sábado, 24 de septiembre de 2016

LA POLÍTICA Y LOS POLÍTICOS

Teniendo en cuenta que mañana, 25 de septiembre, se celebran las elecciones vascas y gallegas, y su resultado puede influir en un posible gobierno de España, propongo hablar hoy de algo más intemporal.
Una idea de la que no pocos analistas, entre los que humildemente me cuento, hemos escrito es la reivindicación de la política: menos obviedades y fraseología hueca y más proyectos y objetivos políticos. Debemos llegar a la conclusión de que los políticos son anecdóticos y coyunturales mientras que la política es categórica y estructural. Y en estos momentos de hartazgo electoral, y las correspondientes campañas llenas de trivialidades y chascarrillos, es más necesario que nunca hablar de política y menos de políticos, con sus intereses personales de supervivencia.
Siempre he sostenido que la bondad o maldad de la política llega a los ciudadanos desde las instituciones. Es su buen o mal funcionamiento lo que repercute en la sociedad, y no las declaraciones ampulosas de los dirigentes. ¿A cuántos políticos les importa el buen funcionamiento de las instituciones? ¿Cuántos políticos realizan planificaciones estratégicas, planes directores o evaluaciones por objetivos en sus instituciones? ¿Cuántos dirigentes son escrupulosos en el cumplimiento de la ley? ¿Cuántos se empeñan en la formación permanente de sus empleados públicos? La desafección política existe porque los ciudadanos observan que las instituciones no siempre sirven para mejorar su vida, que es el objetivo primordial de toda política. Más aún, que los verdaderos poderes fácticos (ajenos a las instituciones)  son los que marcan las políticas, mientras las instituciones son meros órganos formales que dan la conformidad a posteriori. Y ahora, en plena crisis (que no ha acabado, ni mucho menos), nos teorizan que la economía prima y manda sobre la política. Si esto es cierto, que parece que sí, sobra todo esfuerzo intelectual discernidor entre las distintas opciones políticas. Los ayuntamientos, las CCAA, el propio Estado, se declaran impotentes ante las directivas y prescripciones exógenas y sus consecuencias esterilizadoras sobre la acción política propia. Los distintos gobiernos se dedican a meras labores de maquillaje y los parlamentos y plenos a simples gestos de forzado asentimiento. Si no espabilamos, estamos hablando de un fracaso rotundo de la democracia. Y así, es lógico que los ciudadanos no vean utilidad a su voto. Nos encontramos en una encrucijada complicada y solo apta para verdaderos políticos.
Una de las claves de una democracia representativa es el control ciudadano sobre sus representantes. Y la participación pública es el instrumento más idóneo para que ello sea posible. Pero la participación pública es el hecho más manipulable que existe. El asambleísmo demagógico y estéril, la participación en encuestas opacas y manipulables, las llamadas incendiarias al pueblo, a la gente, a la sociedad, no sirven para nada si no hay previamente una información fiable, inteligible y evaluable. ¿Para qué sirven unos presupuestos con unas partidas ininteligibles para los propios políticos? ¿Para qué unos pliegos de adjudicación cuya interpretación de sus cláusulas solo está al alcance de los hacedores de dichos pliegos? Sucede lo mismo que en la parábola de Alicia: las palabras significan lo que el que manda quiere que signifiquen.
Los sondeos son otro invento de la manipulación por parte de los llamados poderes fácticos. ¿Por qué si no los medios de comunicación más influyentes son propiedad de los bancos y las grandes empresas del Ibex? Para hacer unas preguntas cuyas respuestas son obligadas lógicamente. En las encuestas la clave está en las preguntas y no tanto en las respuestas. Si además añadimos la cocina, el resultado es redondo para los intereses de los encuestadores. Y los partidos políticos, en lugar de elaborar programas y objetivos verdaderamente políticos, en el sentido de transformar la sociedad, dictan sus discursos reproduciendo lo que dicen las encuestas y los sondeos. ¿Dónde están las convicciones? La “nueva política” es una mera estrategia de comunicación para bobalicones y modernos. Todo menos políticas públicas de interés para la mayoría, que con frecuencia tienen que ser impopulares. Los políticos serios no hacen populismo sino que intentan convencer a la sociedad de que su proyecto político es el mejor, independiente de si los resultados electorales le son propicios. La política es un proyecto a largo plazo, donde el decir y el hacer deben ser coherentes y no estar a la última moda o tacticismo. La opinión popular cuenta y condiciona, pero no determina la política.

Mariano Berrges, profesor de filosofía

domingo, 11 de septiembre de 2016

INVESTIDURA: NI SORPRESA NI GOBIERNO


Por circunstancias personales, escribo este artículo con mucha antelación a la fecha de su publicación. Concretamente, ente la primera votación y la segunda de la sesión de investidura. Lo advierto para contextualizar su contenido en el tiempo. En este artículo me propongo desarrollar brevemente tres aspectos: la investidura de Mariano Rajoy, el conflicto interno del PSOE y las próximas elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre próximo.
1. Investidura fallida en su primer intento: 170 síes y 180 noes. Se prevé lo mismo en su segundo intento del viernes 2 de septiembre. Las terceras elecciones están a la vista. Da igual que sean el 25 o el 18 de diciembre. No merece la pena volver a repetir todas las posibilidades de pactos existentes. Más bien yo propondría que todos los opinadores callásemos hasta que los partidos políticos digan lo que tengan que decir, si es que tienen algo que decir. Porque el ruido ambiente creado es tan repetitivo, aburrido y absurdo que deberíamos aprender a valorar la hermosura del silencio.
El debate de la investidura ha gozado de una fuerza dialéctica interesante. Lo de mejores o peores va en gustos, pero cada uno ejerció su papel ante sus votantes con dignidad. Otra cuestión distinta es si nos situamos en una perspectiva de praxis política, ya que lo que se pedía a los partidos era la conformación de un gobierno para España. De eso, salvo Ciudadanos, nadie habló. Bueno, y el PP, pero éste por necesidades del guion más que por convicción. Pareció que estábamos ya en campaña de las terceras elecciones. ¡Horror! Me temo que, si se cumplen mis temores, la abstención y el voto en blanco van a tener una fuerte presencia en las urnas de diciembre.
2. Respecto del PSOE, todo lo que se diga aquí puede ser usado en contra de uno, pero el pensamiento libre y la palabra como vehículo del mismo es lo último a lo que hay que renunciar. El discurso de Pedro Sánchez fue sólido y bien armado pero duro y sin alternativa. No dejó ni una puerta abierta y pareció negar cualquier atisbo reflexivo si las circunstancias cambiasen. Hubo bastante de sobreactuación y tremendismo. Porque el discurso no era para aprobar una oposición sino una acción política que facilitara o impidiera la gobernabilidad de España, a sabiendas de que aún quedan dos meses de proceso. Quizás la razón sea que el discurso fue hacia fuera y hacia dentro. Ya se sabe que hacia fuera la épica negativa surte buenos efectos. Y hacia dentro, marca posiciones y condiciona el futuro debate. Porque el discurso de Sánchez, en síntesis, fue el siguiente: NO definitivo del PSOE a Rajoy y al PP; si alguien (del PSOE) quiere abstenerse que lo manifieste y que se moje. Yo espero a las primarias del partido. El resto fue el envoltorio procedimental, bien vestido y con notas a pie de página.
Por cierto, corre un Manifiesto por la prensa, con muchas firmas de notables, que pide una pacto entre PSOE, Podemos y Ciudadanos para formar un gobierno alternativo al PP. Eso ya lo podían haber hecho los tres partidos en la anterior investidura de Sánchez. Muy difícil que dos partidos semejantes en casi todo pacten un gobierno conjunto. En cierto modo, eso mismo propuso Albert Rivera en su intervención de este martes 30, pero con Rajoy de presidente. Dijo, dirigiéndose al PSOE y pidiéndole su abstención, “Ustedes y nosotros, y Podemos si se suma, podemos legislar juntos; le pido que valoren la potencia y dimensión de nuestra fuerza unida para hacer oposición”. La fuerza legislativa estaría en el Parlamento (Cámara Legislativa) y no en el Ejecutivo. Lo que sería una novedad en la política española.
3. El próximo 25 de septiembre tienen lugar las elecciones vascas y gallegas. Las segundas son más fáciles de analizar. O el PP vuelve a conseguir mayoría absoluta y Núñez Feijoo sería de nuevo Presidente, o no la consigue y todos los demás partidos se coaligan y eligen Presidente al candidato de Mareas a al candidato del Partido Socialista de Galicia. El resultado será muy ajustado. Si Ciudadanos entrara en el Parlamento gallego podría matizar esta afirmación.
Son más problemáticas las elecciones vascas. PNV, Bildu y Podemos van a competir fuertemente y la presidencia autonómica se dilucidará por las coaliciones que se formen posteriormente. Si el PNV se deja ayudar por PSOE y PP, si es que suman, podría tener repercusión en un segundo momento de la investidura española, porque los 5 escaños del PNV en Madrid valen su peso en oro y dejarían al PP a un solo voto de la mayoría absoluta. ¿El diputado Quevedo de Nueva Canarias?
Moraleja: en la realidad todo está interrelacionado.

Mariano Berges, profesor de filosofía