viernes, 17 de enero de 2014

Votamos Europa


Me excuso por autocitarme: “La próxima campaña electoral europea debería ser casi tan importante como la campaña española. Reivindicar la Europa de los ciudadanos y no solo la del euro. Desvelar y denunciar la nueva revolución conservadora, mutiladora del Estado de bienestar, del que predica su inviabilidad y propicia la idea-valor del “sálvese quien pueda”. Pero Europa no es solo una palabra, ni siquiera es solo un territorio, Europa es también un concepto, una idea moral, que inventa la Modernidad, la Ilustración, los Derechos del Hombre, el Estado de bienestar. Europa es la civilización europea, el modelo europeo que ha producido los mejores logros políticos y éticos de la humanidad. Lo más grave de lo que hoy está sucediendo no es tanto la famosa crisis financiero-económica sino todo un cambio de valores, criterios y parámetros que conllevan un radical cambio social hacia un empobrecimiento material y mental. Y esto se está haciendo desde una política ultraconservadora europea y española”. (artículo en “El Periódico de Aragón”, de fecha 17.3.12).


Sin embargo, a pesar de la estructura poco democrática de la toma de decisiones en la UE, la composición del próximo Parlamento es muy importante, como también lo es la votación de los candidatos para Presidente de la Comisión. Nos jugamos mucho en las elecciones del próximo mayo. En la nueva legislatura deberán tomarse decisiones significativas en materia económica. No está nada claro que una mayor liquidez monetaria signifique cambios positivos en producción y creación de puestos de trabajo, pues las plusvalías se volatilizan rápidamente en beneficios financieros y privados.

Si en la dictadura franquista veíamos a Europa como nuestro oasis salvador, y en 1986 nos hicimos europeos de fondo y forma, la realidad actual europea la percibimos como una amenaza a ese Estado de bienestar que la propia Europa nos posibilitó. Por lo que un cambio de rumbo a escala europea es imprescindible, pues la salida nacional-estatal no es válida en un capitalismo globalizado y financiero. Sí que cabe, y ahí están las elecciones, otra política más democrática y participativa que configure el marco en el que las decisiones económicas sean reguladas y supeditadas al bien general, lo que no es contradictorio con un beneficio privado legítimo y suficiente. Porque en Europa está aumentando la desigualdad entre países ricos y pobres y entre ciudadanos ricos y pobres. Y también aumenta la fuerza de los movimientos xenófobos, nacionalistas y excluyentes.

Ante todo esto, solo cabe una política progresista más decidida a favor del concepto originario de Europa, la de los pueblos y los ciudadanos, en la que el capital sea un instrumento para el bienestar social. Si optamos por la permanencia en Europa, ¿procede una alternativa radical o moderada? Pienso que lo importante es el sustantivo y no los adjetivos. Lo que hace falta es que sea alternativa viable y eficaz. Ser más radical no significa ser más eficaz. Ser radical en una dictadura tiene sentido, equivale a resistir. En una democracia no es tanto cuestión de resistir sino de construir modelos y ponerlos en práctica con el apoyo de una mayoría social que nunca seguirá una política radical.

Otra cuestión a considerar es si en unas elecciones europeas se vota en clave nacional. Sí y no. Inevitablemente, los partidos políticos van abusar en su campaña de enfrentamientos en los asuntos nacionales y, desde luego, la lectura posterior la van a extrapolar a las elecciones españolas. Si gana el PP lo venderá como una ratificación social a su política nacional. Si vence el PSOE hablará de resurrección. Y si suben los partidos minoritarios, será una constatación del cambio de ciclo electoral que predican. Las posibles listas que puedan surgir desde los movimientos sociales, dudan entre dar el paso hacia la nada o tratar de influir en los partidos. Yo les recomendaría lo segundo y seguir fortaleciendo sus propios movimientos. Sin embargo, los ciudadanos saben distinguir. Una abstención mayoritaria, por ejemplo, sería muy grave para la salud democrática. Una gran dispersión del voto supondría una lectura muy concreta y negativa para los partidos mayoritarios.



Lo ideal sería que la campaña electoral fuese en clave europea, que los ciudadanos españoles votasen en clave europea y que los efectos sirviesen para un cambio de modelo en Europa: que la tecnocracia y el elitismo se transformase en una mayor participación ciudadana y que esto se tradujese en una mayor influencia del parlamento europeo en la toma de decisiones. Al elegir al Presidente europeo damos un paso importante en la buena dirección.



Mariano Berges, profesor de filosofía

viernes, 3 de enero de 2014

EL CAMBIO INSTITUCIONAL ES IMPRESCINDIBLE

Creo que, a estas alturas, está suficientemente claro que la famosa crisis es una espléndida coartada para el auténtico objetivo, que no es otro que el cambio de modelo social en España y en Europa. Si analizamos con detenimiento los discursos públicos podremos observar que lo importante no es lo que explicitan, la crisis económica, sino lo que no dicen en el discurso pero lo hacen todos los días, las modificaciones-recortes en el modelo social habido hasta ahora. La sociedad asiste al espectáculo con una resignación propia de quien ha interiorizado que no hay alternativa posible a lo que nuestros mandatarios están haciendo.




Pero sí que hay alternativa, difícil pero posible. Es más, la única postura digna en las actuales circunstancias es la rebelión contra el aniquilamiento de lo público que está teniendo lugar. Las claves de la alternativa no pueden ser ajenas a las organizaciones políticas y sindicales. Pero estas dignísimas e imprescindibles organizaciones hay que renovarlas radicalmente. Voy a fijarme hoy no tanto en su estructura organizacional como en el ejercicio que hacen cuando llegan a las instituciones. Porque no hay que olvidar que lo que realmente incide en la vida de los ciudadanos son los actos de las instituciones y no los discursos de los políticos. Y, sin embargo, no oigo nunca a los partidos decir cómo ejercerán sus mandatos si llegan al poder. Sí que hablan de lo que harán… si pueden o si las leyes lo permiten o si las instituciones lo posibilitan. Muchos políticos llegan a las instituciones y siguen discurseando como si no estuvieran ya en el momento de aterrizar y traducir en actos, normas y resultados sus discursos anteriores. Sus fracasos en las instituciones frecuentemente los achacan al Secretario, Interventor o funcionarios en general, que “no colaboran en el logro de los objetivos políticos”. Pero lo que realmente sucede es que esos objetivos políticos no existen o no están bien formulados o bien secuenciados o bien programados.



Estoy hablando de la transformación de las instituciones españolas, del cambio que debe operar en su interior para que todas las excrecencias y corrupciones conocidas al rebufo de la crisis se conviertan, si no en imposibles al menos en excepcionales. Para ello hay que examinar dos vectores. Uno externo, el castigo de las leyes a los infractores y corruptos, que debe ser rápido y ejemplar, tanto por parte de los organismos judiciales y penales como por parte de las propias organizaciones a las que pertenecen. Y otro interno, el cambio político-técnico que debe darse al interior de las instituciones para que desde ellas se alcance con eficacia y eficiencia los objetivos previstos para la mejora de la sociedad y sus ciudadanos. Ambos vectores son imprescindibles, el primero para que la falta o delito de los cargos públicos nunca quede impune o salga excesivamente barato. Y el segundo, el más importante, porque sin una institución con visión estratégica que camine hacia el futuro desde parámetros socialmente avanzados, no hay posibilidad de desarrollo social.



Para conseguir este cambio o transformación institucional son más importantes los líderes institucionales que los orgánicos. Todo es necesario, movimientos sociales y partidos, pero la estrategia y el rigor institucional son imprescindibles si se quiere traducir la política en acción transformadora para la sociedad y los ciudadanos. Es curioso que tras 35 años de orden constitucional, no existe un modelo de Estado ni de Autonomía ni de Ayuntamiento. Curiosamente, el momento más “modélico” y planificado es el actual por su eficacia y eficiencia en la consecución de sus objetivos (nefastos, por cierto).



Los ciudadanos son la razón de ser de sus representantes políticos, especialmente en el caso de los concejales y alcaldes. Esta idea debe ser interiorizada y permanentemente revisada en su cumplimiento. Pero también hay que saber que la gestión institucional requiere de una gestión profesionalizada y compuesta por políticos y técnicos. La interrelación de ambos debe ser estrecha y cordial. Los dos sectores deben hacer confluir sus capacidades y dedicación en el logro de los objetivos políticos de la institución. Y el mejor instrumento para ello es la planificación estratégica de la institución, que no es otra cosa que la conexión inteligente del presente que tenemos con el futuro que añoramos. Y esto es válido tanto si gobiernas como si estás en la oposición. Porque la oposición pertenece dialécticamente al gobierno de la institución, ya que es la responsable de exigir a sus rivales políticos el cumplimientos de su programa, y no tanto la descalificación permanente.



Mariano Berges, profesor de filosofía