sábado, 3 de diciembre de 2016

COITUS INTERRUPTUS

Tras cinco años de colaboración quincenal ininterrumpida en “El Periódico de Aragón” suspendo mis artículos, al menos por un tiempo indefinido. No hay ninguna razón especial sino que cuatro ideas que creía tener, especialmente sobre política, me da la impresión de haberlas repetido ya suficiente número de veces como para estar abusando de la paciencia de mis lectores. Gracias a todos los que me habéis leído y especialmente a los que me habéis criticado, por lo que supone de vuestro tiempo para la lectura y aún más para la crítica.
Parece como si el tempo político se hubiese quedado detenido. En España, en Europa y en Estados Unidos, por nombrar los tres escenarios más incidentes en nuestras vidas. Da la impresión de que es  la ciencia y la técnica las que únicamente condicionan nuestras existencias. La política, que es la ciencia más al alcance de nuestra mano, avanza poco, si no retrocede. Lo viejo fenece y lo nuevo no aparece. La gente sufre innecesariamente ante la indiferencia de los confortablemente establecidos. El mundo privilegiado se desentiende de los mundos que no llegan a un mínimo de dignidad humana. Por eso celebramos todos los días del año “el día de…”. Nuestras conciencias descansan con esos “días de…” y con las distintas ONG,s, la mayoría de tipo caritativo. La poética cinematográfica de Buñuel se extendía mucho en esa idea de que cuando no hay justicia abunda la caridad. Y en el medievo, los ricos hacían ostentación de su fortuna por el número de pobres que mantenían con sus limosnas. Es como si las desgracias ajenas nos recordasen lo confortable de nuestra existencia.
El momento en que suspendo mi colaboración coincide con el comienzo de una legislatura, por fin normal, en España. Tras un año de fuertes emociones y de idas y venidas intra y extra partidos políticos, se impuso el sentido común y formó gobierno el partido al que la mayoría de los españoles había votado. Ya sé que la mayoría parlamentaria podría haber posibilitado otro tipo de gobierno, pero razones tácticas, políticas y personales lo impidieron. Ahora comienza el tono gris y cotidiano de la vida política y parlamentaria. Se han acabado los numeritos circenses y los espectáculos tan mediáticos como poco operativos para la transformación de nuestra sociedad.
También en Europa nos encontramos en un momento de incertidumbre económica y política, con expectativas populistas de extrema derecha a la puerta de los gobiernos. “Que vienen los bárbaros” se titulaba un ensayo de los años setenta, precisamente en un momento semejante al actual. Italia celebra mañana domingo un referéndum al que Matteo Renzi vincula su continuidad y que los sondeos dan el NO como vencedor. Francia celebrará en Mayo elecciones presidenciales con unos sondeos que dan a Marine Le Pen la mayoría en la primera vuelta. Esperemos que el cordón sanitario republicano francés detenga la catástrofe. En Austria podría gobernar un partido fascista. Y en otros muchos países europeos existen ya o existirán gobiernos peligrosos de extrema derecha, impensables en la Europa de los derechos humanos.   
En Estados Unidos acaba de ser elegido un producto del más viejo populismo de derecha y que ha sembrado todo tipo de dudas en el mundo, ya que estamos hablando del país más fuerte e influyente. Todos confiamos en que Trump ejerza de político e incumpla sus amenazas esparcidas durante la campaña electoral. Supongo que se repetirá el “éxito” de Reagan, lo que puede suponer un retroceso mundial desde una perspectiva de progreso.
Y para finalizar, acaba de fallecer Fidel Castro, el último icono del espíritu revolucionario del siglo XX. Como auténtico líder revolucionario con influencia mundial, al menos espiritualmente, Fidel Castro representa lo mejor y lo peor  de los personalismos elevados a la enésima potencia. Junto a sus logros de independencia, sanidad, educación y dignidad cubanas frente al imperialismo acosador y reduccionista, cometió el enorme error de no saber retirarse a tiempo. Los caudillos viven su sentido histórico hasta su muerte, soportan mal la disidencia y se sienten elegidos por los dioses para configurar la historia de sus pueblos.

Es, pues, un buen momento para hacer mutis por el foro y dedicarse a observar y reflexionar con un mayor distanciamiento de la inmediatez, sin urgencias ni recetas ni consejos. Espero que esta fase de sequedad espiritual revierta y se traduzca en algo más reflexivo hacia mí mismo y quizás hacia los demás. Estos cinco años han constituido un tiempo gozoso que me ha permitido hablar conmigo mismo en presencia de todos ustedes. “El Periódico de Aragón” ha sido una generosa plataforma que lo ha hecho posible. Gracias a todos.                             Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 19 de noviembre de 2016

CIVISMO

Ante ciertas quejas sobre la temática, excesivamente política, de mis artículos, hoy bajo a la política cotidiana de la vida normal, la que hace agradable o desagradable nuestra convivencia. Me refiero al civismo. Y aprovecho para recomendar un libro útil sobre el asunto, “Convivir en la ciudad” (Fundación Democracia y Gobierno Local), de mi buen amigo Rafael Jiménez Asensio. De paso, dejamos enfriar la tensión política nacional, porque entre la reelección de Rajoy y la crisis del PSOE, no tenemos un día tranquilo. Y eso es malo para el corazón.
Si civismo viene del latino civitas (ciudad) y político viene del griego polis (ciudad), está claro que civismo es una cualidad política básica, cual es la convivencia armónica de la comunidad. En un sentido más completo, suele entenderse por civismo el comportamiento de la persona que cumple con sus deberes de ciudadano, respeta las leyes y contribuye así al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los demás miembros de la comunidad.
El civismo es fundamentalmente consecuencia de una buena educación, y ésta es producto de muchos agentes: la escuela, la familia, los amigos, la propia voluntad… Es un error pensar que la escuela es el agente fundamental de la educación. Pedagogos ilustres hablan de que solo el 15% de lo realmente significativo que entra en la mente se aprende en la escuela. El resto proviene de la sociedad en sus diversas manifestaciones (familia, amigos, lecturas, medios de comunicación…). Incluso hay movimientos pedagógicos al margen de la escuela.
Y al fondo del civismo hay implícita una idea política: lo público. La persona cívica ama y respeta lo público, que es la única propiedad colectiva. Incluso más que lo privado. Así pues, instalaciones y servicios públicos, parques, aceras, bares, transportes públicos, espacios públicos en general, son el espejo real de una sociedad. La ciudadanía normal solo exige a su ayuntamiento poder andar tranquilo por su ciudad y hacer un uso respetuoso de lo público, pensando siempre que detrás de ti viene otro ciudadano para hacer lo mismo que tú. Como consecuencia de todo ello, cualquier acto o comportamiento que moleste a otro ciudadano es una conducta incívica.
¿Contraejemplos? Aquí dejaría un espacio en blanco para que cada lector anotase su queja cotidiana: excrementos de perros, suciedad en general, ruidos en ámbitos públicos (ojo con las fiestas populares), limpieza de los parques, respeto a los ancianos y discapacitados en los transportes públicos, el encanto de los niños… propios (“niño, deja de joder con la pelota” canta el gran Serrat), el uso de las bicicletas fuera de su espacio propio, el uso y abuso de los móviles en lugares impropios, los aparcamientos en doble fila, girar sin indicarlo con el intermitente, el mal olor corporal, tirar papeles o escupir en el suelo, las pintadas gamberras en las fachadas hechas por los grafiteros, la destrucción del mobiliario urbano, el fenómeno del “botellón”, la mendicidad organizada, el ruido fuera de horas y lugares propios, etc. Pero no solo los ciudadanos están obligados a ello, sino que el Ayuntamiento de la ciudad está obligado a obligar. Y cuando la educación falla, la sanción económica suele también educar. La promoción de la convivencia y, en su caso, la represión de las conductas incívicas, es una necesidad objetiva de las autoridades de la ciudad.
Concretamente, en Zaragoza (ciudad donde habito) los parques son propiedad de los perros: andan sueltos o con correas largas, defecan, orinan. Para qué sirve el criterio inglés de pisar el césped si no te puedes echar largo por miedo a la suciedad o a un susto canino. Los niños no pueden jugar en el césped de los parques porque están sucios. Las ciudades importantes de los países civilizados prohíben el acceso de los perros a los parques públicos. De esa manera, los parques son para disfrute de los ciudadanos. Las aceras están frecuentemente con excrementos caninos. Cada vez que veo a un adolescente o joven sentado en un autobús o tranvía, y con anciano o discapacitado o embarazada de pie, te dan ganas de echarle un broncazo, pero lo piensas bien y te callas porque quizás te agreda. Cuando ves paredes recién pintadas que han sido repintadas por los gamberros de turno, te cabreas. Cuando ves a un perro suelto por la acera y te tienes que bajar a la calzada por si acaso, te vuelves a cabrear. En fin, hay tal cantidad de contraejemplos que nos haríamos pesados. Hoy en día parece evidente que el compromiso cívico de los ciudadanos ha descendido significativamente. En definitiva, se trata de educar a los ciudadanos para que sean capaces de valorar el espacio público que tienen como lugar de encuentro, de esparcimiento y de diversión.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 5 de noviembre de 2016

INVESTIDURA DE RAJOY, ESPECTÁCULO DE SÁNCHEZ Y CRISIS SOCIALISTA

Por fin hay gobierno en España. Con la abstención del PSOE, Mariano Rajoy obtuvo la investidura por mayoría simple. Fue una decisión y un trámite traumáticos para los socialistas, lo que ha supuesto un desgarro que costará cerrar y que marcará un hito en la larga historia socialista. Pero fue una decisión correcta. La alternativa era elecciones por tercera vez, lo que era una mala noticia para España y para el PSOE. Y si no se entiende así en el ámbito socialista es por el “hooliganismo” de los militantes y votantes, por la falta de pedagogía de los dirigentes y por la ausencia clamorosa de debate interno.
1) El debate de investidura fue un registro fiel de la sociedad española representado por los actores que cada partido político tuvo a bien designar. Rajoy superó su papel aburrido de la primera parte en las contestaciones, con su dialéctica cachazuda pero eficaz. Su humor gallego le reporta buenos dividendos dialécticos y camufla su dura traducción política. Hernando, portavoz del PSOE abstencionista y que antes había sido portavoz del “no es no”, tenía cara de circunstancias. No obstante, su discurso fue digno desde una perspectiva histórica que oxigenaba un tanto el papelón que le tocó jugar. ¿No podía la Gestora haber elegido a otro menos contaminado? Iglesias mostró su ya conocida habilidad e ingenio, trabajados en las asambleas de facultad y de las que se ha despegado muy poco. Su ego se impone sobre las cuestiones objetivas de la política, con lo que su discurso se traduce en cháchara demagógica de un izquierdismo trasnochado. Verdades parciales y mentiras globales. Garzón es mejor parlamentario de lo que demostró. El traje de Podemos no le sienta bien, y su obsesión por González le abortó el discurso. De Rufián y Matute, mejor no hablar; la grandeza de la democracia tiene que soportarlos. El portavoz del PNV mostró una vez más su estilo de sintaxis vasca y su defensa del injustísimo concierto económico. Los catalanes, como siempre, anodinos y repetitivos. Añoramos a Durán i Lleida.
2) Está claro que Pedro Sánchez se ha convertido en un personaje político a lo largo de los últimos dos años. De la nada al estrellato. Por méritos y deméritos propios más los deméritos de otros. Ha sido un proceso in crescendo con traca final (digna dimisión como parlamentario y nefasta entrevista en Salvados). En la entrevista se autopresenta como un héroe suicida en busca de los aplausos militantes de cara a las primarias de la Secretaría General del PSOE y de la falsa estima podemita. Sánchez quedará como un aventurero peligroso. Por mi parte, tengo que reconocer que me confundió su primera imagen, más épica que poética, de guerrero solitario frente a la deslealtad del establishment socialista. El final aporta el sentido auténtico del proceso y, en su caso, ha estado a punto de ser ruinoso para su partido. La individualidad no debe superponerse al colectivo, y menos aún los intereses personales.
3) Nos queda como tercer elemento de este análisis la crisis socialista, que hay que contextualizarla en la crisis de la socialdemocracia europea y en la crisis de valores políticos del proyecto europeo. Ambos factores explican parte de la crisis del PSOE, el resto hay que atribuírselo a su dirigencia. Es ya un clásico que, desde la desaparición de Felipe González de la primera línea política, el PSOE ha tenido un grave problema de liderazgo político. Hueco difícil de cubrir, pues no solo depende del propio interesado  sino del momento y de las circunstancias. En la actualidad, el momento es malo, las circunstancias adversas y los posibles líderes se desconocen.
No obstante, el PSOE debe ponerse a trabajar bajo la coordinación del presidente de la Gestora, con rigor, sin urgencias histéricas y con una visión a medio y largo plazo que subsanen de una vez el cortoplacismo electoral. En primer lugar, hay que preparar el Congreso con minuciosidad y con objetivos claros. Del Congreso debe salir un discurso nuevo que coloque el PSOE en un lugar propio, sin depender de la izquierda populista ni de la derecha corrupta; un proyecto político reformista de acuerdo con las circunstancias adversas de hoy para la socialdemocracia; y una planificación rigurosa para una oposición parlamentaria útil y visible, de la que va a depender su credibilidad futura. En segundo lugar, se debe encontrar un liderazgo moderno e inclusivo, que sepa coordinar y delegar, sin hipotecas y con capacidad política. Y en tercer lugar una cuestión no menor: la renovación del PSOE pasa por una mejor formación política y ética de los afiliados. Las agrupaciones socialistas deben volver a su antigua función educadora en valores de progreso social.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 22 de octubre de 2016

TRAS LA GUERRA, GESTIONAR LA PAZ


Tras el esperpento del Comité Federal (CF) socialista del sábado 1-10-16 procede lamer las heridas y reflexionar los pasos a dar. La Gestora ha estado discreta y ha gestionado bien el poco tiempo que tenía ante el CF de mañana domingo. Se supone que antes de volver a televisar para todo el país otro espectáculo esperpéntico ha habido suficiente comunicación interna y externa como para consensuar la abstención en la investidura de Rajoy.
¿Por qué la abstención en vez del no? ¿Por el bien de España? Expresión grandilocuente que entre todos hemos vaciado de contenido. Pero bien habrá que hablar del interés general, que, en política, suele ser la opción por el mal menor. Y el PSOE no está, ni de lejos, en condiciones de ir a unas terceras elecciones. Si se celebrasen, el PP estaría en disposición de aumentar su ganancia electoral. Así está la situación, nos guste o no. ¿Qué el PSOE hubiera podido negociar y pactar con Podemos? Ni uno ni otro está por esa labor, pues su reto inmediato es su particular batalla por la hegemonía de la izquierda. Otra cosa es la demagogia verbal por declarar al otro culpable de tal imposibilidad. Las relaciones fructifican cuando están maduras, y ahora no lo están.
La abstención socialista (y gratuita) en la investidura de Rajoy es en estos momentos necesaria. Para la sociedad y para el PSOE. Es cierto que otro escenario hubiera sido posible si tras el 26-J Pedro Sánchez y los dirigentes socialistas territoriales hubiesen debatido abierta y honestamente sobre las posibilidades reales de alianzas y pactos. Pero no fue así, no hubo debate, la incomunicación esterilizadora se apoderó del espacio socialista y ni siquiera se pudo negociar una investidura de Rajoy con contrapartidas políticas muy importantes (las que todos sabemos: derogación total o parcial de algunas leyes retrógradas, poner en marcha la reforma constitucional, algunas salvaguardas sociales básicas, normas regeneradoras imprescindibles, garantizar las pensiones, pacto social por el empleo y clarificación funcional de las instituciones). El “no es no” ha supuesto una jaula infranqueable para el PSOE: se ha hooliganizado al votante y al militante, ha imposibilitado la reflexión y ha anulado los matices. Si todo el proyecto de un partido político consiste en echar a la derecha del poder, poco futuro le espera a tal partido. Sería interesante para la gente de izquierdas algún ejercicio mental original. Por ejemplo, que sería bueno para España que el PP se regenerase  y se transformase en un partido de derecha más moderno y reformista. La minoría parlamentaria del ejecutivo lo posibilitará. Ni nosotros somos tan buenos ni los demás tan malos. El maniqueísmo es pura pereza mental. Una vez más, las frases redondas, los eslóganes facilones y retóricos, en definitiva, la victoria de las palabras sobre las ideas, ha generado una crisis de la que no será fácil salir, y la educación política de los ciudadanos en general y de los militantes en particular seguirá siendo una cuestión galáctica.
En el caso del PSOE, que es el partido que me ocupa y preocupa, y previamente a su labor parlamentaria, debe poner orden en su guerra orgánica. Y para ello es necesaria mucha inteligencia y mucha generosidad por parte de todos los dirigentes de todos los niveles, para acertar en los dos objetivos próximos: un liderazgo inclusivo y coordinador y un congreso sereno y clarificador que estructure el partido según las exigencias del siglo XXI. Al Congreso deberían acudir todas las mentes pensantes del PSOE y no los brazos de madera que suelen acudir. En la actualidad, ser jefe es saber coordinar y saber delegar. Hace muchos años que los miembros de cualquier organización compleja, y un partido político importante lo es, no tienen por característica principal obedecer sino participar, con ideas, propuestas y críticas. Todo ello debidamente encauzado. Y como consecuencia de ello, la primera característica del jefe de una organización compleja no es mandar sino coordinar y estimular una actitud crítica de sus colaboradores. La pirámide representa un concepto antiguo del poder. La actual representación del poder es en red.
Actualmente se suele usar mucho el término “relato” para describir cómo se trasmite y cómo se percibe socialmente una realidad. Pues bien, el PSOE necesita urgentemente un relato nuevo, en su trasmisión y en su percepción. Pero para ello hace falta cambiar a los relatores, porque los de siempre confeccionarán la narrativa de siempre, que ha quedado obsoleta. Porque lo acaecido últimamente en el PSOE no es más que el final previsto tras una lánguida agonía.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 8 de octubre de 2016

ESPECTÁCULO PATÉTICO PERO EXPLICABLE

Lo que sucedió el sábado último (1-10-16) en el CF del PSOE fue un final anunciado, dados los intereses en juego, y que pasan por el interior del PSOE, ya que es el partido que mantiene el equilibrio español entre los intereses y estrategias nacionales e internacionales. Sería ridículo realizar un análisis de los hechos y gestos ocurridos sin elevarse a los hilos que posibilitaron el bochornoso espectáculo que dieron los miembros del CF socialista. El profundo sentido de la trama hay que analizarlo desde fuera y desde arriba. Un partido importante de un país importante es mucho más que una multinacional importante. Y desde esa perspectiva Sánchez era peligroso.
El capricho de los barones regionales en aupar a Pedro Sánchez a la Secretaría General, frente a Eduardo Madina, más la independencia que Sánchez intentó frente a sus padrinos, hizo que, en dos años, la brecha entre uno y otros llegase a ser abismal y peligrosa para los intereses de mucha gente y muchas organizaciones. Sánchez se creyó que era el jefe real del PSOE y que la militancia socialista le daba bula para una actuación política independiente de la estructura territorial, auténtica detentadora del poder orgánico e institucional socialista. Por cierto, que las primarias que coronaron a Sánchez fueron auspiciadas y teledirigidas por los aparatos regionales que luego lo destronaron. Magnífica visión de futuro.
La cuestión que se dilucidaba en primera instancia era la posibilidad de un gobierno alternativo a Rajoy con PSOE, Podemos y los partidos nacionalistas. Postura trabajada por Sánchez y que era más viable de lo que parecía. Frente a la abstención socialista (con condiciones o gratis, dependería del momento), que defendían los barones regionales, y que daría el gobierno a Rajoy y/o el PP. La amenaza de Sánchez de que fuera la militancia la que decidiese y la celebración de un congreso exprés, previas unas elecciones primarias para elegir un nuevo Secretario General, desató la tempestad que acabó como todos sabemos.
A partir de aquí, surgen muchas cuestiones como hipótesis de causas y consecuencias, pues en muy poco tiempo han sucedido muchas cosas, aparentemente desconectadas pero con una fuerte relación entre sí. Por ejemplo, el papel del diario El País, auténtico intelectual orgánico de la Transición, con su nuevo director (Caño) al frente, con Cebrián de mandarín, y con Felipe González y Rubalcaba de editorialistas. Este diario ha sido el auténtico ariete que desarboló las defensas sanchistas. Y la queja felipista de “Sánchez me ha engañado” fue el toque de corneta para el último ataque. La columna Andalucía hizo su papel de abanderada, y los demás se dejaron ver. Un personaje que ha tenido un papel original ha sido Borrell, que ha dicho algunas cosas elementales pero ciertas, acostumbrados al lenguaje críptico u obvio que usan los políticos. Por ejemplo, que si los dos partidos  de izquierda no se entienden, el PP gobernará eternamente. Elemental. Que se puede y hay que hablar con los nacionalistas. Lógico y conveniente. Otra cosa muy distinta es qué pactas, pero hablar, siempre se ha hablado y se debe seguir hablando.
¿Qué se debe deducir de todo esto? Si ha habido un partido que se alegre del espectáculo socialista es el PP. Otro que se alegra aún más es Podemos. Ambos por razones claras de rivalidad. El PSOE debe pensar muy bien los pasos que da, pues todo tiene consecuencias. Las consecuencias las suele analizar la ética de la responsabilidad o ética de las consecuencias. No así la ética de las convicciones, más épica y atractiva para las bases. Para cuestiones complejas (y la política siempre lo es) el análisis simple no sirve. En segundo lugar, el PSOE debe interiorizar de una vez para siempre que se ha quedado obsoleto, que ha reducido significativamente su voto cualitativo urbano y joven, que debe seleccionar mucho mejor a su personal político y directivo, que la dimensión orgánica no es un fin sino un instrumento al servicio de las instituciones, por lo que la separación de ambas dimensiones es muy recomendable. Otra cuestión a repensar son las primarias, que no casan bien con la estructura orgánica que tiene el PSOE. Son bonitas para un discurso pero nada prácticas para elegir líderes. Las bases, como la opinión pública, son fácilmente manipulables.
La Gestora, aunque provisional y configurada por los intereses de los vencedores, debería tomarse el tiempo que hiciese falta y que, una vez que haya decidido su papel a jugar en la hipotética nueva investidura, prepare con tiempo y con ideas y con gentes nuevas un congreso que marque la nueva dirección  del PSOE, sin prisas histéricas ni urgencias electorales. De lo contrario, no le arriendo las ganancias.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 24 de septiembre de 2016

LA POLÍTICA Y LOS POLÍTICOS

Teniendo en cuenta que mañana, 25 de septiembre, se celebran las elecciones vascas y gallegas, y su resultado puede influir en un posible gobierno de España, propongo hablar hoy de algo más intemporal.
Una idea de la que no pocos analistas, entre los que humildemente me cuento, hemos escrito es la reivindicación de la política: menos obviedades y fraseología hueca y más proyectos y objetivos políticos. Debemos llegar a la conclusión de que los políticos son anecdóticos y coyunturales mientras que la política es categórica y estructural. Y en estos momentos de hartazgo electoral, y las correspondientes campañas llenas de trivialidades y chascarrillos, es más necesario que nunca hablar de política y menos de políticos, con sus intereses personales de supervivencia.
Siempre he sostenido que la bondad o maldad de la política llega a los ciudadanos desde las instituciones. Es su buen o mal funcionamiento lo que repercute en la sociedad, y no las declaraciones ampulosas de los dirigentes. ¿A cuántos políticos les importa el buen funcionamiento de las instituciones? ¿Cuántos políticos realizan planificaciones estratégicas, planes directores o evaluaciones por objetivos en sus instituciones? ¿Cuántos dirigentes son escrupulosos en el cumplimiento de la ley? ¿Cuántos se empeñan en la formación permanente de sus empleados públicos? La desafección política existe porque los ciudadanos observan que las instituciones no siempre sirven para mejorar su vida, que es el objetivo primordial de toda política. Más aún, que los verdaderos poderes fácticos (ajenos a las instituciones)  son los que marcan las políticas, mientras las instituciones son meros órganos formales que dan la conformidad a posteriori. Y ahora, en plena crisis (que no ha acabado, ni mucho menos), nos teorizan que la economía prima y manda sobre la política. Si esto es cierto, que parece que sí, sobra todo esfuerzo intelectual discernidor entre las distintas opciones políticas. Los ayuntamientos, las CCAA, el propio Estado, se declaran impotentes ante las directivas y prescripciones exógenas y sus consecuencias esterilizadoras sobre la acción política propia. Los distintos gobiernos se dedican a meras labores de maquillaje y los parlamentos y plenos a simples gestos de forzado asentimiento. Si no espabilamos, estamos hablando de un fracaso rotundo de la democracia. Y así, es lógico que los ciudadanos no vean utilidad a su voto. Nos encontramos en una encrucijada complicada y solo apta para verdaderos políticos.
Una de las claves de una democracia representativa es el control ciudadano sobre sus representantes. Y la participación pública es el instrumento más idóneo para que ello sea posible. Pero la participación pública es el hecho más manipulable que existe. El asambleísmo demagógico y estéril, la participación en encuestas opacas y manipulables, las llamadas incendiarias al pueblo, a la gente, a la sociedad, no sirven para nada si no hay previamente una información fiable, inteligible y evaluable. ¿Para qué sirven unos presupuestos con unas partidas ininteligibles para los propios políticos? ¿Para qué unos pliegos de adjudicación cuya interpretación de sus cláusulas solo está al alcance de los hacedores de dichos pliegos? Sucede lo mismo que en la parábola de Alicia: las palabras significan lo que el que manda quiere que signifiquen.
Los sondeos son otro invento de la manipulación por parte de los llamados poderes fácticos. ¿Por qué si no los medios de comunicación más influyentes son propiedad de los bancos y las grandes empresas del Ibex? Para hacer unas preguntas cuyas respuestas son obligadas lógicamente. En las encuestas la clave está en las preguntas y no tanto en las respuestas. Si además añadimos la cocina, el resultado es redondo para los intereses de los encuestadores. Y los partidos políticos, en lugar de elaborar programas y objetivos verdaderamente políticos, en el sentido de transformar la sociedad, dictan sus discursos reproduciendo lo que dicen las encuestas y los sondeos. ¿Dónde están las convicciones? La “nueva política” es una mera estrategia de comunicación para bobalicones y modernos. Todo menos políticas públicas de interés para la mayoría, que con frecuencia tienen que ser impopulares. Los políticos serios no hacen populismo sino que intentan convencer a la sociedad de que su proyecto político es el mejor, independiente de si los resultados electorales le son propicios. La política es un proyecto a largo plazo, donde el decir y el hacer deben ser coherentes y no estar a la última moda o tacticismo. La opinión popular cuenta y condiciona, pero no determina la política.

Mariano Berrges, profesor de filosofía

domingo, 11 de septiembre de 2016

INVESTIDURA: NI SORPRESA NI GOBIERNO


Por circunstancias personales, escribo este artículo con mucha antelación a la fecha de su publicación. Concretamente, ente la primera votación y la segunda de la sesión de investidura. Lo advierto para contextualizar su contenido en el tiempo. En este artículo me propongo desarrollar brevemente tres aspectos: la investidura de Mariano Rajoy, el conflicto interno del PSOE y las próximas elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre próximo.
1. Investidura fallida en su primer intento: 170 síes y 180 noes. Se prevé lo mismo en su segundo intento del viernes 2 de septiembre. Las terceras elecciones están a la vista. Da igual que sean el 25 o el 18 de diciembre. No merece la pena volver a repetir todas las posibilidades de pactos existentes. Más bien yo propondría que todos los opinadores callásemos hasta que los partidos políticos digan lo que tengan que decir, si es que tienen algo que decir. Porque el ruido ambiente creado es tan repetitivo, aburrido y absurdo que deberíamos aprender a valorar la hermosura del silencio.
El debate de la investidura ha gozado de una fuerza dialéctica interesante. Lo de mejores o peores va en gustos, pero cada uno ejerció su papel ante sus votantes con dignidad. Otra cuestión distinta es si nos situamos en una perspectiva de praxis política, ya que lo que se pedía a los partidos era la conformación de un gobierno para España. De eso, salvo Ciudadanos, nadie habló. Bueno, y el PP, pero éste por necesidades del guion más que por convicción. Pareció que estábamos ya en campaña de las terceras elecciones. ¡Horror! Me temo que, si se cumplen mis temores, la abstención y el voto en blanco van a tener una fuerte presencia en las urnas de diciembre.
2. Respecto del PSOE, todo lo que se diga aquí puede ser usado en contra de uno, pero el pensamiento libre y la palabra como vehículo del mismo es lo último a lo que hay que renunciar. El discurso de Pedro Sánchez fue sólido y bien armado pero duro y sin alternativa. No dejó ni una puerta abierta y pareció negar cualquier atisbo reflexivo si las circunstancias cambiasen. Hubo bastante de sobreactuación y tremendismo. Porque el discurso no era para aprobar una oposición sino una acción política que facilitara o impidiera la gobernabilidad de España, a sabiendas de que aún quedan dos meses de proceso. Quizás la razón sea que el discurso fue hacia fuera y hacia dentro. Ya se sabe que hacia fuera la épica negativa surte buenos efectos. Y hacia dentro, marca posiciones y condiciona el futuro debate. Porque el discurso de Sánchez, en síntesis, fue el siguiente: NO definitivo del PSOE a Rajoy y al PP; si alguien (del PSOE) quiere abstenerse que lo manifieste y que se moje. Yo espero a las primarias del partido. El resto fue el envoltorio procedimental, bien vestido y con notas a pie de página.
Por cierto, corre un Manifiesto por la prensa, con muchas firmas de notables, que pide una pacto entre PSOE, Podemos y Ciudadanos para formar un gobierno alternativo al PP. Eso ya lo podían haber hecho los tres partidos en la anterior investidura de Sánchez. Muy difícil que dos partidos semejantes en casi todo pacten un gobierno conjunto. En cierto modo, eso mismo propuso Albert Rivera en su intervención de este martes 30, pero con Rajoy de presidente. Dijo, dirigiéndose al PSOE y pidiéndole su abstención, “Ustedes y nosotros, y Podemos si se suma, podemos legislar juntos; le pido que valoren la potencia y dimensión de nuestra fuerza unida para hacer oposición”. La fuerza legislativa estaría en el Parlamento (Cámara Legislativa) y no en el Ejecutivo. Lo que sería una novedad en la política española.
3. El próximo 25 de septiembre tienen lugar las elecciones vascas y gallegas. Las segundas son más fáciles de analizar. O el PP vuelve a conseguir mayoría absoluta y Núñez Feijoo sería de nuevo Presidente, o no la consigue y todos los demás partidos se coaligan y eligen Presidente al candidato de Mareas a al candidato del Partido Socialista de Galicia. El resultado será muy ajustado. Si Ciudadanos entrara en el Parlamento gallego podría matizar esta afirmación.
Son más problemáticas las elecciones vascas. PNV, Bildu y Podemos van a competir fuertemente y la presidencia autonómica se dilucidará por las coaliciones que se formen posteriormente. Si el PNV se deja ayudar por PSOE y PP, si es que suman, podría tener repercusión en un segundo momento de la investidura española, porque los 5 escaños del PNV en Madrid valen su peso en oro y dejarían al PP a un solo voto de la mayoría absoluta. ¿El diputado Quevedo de Nueva Canarias?
Moraleja: en la realidad todo está interrelacionado.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 27 de agosto de 2016

¿QUÉ PASA CUANDO NO PASA NADA?


En este momento, “parece ser” que hay un pacto PP-C´s para votar afirmativamente la investidura de Mariano Rajoy. Las famosas seis condiciones de C´s son bastante endebles y la mayoría de ellas dependerá de una mayoría parlamentaria con intervención de más partidos. Alguna incluso podría necesitar de modificación constitucional. Además, los 137 escaños del PP más los 32 de C´s no dan la mayoría necesaria. Conclusión: estamos donde estábamos. Sin el apoyo del PSOE no hay investidura. Es exactamente la misma escena que el pacto PSOE-C´s de la anterior legislatura (aunque con menos votos).
La liturgia política por parte de todos los partidos y sus dirigentes ha sido esta vez más discreta pero, en el fondo, la misma. Cuando la historia se repite ya no es historia, es histeria. No ha pasado nada nuevo. Todo está donde estaba. Pero el tiempo pasa y la situación se degrada. Y los españoles asisten atónitos a una farsa puramente formal sin que aparentemente ocurra nada. Pero cuando no pasa nada sí que pasa algo. Pasa que el coste de la no gestión es el más intenso y perjudicial de todos. Parece igual que haya gobierno como que no haya. Y llevamos así casi un año. Y esto no acaba. Posiblemente hasta después del 25 de septiembre (elecciones vascas y gallegas) no se dilucidará si hay investidura o no. Si nos acostumbramos a que no haya gobierno, podríamos llegar a pensar que no es necesario. Y no es que la ausencia de políticos nos deje insomnes, es que es la misma política la que aparecería como innecesaria. ¿Es eso lo que se está buscando? Una vez más, los intereses de la derecha y los de la izquierda deberían aparecer como radicalmente distintos. Porque la izquierda sí que necesita la política. La derecha, no. Cuarenta años de franquismo lo atestiguan. Ésta es la diferencia fundamental que los actuales dirigentes de izquierda parecen no ver.
La puesta en escena por parte del PSOE y Podemos es nula. El primero aduce que ahora es el tiempo de Rajoy. Cierto, pero después qué. Podemos, ha desaparecido literalmente. ¿Aquí no pasa nada? ¿Hay alguien ahí? Aún será más patético cuando a partir del 2 de septiembre, una vez fallada la investidura de Rajoy, aparezca la nada en su majestuosa hermosura. Todo un  mes más por delante sin nada en el horizonte. Porque el tacticismo obliga a la ocultación de posicionamientos políticos hasta que la gente vote en Galicia y en el País vasco el día 25 de septiembre.
Es cierto que la opinión que está calando en la sociedad actual es la de un determinismo económico-político y tecnológico ante el cual nada se puede hacer y sólo queda protegerse: sálvese quien pueda. Pero, aunque solo sea por dignidad personal y colectiva, hay que intentar reconvertir la situación. ¿Cómo? En primer lugar, creando opinión con proyección reformista y generando posibilidades de cambio. Parece que las coaliciones progresistas, que teóricamente siguen siendo posibles, son imposibles en la práctica. ¿Por qué? ¿Quién lo ha decidido? Una cosa es que haya condicionamientos y resistencias fuertes que vencer y otra muy distinta es un determinismo conformista y sumiso. El futuro no está escrito y las únicas batallas que se pierden son las que no se dan. Parece que el orden actual establecido es un desorden muy bien organizado y, sobre todo, muy interiorizado socialmente. Pero no tiene por qué ser así. El estado-nación, a pesar de su pérdida de soberanía, sigue siendo clave. Es necesaria una dialéctica positiva Estado-UE, con ámbitos de discrecionalidad compartida y directivas comunes progresistas. Las soluciones siguen estando en Europa… y en España.
Y nos situamos en octubre. Y volvemos al interior del PSOE, que es donde se dilucida el nudo gordiano de la actual política española. El uso de tópicos y expresiones vacías, por ambiguas y polivalentes, hace estéril el lenguaje. Por ejemplo, “El PSOE debe estar en la oposición. Así lo han querido los electores” ¿Y si el Parlamento quiere al PSOE en el gobierno? No olvidemos que el 60 % de los electores han dicho no a Rajoy. En una democracia representativa, los electores votan el Parlamento no al Gobierno. ¿Cuál será el resultado final o provisional de la guerra entre Pedro Sánchez y sus varones críticos? ¿Tiene Sánchez un plan B? ¿Es posible que PSOE y Podemos puedan hablar de política en serio, sin ocultamientos ni mentiras? ¿Qué papel van a tener los nacionalismos periféricos? ¿El lenguaje sirve para manifestar o para ocultar? ¿Quién ha dicho que la política es fácil? Y podríamos seguir indefinidamente con los interrogantes, pero yo me mareo y acabo el artículo aquí. Me resisto a seguir diciendo tonterías y jugar a las adivinanzas.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 13 de agosto de 2016

ESPAÑA, UN PAÍS VIABLE

Ciertamente, escribir un artículo hoy sobre politología española tiene el peligro de perder su actualidad de un día para otro. ¿Qué supone la entrevista Rajoy-Rivera del miércoles 24-08-16? Ya lo veremos pero no pronto. En mi próxima entrega quincenal aún estaremos sin hechos concretos. Como consecuencia de ello, prefiero elevarme por encima de la cotidianeidad hasta principios más generales.
En estos momentos de incertidumbre y de europeidad difícil, la prioridad es hacer de España un país viable. Sin embargo, los discursos de los partidos políticos y las declaraciones de sus dirigentes son, en general, palabrería sin contenido político profundo, que parecen más un jeroglífico para los no iniciados. Lo que se llama opinión personal no es más que repetir lo oído o leído en algún sitio, y siempre en línea con sus intereses tácticos del momento.
Expongamos algunas notas de lo que entiendo por viabilidad española. En primer lugar, encarar la crisis económica y social de una manera clara y progresiva, hablando con claridad y explicitando los pasos a dar, de manera que los españoles sepan el proceso que van a transitar. Sin mentiras ni demagogias. Hoy se habla mucho de participación, pero sin información fidedigna e inteligible la participación es un cuento chino. En segundo lugar, desterrar la corrupción en todas sus formas. Esto ha de hacerse con leyes y normas eficaces, rápidas, universales y fáciles de aplicar. No hace falta concretar más. Todo el mundo sabe cómo traducirlo.
En tercer lugar está el problema territorial. Ni España es un mosaico de naciones ni ello tiene porque traducirse en un centralismo unívoco. La cuestión del nacionalismo es difícil y compleja. Ciñéndonos a la cuestión catalana, son indiscutibles los elementos culturales diferenciales de Cataluña (también de otros territorios españoles), pero de eso a elevarse al llamado principio de las nacionalidades (a cada nación corresponde un Estado) va un abismo. Las fronteras culturales, que las hay y son una gran riqueza de España, no tienen que devenir en políticas. Y manipular o hiperbolizar la historia no lleva más que al ridículo. No hay fundamentos objetivos para el independentismo. España no debe permitir un quebranto territorial, pues sería nefasto para las dos partes. Solo beneficiaría a la insolidaria burguesía catalana, que pondría todo el aparato de “su” Estado a su servicio y elaborarían leyes que posibilitarían el saqueo y expolio del bien común. Todo por la patria. Si ya lo han intentado  siendo españoles qué no harían siendo solo catalanes. Otra cosa son los sentimientos, más intensos en unos sitios que en otros, y el folklore, y la lengua-idioma-habla (cada uno la llame como quiera). Pues bien, que se cultiven y se respeten. Pero sin que nada de ello suponga discriminación jurídica, política ni económica para nadie. Consecuentemente, los privilegios de los conciertos vasco y navarro deben desaparecer sin ningún tipo de contemplaciones. Porque, de seguir con ellos, no todos somos iguales ante la ley.
La reforma constitucional debe hacerse pero sin urgencias ni histerias. El famoso, y por algunos denostado, consenso de la transición, es condición imprescindible para ello. Y para ello hace falta mucha voluntad y mucha paciencia. Lo que sí urge es que la magnífica CE se aplique realmente, especialmente en lo relativo a los derechos sociales de todos los españoles.
La economía debe pasar de financiera a productiva, de especulativa a real.  Y la competitividad es necesaria en una globalización realmente existente, pero no a costa de una desigualdad socio-económica delictiva. Dos derechos universales tan elementales y antiguos como trabajo y vivienda siguen sin estar garantizados. Eso debe constituir un requisito irrenunciable. Y para esa modernización de la economía, la educación en general y la Universidad en particular deben ser objeto de un fuerte pacto de Estado que evite los vaivenes continuos de los cambios de gobierno.
Y, por último, Europa. Hay que construir desde España un discurso europeo en consonancia con su espíritu fundacional. Una Europa federal con una economía y una política común y obligatoria no deben darnos miedo por una cierta pérdida de soberanía. Todos ganaríamos por pura sinergia. Para ello hace falta un gobierno ejecutivo europeo y unas instituciones europeas elegidas por sufragio universal. También hay sitio para las ideologías en Europa. Precisamente, el tan añorado estado de Bienestar no es posible sin una Europa federal que lo tenga como objetivo principal. Y la globalización actual solo será justa y equilibrada si los mejores valores de la mejor Europa tienen fuerza económica y política.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 30 de julio de 2016

HASTÍO POLÍTICO

Visto el número, bastante alto, de electores en las últimas generales, habrá que reconocer que los españoles tienen una vocación política a prueba de bomba. Y si hay terceras elecciones y la gente sigue votando en magnitudes semejantes, habrá que pensar en un masoquismo digno de mejor causa. En conversaciones coloquiales de bar o peluquería todos afirman estar hartos de los políticos, pero, como ya he dicho otras veces, desde una perspectiva futbolística de la política todos están con su equipo-partido, haga lo que haga y diga lo que diga. De lo contrario, no se entienden los votos a un partido que los jueces han definido como una organización configurada para delinquir y que, de hecho, está imputado como tal organización delictiva. Se confirma una vez más aquel dicho mafioso de “es un hijo de p., pero es nuestro hijo de p.”.
¿Y ahora qué? Ya llevamos más de un mes desde el 26-J y siete meses desde el 20-D y nada se ha movido. Y el que especialmente no se ha movido se llama Mariano Rajoy. Da la impresión que busca la mayoría absoluta en unas terceras elecciones. Que, visto lo visto y su progresión electoral, todo es posible. La táctica de Rajoy cada vez está más clara: o gobierna por aclamación o por agotamiento. Y, además, haciendo parecer culpables a los demás partidos por no permitir su gobierno, el más votado futbolísticamente pero el más regresivo de la democracia. ¿Y los demás partidos, especialmente el PSOE, qué hacen, qué piensan, qué estrategia siguen? Porque el PSOE, una vez evitado el sorpasso de Podemos, parece haber caído en una estéril somnolencia, carente de objetivos estratégicos y de metas tácticas. La presión de los barones socialistas hacia su líder Sánchez es tan agobiante que no necesita adversario externo, porque está situado en medio de tal sofisma que haga lo que haga lo coge el toro. Si se abstiene posibilitando un gobierno PP con Rajoy de presidente (especialmente si no se exigen contrapartidas significativas), la irrelevancia del PSOE está garantizada. Si vota en contra del PP una y otra vez, va a aparecer como el malo de la película y el causante principal de unas terceras elecciones, con el consiguiente coste electoral. Y si intenta otra vez someterse a una investidura, con Podemos y otros, no se sabe si es mejor que le salga o que no le salga. Está claro que el PSOE, antes con 90 y ahora con 85 escaños, es el elemento catalizador en la política de este país. Lo que no sé si es suerte o desgracia.
Este humilde articulista no se atreve a jugar a profeta, pues queda mucho tiempo todavía antes de concluir esta fase del proceso. Y como decía un buen amigo, más vale ser historiador que profeta. Aunque sí que me atrevo a afirmar que un gobierno vehiculado por el PSOE y apoyado por Ciudadanos y Podemos, supondría una auténtica transversalidad y un equilibrio ideológico con  los contrapesos necesarios para una mínima duración. Y podría garantizar una regeneración política e institucional mínima y unos objetivos en la esfera española y europea válidos para, al menos, un par de años. Y, de paso, dejar de hacer el ridículo. ¿Es eso posible? Si los tres partidos dijesen la verdad cuando hablan, no solo sería posible sino obligatorio. Estoy de acuerdo con el presidente de Extremadura cuando dijo aquello de que si hay terceras elecciones, deberían dimitir los cuatro líderes estatales. Por incapacidad individual y colectiva.
Porque es mucho más preocupante la degradación democrática que conseguir una estabilidad provisional; es preferible subsanar el descrédito de las instituciones y la corrupción sistémica y modificar una errónea política económica que una falsa estabilidad de empecinamiento en el error. Porque en todas estas cuestiones negativas, el Gobierno del Partido Popular ha tenido un papel determinante.   
Durante esos días están apareciendo documentos que defienden distintas opciones. Eso está bien. Ya era hora de que los expertos e intelectuales se mojasen. Porque no vale cualquier Gobierno, sino que queremos un ejecutivo que prime el bienestar de la ciudadanía y que defienda el modelo social europeo, y que recupere y amplíe los derechos y libertades ciudadanas, laborales y sociales quebrados.

Vuelvo al título de mi escrito. Los españoles ya no están dispuestos a dejarse engañar inocentemente. Están hartos de la politiquería (juego engañoso de los partidos que dicen defender una cosa cuando en realidad defienden otra muy distinta, incluso contraria). Si vamos a unas terceras elecciones (lo que cada vez es menos imposible), el fracaso político será tremendo y el descrédito político, mayúsculo. ¿Dónde está la nueva política?                                                Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 16 de julio de 2016

Antonio Aramayona, ciudadano libre

“Cuando estés leyendo estas líneas, ya estaré muerto. He decidido finalizar mi vida, ejercer mi derecho inalienable a disponer libre y responsablemente de mi propia vida”. Así empieza Antonio Aramayona su último artículo en su blog. Lo que constituye su carta de despedida para amigos y conocidos. Antonio Aramayona murió el martes 5 de julio de 2016. Su despedida apareció en las redes sociales al día siguiente. Nadie debe sentirse responsable de nada. El propio interesado lo dice muy claramente: “soy libre, soy dueño de mis actos y errores, de mis sueños y luchas, y por eso mismo decido si y cómo y hasta cuándo existir”.
Este artículo mío no es un obituario al uso, ni periodismo amarillo ocasional, ni una laudatio del suicidio, sino un homenaje a Antonio, al que yo conocía poco personalmente, pero del que sabía mucho por amigos comunes. Fue un ciudadano ejemplar y su último texto es una delicadeza exquisita que nos regala para, entiendo yo, proclamar, desde su ejemplo, el ejercicio pleno de su libertad personal, en la vida y en la muerte. Su carta emociona por la proclamación de su libertad: “He intentado que mi vida haya sido digna, libre, valiosa y hermosa. Y así he querido también mi último hálito de vida: digno, libre, hermoso y valioso. Así he querido vivir y así he querido morir.” Toda una maravillosa síntesis de libertad y coherencia en la vida humana.
Antonio era un ciudadano ejemplar. Profesor de filosofía en Educación Secundaria en Zaragoza (antes había ejercido en otros lugares), profesor apasionado en sus clases, educador entregado y eficaz para con sus alumnos, ciudadano libre e implicado en todas las causas dignas con las que tuviese relación, especialmente con la educación pública y la sociedad laica.
Su carta de despedida no tiene desperdicio. Independientemente de cualquier valoración filosófica o religiosa sobre el suicidio, la libertad ejercida por Antonio es plena y digna de todo respeto. Su fundamento es muy sencillo: el ser humano es dueño de su vida, y por lo tanto de su muerte, que no es más que el final de la vida. Su humanismo es pleno y autónomo, sin dependencias ni responsabilidades ultramundanas. Cada uno es básicamente responsable (lo que no es poco) ante sí mismo.  Su ejercicio de libertad lo ejerce sin  presiones de ningún tipo. Deja bien claro que “no soy un enfermo terminal, no me han detectado una enfermedad grave e incurable. Tampoco estoy deprimido. Simplemente, ha llegado mi momento de morir”
Sí que en algún momento se atisba en la carta algún resquicio de depresión intelectual y moral por la sociedad en que vive: "Todo ser humano ha de vivir bien, dejar vivir, hacer que los demás vivan del mejor modo posible. Solo cuando se acaban los caminos desde los que se atisban horizontes, o cuando se otea un deterioro imparable o cuando se decide libre y responsablemente, es posible plantearse con fiereza y también con una sonrisa el propio acabamiento”.
El suicidio es el único problema filosófico serio, decía Albert Camus. Y en verdad la casuística es muy variada, pero en los casos que constituyen un acto pleno de libertad humana se trata de una proclamación de la autonomía y la grandeza del hombre, dueño y señor de su vida y de su muerte. ¡Cuánta hipocresía y cuánta opresión en la negación de la eutanasia! Por eso, aprovecho el hecho acaecido para exaltar la libertad, que solo en el hombre se da y que es indivisible de él, pues pertenece a su ontología más que a su moral, o bien ésta es parte de aquella.
Castilla del Pino ha sido, para mí, el autor que más claro ha explicado la complejidad de la libertad. Sigo sus ideas. La libertad no es algo dado, sino algo que se obtiene como resultado de la existencia de una necesidad. La libertad no es algo que se obtiene una vez y ya está definitivamente obtenida, sino que ha de obtenerse cada vez y en cada instante. El movimiento hacia la libertad es, pues, permanente: hay que estar “liberado de” para ser “libre para”. Traducido a un lenguaje más cotidiano, la libertad no es “poder hacer lo que uno quiera”. Eso es una pura posibilidad. La libertad real es hacerlo, aunque te complique la vida. Hasta que no ejerces la libertad no eres libre, y ese acto de libertad te lleva a otros más cualificados, exigencia de la nueva realidad que tú has ayudado a configurar. La liberación es, por tanto, un proceso interminable.  
Ésta es la libertad real, la única existente. Hasta que no la ejerces no eres libre. Hay muchos más seres sin libertad que con libertad, pues ésta es incómoda y te compromete existencialmente. De ahí que la mayor parte de la gente no siente la necesidad de libertad. Y no me refiero al no poder ser sino al no ser, al no hacer. Porque solo haciendo, eres.
Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 2 de julio de 2016

26-J: UN ANÁLISIS PONDERADO

Hoy toca análisis del 26-J, que no es fácil, pues los resultados parecen muy semejantes a los del 20-D, pero hay matices importantes.
En primer lugar veamos una secuencia de los datos principales: Clara victoria del PP; el PSOE aguanta la embestida de Podemos, que es el gran perdedor; papel anodino de C´s y mantenimiento de los partidos nacionalistas. En consecuencia, ninguno de los dos bloques por separado suma mayoría suficiente para gobernar. Pero hay un sentimiento importante: todos  parecen convencidos de que unas terceras elecciones dejarían a España como un país poco serio y con poco protagonismo en plena crisis europea. Y también parece lógico que sea el PP quien, aunque sea en minoría, gobierne España, como consecuencia de los resultados electorales habidos.
Ha habido un cierto fracaso de los sondeos previos a la jornada electoral. Y cierta sorpresa, especialmente por el gran éxito del PP y la clara derrota de Unidos Podemos (UP), pues sus expectativas eran muy altas. Yo suelo hablar de la futbolización de la política. Muchos votantes actúan como los fans futboleros: uno es hincha de un equipo y basta. No cuentan para nada ni la corrupción ni los recortes ni la desigualdad producida. El voto de la derecha es, en este sentido, fuertemente ideológico y partidista. Si la cuestión electoral se presentaba como un gobierno del PP frente a otro nucleado en torno a Podemos, cada uno vota a su equipo y ya está, sin matices. Lo que ha polarizado excesivamente las elecciones. También pienso que el Brexit ha tenido incidencia porque añade incertidumbre, y mucha gente, especialmente la gente mayor (no olvidemos que el 20% de los votantes son mayores de 60 años), es refractaria a lo nuevo.
En el caso del PSOE, el sorpasso no se ha dado porque el PSOE es mucho partido y Podemos (de momento, al menos) no es un partido sino una amalgama de muchos elementos sin un proyecto común, con objetivos muy dispares y con vinculaciones de puro interés electoral.  El conjunto de eslóganes, corazones, sonrisas, La Sexta, las alegres muchachadas… puede ser hasta gracioso, pero con las cosas de comer no se juega. Y con la política territorial no se admiten bromas.
Pero yo creo que lo importante ahora es que seamos capaces de mirar panorámicamente el país. Con  perspectiva e inteligencia estratégica. En estos momentos tenemos dos partidos tradicionales que siguen fuertes, especialmente el PP, cuyo oculto ideario neoliberal ha interiorizado la mayor parte de la sociedad española y que le parece la opción menos mala de lo que se le ofrece. Además la derecha nunca ha necesitado discurso ni teoría, solo obviedades. Rajoy cumple a rajatabla con este esquema. El otro partido es el PSOE, falto de renovación y de discurso propio actualizado. A un partido de izquierdas siempre se le pide más. Y su votante es menos hooligan que uno de derechas. El PSOE debe pensar que cuando la fiel militancia que tiene (la mayor parte mayores) languidezca, no tiene recambio de jóvenes votantes. Por lo tanto, o se decide a actualizar su discurso y su práctica, y por tanto rejuvenecer y diversificar un nuevo tipo de electorado, o su futuro está amenazado.
Por otro lado está Podemos, que ya ha fagocitado a IU sin rentabilidad electoral (el quintacolumnismo de Tania Sánchez y Alberto Garzón no ha servido para nada, aparte de sacrificar a IU), cuyo momento de gloria parece estancado. España no es Hispanoamérica. Y, por último, Ciudadanos, cuya aparición como franquicia del PP no ha dado resultado, pues en tiempo de dudas y turbulencias la gente prefiere la matriz. De los nacionalismos no hablo por tener poco conocimiento sociológico de ellos y por mi tendencia jacobina. Los nacionalismos hay que resignarse a sufrirlos y no avivar el fuego. La famosa conllevancia que formulaban Ortega y Azaña sigue teniendo sentido.
Conclusión: la iniciativa debe partir del PP y el protagonismo es suyo en el intento de configurar un gobierno. ¿Cuál es el papel del PSOE? Si no le queda más remedio, tendrá que negociar con el PP duramente y permitirle formar gobierno. La contrapartida exigida debe ser fuerte: aparte de liderar la oposición, retirada de las tres leyes fuertemente negativas del PP (la LOMCE, la ley “mordaza”, y la Reforma Laboral), una regeneración institucional de verdad, una política fiscal más justa y eficaz, trabajar por un cambio de modelo productivo más acorde con el siglo XXI, encauzamiento de una reforma constitucional, negociar una ralentización con Bruselas en la reducción del déficit y presentación de una moción de confianza al cabo de dos años. Creo que así los españoles podrían entender que el Estado está por encima de todos y todos se deben a la sociedad a través del Estado.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 18 de junio de 2016

ASALTO A LA SOCIALDEMOCRACIA

Viñeta de El Roto: Le dice el gurú al político para el que trabaja: “¡Recuerda: frases simples e ideas subordinadas!” Pues eso, que estamos en plena campaña electoral y la televisión es el medio por antonomasia. Las formas, la simpatía, la “sonrisa de un país”, el corazón como logotipo, los “significantes vacíos” como frase simple e idea ausente, la socialdemocracia como palabra-bandera prestada o robada. Pongamos que estoy hablando de Podemos y de Pablo Manuel Iglesias. Indudablemente, Podemos es un partido nuevo, con nueva envoltura pero con pocas ideas, y las que tiene son viejas. Otra cosa es el envoltorio: original, seductor y brillante.
Tras el debate a cuatro del lunes 13 de junio, las cosas y las expectativas de los ciudadanos españoles están prácticamente igual que antes del debate, incluso igual que el 20 de diciembre pasado. El sorpasso de Podemos al PSOE es lo único destacable. Lo que era y es su verdadero objetivo. Una vez fagocitada IU, se trata de desbancar al PSOE y convertirse en el representante hegemónico de la izquierda. Objetivo legítimo si así se explicita; objetivo no tan legítimo si se hace engañando a los votantes.
 ¿Qué sucedió tras las elecciones del 20-D? Que ningún pacto “natural” sumaba suficientemente y lo que sí funcionó fueron los vetos de unos a otros. El pacto PSOE-C´s fue algo original y nuevo que podría haber funcionado si las ideologías no se hubieran impuesto a la instauración del bien principal, que era un gobierno de progreso. A este posible gobierno de progreso se opuso el PP (normal) y se opuso también Podemos porque no era el hegemónico en el pacto. Ahora, ante la perspectiva del sorpasso, Podemos pretende que el PSOE lo apoye. ¿Por qué antes no y ahora sí? Porque se trata de ocupar el poder hegemónicamente, y luego ya llenaremos de contenido los “significantes vacíos”. Es más, a Podemos no le urge tanto gobernar como ser el partido hegemónico de la izquierda. La razón es sencilla: si Podemos gobierna, su discurso del bla-bla-bla se diluye y se impone la práctica política que demandan las expectativas de los ciudadanos. El discurso del bl-bla-bla se agiganta en la oposición y se diluye en el gobierno. A ello responde la obviedad del cachazudo Rajoy “gobernar no es fácil”.

¿Qué votar el 26-J? Cada uno debe votar a aquel partido que piensa que puede solucionar mejor los problemas de España. El famoso voto útil es falso, o dicho de otra manera, el voto más útil es el voto en conciencia, pues es la única manera de saber qué quieren los electores. Es votar por principios en vez de por intereses. Por lo tanto, a los votantes hay que convencerlos, no intimidarlos. Solo votando en conciencia se pueden dirimir posteriormente las posiciones reales de las ideas de un país.
¿Qué pasa con la socialdemocracia? En principio parece que es la panacea de todos los males. De ahí que ahora todos sean socialdemócratas. Fracasadas las teorías y prácticas anarquistas y comunistas, permanece esta síntesis de liberalismo y marxismo que llamamos socialdemocracia, cuyos objetivos son conectar con la ciudadanía, redistribuir la riqueza y promover el progreso social. Es el espíritu de la Ilustración y de la Modernidad adaptado a las nuevas circunstancias del incierto, complejo y fascinante tiempo de hoy. Frente al neoliberalismo (exacerbación del liberalismo primigenio), que ha aprovechado la desaparición del comunismo soviético para instaurar el monopolio de sus anónimas y no explicitadas ideas, cuya sola descripción ofendería los oídos de la mayoría de sus ingenuos allegados. El éxito del neoliberalismo radica en el anonimato de sus ideas. La literatura política no las admite, son impronunciables.
P.M. Iglesias intenta apropiarse de la “nueva socialdemocracia”, y para ello convierte a Marx y Engels en socialdemócratas (¡!). Pero los problemas humanos evolucionan mucho más lentamente que los términos para designarlos. Y mientras no se demuestre lo contrario, el PSOE es el partido que ha ocupado siempre el espacio socialdemócrata. Bien es verdad que últimamente (3ª vía socialista; nuevo art.135 de la CE; insuficiente relato explicativo y corrupción de algunos de sus dirigentes), el PSOE ha perdido parte de ese espacio propio que ahora intenta ocupar Podemos. Y si ser socialdemócrata era poco, ahora Iglesias se proclama también el detentador del patriotismo nacional. No del patriotismo constitucional de Habermas, sino del patriotismo hueco y verbenero. ¿De cuál de ellos, del español, del catalán, del vasco, del gallego? La última de P.M.I. es su declaración de que Zapatero ha sido el mejor presidente de la democracia. ¿Quién da más? ¡Lo que hay que hacer en estos tiempos tan triviales!

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 4 de junio de 2016

EL 15-M CUMPLE AÑOS (y 2)

“A Podemos le estorba el término comunista, incluso socialista, incluso izquierda, porque pretenden acoger a todos, vengan de donde vengan. Ése y no otro es el sentido de su populismo, que surge cuando los cauces institucionales bloquean las demandas colectivas. Si hubiese eficacia institucional no cabría el populismo”. Éste es un párrafo de mi artículo anterior que me parece central en mi exposición. El punto de arranque de la situación política actual radica en una sociedad (“pueblo”) empobrecida, que se siente excluida y que muestra su indignación en las calles al “no sentirse representada” por la representación popular existente. Ahí aparecen unos candidatos (Podemos) a ocupar esa representación popular, para lo que construyen un relato catastróficamente negativo de la situación, sin elaborar un discurso alternativo creíble. La sociedad (“la gente”) les otorga esa opción ante la confianza perdida en los partidos tradicionales (súmese el mal funcionamiento institucional a la corrupción galopante). A partir de aquí todo se traduce en liturgia de la persuasión, televisión mediante.
Todo ello trae como consecuencia un parlamento mucho más fragmentado, en el que cuatro partidos (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) ocupan el espacio que antes ocupaban solamente los dos primeros. Y los discursos de todos ellos intentan convencer al cuerpo electoral de que todos han tomado nota de la indignación popular, cada uno a su manera, y que su receta es la que va servir de terapia contra la crisis que nos embarga. Lógicamente, en este discurso a la caza de la credibilidad, tienen ventaja los nuevos, incontaminados aún y con legítimo derecho a una oportunidad. El PP tiene que predicar que lo hecho en estos cuatro últimos años, aunque doloroso, ha sido necesario. Y para ello saca su arsenal estadístico de creación de puestos de trabajo, cuando la realidad es que desde 2011 se trabaja un 7% menos de horas. Y de creación de riqueza, otorgándose el mérito que realmente lo tienen la bajada del precio del crudo y la política monetaria del Banco Central Europeo, a costa de la depauperación salarial, la bajada del fondo de pensiones y el aumento de la deuda española. El PSOE tiene que asumir sus dos últimos años (2010 y 2011) en los que, asustado por la crisis que no vio llegar, comenzó el austericidio que luego desarrolló y profundizó el PP. El PSOE también reivindica, con evidente razón, su innegable y trascendental papel en la salida de la dictadura y en la modernización de España.
Pero el problema no está solo en los partidos sino en el sistema. Hasta hoy, Europa estaba instalada en un sistema que se autoprotegía del comunismo soviético. Funcionaba la dialéctica entre el liberalismo (partidos conservadores) y la socialdemocracia (partidos socialistas). Era un capitalismo que negociaba un cierto reparto de la tarta entre el capital y el trabajo. Y funcionó bien, especialmente en los países nórdicos. Desaparecido el comunismo soviético, el reparto entre las rentas del capital y las rentas del trabajo se convierte en un monopolio del capital, con una exacerbación egoísta y corrupta del liberalismo (neoliberalismo) y la derechización de la socialdemocracia al perder la referencia comunista ante la que siempre salía bien parada (social-liberalismo). Todo ello teledirigido por los poderes financieros mundiales que encuentran en la globalización y en Internet una magnífica herramienta para su expansión dominadora. La crisis actual empieza en financiera y acaba en crisis política. La política queda sin margen de maniobra ante los fuertes condicionamientos (casi determinismos) de la economía financiera.
Ante la imposibilidad actual de un cambio de sistema, hay que pertrecharse con un buen discurso explicativo y una práctica política reformista, donde las prioridades sean sociables pero sostenibles. No cabe la demagogia populista ni siquiera para desmontar o desaprender, sino que hay que articular una teoría y una práctica potentes encarnadas en líderes creíbles. Todo esto no es fácil, pero pienso que la socialdemocracia sigue siendo la mejor herramienta política para reconducir el proceso europeo y español, ambos unidos en la misma dirección reformista socialdemócrata. Tan es así que todos los partidos a la izquierda del PSOE se declaran socialdemócratas, unos a cara descubierta y otros con una mayor discreción. ¿Puede el PSOE elaborar un relato explicativo de sus virtudes y defectos habidos y prometer con credibilidad una teoría/práctica política que permita volver a ilusionar? Inténtelo, pues en este momento de incertidumbre es más necesario que nunca ante los populismos seudoencantadores que nos rodean.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 21 de mayo de 2016

EL 15-M CUMPLE AÑOS (1)

El pasado domingo se cumplían cinco años del movimiento 15-M (15 de mayo de 2011), fecha referente de las concentraciones que tuvieron lugar en la madrileña Puerta del Sol y en otros muchos sitios de España y, posteriormente, en otras partes del mundo. Actualmente se está dando un movimiento semejante en París. El movimiento de los “indignados” no representa el monopolio de todas la reivindicaciones posibles, pero sí es una vacuna contra la indiferencia y un cuestionamiento de la democracia representativa que opera en España. El empobrecimiento creado por la crisis económica y la precariedad de las expectativas de la juventud, más su divulgación en las redes sociales, fue el caldo de cultivo idóneo para su explicitación.
Es evidente que el partido político Podemos y otras coaliciones municipales son una consecuencia del 15-M. Y que en estos momentos previos a las elecciones generales del 26-J sería conveniente aproximarnos reflexivamente, sin ruidos ni maximalismos retóricos, a una realidad incuestionable aunque no definitiva. Vamos a ello.
Parece fuera de toda duda que el 15-M, y su producto Podemos, surgen en el desierto político de unos partidos políticos que no son capaces de dar una respuesta válida a una crisis que empieza siendo financiera, que se transforma en económica y deviene en política, social y moral. Los dos grandes partidos, PP y PSOE que junto con IU (PCE) son la herencia de la Transición, están marchitos y no están en condiciones de dar una salida digna a la crisis de nuestras pesadillas. Personalmente, ni puedo ni quiero plantearme el momento actual de una manera maniquea: un enfrentamiento dialéctico entre los buenos (los míos) y los malos (los otros). En política las organizaciones son meros aunque poderosos instrumentos para buscar respuestas a los problemas de la sociedad, empezando por los más vulnerables y finalizando en todos. Pues bien, frente a los dos viejos y mayoritarios partidos surgen como adversarios dos partidos jóvenes y, en principio, limpios de corrupción. Y según ha empezado la precampaña, hay un partido, el PSOE, que parece que va a ser la víctima principal del nuevo escenario. Por dos causas: una externa, la potencia electoral de la nueva coalición Unidos Podemos, y otra interna, el aparato mayoritario del PSOE no parece pretender la victoria de Sánchez (caso típico de esquizofrenia política). Hay que reconocer que no lo tiene fácil la socialdemocracia, deficitaria en teoría, en estrategia y en líderes.
Nadie duda de que el espíritu del 15-M, del que se ha apoderado Podemos y del que los viejos partidos no han tomado nota, tiene razón en el cuestionamiento de la democracia española, ya que no resuelve ni encauza el conflicto económico-político-social existente. Es más, el aparato conceptual del nuevo partido (extraído fundamentalmente del filósofo y politólogo argentino Ernesto Laclau) aporta a la política española conceptos nuevos y operativos, más para un proyecto destituyente que constituyente. Lo que no es poco. Casta, populismo, arriba-abajo, la gente… son vulgarizaciones de los “significantes vacíos” de Laclau, y han servido efectivamente de vehículo para la llegada al poder de Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Chávez en Venezuela y, en cierto modo también, de los Kirchner en Argentina. Los significantes (términos/conceptos/símbolos)  vacíos no están vacíos sino que son ambiguos y están abiertos  a un desarrollo posterior sin determinar. Por eso, no es incoherente que Podemos diga que lo importante es llegar al poder y luego ya hablaremos. Indudablemente exigen un acto de fe, pero la gente se agarra a un clavo ardiendo, por probar no se pierde nada. ¿O sí?
Por eso a Podemos le estorba el término comunista, incluso socialista, incluso izquierda, porque pretenden acoger a todos, vengan de donde vengan. Ése y no otro es el sentido de su populismo, que surge cuando los cauces institucionales bloquean las demandas colectivas. Si hubiese eficacia institucional no cabría el populismo. Podemos elabora un relato populista que se mueve entre el rechazo de los conservadores (es una afrenta vulgar a su refinado elitismo) y la incomprensión de la izquierda (ve su espacio ocupado por unos intrusos). Pero no es un populismo latinoamericano, sino que lo intenta reformular y traducirlo a la realidad española.
Pero Podemos tiene un gran problema, su adanismo: todo ha sido malo hasta su llegada al poder, y con él (Adán) empieza todo. Para enmendar esta tesis ni siquiera hace falta pensar en Venezuela ni en Grecia, solo hace falta pensar en Europa, de la que no podemos-debemos salir sino trabajar para mejorarla, a pesar del reducido margen de maniobra que tenemos en la actualidad.
Seguiremos reflexionando.

Mariano Berges, profesor de filosofía