sábado, 22 de septiembre de 2018

NO AL TRANVÍA (CON PERDÓN)


La ventana indiscreta

NO AL TRANVÍA (CON PERDÓN)
Dos advertencias previas: 1) La cuestión a tratar es local (de Zaragoza), aunque extrapolable a otros lugares. 2) Soy consciente de dar un enfoque incorrecto políticamente y medioambientalmente. Reivindico el derecho a equivocarme.
Recuerdo que en los años sesenta la ciudad de Zaragoza hizo un esfuerzo económico y urbanístico enorme para encerrar y esconder el tren, que pasaba a la vista por todo el centro de la ciudad e hipotecaba las futuras grandes vías urbanas. Y también se quitaron los tranvías porque se declararon obsoletos. Y con el tiempo, Zaragoza configuró una de las mejores líneas de autobús urbano de España.
Actualmente, Zaragoza ha desarbolado la magnífica línea de buses urbanos y ha sacado al exterior, hipotecando todo el centro de la ciudad, un tren, que no otra cosa es el tranvía. Hemos vuelto a los años sesenta o a finales del XIX, que es cuando se inventó el tranvía, un sistema de transporte para llevar a las fábricas grandes masas de trabajadores que habitaban muy lejos del lugar de trabajo. Pero estamos en el siglo XXI y la complejidad de la movilidad urbana es mucho mayor de lo que les parece a expertos y sabios del momento. Soy consciente de que este párrafo concitará muchas iras y algunas alabanzas, aunque éstas sean más políticamente incorrectas. Por eso mismo voy a intentar razonar algo que tiene una no fácil interpretación
Es cierto que vivimos ya en sociedades posindustriales y necesitamos nuevos criterios de movilidad, pero no podemos tomar decisiones demagógicas u oportunistas, especialmente si carecemos de los 400 millones de euros que costó el tranvía de Zaragoza, además de mutilar y trocear una magnífica red de autobuses urbanos, a cambio de ocupar una gran parte del centro de la ciudad por un “tren” que ya ha producido muchos accidentes de tráfico y que pasa por una serie de calles en las que tan apenas vive gente, como es el Centro Histórico y la Gran Vía. De todo el trayecto del tranvía solo vive gente al principio y al final, ya extrarradios que tenían una facilísima y baratísima solución de conexión con el centro.

Se suelen propalar algunas opiniones con vitola de verdades apodícticas. 1) el coche ya no sirve, incluso es un estorbo en la vida de las ciudades modernas. 2) Todo el mundo debe ir en bicicleta o andando, aunque un gran porcentaje de la población urbana sean viejos a los que la ciudad tiene que proteger. 3) Todos a favor del transporte público. Por descontado que sí pero con matices.
En primer lugar, hay que tener conocimiento del contexto tecnológico y socioeconómico de la sociedad en que vivimos. En este sentido, el no al automóvil que se mueve con petróleo, que contamina y que hace ruido se paliaría con los coches de nueva generación, no contaminantes, con una estructura y dimensión que permiten su fácil almacenamiento y con un grado de automatismo que mejora sensiblemente la seguridad y el espacio urbano que necesitan. No solo hay que circular en bicicleta, también aquellos medios especiales de transporte que posibiliten el movimiento a una sociedad que envejece. Bicis y motos eléctricas, patines, 'segways', sillas rodantes, cintas peatonales de transporte… y todo el arsenal de minivehículos que están iniciando su comercialización y que por sus características caben en el ascensor y se pueden guardar en tu piso. Cara al futuro, estas técnicas disruptivas deben ser estimuladas urbanísticamente, reservándoles el espacio urbano necesario para que funcionen con seguridad, en lugar de penalizarlas expulsándolas de determinados ámbitos urbanos.
En cuanto a la generalización y mejora del transporte público, claro que estamos de acuerdo, pero con muchos matices. Si los flujos que debemos gestionar son muy fuertes la única solución factible es el metro, muy caro y muy complicado en su construcción. Pero los modernos buses funcionan con tracción no contaminante, pueden recibir la electricidad mediante una guía empotrada en el asfalto, y pueden funcionar automáticamente. Si a ello le añadimos un carril exclusivo para el bus, incluso con separación física, con el 15% del coste del tranvía tendríamos un transporte público moderno, económico, no contaminante, rápido, con mayor versatilidad y sin hipotecas urbanas de ocupación del espacio. Además, debe quedar claro que la velocidad comercial de un bus no es menor que la de un tranvía. Si un tranvía tiene mayor velocidad comercial es porque funciona en un espacio reservado, con lo que merma el espacio público disponible, o porque está soterrado, y eso equivale, especialmente a efectos económicos, a un metro ligero. Además, disminuir la efectividad del bus acortando sus trayectos para aumentar el “éxito” del tranvía es trampa.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 8 de septiembre de 2018

EL TRANSCURRIR DE LA VIDA






La ventana indiscreta
EL TRANSCURRIR DE LA VIDA
Retomo el contacto con mis lectores de “El Periódico de Aragón” tras una interrupción de cinco meses, debida a un episodio familiar, todavía no resuelto pero sí encauzado, que requería de mi atención plena. Espero que todo se vaya recomponiendo.
En este reencuentro, pongo título permanente a mi colaboración escrita: “La ventana indiscreta”. La ventana indiscreta es una película de Alfred Hitchcock del año 1954 y protagonizada por James Stewart, cuyo personaje se ve obligado a permanecer en reposo con una pierna enyesada, tras un accidente. Para luchar contra su aburrimiento se dedica a observar desde la ventana de su apartamento lo que ocurre en las viviendas de enfrente. Se trata de una obra maestra del voyeurismo.
De una manera semejante, desde mi ventana de jubilado, como un valor ya fuera del mercado, me dedicaré a observar lo que ocurre en mi entorno, como un voyeur interesado en el transcurrir de la vida y de la sociedad. Mis opiniones y comentarios procurarán ser educados, sin ánimo (ni capacidad) de influir en los acontecimientos, y mucho menos en las decisiones de los actores sociales. Si sirven para una pequeña reflexión por parte de algún lector… bienvenida sea. Mis opiniones serán epidérmicas y poco trascendentales. No cotizarán en bolsa ni impartirán conocimiento. Serán meros apuntes para pasar el rato sin desperdiciar el tiempo ni la inteligencia de cada cual.
Desde Abril hasta hoy han sucedido muchas cosas: Rajoy (PP) ha cesado como Presidente de Gobierno y ha sido sustituido por Sánchez (PSOE), tras una moción de censura apoyada, aparte de por el PSOE, por Podemos y los grupos nacionalistas vascos y catalanes. Sánchez montó un gobierno monocolor que gustó mucho a los medios y a la sociedad española. Pero tiene un gran problema: carece de mayoría parlamentaria para gobernar, pues sus socios de moción se lo van a poner difícil con sus reivindicaciones maximalistas y su poco pragmatismo coyuntural.
Los sondeos electorales se han disparado a favor del PSOE, lo que le hace ver como una fruta apetitosa un adelanto de las elecciones generales, especialmente, si se da el caso, con la excusa de no sacar adelante los presupuestos de 2019. Los movimientos políticos en la actualidad van a ir en la dirección de ver quién tiene la culpa de un adelanto electoral.
Por otro lado, el PP tiene nuevo presidente en la persona de Casado. Joven ambicioso (ahora en los cuatro partidos importantes todos los jefes son jóvenes ambiciosos, como es lógico en política) y con un discurso inicial escorado más a la derecha que su antecesor, aunque todo esté por ver.
Podemos ha sufrido un estancamiento tras la adquisición de la mansión residencial por parte de Iglesias y Montero para poder educar a sus gemelos con medios apropiados. A veces lo personal interfiere con lo general, y viceversa.
Ciudadanos sigue a lo suyo, sin haber rentabilizado su triunfo en las últimas elecciones catalanas y con una Arrimadas, flor de un día.
Pero, claro, en la vida no solo hay política, aunque sea muy importante. Existen muchas más cosas, aparentemente sin una gran importancia pero fundamentales muchas veces en la vida de cada cual. Sucesos cotidianos que alegran o entristecen, acontecimientos que condicionan tu vida, tragedias directas o indirectas que complican tu existencia, afectos y amistades que siguen funcionando por encima de los acontecimientos y que ayudan a superarlos.
Y cómo no, Cataluña sigue con su raca-raca. Si observase un solo indicio racional y/o lógico en la reivindicación independentista, juro por los dioses que lo respetaría y lo intentaría comprender. Pero no, todo lo más a lo que puede ceñirse el independentismo es a un sentimiento y, como tal, nada que ver con un Estado, construcción racional y contemporánea que sintetiza los anhelos y expectativas de un  territorio, de una manera histórica, económica y política. Pero nada de esto es Cataluña, sino un puro sueño sentimental y romántico, peligroso para la propia Cataluña y para España. El nacionalismo catalán (como el vasco) es puro intento por conquistar el poder a través de la nacionalización de la sociedad catalana. Eso sí, con envoltura romántica, que a los despistados e incultos les atrae mucho. Lo que quizás no sepan es que el romanticismo político ha sido siempre el prólogo de un fascismo que comienza en populismo y acaba en dictadura. Si a esto añadimos que Puigdemont no es Pujol, estamos ante una burda farsa sin ética ni estética. Y si añadimos al subordinado Torra, el esperpento está garantizado. Lo que no entiendo es cómo hay tantos catalanes que siguen creyendo en ellos.
Valga esta entrega como mi primera ventana indiscreta, desde la que me tendré que acostumbrar a observar el transcurrir de la vida para contárselo a ustedes.
Mariano Berges, profesor de filosofía