manera de seguir vivo y en contacto con la realidad. Yo, personalmente, me he sentido siempre formando parte de una realidad que debo primero comprender para luego poder transformarla. Por eso, nada de lo que siempre ha sido mi vida (lecturas, filosofía, política, información en general) ha estado ausente durante el proceso. Aunque, eso sí, desde una gran relatividad y desde una mayor sabiduría. Precisamente por el conocimiento de mis límites.

Otra parte de este artículo casi es obligada: un breve comentario sobre nuestro sistema de salud pública. El sistema es magnífico, aunque mejoraría con una mayor eficiencia de los recursos materiales y una mejor coordinación. Pero hay que reconocer que cualquier gran sistema conlleva siempre ciertas áreas de mejora. El sistema es tan bueno que sus profesionales se sienten orgullosos como servidores públicos, independientemente de su ideología política. Yo estoy convencido de que si algún gobierno intentase desmantelar este enorme logro de la sociedad española, ésta se levantaría, como ya ha demostrado Madrid en los últimos tiempos. La salud y la educación públicas son los dos fundamentos esenciales de una sociedad de progreso. Y los dos sistemas deben ser públicos, aunque no haya que despreciar algunas externalizaciones en sus servicios secundarios, carentes de valor añadido, pero siempre controlados públicamente en su calidad y eficiencia.

El sistema español de salud equilibra bien sus dimensiones de verticalidad y horizontalidad. Cada sector funciona autónomamente y en relación con los demás. Si algo me ha llamado la atención ha sido la enorme profesionalidad y dedicación de las enfermeras (uso el femenino por su mayor presencia). Ellas y los médicos de familia forman el  auténtico pilar cotidiano de la salud española. Aunque siempre finalizando en la enorme capacidad de nuestros médicos.

Mi valoración no está motivada por los buenos resultados finales en mi persona, que también, sino por un análisis objetivo del mismo en mi largo “cautiverio” hospitalario.

Mariano Berges, profesor de filosofía