sábado, 22 de octubre de 2016

TRAS LA GUERRA, GESTIONAR LA PAZ


Tras el esperpento del Comité Federal (CF) socialista del sábado 1-10-16 procede lamer las heridas y reflexionar los pasos a dar. La Gestora ha estado discreta y ha gestionado bien el poco tiempo que tenía ante el CF de mañana domingo. Se supone que antes de volver a televisar para todo el país otro espectáculo esperpéntico ha habido suficiente comunicación interna y externa como para consensuar la abstención en la investidura de Rajoy.
¿Por qué la abstención en vez del no? ¿Por el bien de España? Expresión grandilocuente que entre todos hemos vaciado de contenido. Pero bien habrá que hablar del interés general, que, en política, suele ser la opción por el mal menor. Y el PSOE no está, ni de lejos, en condiciones de ir a unas terceras elecciones. Si se celebrasen, el PP estaría en disposición de aumentar su ganancia electoral. Así está la situación, nos guste o no. ¿Qué el PSOE hubiera podido negociar y pactar con Podemos? Ni uno ni otro está por esa labor, pues su reto inmediato es su particular batalla por la hegemonía de la izquierda. Otra cosa es la demagogia verbal por declarar al otro culpable de tal imposibilidad. Las relaciones fructifican cuando están maduras, y ahora no lo están.
La abstención socialista (y gratuita) en la investidura de Rajoy es en estos momentos necesaria. Para la sociedad y para el PSOE. Es cierto que otro escenario hubiera sido posible si tras el 26-J Pedro Sánchez y los dirigentes socialistas territoriales hubiesen debatido abierta y honestamente sobre las posibilidades reales de alianzas y pactos. Pero no fue así, no hubo debate, la incomunicación esterilizadora se apoderó del espacio socialista y ni siquiera se pudo negociar una investidura de Rajoy con contrapartidas políticas muy importantes (las que todos sabemos: derogación total o parcial de algunas leyes retrógradas, poner en marcha la reforma constitucional, algunas salvaguardas sociales básicas, normas regeneradoras imprescindibles, garantizar las pensiones, pacto social por el empleo y clarificación funcional de las instituciones). El “no es no” ha supuesto una jaula infranqueable para el PSOE: se ha hooliganizado al votante y al militante, ha imposibilitado la reflexión y ha anulado los matices. Si todo el proyecto de un partido político consiste en echar a la derecha del poder, poco futuro le espera a tal partido. Sería interesante para la gente de izquierdas algún ejercicio mental original. Por ejemplo, que sería bueno para España que el PP se regenerase  y se transformase en un partido de derecha más moderno y reformista. La minoría parlamentaria del ejecutivo lo posibilitará. Ni nosotros somos tan buenos ni los demás tan malos. El maniqueísmo es pura pereza mental. Una vez más, las frases redondas, los eslóganes facilones y retóricos, en definitiva, la victoria de las palabras sobre las ideas, ha generado una crisis de la que no será fácil salir, y la educación política de los ciudadanos en general y de los militantes en particular seguirá siendo una cuestión galáctica.
En el caso del PSOE, que es el partido que me ocupa y preocupa, y previamente a su labor parlamentaria, debe poner orden en su guerra orgánica. Y para ello es necesaria mucha inteligencia y mucha generosidad por parte de todos los dirigentes de todos los niveles, para acertar en los dos objetivos próximos: un liderazgo inclusivo y coordinador y un congreso sereno y clarificador que estructure el partido según las exigencias del siglo XXI. Al Congreso deberían acudir todas las mentes pensantes del PSOE y no los brazos de madera que suelen acudir. En la actualidad, ser jefe es saber coordinar y saber delegar. Hace muchos años que los miembros de cualquier organización compleja, y un partido político importante lo es, no tienen por característica principal obedecer sino participar, con ideas, propuestas y críticas. Todo ello debidamente encauzado. Y como consecuencia de ello, la primera característica del jefe de una organización compleja no es mandar sino coordinar y estimular una actitud crítica de sus colaboradores. La pirámide representa un concepto antiguo del poder. La actual representación del poder es en red.
Actualmente se suele usar mucho el término “relato” para describir cómo se trasmite y cómo se percibe socialmente una realidad. Pues bien, el PSOE necesita urgentemente un relato nuevo, en su trasmisión y en su percepción. Pero para ello hace falta cambiar a los relatores, porque los de siempre confeccionarán la narrativa de siempre, que ha quedado obsoleta. Porque lo acaecido últimamente en el PSOE no es más que el final previsto tras una lánguida agonía.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 8 de octubre de 2016

ESPECTÁCULO PATÉTICO PERO EXPLICABLE

Lo que sucedió el sábado último (1-10-16) en el CF del PSOE fue un final anunciado, dados los intereses en juego, y que pasan por el interior del PSOE, ya que es el partido que mantiene el equilibrio español entre los intereses y estrategias nacionales e internacionales. Sería ridículo realizar un análisis de los hechos y gestos ocurridos sin elevarse a los hilos que posibilitaron el bochornoso espectáculo que dieron los miembros del CF socialista. El profundo sentido de la trama hay que analizarlo desde fuera y desde arriba. Un partido importante de un país importante es mucho más que una multinacional importante. Y desde esa perspectiva Sánchez era peligroso.
El capricho de los barones regionales en aupar a Pedro Sánchez a la Secretaría General, frente a Eduardo Madina, más la independencia que Sánchez intentó frente a sus padrinos, hizo que, en dos años, la brecha entre uno y otros llegase a ser abismal y peligrosa para los intereses de mucha gente y muchas organizaciones. Sánchez se creyó que era el jefe real del PSOE y que la militancia socialista le daba bula para una actuación política independiente de la estructura territorial, auténtica detentadora del poder orgánico e institucional socialista. Por cierto, que las primarias que coronaron a Sánchez fueron auspiciadas y teledirigidas por los aparatos regionales que luego lo destronaron. Magnífica visión de futuro.
La cuestión que se dilucidaba en primera instancia era la posibilidad de un gobierno alternativo a Rajoy con PSOE, Podemos y los partidos nacionalistas. Postura trabajada por Sánchez y que era más viable de lo que parecía. Frente a la abstención socialista (con condiciones o gratis, dependería del momento), que defendían los barones regionales, y que daría el gobierno a Rajoy y/o el PP. La amenaza de Sánchez de que fuera la militancia la que decidiese y la celebración de un congreso exprés, previas unas elecciones primarias para elegir un nuevo Secretario General, desató la tempestad que acabó como todos sabemos.
A partir de aquí, surgen muchas cuestiones como hipótesis de causas y consecuencias, pues en muy poco tiempo han sucedido muchas cosas, aparentemente desconectadas pero con una fuerte relación entre sí. Por ejemplo, el papel del diario El País, auténtico intelectual orgánico de la Transición, con su nuevo director (Caño) al frente, con Cebrián de mandarín, y con Felipe González y Rubalcaba de editorialistas. Este diario ha sido el auténtico ariete que desarboló las defensas sanchistas. Y la queja felipista de “Sánchez me ha engañado” fue el toque de corneta para el último ataque. La columna Andalucía hizo su papel de abanderada, y los demás se dejaron ver. Un personaje que ha tenido un papel original ha sido Borrell, que ha dicho algunas cosas elementales pero ciertas, acostumbrados al lenguaje críptico u obvio que usan los políticos. Por ejemplo, que si los dos partidos  de izquierda no se entienden, el PP gobernará eternamente. Elemental. Que se puede y hay que hablar con los nacionalistas. Lógico y conveniente. Otra cosa muy distinta es qué pactas, pero hablar, siempre se ha hablado y se debe seguir hablando.
¿Qué se debe deducir de todo esto? Si ha habido un partido que se alegre del espectáculo socialista es el PP. Otro que se alegra aún más es Podemos. Ambos por razones claras de rivalidad. El PSOE debe pensar muy bien los pasos que da, pues todo tiene consecuencias. Las consecuencias las suele analizar la ética de la responsabilidad o ética de las consecuencias. No así la ética de las convicciones, más épica y atractiva para las bases. Para cuestiones complejas (y la política siempre lo es) el análisis simple no sirve. En segundo lugar, el PSOE debe interiorizar de una vez para siempre que se ha quedado obsoleto, que ha reducido significativamente su voto cualitativo urbano y joven, que debe seleccionar mucho mejor a su personal político y directivo, que la dimensión orgánica no es un fin sino un instrumento al servicio de las instituciones, por lo que la separación de ambas dimensiones es muy recomendable. Otra cuestión a repensar son las primarias, que no casan bien con la estructura orgánica que tiene el PSOE. Son bonitas para un discurso pero nada prácticas para elegir líderes. Las bases, como la opinión pública, son fácilmente manipulables.
La Gestora, aunque provisional y configurada por los intereses de los vencedores, debería tomarse el tiempo que hiciese falta y que, una vez que haya decidido su papel a jugar en la hipotética nueva investidura, prepare con tiempo y con ideas y con gentes nuevas un congreso que marque la nueva dirección  del PSOE, sin prisas histéricas ni urgencias electorales. De lo contrario, no le arriendo las ganancias.

Mariano Berges, profesor de filosofía