La ventana indiscreta
En esta época de coronavirus no nos queda otra
alternativa temática que el bicho que se ha entrometido en nuestras vidas. Le
sucede a los informativos, a todos los medios en general y a mí en particular.
Procuro cambiar el enfoque pero, como en el cuento de Monterroso, al
despertarnos, el bicho sigue ahí.
Hace pocos días, John Gray hacía una reflexión
sobre el concepto de apocalipsis y el momento actual. Como se trata de un autor
de referencia, cuya lectura te transforma, exploto su argumento. ¿Se trata éste
de un momento apocalíptico? Uno de los significados de apocalipsis es
el paso repentino a una situación hasta entonces inimaginable. Sin embargo,
algunos científicos hablan de que el coronavirus era una posibilidad a la que
no hicimos caso. Si el momento actual lo colocamos secuencialmente tras otros
hechos apocalípticos, como la Revolución rusa de 1917, el holocausto judío, las
dos guerras mundiales y unas cuantas epidemias a lo largo del siglo XX, vemos
que el término apocalíptico no tiene precisamente un significado escatológico
de final de los tiempos, sino que son cambios de época y de hábitos
existenciales en la humanidad.
Efectivamente, nuestra forma de vida anterior al
covid-19 va a cambiar irremediablemente. La vacuna y los tratamientos de la enfermedad
seguramente llegarán, pero si nuestra mentalidad antiecológica y antiplanetaria
no la modificamos, volveremos a recibir otro zarpazo de la naturaleza cuando
menos lo esperemos. Pero como esta vez los más afectados hemos sido los
habitantes ricos del primer mundo, quizás hagamos más caso y nos preparemos
mejor. Para ello, son muchos los factores necesarios: una inversión gigantesca
en ciencia e investigación (básica y aplicada), un sistema sanitario potente y
bien engrasado, acción política de gran potencia democrática por parte de los
gobiernos y una mentalización idónea por parte de la población que nos obligará
a cambiar de costumbres. Y todo esto no es una opción sino una obligación. Los
hábitos adquiridos por las sociedades ricas en cuestión de terrorismo
internacional son un ejemplo (videovigilancia, seguridad en aeropuertos,
vigilancia en las grandes concentraciones…). La informática será una
herramienta de progresión infinita.
La economía ya está siendo una actividad en profunda
transformación: las empresas que se adapten rápidamente a los nuevos
parámetros, progresarán, pero los sectores propios del modo de vida anterior el
covi-19 (bares, restaurantes, discotecas, aeronáutica, grandes concentraciones
de todo tipo…) van a sufrir o a extinguirse. Lo mismo pasará con los empleos:
unos ganarán en poder y prestigio (sanitarios y asistencia en general) y otros
descenderán todavía más de su bajo estatus actual.
También la educación tendrá una gran transformación,
aunque ya viene de lejos. Y no solo por la presencialidad o no del alumno,
también por objetivos, contenidos y metodología. Igualmente, y también viene de
lejos, el periodismo, las artes, los museos, el mundo editorial…, cuya
tendencia anterior se acelerará vertiginosamente y en los que la automatización
y la inteligencia artificial eliminarán franjas enteras de empleos.
Por lo tanto, los momentos apocalípticos no son
momentos finales de nada sino fases transitorias hacia otras formas de vida y
de conocimiento.
Lo más urgente para España, en estos momentos, es
reforzar nuestro sistema sanitario. Y para ello, Rafael Bengoa, uno de
los grandes expertos en sistemas de salud, aboga por elaborar un informe
imparcial, independiente y despolitizado sobre cómo se ha combatido la actual
pandemia de coronavirus que sirva para preparar al país en las mejores
condiciones para los próximos brotes. A continuación, habrá que modificar la
relación sanitaria entre el gobierno central y las autonomías, con una clara
autoridad, coordinación y directrices por parte del primero y suficientes
recursos en las segundas. Lo que significa modificaciones legales. Actualmente,
el ministerio de Sanidad español es inferior en recursos a un hospital medio
del país. Y así, ha tenido que echar mano del estado de alarma por un tiempo
prolongado para tener operatividad. Si Pablo Iglesias hubiese sabido lo
que saldría en la tele si hubiese aceptado ser Ministro de Sanidad…, pero era
una maría y lo rechazó.
La pandemia, según nos cuentan, está entrando en su
fase terminal, aunque con dudas y titubeos. Aquí escucho a Nietzsche
contra el pesimismo del cansancio: “el optimismo como medio de curación, para
tener después el derecho de volver a ser pesimista”. Cuando volvamos a
ser normales, hablaremos del gobierno, y de todos los demás. Pero ahora no
toca. La prioridad es reducir al bicho.
Mariano Berges,
profesor de filosofía