sábado, 23 de mayo de 2015

24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES

Algunas elecciones municipales en España no son solo municipales, sino la primera fase de algo más importante que viene luego. Al menos, en el recién finalizado siglo XX, hay dos ejemplos de libro: las elecciones municipales de abril de 1931, con la derrota de los monárquicos frente a los republicanos, trajo la II República española. El segundo ejemplo son las primeras elecciones municipales de 1979, que instaló gobiernos municipales de izquierda en la mayoría de los municipios españoles, tras el pacto municipalista entre el PSOE y el PCE. La izquierda municipal y su buena gestión influyó mucho en la aplastante victoria socialista en las generales de 1982. Y las elecciones de mañana, municipales y autonómicas, también predicen un cambio de ciclo a nivel de Estado en las próximas generales de noviembre.

Todos los sondeos indican un resultado en cuya cabeza, va a haber cuatro partidos destacados: PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Los dos siguientes partidos de ámbito estatal, IU y UPyD, se quedan descolgados y en algún caso desaparecen de alguna institución. Los partidos de ámbito regional, se buscarán la vida en sus respectivas demarcaciones, pero no les va a ir nada bien.

Ha sido ésta una campaña distinta a las últimas anteriores. Sin duda, marcada por la emergencia de los dos nuevos partidos, pero también muy influida por los sondeos de precampaña y campaña. Así, el PP ha hecho lo de siempre: triunfalismo de gobernante y generador de miedos ante cualquier cambio o novedad, presentando como éxito político su gran fracaso social. El PSOE, que arrancó muy mal en la perspectiva de sus propios votantes anteriores, se ha crecido durante la campaña y ha tenido un estirón fuerte. En Aragón, por ejemplo, el candidato socialista a la DGA, se ha mostrado como un político muy sólido ante la concurrencia que no lo conocía, dado su origen municipal rural. Ha sido para muchos, no para mí, la auténtica sorpresa de la campaña. Y si llega a gobernar, será un buen presidente para sorpresa de muchos. Lambán es el gran desconocido de la política aragonesa y, en mi opinión, el más capacitado. Podemos ha demostrado la teoría del suflé, y se ha ido desinflando respecto a las expectativas de hace unos meses. Bien es verdad que su auténtico ámbito de juego serán las próximas generales. Ciudadanos es, tras Podemos, la nueva sorpresa mediática y electoral en España. Ambos partidos tienen distintos orígenes, de izquierda en el caso de Podemos y conservador en el caso de Ciudadanos. Pero tienen una gran semejanza: ambos quieren acabar con el bipartidismo de PSOE y PP, cuyos lugares quieren ocupar, pero ninguno ha pensado que esto de la política y los partidos es algo más complejo que requiere tiempo. Sin duda que los dos partidos emergentes van a conseguir unos magníficos resultados pero que a muchos de los propios les va a saber a poco.

Es  curiosa la génesis de ambos partidos emergentes. Ambos han sido catapultados por poderes mediáticos y financieros, con la intención de servir como recambio al bipartidismo vigente. Podemos surge de IU, al que fagocita ante la sorpresiva e ingenua mirada de sus cuadros y militantes, pero choca con la férrea resistencia de los socialistas. En el caso de Ciudadanos, el PP lo genera como barrera contra el nacionalismo catalán hasta que descubre que le puede servir de muleta en el caso de una mayoría insuficiente. En definitiva, y haciendo bueno a Lampedusa, la intención de los poderes fácticos era cambiar para que nada cambie.

Sin embargo, desde el 15-M de 2011, y al rebufo de la crisis, ha aparecido una sociedad que ha transitado desde la desafección política hacia una gran politización social. Lo social se ha metido en el debate político y la gente empieza a creer que el sentido de su voto puede modificar las políticas sociales a su favor. Esto es la política real. Podemos ha sabido traducir políticamente esa nueva energía sociopolítica, pero también todos los partidos han tenido que modificar su discurso. Lo que no es poco. Será necesario que la sociedad no abandone esa presión a los partidos y a las instituciones para que la productividad política de las instituciones y de los parlamentos responda a los anhelos de la sociedad, que ha despertado de su letargo. La situación actual, socialmente insostenible, no digo que se vaya a solucionar de un plumazo, pero si la presión a los partidos sigue, se perfilará un horizonte que nos restituirá la dignidad y traerá la posibilidad de mejorar la gobernanza de este país. Cuando las condiciones objetivas de la situación hacen difícil-imposible una política socialdemócrata, hay que practicar un reformismo fuerte. Eso pasó en la Transición y no nos fue mal.


Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 9 de mayo de 2015

IZQUIERDA Y DERECHA EN EUROPA

Con tantas elecciones nacionales, hemos vuelto a perder el hilo con Europa, donde sigue estando la solución a casi todos nuestros problemas. Si ya las elecciones generales no tienen mucho sentido ni mucho margen de maniobra si no es desde la perspectiva europea, las autonómicas y municipales casi son juegos de entretenimiento. Sin embargo, cuánta pasión y qué entretenidos andamos haciendo cábalas con las prospecciones matemáticas tras las elecciones.

No se trata de menospreciar nuestras elecciones más cercanas y más entrañables, sino de elevar la vista a una perspectiva más global y más incidente en nuestro modelo de vida y de sociedad. Y, por descontado, dar a cada una la importancia que tiene, que en todos los casos es mucha.

Hoy en Europa está vigente la filosofía neoliberal con sus características de individualismo frente a sociedad, desigualdad frente a dignidad y capitalismo de mercado frente a una redistribución más justa entre las rentas del capital y las del trabajo. Muy lejos ya de aquel capitalismo social que fue la socialdemocracia, que intentaba neutralizar la influencia del comunismo y que finalizó en 1989 con el colapso comunista de la URSS. Entonces había un mayor equilibrio entre riqueza y pobreza, mientras que la actualidad de capitalismo duro y de referencia única nos arrastra a una competitividad de bolsas y mercados que imposibilita una mínima redistribución que pueda llamarse democracia.

Por esta razón, las elecciones puramente nacionales, regionales o locales cada día tienen un sentido más relativo si no nos situamos en una perspectiva plenamente europea que posibilite una mejor redistribución de la riqueza y en la que la referencia de Desarrollo Humano sustituya a la competitividad de los mercados y donde lo pequeño vuelva a ser hermoso, sin que ello neutralice las ventajas humanas y económicas que puede tener una globalización con rostro humano.

Es aquí donde adquiere sentido la diferencia entre derecha e izquierda, aunque la derecha parece tener todo claro mientras la izquierda parece reinventarse cada día. Los discursos entre derecha e izquierda se parecen cada vez más a un diálogo de sordos donde las palabras solo tienen el significado que les da el que manda. La austeridad forzosa que hoy nos predican los poderes públicos no tiene nada que ver con esa austeridad ética y estética de hace ya mucho tiempo, que se basaba en la dignidad de la persona y era el resultado de una educación individual y social. Esa estética y ética eran todo un estilo de vida.

Actualmente, Europa ha dejado de ser un proyecto socialdemócrata y se ha transformado en un modelo de capitalismo duro donde lo macro se impone a lo micro y donde unas economías (las del norte de Europa) se nutren de las miserias de los países del sur  de Europa. Y si esto sucede en Europa qué no sucederá en los denominados países subdesarrollados, que solo sirven para ser expoliados y para consumir los excedentes bélicos de los países ricos, que se usan en guerras locales sin sentido y que constituyen el contrapeso y el precio de la paz de los países desarrollados. Luego nos quejamos de los actos terroristas puntuales, nunca justificables aunque sí “explicables” en un contexto mundial de gran injusticia y desigualdad.

Es en este contexto donde la nueva izquierda debe elaborar su nuevo discurso conceptual y su praxis política. Estamos viendo que las nuevas y recién aparecidas políticas españolas redescubren la socialdemocracia como el mejor instrumento para conseguir una mayoría social democrática, lejos de izquierdismos tan estériles como antiguos y que repelen a esas mayorías sociales, preñadas de modernidad pero sin medios para su desarrollo.

Estamos asistiendo a un espectáculo en el que gobiernos socialdemócratas europeos están apuntalando un modelo neoliberal, cuya desigualdad e injusticia son cada día mayores. Y donde la mediocridad y la corrupción campan a sus anchas sin distinguir entre modelos ni sistemas. Todos parecen intercambiables: la trama Gurtel se mezcla con los ERES andaluces y el confusionismo es tal que la gente sencilla es susceptible de ser vilmente engañada por cualquier recurso dialéctico con una mínima y aparente chispa de novedad. Nos fijamos en detalles puramente anecdóticos y formales y nos cuelan logros macroestadísticos del más duro capitalismo financiero que vive gracias a un método parasitario y vampírico que se nutre de los déficits sociales y públicos. Y no solamente es la economía la que se ve negativamente afectada sino la misma democracia a la que empiezan a fallarle los mínimos cuantitativos y cualitativos de tal concepto. La socialdemocracia  actual es inexistente en sus grandes principios, a los que tiene que volver si queremos que el proyecto europeo no se nos vaya de las manos definitivamente.

Mariano Berges, profesor de filosofía