sábado, 29 de septiembre de 2012

El debate autonómico y más cosas El mayor problema que tiene España es que no es un país serio. Y esa es la condición que nos pone Europa





El debate autonómico de Aragón lo seguí este año más intensamente dado que los dos líderes importantes aragoneses, Rudi y Lambán, se examinaban ante el Parlamento y ante los aragoneses, y suponía que iban a dar lo mejor de sí mismos. No defraudaron. Ambos superaron el listón anterior y confrontaron correctamente sus beligerantes posiciones ideológicas. Desde mi perspectiva personal, Lambán ganó en la fase de discurso y Rudi ganó en la fase de réplica, ya que los datos los tenía ella y finalizaba los turnos de palabra.
Las acusaciones de ambos fueron las esperadas: que Rudi estaba alejada de la realidad aragonesa y que Lambán manejaba la demagogia con excesiva alegría. Comprensibles ambos ataques y lógicas las mutuas defensas. ¿Y ahora, qué? Los aragoneses pensarán que han visto un debate político de entidad (no es lo de menos) pero seguimos sin indicios serios de futuro. Esta es la cuestión que hay que analizar y ante la que hay que posicionarse a partir de ahora. Un debate parlamentario es suficiente si aporta claridad y credibilidad. Y pienso que los dos líderes ofrecieron suficientes elementos de juicio como para que los oyentes sacasen conclusiones. Yo sí que las saqué.
1. El PP y Rudi son unos buenos seguidores de Rajoy y su gobierno en todo lo que actualmente está haciendo y el futuro que nos acecha.
2. El PSOE aragonés estrena un líder que no está de acuerdo con Rajoy (lógico) pero que tampoco comulga con lo hecho hasta ahora por el PSOE en su tratamiento de la crisis. Su texto "No defenderé aquí al gobierno de Zapatero, que cometió errores de bulto en el tratamiento de la crisis. Pero es que, a los problemas heredados, ustedes han añadido otros y más graves" supone un inteligente equilibrio político ante una situación difícil de encarar, entre una herencia familiar no fácil (Zapatero) y un presente hostil (Rajoy). Los partidos minoritarios (IU y CHA) lo tenían francamente fácil. Como nunca serán el eje de ningún gobierno, sus críticas y sus propuestas no están ni estarán sujetas a verificación alguna. Su pureza es tan fuerte que te puede embriagar, y embriagados somos poca cosa. Y el PAR, más que difícil lo tenía imposible. Pero como vive de lo imposible, con la derecha y con la izquierda, siempre sale adelante. Ya sabrán ustedes que el gobierno aragonés se suele componer del PAR y otro más.
3. Los objetivos de un debate de estas características siempre son varios. Los líderes se examinan ante el Parlamento, ante la sociedad, ante su partido y ante sí mismos. No es fácil contentar a todos. Precisamente en esto falló el debate, que fue más un examen de líderes que un conjunto de propuestas transformadoras reales y creíbles. Algo así como un guión previsible y unos protagonistas solventes. Repito, no es poco. Pero el momento exige más. No hubo ni indicios de pactos entre los mayoritarios. Hubo más táctica que estrategia. Y más obviedades que propuestas rigurosas.
4. Una cosa quedó clara: que las cuestiones importantes no se solucionan en Aragón. Algunas ni en España. Europa es el horizonte de la solución. Y los partidos aragoneses mayoritarios deben presionar y convencer a sus cúpulas estatales para que pacten los grandes asuntos de Estado: economía, empleo, arquitectura institucional y el núcleo básico del Estado de Bienestar. Y juntos, negociar en Europa qué papel queremos jugar, garantizando nuestro rigor y lealtad en los objetivos a cumplir.
5. Pero hay que ser optimistas y futuristas, si no por convicción sí por necesidad. Por ejemplo, en la cuestión rescate sí/no, es menos importante el qué que el cómo. Ni es causa única de nuestra situación nuestra fama lúdico-mediterránea ni tampoco la dureza alemana. La cosa es más compleja. Lo primero que hay que hacer es identificar el problema, que es el modelo de Estado inviable que España tiene, nepótico y corrupto, y su origen que radica en las estructura oligárquica de los partidos, la economía, las finanzas, el poder judicial y, prácticamente, toda estructura de cualquier organismo o sociedad que tenga poder y/o influencia. La reforma administrativa es urgente pero debe ser muy estudiada y debatida por académicos y políticos, con fuerte participación social, y consensuada por los grandes partidos, sin partidismos.
6. La situación es de emergencia. No es solo el empobrecimiento de las clases medias-bajas ni el adelgazamiento del Estado de Bienestar. Es sobre todo, la desaparición pública de dos generaciones de jóvenes y el envilecimiento moral de todo un país.
Conclusión: El mayor problema que tiene España es que no es un país serio. Y ésa es la mayor condición que nos pone Europa.
Profesor de filosofía

miércoles, 19 de septiembre de 2012

POLÍTICA Y PERIODISMO, PRODUCTOS CULTURALES




Mario Vargas Llosa acaba de publicar un libro, La civilización del espectáculo (Alfaguara), cuyo título y, en algún sentido, su contenido no está lejano de La sociedad del espectáculo, de Debord, libro de culto de los años sesenta. Aunque solo fuese por el debate que debería de crear  -ojalá- merece la pena su publicación. Aparte de otros muchos valores que siempre aporta Vargas Llosa: buena literatura, argumentaciones sólidas  y, siempre, honestidad intelectual. Recomiendo vivamente su lectura.

Vargas habla de que en materia cultural le asaltaba desde hacía algún tiempo la incómoda sensación de que le estaban tomando el pelo, de que no hay manera de saber qué es cultura, todo lo es y ya nada lo es; del triunfo de la frivolidad, del reinado universal del entretenimiento; de que el empuje de la civilización del espectáculo ha anestesiado a los intelectuales, desarmado al periodismo y, sobre todo, devaluado la política. En definitiva, defiende la llamada “alta cultura”, la de siempre, la conseguida a base de esfuerzo, muchas lecturas, audiciones y exposiciones, la que escasea tanto.

La política es un producto cultural en su más profundo sentido. Si la etimología de cultura es el cultivo del hombre, la política es el cultivo del hombre en su dimensión colectiva o social. Y ambas, cultura y política, no solo son un derecho sino una obligación de cualquier ser humano que quiera mejorar la sociedad en que vive y la que van a heredar sus hijos. Porque la sociedad ni es una entelequia ni una herencia intocable, sino un proyecto abierto y perfeccionable que estamos todos los días construyendo. Y dependerá del concepto que tengamos de cultura y de política para que nuestro proyecto de sociedad que intentamos implantar sea uno u otro. Conscientes de que debe ser siempre la mayoría social la que refrende el modelo social resultante, como final de la tensión dialéctica entre los distintos proyectos existentes.

Uno de los proyectos posibles, en mi opinión el más sólido, es el proyecto socialdemócrata, síntesis del viejo socialismo y del primigenio liberalismo político, defensor de una democracia plena en la que los derechos humanos sean el canon de su construcción. Y como todo producto cultural, está a expensas de la transformación social y los conceptos que la representan. Y ambos, la sociedad y sus conceptos representativos, están en una constante evolución teórico-práctica, de manera que hay que estar constantemente revisando la traducción social de los conceptos y el anquilosamiento de los conceptos que ya no representen a la sociedad.

Y aquí aparece el periodismo, otro producto cultural que actúa como una  gran pantalla global y que funciona como un espejo universal y poliédrico. Los periodistas ofician como profetas en nombre de Jehová, unos transmitiendo correctamente la voluntad de Jehová, o sea, la realidad social, y otros tergivesando o manipulando esa realidad por intereses espurios, sean propios o ajenos.
Ha habido mejores momentos que el actual para el periodismo español, por ejemplo el momento de la transición, al final del franquismo, cuando la competitividad de los medios era por ver quien colaboraba más y mejor en la consolidación democrática. Actualmente, entre la crisis económica y la crisis tecnológica, el periodismo anda triste y depresivo, lo que le ayuda poco en su función profética de contar la realidad correctamente y con la verdad como objetivo fundamental. Está, como todos los productos culturales, en una situación de descrédito profesional y de déficit funcional. La gente se pregunta ¿Qué es la cultura? ¿Para qué sirven los políticos? ¿Para qué sirven los medios de comunicación? ¿Son independientes los medios? Una visión cínica del periodismo sostiene que la verdad no existe. Que puede haber tantas verdades como interpretaciones de la realidad. Esto es falso y engañoso. La verdad en periodismo existe, es la verdad de los hechos. Sin embargo, potentes medios se dedican a falsear la realidad. Más que informar desinforman. Y no entremos en el mundo Internet, eso es una selva. Es el lector quien debe ser inteligente para interpretar lo que lee. Los periódicos hay que interpretarlos.
Sin embargo, y a pesar de todo, la cultura, la política y el periodismo son tres elementos inexcusables y necesarios en una sociedad moderna y democrática. Pero lo serán si sus miembros ejercientes garantizan la calidad de sus contenidos y cumplen con las normas deontológicas que todo profesional tiene como obligación moral y material.

Mariano Berges, profesor de filosofía

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿LEGALIZACION DE LAS DROGAS?


Con la cuestión de la crisis uno se cansa del monotema y de la trampa de que ya no hay más realidad que la crisis. Sin embargo, la vida sigue y los problemas siguen, y algunos, como la droga, siguen enquistados en la sociedad, en las leyes y en las mentes. Si algo frena el progreso social es el miedo al debate sobre cualquier cuestión tranversal en la vida humana y social. Por todo ello, en este artículo sobre la droga me propongo dudar y reflexionar en voz alta con todos ustedes. ¡Qué miedo los absolutismos y la mera posibilidad del absoluto!
De momento, ha vencido la teoría de que  la represión de la producción y el consumo es la mejor manera de combatir el uso de estupefacientes, lo que conlleva las trágicas consecuencias que tiene el narcotráfico en la vida de muchas naciones. Por eso hay que aplaudir la valentía de muchos dirigentes sudamericanos en, como mínimo, llevar al foro de la discusión la cuestión de la legalización de las drogas. Especialmente habría que citar aquí a José Múgica, presidente de Uruguay, por proponer al Parlamento una ley legalizando el cultivo y la venta de cannabis. De aprobarse (el Frente Amplio, el partido del presidente, tiene mayoría absoluta) supondría todo un pulso a las mafias del narcotráfico y una referencia para muchos países que están empezando a cuestionarse la postura tradicional meramente represiva. La prohibición de la droga sólo ha servido para convertir al narcotráfico en un poder económico y criminal impresionante, capaz de poner de rodillas a los Estados legítimos. Los sudamericanos hablan ya de narcoestados. El problema de la droga es tan importante que concierne a la misma supervivencia de la democracia.
En las actuales circunstancias, la primera prioridad no es poner fin a la producción y al consumo de drogas sino acabar con la criminalidad que depende de estas actividades. Y para ello no hay otro camino que la legalización. Desde luego que legalizar las drogas implica riesgos, que deben ser tomados en cuenta y combatidos. Por ello, la medida de la legalización debe ir acompañada de un esfuerzo paralelo para informar, rehabilitar y prevenir el consumo de estupefacientes perjudiciales para la salud. Se ha hecho en el caso del tabaco y con bastante éxito. El consumo de cigarrillos ha disminuido y los ciudadanos saben los riesgos a los que se exponen fumando. Si quieren correrlos es su derecho hacerlo.

En España hay un nombre propio, pionero en reivindicar la despenalización de las drogas. Se trata de Antonio Escohotado (profesor de filosofía en la UNED), desmitificador y analista del problema de las drogas en su impagable Historia general de las drogas. La obra contempla un recorrido multidisciplinar sobre las drogas, abordando aspectos históricos, culturales, mitológicos, antropológicos, sociológicos, políticos, químicos y médicos. Defiende las drogas como un camino hacia el autodescubrimiento, la maduración, el diálogo o la simple recreación. Denuncia también lo que considera una campaña demonizadora contra las sustancias psicoactivas que nace a mediados del siglo XX.

Otro nombre más actual es Araceli Manjón-Cabeza, autora del libro La solución, donde mantiene tres tesis fundamentales: 1) que el prohibicionismo ha fracasado; 2) que hay que cambiar el paradigma porque seguir con el prohibicionismo planetario es una locura; 3) que la prohibición ha generado muchos otros problemas no inherentes al consumo de droga, problemas que son hijos de la prohibición.  Y, por último, no me resisto citar a un último nombre, no sólo literato Nobel sino también un gran pensador, como es Mario Vargas Llosa, gran defensor de la legalización de las drogas, como mal menor.

Legalizar las drogas no eliminaría los problemas de drogodependencia, enfermedades asociadas, conflictos sociales y mortalidad. Tampoco que el alcohol o el tabaco sean legales evita tales efectos. Pero, al menos, pondría freno a las mafias que siembran el terror y amasan fortunas a costa del mercado ilegal. Incluso admitiendo como posible un aumento inicial del número de consumidores de las drogas ya legales, habría otros efectos beneficiosos: control de calidad, lo que evitaría los males asociados al consumo; venta en dosis correctas de consumo, lo que evitaría las sobredosis accidentales; disminución de precios, lo que reduciría drásticamente la cifra de delincuencia drogoinducida; cambiar los ambientes marginales y peligrosos por un mercado legal y controlado.

Asunto vidrioso. Al menos, dejémonos de hipocresías y embustes y entremos a fondo en el debate. Sin absolutismos ni tabúes. La historia solo avanza con cambio de paradigmas.

Mariano Berges, profesor de filosofía