viernes, 29 de diciembre de 2023

PEDRO SÁNCHEZ O LA MODERNIDAD LÍQUIDA



Muchas veces recuerdo que en mis tiempos docentes solía repetir una imagen pedagógica. Cuando un adulto discute con un niño sin posibilidad de acuerdo, el adulto debe ponerse en cuclillas y hablar con el niño de igual a igual, de manera que los ojos de los dos estén a la misma altura. La perspectiva hay que cambiarla cuando la vieja no da resultado. En este artículo voy a intentar cambiar de perspectiva y ponerme a la altura de aquellos a los que no entiendo.

Que los tiempos y las sociedades cambian a un ritmo trepidante es una obviedad. Sin embargo, nuestras mentes siguen operando a un ritmo mucho más lento y con características de fijeza e irreversibilidad. Pero eso es lo normal. Una persona de 77 años tiene poco que hablar con otra de 18. Pueden intercambiar palabras, incluso algunos conceptos, pero no podemos acordar claves de interpretación sobre la sociedad y cualquiera de sus manifestaciones culturales, económicas o políticas.

En la actualidad hay un personaje en España que resulta singular, independientemente de incondicionales y detractores, que los tiene en abundancia. Me refiero a Pedro Sánchez. Nadie le puede negar fuerza, audacia, temeridad, suerte, relatividad moral (¿hay alguna moral que no sea relativa?). Las morales absolutas son muy peligrosas, como todo lo absoluto. Sánchez tiene adeptos hasta llegar a la categoría de fans y enemigos hasta soñar con él auténticas pesadillas. Hasta ha sacado a Felipe González y Alfonso Guerra de sus confortables silencios históricos para intentar descalificarle. También mi amigo Javier Lambán está en la misma línea, aunque no tan personalmente. Vano intento. Quizás acertáramos si, en vez de discutir acaloradamente, nos dedicásemos a una simple descripción del siguiente tipo: “Sánchez es el presente, Felipe es el pretérito”. La diferencia de los tiempos a que nos referimos es tan radical que no es fácil establecer comparaciones. Personalmente, yo no hubiera intervenido como González-Guerra, sino que hubiese guardado un astuto silencio y esperar a ver qué pasa. Cuánto hay que aprender de la diplomacia vaticana, con sus silencios y distanciamientos litúrgicos. Analizar el presente desde claves pretéritas suele dar más errores que aciertos.

Bauman, uno de los pensadores más actuales y acertados habla de modernidad líquida: las estructuras y normas sólidas que solían ofrecer estabilidad y tradición a la sociedad han evolucionado hacia una modernidad líquida en la que todo es frágil, volátil y flexible. El capitalismo actual nos ha convertido en meros consumidores, no solo de productos sino también de imágenes y conceptos. Las viejas estructuras no solo no ayudan sino que frenan. Ya hace muchos años que Marcuse hablaba del hombre unidimensional como prototipo de futuros tiempos que quizás ya los tenemos aquí. ¿Será Sánchez la representación de un objeto político cuya única dimensión es ser consumido? El presentismo nos rodea y es prácticamente imposible escapar a él. El PSOE actual no alarma tanto a muchos jóvenes de izquierdas como a la vieja guardia socialista. Me caben dudas de si el PSOE de Felipe González hubiera superado el procés de Cataluña, la irrupción de Podemos y el variopinto panorama de los nacionalismos periféricos. El millón de votos que Sánchez aumentó en las elecciones del último 23-J algo indica en esa dirección. Que no solo una alianza PSOE-PP es imposible, sino que hay que hacer lo que sea con tal que PP-Vox no lleguen al poder. No es casualidad que España sea de los pocos países que ha impedido a la ultraderecha llegar al poder central. A duras penas pero lo ha conseguido.

En mi caso, por ejemplo, mi mentalidad jacobina chirría con la plurinacionalidad vigente de la política actual. Y aún más con la retórica supremacista y grandilocuente de los indepes catalanes. Me cuesta aceptarlo pero tendré que respetar que otro lo intente. No es fácil el reto. La cuestión territorial es una de las claves actuales más difíciles de gestionar. Y la igualdad de los españoles no se impone, sino que se trabaja codo con codo con todos los afectados. También con los separatistas.

Po eso, realidades actuales como los indultos a los indepes, más la amnistía actual, más los acuerdos con PNV y Bildu, hay que verlos desde otro visor para poder entenderlos. No dogmatizo con que es eso lo que hay que hacer, solo digo que es un intento de solucionar una situación compleja con soluciones inéditas. El bipartidismo era propio de los ochenta pero puede no serlo ahora. Habría que recordar aquello de Keynes: la situación ha cambiado y yo cambio mi manera de pensar, usted qué hace.

Quizás con este artículo no he hecho muchos amigos, pero a mí me ha supuesto un ejercicio de honestidad intelectual. Como siempre, reivindico el derecho a equivocarme.

Mariano Berges, profesor de filosofía

viernes, 15 de diciembre de 2023

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS (DUDH)

Investido Sánchez, nos alejamos de las cosas domésticas y pasamos hoy a un asunto verdaderamente trascendental. El día 10 de este mes de diciembre se celebró el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Estamos hablando de un documento que plasma la cima ético-política de la conducta del género humano. Se trata de un punto de partida y de un indicador de cómo va la civilización y la salud ciudadana en el mundo. Precisamente hoy, con las guerras de Ucrania y Palestina en la puerta de nuestros territorios, y la enorme contaminación acústica, lumínica y emocional navideñas, es un buen momento para este recordatorio.

Al tratarse de un artículo periodístico no puedo pasar de una breve reseña de ese documento y su importancia socio-política para el mundo de hoy. Propongo como primera obligación a mis lectores que se hagan con un ejemplar del mismo. Tan sencillo como ir a Internet e imprimirlo. Luego, leerlo e interiorizarlo. Y, en tercer lugar, acostumbrarnos a analizar los distintos acontecimientos mundiales a la luz de este texto.

Desde su art.1, que proclama que Todos nacemos libres e iguales, pasando por el art.7 (Todos somos iguales ante la ley), llegando al art.18 (Derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión), y aterrizando en el último art.30 (Derecho a que estos derechos no sean suprimidos en cualquier circunstancia), pasamos revista a cómo las distintas situaciones humanas deben ser resueltas conforme a la dignidad humana. Especialmente, toda situación que implique violencia contra un ser humano.

El objetivo que la ONU persigue desde 1948 con esta DUDH es hacer universales la libertad, la igualdad y la solidaridad entre los hombres. El documento constituye un patrón universal de los principios que preservan la dignidad humana. Muchos países han incluido estos principios en sus respectivas Constituciones, entre ellos España, cuya Constitución es una de las más progresistas, precisamente por la fuerte huella de la DUDH en ella. Incluso Europa estuvo muy cerca de tener su propia Constitución en 2004, pero los referendos populares de Francia y Países Bajos votaron en contra de su aprobación. España demostró en este caso ser una de las naciones más europeístas de todas. Se pudo observar que los nacionalismos todavía no permiten que el principio de igualdad distribuya justamente el bienestar para todos.

La promulgación en 1789 de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por la Asamblea Constituyente francesa constituye el antecedente histórico más claro del presente documento. Entonces, igual que ahora, su redacción recogía las influencias de los filósofos de la Ilustración sobre la libertad, la seguridad o la resistencia a la opresión. Sin embargo, la realidad actual nos hace ver que este documento de la DUDH ha quedado como una recopilación de buenos deseos. Y no lo digo solamente por la violación obscena e inaceptable de los derechos humanos que se practica todos los días en Palestina (“Palestina es un cementerio de niños” ha dicho Guterres, Secretario General de la ONU), sino por esas cifras escandalosas que cada cierto tiempo nos recuerdan algunos medios de comunicación, pero que enseguida olvidamos y no nos sirven de estímulo para subsanarlos desde la dignidad humana. ¿O los más de 1.000 millones de personas que viven en la pobreza más absoluta no tienen derecho a la vida? ¿O los 500 millones que están subalimentadas? ¿O los 1.400 millones sin agua potable? ¿Y qué decir de la gente sin trabajo, sin vivienda, o niños sin derecho real a la educación? Paro porque no pretendo que me salga una homilía laica, sino una constatación mucho más prosaica y exigente.

Para terminar, un ruego, aunque solo sea por deformación profesional. Como este tipo de digresiones sirve para poco, hago un llamamiento a maestros y profesores para que, independientemente de la materia que impartan, introduzcan en la cabeza (y en el corazón) de sus alumnos este tipo de consideraciones. Con poco esfuerzo de cada uno, el provecho social es enorme.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 2 de diciembre de 2023

INVESTIDURA (III)

 




Por fin hay investidura de Sánchez. ¿A qué precio? Como ya he dicho en otro momento, el futuro lo dirá. Por un lado, están los pactos con los nacionalistas, los aspectos de “reconocimiento nacional” y las contrapartidas económicas, junto a la interlocución privilegiada de Estado a estado con Euskadi y Cataluña, que dan auténtico terror por lo que supone de menosprecio y desigualdad con el resto de las CCAA. Se habla mucho de la Ley de Amnistía, pero a mí me parecen más peligrosos los pactos nacionalistas, que sí me parecen inconstitucionales.

En mis artículos anteriores, me he puesto en el lugar de unos y otros, tanto de los agentes actuantes como de los articulistas y opinadores. Es la única manera de debatir. De lo contrario, son monólogos enfrentados. Los agentes actuantes (Sánchez y los nacionalismos catalán y vasco) han ido a lo suyo: Sánchez a por la investidura y los nacionalismos a contentar a sus votantes y a chantajear al gobierno español. De ahí ha salido una Ley bastante pulcra, aunque peligrosa, con resultado político imprevisible y que introduce una derivada de legislatura casi inviable. Pero también están los pactos firmados, que son auténtica pólvora aún sin estallar, a no ser que todos los interlocutores den por hecho que Sánchez los va a abducir, jibarizando todas las barbaridades incluidas en los citados pactos. Sin embargo, la situación tiene un aspecto enormemente positivo: que no nos gobierna la derecha-ultraderecha, que se tiene que conformar con una conducta hiperbólica de concentraciones y declaraciones auténticamente fuera de lugar y negando la legitimidad a un gobierno impecablemente democrático. Quizás ése sea el asunto más grave de la España actual, la polarización y enfrentamiento de (otra vez) las dos Españas. Frente al nacionalismo periférico ha surgido un nacionalismo español, próximo al fascismo, que imposibilita cualquier acuerdo de Estado. Tampoco Sánchez pelea mucho por ello.

Tras las elecciones del 23 de julio último, pocas salidas había: 1) La que ha hecho Sánchez; 2) Que el PSOE votara al PP como partido más votado, y que gobernaría junto a Vox; y 3) Nuevas elecciones, con una alta posibilidad de que el PP-Vox podrían ganar con suficiente mayoría. O como mínimo, con los mismos resultados del 23 de julio. Salió adelante la primera opción. Ello supone que el PSOE gobernará, está gobernando, con el chantaje permanente de los nacionalismos, que son insaciables y que cada vez que hablan lo hacen insultando y menospreciando al resto de los españoles, desde un supremacismo insoportable e inconstitucional. Incluso el único aspecto que sí es constitucional (por el mero hecho de que lo recoge la Constitución), el concierto vasco-navarro, es injusto y gravoso para el resto de españoles. Ahora Cataluña lo quiere también, además de la amnistía. No creo que haya puchero para todos.

Si la letra de los pactos nacionalistas se cumple, estaríamos ante una relación confederal del Estado español con Euskadi y Cataluña, de igual a igual, y el resto de CCAA postradas en un estado de auténtica sumisión político-económica. Sería auténticamente inviable, aparte de injusto.

Del resultado habido solo cabe concluir que PP-Vox no gobiernan y que no se sabe muy bien quién y cómo va a gobernar. La situación es verdaderamente complicada y un tanto surrealista. Tan es así que si Sánchez consigue finalizar la legislatura habría conseguido la cuadratura del círculo. Auténtica labor de trapecista en su máximo momento del “más difícil todavía”. ¿Estamos en un circo político? Yo más bien lo veo como una tragedia griega, o como un sofisma silogístico en el que cualquier salida va a ser virulenta. ¿Dónde ha quedado el racionalismo, característica básica de cualquier política sensata?

Es difícil seguir elucubrando, aún con la mejor de las disposiciones posibles. La salida es muy difícil y la sociedad española asiste impasible a un acontecimiento nunca visto. Que, por cierto, tiene bastantes concomitancias con el final de la Segunda República, con la suerte de que los tiempos han evolucionado y las respectivas sociedades han cambiado radicalmente. Incluido el referéndum de autodeterminación, que no lo veo posible ni creo que los catalanes tampoco lo quieran. Los vascos ya han renunciado a la independencia. Si los pactos firmados se cumpliesen (espero que no) la situación de vascos y catalanes sería envidiable.

Ante mi incapacidad para seguir reflexionando sobre el momento actual de la política española, finalizo mi incursión y me encomiendo a los dioses y que ellos nos sean favorables. Amén.

Mariano Berges, profesor de filosofía

 

jueves, 16 de noviembre de 2023

LA INVESTIDURA DE SÁNCHEZ (II)



En este asunto de la Investidura hay que explicitar en qué momento escribes este artículo, pues los acontecimientos se suceden vertiginosamente. Pues bien, este artículo lo escribo el martes 14 de noviembre, recién registrada en el Congreso la Ley de Amnistía a la que le he hecho una rápida lectura.

Desde el artículo anterior se han concretado muchas cosas. La fundamental es que hay pacto de Sánchez con siete partidos, y que alcanzan un número de 179 diputados, lo que le otorga una holgada mayoría absoluta parlamentaria. Por lo tanto, Sánchez, con la concesión de una amnistía a favor de los independentistas catalanes, será elegido presidente de gobierno.

Aunque el acuerdo-pacto se centre fundamentalmente en la ley de amnistía, contiene otros aspectos de tipo económico y concesiones nacionalistas que posiblemente sean más importantes que la propia amnistía, aunque sean menos espectaculares en la discusión pública. El morbo de la cárcel tiene mucha cancha. Pero quizás el principio de igualdad de todos los españoles se quiebre más por estos segundos aspectos que por la amnistía.

Parece claro que ha habido dos personajes que han ocupado el espacio central de esta negociación: Sánchez y Puigdemont. Ambos perseguían para cada uno de ellos un objetivo fundamental, si no único: el primero, revalidar su presidencia de gobierno, y el segundo, volver a casa y a la actividad política, sin siquiera haber sido juzgado. Este doble objetivo ha estado envuelto en una parafernalia escénica y con un suspense mediático digno de mejor causa. ¡Y cómo nos gusta a los españoles este derbi futbolístico de izquierda y derecha! Un posible gobierno de izquierdas (y de extrema izquierda, dirá la derecha) frente a un gobierno de derechas y de extrema derecha (no hace falta que lo diga nadie más). Hay que recordar que, según el mandato constitucional, lo que votan los ciudadanos en unas elecciones generales es la composición del Parlamento, pero el gobierno lo elige una mayoría parlamentaria. Por eso, Feijóo no lo consiguió, porque no obtuvo esa mayoría parlamentaria. Y, sin embargo, Sánchez sí que lo va a conseguir porque ha sabido configurar esa mayoría parlamentaria.  ¿A qué precio? Esa es la cuestión.

Hasta aquí los hechos. Y a partir de aquí el relato y la atmósfera, desde las manifestaciones callejeras ante las sedes del partido socialista, comandadas por Vox y seguidas por el PP, hasta todo tipo de manifestaciones y opiniones, argumentadas unas y descalificatorias otras (“dictadura de Sánchez”, “golpe de estado”, “principio del fin de la democracia” …).

Mi opinión (como me ha recordado algún lector, yo no informo, sino que opino. Efectivamente. Gracias por la aclaración.) parte de un principio: todo lo que ha hecho Sánchez desde las elecciones del 23 de julio es formalmente correcto y legítimo. Y, como he dicho anteriormente, las opiniones de todo tipo son válidas siempre que sean argumentadas y no apriorísticas y con poca validez política objetiva por mucho que arenguen a las masas y se pronuncien desde tribunas importantes.  Y, sobre todo, hay algo que debería pensarse muy sosegadamente, si la amnistía es eficaz políticamente para una mejor convivencia entre los españoles y para un principio de solución de la cuestión catalana, o, por el contrario, dará alas al independentismo, no lo sabremos ahora sino dentro de un cierto tiempo. El tiempo cambia la perspectiva. Mejor historiador que profeta.

Está claro que la apuesta de Sánchez es muy arriesgada. Y me cabe la duda de si pesa más es el interés personal o el general. Da la impresión de que Sánchez se ha quedado con el primero, revalidar su presidencia, y les ha dejado a los indepes el triunfo del relato, que el tiempo dirá si es algo más que relato. También los nacionalistas catalanes tendrán que convencer a sus votantes si, aparte de la amnistía, hay alguna ganancia concreta que conduzca a la independencia que les prometieron.

Nos encontramos, pues, con dos dimensiones muy distintas, el relato, tan favorable a los independentistas, y el contenido del pacto, que lleva implícita la investidura de Sánchez. Pero quedan todavía muchos flecos que aclarar. En primer lugar, la propia ley de amnistía, desconocida hasta su misma entrada en el Congreso. Y cuando la conozcamos a fondo seguirá habiendo una encendida polémica que zanjará el Tribunal Constitucional. Hasta entonces, un poco más de sosiego no vendría mal.

Y posteriormente quedan los aspectos de tipo económico y de tipo nacionalista, que habrá que ver su concreción más adelante. Así mismo, habrá que analizar en profundidad el comportamiento público de la derecha, si PP y Vox son lo mismo o el PP se despega de Vox claramente. Esta cuestión también es muy importante para el futuro de la democracia española.

¡Ah! Hay un asunto muy curioso: solo hablamos del pacto PSOE-Junts, cuando ha habido otros muchos pactos simultáneamente, con Sumar, ERC, PNV, CC y BNG. He ahí la gran victoria de Puigdemont.

Mariano Berges, profesor de filosofía

viernes, 3 de noviembre de 2023

LA INVESTIDURA DE SÁNCHEZ

 

Mi artículo anterior era una toma de contacto con la actualidad. Y aunque las dos guerras citadas (Ucrania y Palestina) son mucho más importantes que la investidura política de España, hoy me centro en el asunto nacional por excelencia: la próxima investidura de Sánchez. Asunto en el que los españoles, discutidores natos, estamos divididos futbolísticamente entre el sí y el no. Luego vestimos la afirmación o la negación con argumentos más o menos lógicos y, sobre todo, con cataclismos que nos caerán encima si no se opta por lo que yo digo.

En España, país situado entre las democracias más avanzadas del mundo, hay unas reglas de juego que cumplir. Y mientras estas reglas de juego democráticas estén en manos del Estado nadie puede erigirse e imponerse sobre los demás. La voluntad de todos los españoles se manifiesta mediante votaciones públicas impecablemente democráticas y, a partir de ahí, los partidos negocian y pactan mayorías parlamentarias que se traducen en la elección de un jefe de gobierno. Luego operan los contrapesos del sistema (especialmente el sistema judicial) que corrobora o no la voluntad parlamentaria, con la Constitución como referencia sancionadora.

Al interior de este esquema de funcionamiento caben todas las opiniones y posturas posibles, siempre que también sean democráticas y no descalificadoras a priori. La Constitución española es un marco de actuación suficientemente amplio para que tengan lugar un amplio abanico de opiniones y posicionamientos políticos siempre que el sistema no quiebre.

Hasta hace muy poco, casi todo eran elucubraciones más o menos fundadas. Pues bien, en esta última semana (este artículo lo escribo el miércoles 1 de noviembre) se han dado pasos (especialmente el discurso que el Presidente en funciones pronunció en el Comité Federal del PSOE, con aclamación casi unánime de todos sus miembros) que permiten adelantar con bastante probabilidad el resultado final: Sánchez será investido con mayoría absoluta tras una ley de amnistía a favor de los independentistas catalanes. Solo queda por conocer si esa ley de amnistía es o no constitucional. Las discusiones volverán a surgir con toda intensidad, pero hasta que el Tribunal Constitucional no hable, todo será formalmente correcto.

Lo único que yo humildemente puedo hacer en el espacio que resta de este artículo, es, como uno más, arriesgar mi opinión con antelación sobre la constitucionalidad o no de esta ley de amnistía, que todavía no conocemos.

En primer lugar está el hecho de que es una ley todavía inexistente, al menos públicamente, y, por tanto, desconocida. Solo cabe hablar pues de presunciones. Ciertamente que el proceso de negociación-ocultación ha sido hábilmente llevado a cabo por los actores invitados al mismo. Y se puede llegar a pensar que la factura técnica de la ley será cuidadosa con la ley. En mi opinión, el meollo estará en la exposición de motivos de la citada ley. Si, tal como el Presidente en funciones dijo en su discurso, esa ley era para garantizar la paz y la convivencia entre todos los españoles, presumo que la parte amnistiada tendrá que afirmar explícitamente su voluntad de no volver a cometer los delitos que les son amnistiados.

Si esa condicionalidad no se da, en mi humilde opinión, esa ley, y por tanto la investidura, no es política ni moralmente digna de ser apoyada. Ese me parece el elemento trascendental de este asunto. Y como dicha ley no la conocemos, mi postura es también una cierta elucubración. Claro está que el proceso de negociación podría haber sido más transparente y que la militancia socialista debería haber sido llamada a ratificar algo más sólido y claro, pues, en estos momentos, nada consistente existe todavía, aunque todas las apariencias vayan en una sola dirección, la de que la investidura es un hecho.

Supongo que la última parte de la negociación con los independentistas catalanes radica en la citada condicionalidad, pues ellos sostendrán que no han cometido ningún delito y, por lo tanto, no tienen que hacer ninguna manifestación explícita en ese sentido. Incluso, muchos de ellos, afirmarán que lo volverán a hacer. Si esto sucediese así, y así se plasmase en la ley que va a permitir la investidura, mi postura posibilista decae y manifiesto públicamente mi posición en contra de la citada investidura, pues no solo no supone un progreso en la convivencia entre los españoles, sino que es un aval para los delitos cometidos por los amnistiados. Lo que se proclama como beneficio general mutaría en meros beneficios particulares de unos pocos. No todo vale si los principios (jurídicos, políticos y morales) se quiebran.

Hay otros aspectos importantes que se derivarán del resultado de la investidura pero no caben aquí. Seguiremos informando. Gracias.

Mariano Berges, profesor de filosofía

lunes, 23 de octubre de 2023

UNA SITUACIÓN COMPLEJA Y COMPLICADA

 



En fecha 4-09-2022 escribí mi último artículo en este periódico. Transcurrido este tiempo me arriesgo a seguir opinando en una época muy movida y en la que no es fácil situarse, salvo soltando unas cuantas obviedades.

La situación es compleja y complicada. Lo complejo concierne al pensamiento y lo complicado a la acción. Sirva este primer artículo del regreso para hacer un ejercicio de situación sobre la actualidad. Y me ceñiré a tres asuntos principales: las dos guerras, Ucrania y Palestina-Israel, y la investidura política pendiente en España.

1. Sigue la guerra de Ucrania sin pinta de finalizar en mucho tiempo. Es lo que se llama una guerra enquistada. Y los mercaderes de armamento siguen con el mercado abierto, en el que se consumen productos próximos a caducar y se experimentan otros nuevos para que los patente su uso. ¿Qué tiene que suceder para que finalice esta masacre de vidas, empobrecimiento económico y exilio de la población? ¿De verdad que ayudando a un bando para que venza al otro esta guerra se acabará? La experiencia parece enseñar que si una guerra no es rápida se enquista en el tiempo. ¿Solución? La habría si los grandes poderes quieren. Hay que valorar situaciones nuevas, por ejemplo, volver a la situación originaria del día de antes del comienzo de la guerra y empezar a negociar. Exactamente lo que no se hizo en su momento. Está claro que debe haber un punto de partida: ni Rusia puede anexionarse nada por la fuerza ni la OTAN puede expandirse hacia Rusia. Y a partir de ahí, a negociar. ¿O no es esto una prolongación de la guerra fría?

2. La guerra de Oriente Medio entiendo que es más complicada por su duración, y los intereses en juego, pues existe desde1948, momento de la creación del Estado de Israel, con nocturnidad y alevosía. Todo el mundo sabe que hasta que no haya dos Estados, Israel y Palestina, coexistiendo uno al lado de otro, esta guerra no finalizará. La responsabilidad de las grandes potencias es inmensa y terrible. El odio entre las dos partes cada día es más profundo, lo que hace más difícil la paz. En un par de ocasiones se estuvo cerca de la paz, pero siempre saltaba una chispa que lo abortaba. Mientras tanto, la gente sigue muriendo y los mercaderes engordando. Ya vale de soflamas patrióticas y empecemos a usar en serio la ONU. ¿Qué no sirve para nada? Configuremos otra instancia más operativa y ágil. Ya Kant afirmó en el s. XVIII que la paz del mundo era la cuestión más importante de la humanidad. Pues parece que no solo no nos hemos enterado sino que no nos interesa.

3. Pasemos a la esfera nacional española. Habrá que empezar por afirmar que solo hay una nación, y que el resto son nacionalidades o regiones. Y que una nacionalidad no es una nación. Aquí la confrontación es doméstica, pero, en el fondo, el asunto sustancialmente es el mismo: intereses de las partes y de los individuos. Al menos en España, si no nos exacerbamos demasiado, hay unas reglas de juego que cumplir. Y mientras estas reglas de juego democráticas (Constitución y elecciones) estén en manos del Estado nadie puede erigirse e imponerse sobre los demás, a no ser que los demás así lo acepten. El único sujeto político constitucionalmente es la nación española, o sea, el conjunto de todos los españoles.

En estos momentos, hay pendiente una investidura del próximo jefe de gobierno. Nos guste más o menos, hay que seguir las normas establecidas por el juego democrático y ejercidas por los agentes constitucionalmente también establecidos (partidos políticos, Parlamento y jueces) y hacer valer el sistema por encima de las individualidades. En definitiva, todo el mundo puede opinar, todo el mundo tiene que ajustarse a las leyes, todo debe discutirse y votarse en el Parlamento y todo debe supeditarse a los tribunales de justicia. Las normas están claras y el juego ha empezado. A unos les gusta más unos resultados que otros. Obvio. Pero hay que aceptar las reglas del juego sin manifestaciones apocalípticas ni exclusiones apriorísticas. Ya sabemos todos que nuestro sistema es proporcional y quien ocupe la presidencia del Gobierno dependerá de la decisión de una mayoría de diputados en el Parlamento. Por eso Feijóo no alcanzó la presidencia, porque no tenía una mayoría suficiente de diputados. Y ahora Sánchez la puede (o no) alcanzarla. Para conseguir este objetivo hay que estar a lo que digan las leyes y la Constitución. Y si no lo están, y aunque lo voten 176 diputados, el Tribunal Constitucional dictará sentencia en contrario.

¿Cuál es, pues, el miedo? Yo no tengo miedo. Porque confío en que todos cumplan con su obligación. Mientras tanto, todos, incluso yo, podemos opinar con mayor o menor fundamento. Y la palabra-concepto que concita todas las opiniones es amnistía: que si es legal o no; que si es constitucional o no; que si es moral o no; que si es políticamente viable; que tiene que estar dentro de la Constitución.  Yo, como no soy jurista y menos aún jurista constitucionalista, he leído muchas opiniones de gente experta y otros no tan expertos en derecho constitucional. He aprendido mucho y desde mi ignorancia, me atrevo a afirmar que Sánchez tiene todo el derecho a negociar e intentar pactar con todos los partidos políticos. Otra cuestión es la interpretación política que cada uno pueda hacer de los socios con los que negocie o pacte. Lo que no puede hacer es pactar cuestiones que sean inconstitucionales. Y, políticamente, la medida de gracia que se adopte deberá servir para avanzar en la convivencia Cataluña-España, y no solo en beneficiar a los delincuentes.

Hasta aquí todo parece correcto. Pues hágase. ¿Que algunos votos son imprescindibles pero exigen contrapartidas inconstitucionales? No puede hacerse aunque lo aprueben 176 diputados. El TC podrá y deberá desautorizarlo. ¿Repetir elecciones? Pues volveremos a votar.

Seguiremos informando. Gracias.

                                    Mariano Berges, profesor de filosofía