sábado, 23 de noviembre de 2013

Dos años de gobierno conservador Los movimientos sociales reivindican volver al momento dulce de los gobiernos socialistas anteriores a la crisis


La politología es árida, tanto para el que escribe como para el que lee, si no se tiene una mínima predisposición hacia ella y, sobre todo, si no se cree en lo público. Los españoles solemos hablar mucho de política en bares y peluquerías, pero debatimos poco con argumentos. Y hay opiniones para todos los gustos. Sin embargo, los hechos políticos son más claros y tozudos. Esquemáticamente hablando, los hechos van en dos direcciones, los que benefician a unos pocos y los que redistribuyen para la mayoría. Para armonizar todas las opiniones sirve la política, que no es más que el debate de las ideas humanas sobre la organización de la convivencia social.


Han pasado dos años y medio desde el 15-M, una movilización social contra el poder en general y reivindicando la participación ciudadana en la política. Pero todo ello se desarrolló instalándose en la antipolítica. Iban contra los partidos políticos y los sindicatos en exclusiva, sin mencionar a los auténticos causantes de la crisis. A ello se sumó cierta izquierda acrítica a la que no afecta mucho la crisis. Entonces, el poder estaba detentado mayoritariamente por el PSOE, por lo que fue el partido que pagó en sus carnes toda la virulencia antipolítica de los flujos izquierdistas del momento. Si a ello unimos la fecha fatídica del 12 de Mayo de 2010, con la intervención de Zapatero en el Congreso, más la posterior modificación de la Constitución, a instancias del propio Zapatero a Rajoy, que sonrió por el trabajo sucio que se ahorraba, estamos poniendo marco a la hecatombe que tuvo lugar para la izquierda en el año 2011. Primero en las municipales y autonómicas de Mayo y luego en las generales adelantadas de Noviembre. Hubo mucha abstención en la izquierda y la derecha aprovechó el regalo que se le ofrecía en bandeja.

¿Valió la pena todo aquello? No cabe duda de que las protestas movilizaron a una apática juventud y pusieron en cuestión muchas actitudes políticas del poder en general, de la izquierda en particular y del PSOE en especial. Pero lo que ha pasado en España durante estos dos años ha ido más lejos de lo que todos, incluso los votantes del PP, podían esperar. La regresión en derechos sociales, la terrorífica Reforma Laboral y la nueva Ley de Régimen Local son tres ejemplos contundentes que han traído como consecuencia un empobrecimiento material, político y social en la sociedad española, con una profundidad y un ritmo tan vivo que costará mucho remontar. Aunque no lo reconozcan explícitamente, los movimientos sociales actuales están reivindicando volver al momento dulce de los gobiernos socialistas anteriores a la crisis.

Crisis, he ahí la palabra mágica que explica todo. Lo explica tan bien que los causantes de ella son los grandes beneficiados de la misma. Y, además de los damnificados españoles, el principal hacedor del incipiente Estado de bienestar español (el PSOE) aparece como el gran perdedor de la ínclita crisis. Sin embargo, los versos de Bob Dylan, Los tiempos están cambiando. La respuesta está en el viento, siguen siendo válidos cuarenta años después. Es el viento de la historia lo que hay que escrutar y no los meros hechos puntuales de cada momento. La dialéctica procesual debe imponerse a la ontología del momento, de lo contrario siempre iremos detrás de los acontecimientos y de los manipuladores de los mismos. Hay que salvar cierto espíritu de los movimientos y mareas que quedan y se la juegan todos los días. Los partidos de izquierda deben estar junto a ellos y deben traducir políticamente, y posteriormente en normativa, toda la injusticia social que ahí se denuncia. Las reivindicaciones directas y asamblearias son una especie de termostato de la temperatura social que los partidos de izquierda deben saber leer y, sobre todo, traducir. De lo contrario, toda la movilización engordará al PP, que es lo que ha sucedido hasta ahora.

Po ahí tiene que ir la estrategia de la izquierda, el PSOE como partido catalizador e IU como aliado necesario. El anticomunismo de cierto socialismo y el antisocialismo de cierto comunismo deben finalizar. En primer lugar porque los términos socialismo y comunismo han evolucionado y fundamentalmente indican un punto de partida histórico. Sin pretender hacer ningún paralelismo, recuerdo una irónica frase de Vázquez Montalbán que decía que este país se dividía en dos grupos, ex-rojos y ex-azules. La transformación conceptual y real de nuestro mundo globalizado, para bien y para mal, es tan impresionante que hay que sentarse a pensar y volver a crear nuevos conceptos y nuevas realidades. Nuestra conexión con el futuro (estrategia) debe motivar más nuestras actitudes que lo que pasa en la actualidad, que puede ser mera coyuntura del presente.

Mariano Berges, profesor de filosofía







sábado, 9 de noviembre de 2013

POLÍTICA Y ESTRATEGIA




La toma de decisiones de las organizaciones políticas son importantísimas en estos momentos, ya que las consecuencias derivadas pueden ir desde la consolidación del modelo social neoliberal ya iniciado con el PP hasta la reconquista del Estado de bienestar que tan solo vislumbramos y que funcionó como una ráfaga más virtual que real.



Pero para situarnos bien hay que fundamentar algunas verdades básicas en el tiempo y en el espacio. No en todos los sitios se actúa igual y tampoco se tienen las mismas posibilidades. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que fue la segunda fase de la Primera, con el ensayo de la Guerra Civil Española, Occidente supo y aceptó que su bienestar dependía de la explotación del tercer mundo. J. P. Sartre lo expuso claramente en el Prólogo de “Los condenados de la tierra” de F. Fanon, con gran escándalo de la progresía europea de los años sesenta y setenta. A partir de los setenta hubo un pulso muy fuerte (“guerra fría”) entre el Este comunista y el Oeste capitalista. En medio estaba la inteligencia occidental de izquierdas, sin un espacio claro y con viajes de ida y vuelta. Stalin, Mao y Castro fueron los ídolos fugaces del momento, objeto de adhesiones inquebrantables y de repudios también inquebrantables. Las contradicciones de la izquierda europea todavía están sin solventar, ni en la teoría ni en la acción.



Pues bien, el momento actual no es más que el resultado lógico del “fracaso” del comunismo y del “triunfo” del capitalismo. Se intentó una síntesis socialdemócrata que duró lo que duró, y que algunos la consideran una especie de “levedad del ser” para acallar las malas conciencias de las izquierdas vivientes en los países occidentales. Normalmente, el triunfo de una parte se basa en el fracaso de la contraria, y viceversa. El fracaso de la implantación del socialismo o comunismo en una parte del mundo fue debido al anquilosamiento de la oligarquía política y económica (“nomenclatura”) hasta su autodestrucción. Muchas veces elucubro qué hubiese sucedido en el mundo comunista con una cierta libertad de pensamiento y de mercado. O qué hubiese sucedido si la experiencia de Allende en Chile no la hubiera truncado tan rápidamente la CIA americana. Lo que parece claro es que el poder real y económico del mundo siempre ha actuado de la misma manera aunque con formatos distintos. En definitiva, siempre se trata de lo mismo, de que unos pocos exploten a los muchos y que éstos discutan entre sí las responsabilidades culposas. Estoy convencido de que el Marx sociólogo volverá a ser leído e interpretado de otra manera a como lo hizo la oligarquía comunista.



Este fin de semana, el PSOE, el partido teóricamente catalizador de la izquierda española, celebra una Conferencia política para rejuvenecer su discurso y su praxis políticos. ¿Quiénes lo van a hacer? ¿Los cargos públicos que llevan varios trienios y quinquenios en el poder? Es prácticamente imposible que desde el poder se elaboren alternativas al poder. También ha aparecido un documento público en el que varias personas de IU y adyacentes se han ofrecido al PSOE para ayudarle a regenerarse. Me parece patético y un escarnio a todas las gentes que están intentando, desde sus posiciones, que haya luz al final de este negrísimo túnel.



El problema de las organizaciones políticas es muy difícil de solventar (tesis reiterada hasta la náusea), pues muchas de las personas que están al frente de ellas están impidiendo la solución con su mera presencia, ya que se trata de una renovación total de personas, ideas, discurso, métodos y praxis. Un partido político es una organización de la máxima importancia para la sociedad. Y, sin embargo, a ninguno se le ha ocurrido hacer lo que hacen la mayoría de las empresas, un Plan Estratégico de su actividad. O dicho de otra manera, incorporar el concepto de gestión en su desarrollo. Un Plan Estratégico puede ser la mejor herramienta para un nuevo modelo político, ya que la planificación estratégica es un método eficaz que permite desarrollar un proceso a través del cual los miembros de una organización visionan y crean su futuro, diseñando y poniendo en marcha los procedimientos necesarios para alcanzarlo. La planificación es un concepto profundamente operativo que se opone a la improvisación y que opera con ideas, que es lo más opuesto a las ocurrencias. La planificación se escribe, y la escritura ata el pensamiento, que de lo contrario se diluye y se esteriliza.



Para los directivos de cualquier organización, económica o política, mirar al futuro es una obligación. Si no se hace es porque no se sabe hacer. Peter Drucker dice que no se trata de adivinar el futuro sino de entender las conexiones entre el presente y el futuro que se quiere construir. Ése es el germen del pensamiento estratégico.





Mariano Berges, profesor de filosofía