martes, 27 de mayo de 2014

VARAPALO AL BIPARTIDISMO

Como aperitivo, algunos titulares de prensa:
“Gana el PP, pierde el bipartidismo” (EL PA“Golpe al bipartidismo en España y Aragón” (EL PERIODICO DE ARAGÓN) –el titular más objetivo-.

“El PP gana al PSOE, pero ambos sufren un duro castigo en las urnas” (HERALDO DE ARAGÓN)

“Rubalcaba tira la toalla y convoca un congreso extraordinario para julio.” (EL PAÍS)

“Pablo Iglesias (Podemos): Nuestro objetivo es echar del poder a PP y PSOE” (EL PAIS)



Parece claro que en las elecciones europeas ha habido dos perdedores, PP y, especialmente, PSOE. Ambos han sufrido la desafección ciudadana de una manera dura e indubitable. No les sirve decir que han sido los primeros y los segundos. El resultado hay que analizarlo con perspectiva y prospectiva. Bajar del 80% al 50% es un varapalo grave. Y aún queda recorrido por ver, porque, si no cambian su manera de interpretar la política, la bajada puede ser un descenso a los infiernos. Hay ejemplos de desaparición de grandes partidos muy cercanos en tiempo y espacio: el Partido Socialista italiano, el Partido Comunista francés, de alguna manera también el Partido Comunista italiano. El domingo bajaron el Partido Socialista francés y el español vertiginosamente. Por otro lado, parece un gran triunfo de partidos pequeños y/o emergentes: IU, UPyD, Ciudadanos y, especialmente, Podemos. Y así es si analizamos los datos en sí y de una manera absoluta.



Sin embargo, toda elección lleva en sí una carga de espectáculo mediático y litúrgico. La política, realidad más prosaica de lo que parece, empieza a funcionar una vez desaparecida la liturgia mediática. Y vemos que en el Parlamento europeo va a haber una mayoría clara semejante a la que ya había anteriormente, o sea, la coalición que ha venido funcionando entre los populares y los socialistas europeos. El resto, incluidos los antieuropeos, meterán ruido pero acordarán poco.



Al llegar aquí hago dos preguntas-respuestas nada retóricas: 1) La gran coalición popular-socialista ¿seguirá haciendo en Europa la misma política que hasta ahora? 2) Si es que sí, el descenso a los infiernos de los dos partidos mayoritarios está garantizado. Si es que no, el gran varapalo del domingo habrá surtido efecto y la política habrá vuelto a triunfar.



Esto sucederá en Europa. ¿Y en España? Algo parecido, aunque con matices, porque ni el PP español es homologable con la derecha europea (es peor), ni el PSOE español tiene una situación interna como la socialdemocracia/socialismo/laborismo europeos. Añádase a ello, el proceso soberanista catalán y la incógnita del nacionalismo vasco, aún por ver. De momento, el PSOE anuncia cambios radicales, mientras que el PP (Rajoy) dice que no hay nada que cambiar.



Remontando un tanto la vista, me viene a la mente un problema de tipo filosófico: ¿qué es más real, la apariencia o la realidad? Ontológicamente, la realidad; perceptivamente, la apariencia. La gente, sobre todo cuando vota, funciona por la percepción (que es su realidad subjetiva). Y, en España, yo he llegado a la conclusión de que la gente vota correctamente, o sea, que marca la tendencia del momento. ¿Qué nos ha dicho la gente en las elecciones europeas? Que sigue amando la política, pero otra política. La gente no tiene que concretar más. La gente marca la tendencia, y son los partidos, consecuentemente con los resultados, los que tienen que hacer política. A veces, parece que dos partidos –PP y PSOE- van de la mano y la gente los castiga semejantemente, como si ambos gobernaran juntos. Pero esto es apariencia. La ontología (realidad objetiva) nos dice que son muy distintos, por historia y por ideología. Otra cosa es que en la globalización económica, los intereses multinacionales los obligue a ir de la mano. Por eso, si la política se impone a la economía, volveremos a ver las diferencias entre los dos. Si la economía sigue mandando sobre la política, ambos partidos se asemejarán.



Dentro de un año (municipales y autonómicas) y dentro de año y medio (generales) habrá nuevas elecciones. ¿Se pueden extrapolar los resultados? Depende de lo que haga cada partido en este tiempo. Si todo sigue igual, puede suceder lo mismo pero más agudizado. Si la práctica política cambia (radicalmente) la situación puede cambiar. Rubalcaba ha dado un ejemplo: ha dimitido aún siendo la mejor cabeza política del PSOE. Los sondeos, las elecciones, la gente, no lo quiere. ¡Que los dioses iluminen a los socialistas! ¿Y en Aragón? Lambán, también la mejor cabeza del PSOE aragonés, va a tener problemas. Un partido es el líder y los acompañantes. Tendría que pensar seriamente en depurar a gran parte de sus acompañantes.



También se le entiende todo a P.Iglesias (Podemos). No quiere tanto transformar la sociedad como barrer a PP y PSOE. No entiende mucho de política y se le nota mucha prisa por estar en el poder.



Mariano Berges, profesor de filosofía



sábado, 24 de mayo de 2014

JOSÉ MÚJICA, PRESIDENTE DE URUGUAY



El domingo día 18 de mayo de 2014, en el Programa “Salvados” de La Sexta, Jordi Évole nos presentó una entrevista con José Mújica, Presidente de Uruguay. Como siempre, el periodista Évole nos ofreció un documento interesantísimo, a lo que unía en este caso un ejemplo singular de político.

El Presidente Mújica se nos ofrece como una persona normal que, por circunstancias diversas, ha llegado a ser Presidente de su país. Lo inusual del caso es que el sustantivo persona no es alterado en su esencia ni en su conducta por un adjetivo tan potente como presidente. España, por ejemplo, es un país en el que se usan poco los sustantivos y mucho los adjetivos; se nota que se valora poco la sustancia. Pepe (así lo llaman en Uruguay) sigue siendo Pepe, pero con un oficio distinto, que lo ejerce con la misma coherencia y profundidad con las que ha ejercido otros oficios (ciudadano, guerrillero, preso, parlamentario…). Su aspecto, su hábitat, sus costumbres, su sentido de la vida, su relación con los otros, siguen siendo los mismos. Y todo ello, que debería ser lo habitual, resulta extraordinario porque lo ordinario, en todos los casos semejantes al suyo, ha desaparecido.

Ante la pregunta de qué siente cuando los políticos europeos lo reciben con el protocolo ceremonioso con que lo hacen y con la retórica habitual hacia un presidente de otro país, Mújica responde que “los políticos europeos son vacíos. Todos usan la misma retórica vacía”. Y lo dice con sencillez. Nadie se siente insultado porque lo dice desde la normalidad de su persona y su sentido de la verdad. “Hay que decir siempre la verdad. La verdad es la mejor comunicación”, sostiene nuestro persona-je, sin engolar la voz y con una sonrisa de niño pícaro que conoce perfectamente su disontonía con “lo normal”.

Ante el escándalo de su “modus vivendi” como Presidente, que muchos lo tildan de nuevo marketing, contesta que simplemente es la sobriedad que ha ejercido durante toda su vida. No usa la palabra austeridad porque dice que Europa la ha prostituido. Ironía profunda.

Évole hace una pregunta con carga dialéctica. Le pregunta al Presidente Mújica si con su “no consumo” no estará destruyendo el crecimiento económico y el progreso de la sociedad, que se basa en la producción y consumo de artículos. La respuesta es que lo que habría que hacer es universalizar el consumo (también para asiáticos y africanos). De esta manera, el capitalismo ampliaría su negocio hasta niveles nunca vistos. Frente al consumo de unos pocos que consumen mucho y no necesario, el consumo de todos, que consumirían artículos básicos y necesarios. El negocio sería redondo y, de paso, aliviamos el problema de la emigración. Lección epicúrea.

Su concepto de Europa es magnífico, a pesar de la crisis que está padeciendo. Predice que Europa se salvará por el mucho talento que tiene, a pesar de sus políticos. Por el bien del mundo, Europa tiene que volver a ser la referencia universal de todo lo mejor que la humanidad ha construido.

Es curioso cómo reconoce sus fracasos como Presidente, por ejemplo en la educación, y cómo analiza las causas de los mismos. Esgrime como causa fundamental el pensamiento reaccionario de la gente normal, que posibilita todas las resistencias al cambio por parte de la oligarquía. De ahí la importancia de la educación. Es sibilino cuando él no se reconoce como revolucionario. Incluso habla de su gran error “revolucionario”. Se reconoce como una persona normal en una sociedad capitalista a la que poco a poco, pero con mucha decencia y dignidad, se puede ir transformando. Entiende que la patología de la izquierda es el infantilismo, que no es otra cosa que confundir los deseos con la realidad. Cuando el periodista le comenta que lo pueden tildar de conservador, contesta que ser conservador no es negativo, que lo malo es ser reaccionario, que no es más que una patología de ser conservador.

Ante la reiteración de su modo de vida “provocador”, que incluso mucha gente lo puede percibir como “indigno” en la representatividad de todo un país, Mújica no responde con una reivindicación ampulosa de su verdad-testimonio. Con una enorme sencillez, y casi con vergüenza, contesta “vivo como pienso; de lo contrario, acabaría pensando como vivo”.

Que Uruguay está lejos; qué vas a esperar de un guerrillero; que España-Europa es otra cosa, otra cultura, otra civilización. Incluso que “hay gente pa tó”. En definitiva, que no es extrapolable. Incluso un mal ejemplo que no “viste” el cargo. Mi asombro no fue tanto por su “modus vivendi”, sino por la coherencia entre sus ideas y su conducta. Pensé en nuestra desafección por la política y sonreí.

Tras la entrevista me desperté y el dinosaurio seguía allí.


Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 10 de mayo de 2014

25 M, ELECCIONES EUROPEAS


Escribía yo en un artículo de este diario, fecha 17.03.2012, lo siguiente:
¿Esperanza? Puestos a elucubrar, si en Francia venciese el socialista Hollande y en Alemania llegase a gobernar la socialdemocracia del SPD, aunque fuese en coalición con la democracia cristiana del CDU de Merkel, Europa podría empezar a modificar esos criterios hoy intangibles.” Me refería a las políticas de austeridad y recortes. Pues bien, dos años después observamos que eso ya ha sucedido pero el cambio no se ha producido. Incluso hay indicios de lo contrario en la actual política francesa. El dilema entre austeridad y crecimiento sigue. Ambos conceptos deben ser objeto de un análisis detallado desde las ópticas europea y nacional.

El 25 M se celebran elecciones europeas. Más de 400 millones tienen en sus votos la Europa de los próximos cinco años. Sin embargo, en España, el 57% dicen en los sondeos que no van a votar, y del 43% restante la mitad no sabe a quién votar. Es, pues, una elección que interesa a pocos españoles. Cierto que los grandes partidos no ayudan al esclarecimiento por usar estas elecciones en clave interna y hasta para colocar a políticos desubicados. Sin embargo, actualmente, hay más decisiones europeas que inciden en nuestras vidas que decisiones netamente españolas. ¿Qué habita en nuestras mentes para no dar importancia a lo que objetivamente la tiene? ¿Somos conscientes de estar actuando contra nuestros propios intereses? Pienso que ésta es la cuestión fundamental: Europa es un escenario nuevo al que todavía no nos hemos habituado y cuyos protagonistas no forman parte de nuestro paisaje conocido. Necesitamos una buena dosis de gimnasia mental para establecer la relación causa-efecto entre lo que pasa en Europa y nuestra calidad de vida personal. El Parlamento europeo que elegimos y la Comisión Europea que se configurará según los resultados parlamentarios son, junto al BCE, el núcleo duro de las decisiones europeas.

No hace falta repetir la situación negativa en que se encuentra Europa (y España, aún más): paro, recesión, deuda, desigualdad, pobreza, incertidumbre. Pero me parece más interesante analizar las causas que las consecuencias. Usando la terminología de Bauman, en la actual “modernidad líquida” el poder se ha separado de la política, por lo que ésta solo puede parchear los problemas que el poder fáctico genera. Y mientras el Estado (el nacional y el deseado Estado federal europeo) no recupere el poder, estaremos en la misma situación: supeditación de la política al poder real del mercado.

En una sociedad democrática las elecciones, por parciales que sean, son el instrumento más poderoso que tienen los ciudadanos para transformar la sociedad y sus vidas. Lo que sucede es que nuestras sociedades cada vez son más complejas y difíciles de comprender. Y la política se ha estancado en la fase anterior a la revolución cibernética y la consiguiente globalización. Como consecuencia de ello, la política carece de respuestas a los problemas actuales y la gente se desentiende de quien no puede arrojar esperanza a sus desesperanzadas vidas. Los partidos minoritarios piensan que es su momento por el desgaste de los mayoritarios, pero esa percepción no es más que fogonazo temporal. La cuestión verdaderamente importante es saber discernir que los partidos de derechas están cómodos en esta situación y los de izquierdas deben modificar sus procesos mentales y estratégicos si quieren aportar algo nuevo y eficaz al cambio demandado por los ciudadanos. Los conservadores se han apropiado del escenario y manejan el relato con ideas que calan fuerte como “no hay alternativa” y “estamos superando la difícil situación que hemos heredado”. Por el contrario, las izquierdas solo amagan con pequeños parches al enorme conglomerado de errores, frustraciones e incertidumbres.

¿Ensayar nuevas formas de hacer política? Sí, pero cuidado con los experimentos y los falsos profetas populistas. Los nuevos fenómenos sociológicos de calle no han demostrado nada nuevo, aparte de involucrar a la ciudadanía en la problemática concreta de cada día (que no es poco). Yo estoy convencido de que la gente normal sigue queriendo creer en la política pero con un nuevo formato. Son los partidos (sobre todo los de izquierdas) los que tienen que adaptarse a las nuevas circunstancias y saber elaborar los nuevos discursos y praxis que respondan a los nuevos problemas, que en el fondo son los de siempre: dignidad humana y una mínima calidad de vida. En definitiva, necesitamos una nueva inteligencia política que no solo perciba señales sino significados, y que entronice al ser humano como nuevo catalizador de las decisiones a tomar.

Mariano Berges, profesor de filosofía