La
ventana indiscreta
La verdad es que el tiempo transcurrido
desde el 28 de abril último, fecha de las últimas elecciones generales, es ya
demasiado para que ni siquiera exista el más mínimo indicio de cualquier
negociación con visos de prosperar. Ya decidieron los ayuntamientos el 15 de
junio. Decidirán las CCAA, más pronto que tarde. Y la formación del gobierno de
España parece una partida de póker entre jugadores avezados que solo esperan el
fallo del adversario. En estos momentos, el PSOE dice optar por un gobierno
monocolor con independientes. UP dice que votará no, si no entra en un gobierno
de coalición. Cs sigue sin querer saber nada del PSOE. Y el PP, tan patriota
siempre, jamás se abstendrá para que haya un gobierno del PSOE. Si esto es así,
y si mantienen las posiciones así será, habrá elecciones en noviembre. Con lo
cual seguirá la partida de póker, ya que el jugador de póker siempre tiene
posibilidades de ganar aunque, al final, siempre pierda. Lean El jugador de Dostoievski para entender bien la psicología del jugador. La
cuestión fundamental estriba en nuestro caso en que lo que estos jugadores se
están jugando es España, que no es de ellos.
¿Qué dirían ustedes si yo afirmase ahora
que me es indiferente quién gobierne pero que gobierne alguien? Pues eso es lo
que me está rondando la cabeza, a mí que he estado en política toda mi vida.
Los líderes de los cuatro grandes partidos van a lo suyo, aunque lo disfracen
con toda la retórica política y patriótica que quieran. Sigo pensando que la
mejor solución hubiera sido la mayoría sólida de 180 diputados que sumarían
PSOE y Cs. Algo que Cs abortó desde el principio. Aunque sigo sin conocer una
causa política profunda que no sea la psicología patológica de los dos
jugadores principales. Hay una segunda solución: gobierno PSOE en solitario con
apoyo parlamentario de un número suficiente de diputados, UP como elemento
imprescindible. Pero tampoco parece posible, pues los egos
lo hacen imposible. Y queda la tercera opción: gobierno de coalición PSOE-UP.
Aquí está la batalla en estos momentos, pero parece también una batalla
perdida, pues los dos líderes desconfían profundamente uno de otro. Y quedaría
todavía una cuarta posibilidad: abstención del PP, exactamente como hizo el
PSOE en 2016 (aunque no Sánchez). Sería una nota de alto valor patriótico, pero
no parece que estos personajes vuelen tan alto.
Este bloqueo político sin argumentos
sólidos no sale gratis al país. Las pensiones, la fiscalidad, el coste de las
autonomías, el deterioro industrial, la reputación institucional, la falta de
inversiones por la inestabilidad política, tienen un alto coste económico
y político. Y de todo esto la culpa, digámoslo claramente, la tienen los partidos
políticos y sus líderes. Veremos una alta abstención, si se repiten las
elecciones, como respuesta simbólica de los ciudadanos.
La sensación de optimismo y confianza
que me produjo el resultado del 28-A se ha ido transformando en un hartazgo de
signo creciente. Que el gran asunto y el tema de disputa en la izquierda resida
en si Pablo Iglesias es ministro o no, solo puede producir melancolía. La
situación de gobierno en funciones, más la de gobierno cesante, de Sánchez, que
empezó en Junio de 2018 y puede acabar en la primavera de 2020, ¿es una
circunstancia excepcional o un objetivo buscado? Porque Sánchez parece sentirse
cómodo en esta situación, como si ésta fuese su ventaja fundamental en la
partida de póker que está jugando. Mientras tanto, España y sus eternos
problemas esperan. Todavía seguimos con los presupuestos prorrogados de
Rajoy-Montoro. Ni ellos esperaban que duraran tanto. Incluso la economía
estadística mejora. ¿Será que no es necesaria la política? A ver si los
políticos, con su estulticia, van a matar su propia gallina de los huevos de
oro. No confundir estulticia con estrategia. Urge una normativa que ponga plazo
fijo a la formación de gobierno, dado que la cultura de pactos parece ser ajena
a la política española, que no entiende otra cosa que la política de bloqueo.
Pero cuando solo hablamos de
procedimientos y formalidades es que hemos perdido el horizonte político.
Ciertamente la política ha cambiado poco, aunque la realidad sí que ha
cambiado, y mucho. Lo que explica el fracaso político ante las grandes
incertidumbres de la sociedad actual. Parece como si hubiera dos líneas
paralelas condenadas a no encontrarse, la política y la vida (biología,
sociología, economía, el progreso en general). La política parece existir como
un juguete en manos de quienes creen dirigir la sociedad y no se dirigen ni a
sí mismos, aunque sí se sitúan en cómodos sitiales.
Siempre han existido dos grandes
bloques: izquierda y derecha. A la derecha parece ser que le ha salido un
grano: Vox. Y ahí andan, que si hablan que si no, que si pactan o solo toman
café. A la izquierda no le hace falta ningún grano. Desde 1921, año en que
surge el PCE, el antisocialismo comunista y el anticomunismo socialista siempre
han estado a la greña. Recuérdese la II República, la Guerra Civil y la
posguerra. Solo hubo una vez en que el pacto PSOE-PCE, en 1979, puso casi todos
los ayuntamientos españoles en manos de la izquierda. Y que posibilitó el
posterior triunfo del PSOE en las generales de 1982. Pero entonces éramos
jóvenes y existía el futuro.
Mariano Berges, profesor de filosofía