Tras el esperpento del
Comité Federal (CF) socialista del sábado 1-10-16 procede lamer las heridas y
reflexionar los pasos a dar. La Gestora ha estado discreta y ha gestionado bien
el poco tiempo que tenía ante el CF de mañana domingo. Se supone que antes de
volver a televisar para todo el país otro espectáculo esperpéntico ha habido suficiente
comunicación interna y externa como para consensuar la abstención en la
investidura de Rajoy.
¿Por qué la abstención
en vez del no? ¿Por el bien de España? Expresión grandilocuente que entre todos
hemos vaciado de contenido. Pero bien habrá que hablar del interés general,
que, en política, suele ser la opción por el mal menor. Y el PSOE no está, ni
de lejos, en condiciones de ir a unas terceras elecciones. Si se celebrasen, el
PP estaría en disposición de aumentar su ganancia electoral. Así está la
situación, nos guste o no. ¿Qué el PSOE hubiera podido negociar y pactar con
Podemos? Ni uno ni otro está por esa labor, pues su reto inmediato es su
particular batalla por la hegemonía de la izquierda. Otra cosa es la demagogia
verbal por declarar al otro culpable de tal imposibilidad. Las relaciones
fructifican cuando están maduras, y ahora no lo están.
La abstención socialista
(y gratuita) en la investidura de Rajoy es en estos momentos necesaria. Para la
sociedad y para el PSOE. Es cierto que otro escenario hubiera sido posible si
tras el 26-J Pedro Sánchez y los
dirigentes socialistas territoriales hubiesen debatido abierta y honestamente
sobre las posibilidades reales de alianzas y pactos. Pero no fue así, no hubo
debate, la incomunicación esterilizadora se apoderó del espacio socialista y ni
siquiera se pudo negociar una investidura de Rajoy con contrapartidas políticas
muy importantes (las que todos sabemos: derogación total o parcial de algunas
leyes retrógradas, poner en marcha la reforma constitucional, algunas
salvaguardas sociales básicas, normas regeneradoras imprescindibles, garantizar
las pensiones, pacto social por el empleo y clarificación funcional de las
instituciones). El “no es no” ha supuesto una jaula infranqueable para el PSOE:
se ha hooliganizado al votante y al militante, ha imposibilitado la reflexión y
ha anulado los matices. Si todo el proyecto de un partido político consiste en
echar a la derecha del poder, poco futuro le espera a tal partido. Sería
interesante para la gente de izquierdas algún ejercicio mental original. Por
ejemplo, que sería bueno para España que el PP se regenerase y se transformase en un partido de derecha
más moderno y reformista. La minoría parlamentaria del ejecutivo lo posibilitará.
Ni nosotros somos tan buenos ni los demás tan malos. El maniqueísmo es pura
pereza mental. Una vez más, las frases redondas, los eslóganes facilones y
retóricos, en definitiva, la victoria de las palabras sobre las ideas, ha
generado una crisis de la que no será fácil salir, y la educación política de
los ciudadanos en general y de los militantes en particular seguirá siendo una
cuestión galáctica.
En
el caso del PSOE, que es el partido que me ocupa y preocupa, y previamente a su
labor parlamentaria, debe poner orden en su guerra orgánica. Y para ello es necesaria
mucha inteligencia y mucha generosidad por parte de todos los dirigentes de
todos los niveles, para acertar en los dos objetivos próximos: un liderazgo
inclusivo y coordinador y un congreso sereno y clarificador que estructure el
partido según las exigencias del siglo XXI. Al Congreso deberían acudir todas
las mentes pensantes del PSOE y no los brazos de madera que suelen acudir. En
la actualidad, ser jefe es saber coordinar y saber delegar. Hace muchos años
que los miembros de cualquier organización compleja, y un partido político
importante lo es, no tienen por característica principal obedecer sino
participar, con ideas, propuestas y críticas. Todo ello debidamente encauzado.
Y como consecuencia de ello, la primera característica del jefe de una
organización compleja no es mandar sino coordinar y estimular una actitud
crítica de sus colaboradores. La pirámide representa un concepto antiguo del
poder. La actual representación del poder es en red.
Actualmente se suele
usar mucho el término “relato” para describir cómo se trasmite y cómo se
percibe socialmente una realidad. Pues bien, el PSOE necesita urgentemente un
relato nuevo, en su trasmisión y en su percepción. Pero para ello hace falta
cambiar a los relatores, porque los de siempre confeccionarán la narrativa de
siempre, que ha quedado obsoleta. Porque lo acaecido últimamente en el PSOE no
es más que el final previsto tras una lánguida agonía.
Mariano
Berges, profesor de filosofía