sábado, 18 de julio de 2015

Elecciones primarias y renovación Estos comicios deben ser reales y auténticos, no con trampa legal como las actuales. Así no sirven para nada

Como el partido que más me importa es el PSOE de él me ocupo. Pero más que el PSOE me importa la sociedad, de la que es un instrumento de transformación. Ello justifica mi postura de crítica constructiva.
Ni ha habido primarias con Sánchez en la nominación como candidato a la Moncloa ni las hubo con Susana Díaz en Andalucía ni las hubo en Aragón con Lambán ni en Zaragoza con Pérez Anadón. En el PSOE no hay primarias porque no se quiere. Otro fraude más, fruto del lenguaje mentiroso de la política convencional. Otro uso lampedusiano en la política de cambiar algo para que nada cambie.
El número de avales que exige el PSOE es enorme. Los medios de que dispone el candidato oficialista son todos (nombre conocido, censos, agrupaciones, aparato, publicidad...), frente a los otros posibles rivales que, en la práctica, carecen de cualquier medio. Y si eso fuera poco, como los avales tienen que ser con identificación total del avalista, el miedo a que el jefe sepa quien está con él o contra él inhiben a cualquiera avalista del rival del jefe. Conclusión: solo consigue los avales suficientes el candidato oficial. Al potencial competidor no le merece la pena molestarse en intentarlo. Otra cosa muy diferente sería si no hubiese necesidad de avales o solo en un número simbólico, con dos vueltas y debates libres con la militancia, sin interferencias ni miedos a represalias o a ninguneos orgánicos. Claro que ningún partido está exento de las trampas legales del aparato. Véase si no esas primarias de Podemos con una lista oficial de 65 nombres (luego serán 350) para el Congreso de Diputados. Lista plancha la llaman. O las primarias de IU--Madrid, cuyos vencedores no fueron luego en las listas de IU. O la elección de Garzón en IU, sin rival. Aunque lo más claro es el dedazo del PP, sin coartada de ningún tipo. Si alguna vez ha habido primarias auténticas es porque compiten dos grupos orgánicos fuertes del partido, cual fue el caso entre Madina y Sánchez, o el que hubo hace mucho tiempo entre Almunia y Borrell.
Hablar de primarias tiene su razón de ser en la renovación de los partidos y en el funcionamiento democrático de los mismos. Desde el establecimiento de la democracia en 1978 se dio un gran poder a las formaciones políticas a fin de que instaurasen el modelo de las democracias occidentales de nuestro entorno. Los casi 40 años de vida democrática han ocasionado un funcionamiento partidista oligárquico que deja casi todas las decisiones en sus aparatos orgánicos. Hay que hacer previamente carrera orgánica (o tener padrinos orgánicos) si aspiras a ser algo institucionalmente. Y esto es un elemento fundamental en la corrupción sistémica de nuestra sociedad.
Luego, en esa renovación de los partidos, viene la batalla de las ideas, que tiene su primera formulación en el discurso político, atraviesa el tránsito de la credibilidad del dicente y aterriza en la praxis desde la ocupación del poder. Lógicamente, hay que estar en condiciones de llegar al poder para que pueda verificarse la credibilidad del discurso y su operatividad práctica en la transformación social. Pero todo se puede atascar si no tienes la credibilidad previa para alcanzar electoralmente el poder. ¿Por qué el PSOE no acaba de arrancar electoralmente, aunque es cierto que ha frenado la caída libre en que estaba inmerso? Fundamentalmente porque ha perdido credibilidad entre los votantes, dado su anquilosamiento político y su ineficacia para dar solución a los problemas que suscita la sociedad española actual. No ha sabido renovar ni su discurso ni su aparato ni su modelo gestor. Para ello se necesita audacia, y las elecciones primarias constituyen un signo claro de ello. Pero esas primarias tienen que ser reales y auténticas, no con trampa legal como son las actuales. Así no sirven para nada.
La ciudadanía no está despolitizada sino que necesita de la política más que nunca. Pero de una política nueva que aporte soluciones nuevas a problemas nuevos. Y esto solo lo puede hacer gente nueva, con una manera nueva de mirar y estar en condiciones de construir una nueva realidad. La gente mayor podemos ayudar pero el protagonismo debe ser de la gente nueva. De ahí el gran éxito de los partidos emergentes y de ahí también su gran responsabilidad en no ser fuente de un desencanto social que podría ser catastrófico. Pero ni todo lo nuevo es bueno por nuevo ni todo lo viejo es malo por viejo. Hay un saber hacer perfectamente transmisible de lo viejo a lo nuevo, de los viejos a los jóvenes, que debe ser sabiamente gestionado.
Para terminar, un consejo de mayor: en política todo debe poder explicarse, tanto lo que se hace como lo que no se hace. Sin explicación transparente e inteligible no hay verdadera participación.
Profesor de Filosofía

sábado, 4 de julio de 2015

LA POLÍTICA: PROMESAS Y REALIDAD

Ionesco, representante máximo del Teatro del Absurdo en los años sesenta del siglo pasado, decía que había que escribir muchas obras de teatro para decir que no había nada que decir. Pues bien, en la actualidad, es difícil prometer políticamente desde una Comunidad Autónoma cuando el margen de maniobra es tan pequeño que, si fueses sincero, tendrías que decir que hay muy poco que decir ya que hay poco que hacer pues casi todo viene dictado de Madrid y, sobre todo, de Bruselas.

Viene esto a cuenta del discurso de investidura de mi amigo Javier Lambán. Y también de las previsibles y apriorísticas valoraciones del resto de líderes de los partidos del parlamento aragonés. Dicen que ha sido generalista. No puede ser concreto ya que no sabe los medios con los que cuenta. Solo puede prometer generalidades y marcar prioridades. Eso lo ha dicho y lo ha dicho bien. Me ha hecho gracia un comentario de Echenique, “desde que existe Podemos el discurso del PSOE es mejor”. Lo cual es cierto, para bien de Podemos, del PSOE y de la sociedad. Eso se llama dialéctica positiva e interacción beneficiosa.

El discurso de Lambán ha tenido altura: bien traídas las citas, bien estructurado el contenido y bien priorizados los objetivos. Sin embargo, yo, personalmente, hubiese sido más rompedor, más provocativo y más directo. Debe ser porque los mayores volvemos a ser como niños. Por ejemplo, y sin ánimo de enmendarle la plana, sino de añadir algo distinto al discurso pronunciado, hubiese sido algo parecido a esto. Valga como esquema.

1. En lugar de dirigirme a los diputados me hubiese dirigido más a los aragoneses. Lo que no hubiese sido menosprecio al Parlamento sino centrar mejor al auténtico interlocutor.

2. Hubiese dicho que había poco margen de maniobra real en la gestión  pública aragonesa. Ni podemos cambiar el modelo productivo ni incidir en las normas básicas de educación y sanidad ni mejorar significativamente la  fiscalidad y, por consiguiente, aumentar los ingresos. La vertebración del territorio es casi imposible en tiempos de vacas flacas, a no ser que el Estado lo haga. Etcétera.

3. Pero les hubiese dicho también que iba a ser una persona legal, decente, que iba a contar con la gente (participación popular real), que iba a ser austero de cuerpo y alma (estética y ética), y, sobre todo, que iba a explicar todo, lo explicable y lo inexplicable. Lo que sería inédito, especialmente cuando explicase por qué no había hecho algo que había prometido, ya que si soy decente sería porque es imposible o no había recursos para hacerlo.

4. Tendría reuniones frecuentes con los sabios de nuestra sociedad. Pero con los sabios de verdad, no con los gurús de papel. Pocos (seis por cada asunto) pero buenos. Estructurados en torno a media docena de asuntos fundamentales: educación, sanidad, función pública, desarrollo territorial, transportes, agroindustria. Y les pediría que se pusieran a soñar en voz alta en mi presencia. Yo tomaría notas desesperadamente, que marcarían la dirección y el sentido de mis reuniones con mis colaboradores, que serían los mejores del mercado aragonés.

5. Garantizaría que, al menos indirectamente, todas las sugerencias y críticas a la gestión de mi gobierno serían escuchadas, analizadas y evaluadas. Y, además, habría constancia de ello.

6. También hubiera hablado de Europa, referencia imprescindible desde una perspectiva realista, ya que, actualmente, hay más directivas europeas que inciden en nuestras vidas que normas propiamente españolas. Tomando una postura de posibilismo teñido de utopía a fin de que la actual correlación de debilidades se pudiese trasmutar en una correlación de fuerzas. Porque Europa, con progresiones y regresiones, sigue siendo lo menos malo del planeta.

7. Y hubiese introducido una auténtica rendición de cuentas a la sociedad. Y eso solo se puede hacer desde una planificación estratégica donde los objetivos, los medios, las estrategias y los resultados aparecen desde le principio por escrito y con indicadores sobre su cumplimiento o incumplimiento. Porque la escritura ata el pensamiento y, convenientemente divulgada, posibilita el seguimiento y la crítica de la gente. Esto está en las antípodas de los discursos hueros y rimbombantes. Su lectura es menos poética pero más productiva.

8. También les hubiera dicho: ¿Os acordáis de aquel poema de Goytisolo, cantado por Paco Ibáñez? “Érase una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos.  Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez cuando yo soñaba un mundo al revés”. Fin de la cita.


Mariano Berges, profesor de filosofía