sábado, 9 de mayo de 2015

IZQUIERDA Y DERECHA EN EUROPA

Con tantas elecciones nacionales, hemos vuelto a perder el hilo con Europa, donde sigue estando la solución a casi todos nuestros problemas. Si ya las elecciones generales no tienen mucho sentido ni mucho margen de maniobra si no es desde la perspectiva europea, las autonómicas y municipales casi son juegos de entretenimiento. Sin embargo, cuánta pasión y qué entretenidos andamos haciendo cábalas con las prospecciones matemáticas tras las elecciones.

No se trata de menospreciar nuestras elecciones más cercanas y más entrañables, sino de elevar la vista a una perspectiva más global y más incidente en nuestro modelo de vida y de sociedad. Y, por descontado, dar a cada una la importancia que tiene, que en todos los casos es mucha.

Hoy en Europa está vigente la filosofía neoliberal con sus características de individualismo frente a sociedad, desigualdad frente a dignidad y capitalismo de mercado frente a una redistribución más justa entre las rentas del capital y las del trabajo. Muy lejos ya de aquel capitalismo social que fue la socialdemocracia, que intentaba neutralizar la influencia del comunismo y que finalizó en 1989 con el colapso comunista de la URSS. Entonces había un mayor equilibrio entre riqueza y pobreza, mientras que la actualidad de capitalismo duro y de referencia única nos arrastra a una competitividad de bolsas y mercados que imposibilita una mínima redistribución que pueda llamarse democracia.

Por esta razón, las elecciones puramente nacionales, regionales o locales cada día tienen un sentido más relativo si no nos situamos en una perspectiva plenamente europea que posibilite una mejor redistribución de la riqueza y en la que la referencia de Desarrollo Humano sustituya a la competitividad de los mercados y donde lo pequeño vuelva a ser hermoso, sin que ello neutralice las ventajas humanas y económicas que puede tener una globalización con rostro humano.

Es aquí donde adquiere sentido la diferencia entre derecha e izquierda, aunque la derecha parece tener todo claro mientras la izquierda parece reinventarse cada día. Los discursos entre derecha e izquierda se parecen cada vez más a un diálogo de sordos donde las palabras solo tienen el significado que les da el que manda. La austeridad forzosa que hoy nos predican los poderes públicos no tiene nada que ver con esa austeridad ética y estética de hace ya mucho tiempo, que se basaba en la dignidad de la persona y era el resultado de una educación individual y social. Esa estética y ética eran todo un estilo de vida.

Actualmente, Europa ha dejado de ser un proyecto socialdemócrata y se ha transformado en un modelo de capitalismo duro donde lo macro se impone a lo micro y donde unas economías (las del norte de Europa) se nutren de las miserias de los países del sur  de Europa. Y si esto sucede en Europa qué no sucederá en los denominados países subdesarrollados, que solo sirven para ser expoliados y para consumir los excedentes bélicos de los países ricos, que se usan en guerras locales sin sentido y que constituyen el contrapeso y el precio de la paz de los países desarrollados. Luego nos quejamos de los actos terroristas puntuales, nunca justificables aunque sí “explicables” en un contexto mundial de gran injusticia y desigualdad.

Es en este contexto donde la nueva izquierda debe elaborar su nuevo discurso conceptual y su praxis política. Estamos viendo que las nuevas y recién aparecidas políticas españolas redescubren la socialdemocracia como el mejor instrumento para conseguir una mayoría social democrática, lejos de izquierdismos tan estériles como antiguos y que repelen a esas mayorías sociales, preñadas de modernidad pero sin medios para su desarrollo.

Estamos asistiendo a un espectáculo en el que gobiernos socialdemócratas europeos están apuntalando un modelo neoliberal, cuya desigualdad e injusticia son cada día mayores. Y donde la mediocridad y la corrupción campan a sus anchas sin distinguir entre modelos ni sistemas. Todos parecen intercambiables: la trama Gurtel se mezcla con los ERES andaluces y el confusionismo es tal que la gente sencilla es susceptible de ser vilmente engañada por cualquier recurso dialéctico con una mínima y aparente chispa de novedad. Nos fijamos en detalles puramente anecdóticos y formales y nos cuelan logros macroestadísticos del más duro capitalismo financiero que vive gracias a un método parasitario y vampírico que se nutre de los déficits sociales y públicos. Y no solamente es la economía la que se ve negativamente afectada sino la misma democracia a la que empiezan a fallarle los mínimos cuantitativos y cualitativos de tal concepto. La socialdemocracia  actual es inexistente en sus grandes principios, a los que tiene que volver si queremos que el proyecto europeo no se nos vaya de las manos definitivamente.

Mariano Berges, profesor de filosofía



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