sábado, 29 de diciembre de 2018

¿AÑO NUEVO VIDA NUEVA


Hay pocas cosas tan castizas como los refranes. Por cierto, muchos son casposos y pelín reaccionarios. Uno de ellos es el del título. Veamos cómo van los asuntos ya clásicos de los últimos tiempos. Hoy renunciamos a la trascendencia y aterrizamos en la inmanencia.
Aunque ya he escrito varias veces sobre Cataluña, ahora, desde mi ventana, quizás ha cambiado mi perspectiva. Ahora no pienso tanto en los políticos independentistas sino en el común de los catalanes. Tienen que estar hasta los… Todos los días con la misma matraca. Si los españoles no catalanes estamos exhaustos con la información sobre Cataluña, no quiero ni pensar en los pobres catalanes. No entiendo como no hay un plante ciudadano a consumir noticias sobre la cuestión. Si los “indepes” catalanes lograran su objetivo máximo se aburrirían. Sin el enemigo español se tendrían que mirar a sí mismos y se hastiarían. No los quiero tan mal.
Podemos y su caudillo Iglesias también dan para mucho. Hay que reconocerle su resistencia al desaliento. No para. Hace de gobierno, de oposición, de comentarista, de animador, de presentador, de politólogo. Yo creo que hay que subirle el sueldo sustancialmente. Y no solo para ayudarle en el mantenimiento doméstico, que también, sino para que no pare en su productividad multisectorial. Otros cobran mucho más en la tele y no dan tanto de sí. Ahora bien, sin la Sexta sería menos.
Sánchez también se afana en lo suyo. Cada día nos sorprende con una novedad. Se va, se queda, no lo sabe, depende. Eso sí, qué bien le sientan los trajes. En eso hemos ganado. Adolfo no estaba mal. Felipe tenía un punto meridional que flipaba. José Luis tenía su palmito. Pero Pedro supera a todos. ¿Qué no importa la planta? Qué ingenuos.
Como se habrá podido observar solo hablo de varones o de colectivos territoriales. No me atrevo a hablar de mujeres. ¡Con lo que en este país hemos hablado de mujeres los varones! Pero ahora es peligroso. Se ha impuesto una autocensura que casi deja pequeña a la de los cuarenta años. Entre feministas, animalistas, ecologistas… estamos rodeados. Tradicionalmente, el sufijo ismo era peyorativo pero ahora se ha transformado en un título de excelencia. Repaso este párrafo por si he cometido algún desliz. Juro que si lo hay es sin intencionalidad.
Otro asunto que llena nuestros vacíos existenciales son las pensiones. Nunca una cuestión tan compleja había sido tan simplistamente tratada. “Hay que aumentar las pensiones”. Depende de cuáles. “Yo he cotizado cuarenta años y me quedan cuatrocientas euros”. Mentira. Hay que tener en cuenta que las pensiones son una contraprestación a las cotizaciones de toda la vida laboral. Y muchos han cotizado muy poco. Lo que pasa es que los pensionistas son diez millones y todos votan. Ocupan más espacio mediático las pensiones de los jubilados que el trabajo de los jóvenes. Nadie dice nada sobre lo último. Ni ellos mismos. El individualismo y la supervivencia se han convertido en su peor defensa. Los asuntos importantes hay que pelearlos, jóvenes. Y el trabajo es el factor que dignifica la vida (Marx dixit).
Yo siempre he pensado que mi generación, al menos en España, ha sido muy peligrosa para la sociedad. Cuando comenzamos a ser adultos ocupamos todos los sitios y lugares posibles, pues todos estaban democráticamente vacíos. Luego, con la esperanza de vida que disfrutamos y unas dignas pensiones, seguimos ocupando muchos sitios y la mayor parte de los restaurantes. Pienso que cuando nos muramos, esta sociedad dará un paso adelante muy importante, pues el vacío a ocupar será grande. Ya lo decía el clásico, no merece la pena sufrir ni pelear, todo es cuestión de unas cuantas defunciones. Pues eso, a esperar.
Vox es ya un asunto no solo de presente sino de futuro. Nos va a dar muchos días de gloria. Por sí mismo y por sus colaterales, que van a dudar entre abrazarlos o insultarlos. Éramos pocos que parió la abuela. Ahora somos cinco. Menos mal que IU se ha diluido en Podemos, si no, seríamos seis. Y esto na da ni para tanto ni para tantos. Ahora que Italia se ha simplificado, España se ha hace más compleja. ¿Seguirá siendo cierto eso de “España es diferente”? Una de las perlas más políticas de Vox es la desaparición de las autonomías. Yo siempre he sido un jacobino. En la Transición siempre pensé que en nuestra cantonalista España un gobierno central democrático, un reconocimiento cultural e idiomático a vascos y catalanes y una descentralización inteligente y profunda, sería más que suficiente. Ahora ya es una cuestión irreversible aunque muy mejorable en lo relativo a la igualdad de todos los españoles.
Bueno, hasta aquí llegó mi subjetivo caleidoscopio. No banalizo, relativizo. Feliz año nuevo 2019 y que nuestros asuntos, inmanentes todos, no nos amarguen la existencia, que solo hay una, como España.
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 15 de diciembre de 2018

ACONTECIMIENTOS INESPERADOS


La ventana indiscreta
ACONTECIMIENTOS INESPERADOS
Desde mi ventana se ven los acontecimientos desde una perspectiva distinta a cómo se ven desde la calle. Ni peor ni mejor, distinta. No te involucras pero tampoco te evades; se te escapan los particularismos pero globalizas mejor; lo ves a posteriori y así reflexionas más acertadamente; no participas en ellos pero puedes influir en los siguientes. En definitiva, no participas en los acontecimientos que ves pero puedes prever lo que va a suceder. Porque la vida, y la política es parte de la vida, es un  proceso que fluye, donde el presente condiciona el futuro, si tu perspectiva es la adecuada.
La vida parlamentaria española transcurre con más anécdotas que hechos serios, sus discusiones suceden sin hablar del fondo de las cuestiones y lo que queda en la retina son aspectos formales poco significativos, si no chascarrillos. Las declaraciones públicas de los dirigentes sociales son casi siempre huecas y a la defensiva. Como mucho descriptivas, casi nunca proféticas. Pero de vez en cuando sucede algo inesperado: la revuelta de los “chalecos amarillos” en Francia o la irrupción de Vox en Andalucía, por ejemplo. Y no estabas preparado para ello, no lo esperabas, no lo entiendes. Pero si reflexionas percibes una cierta lógica entre el antes y lo ocurrido. Cosas a las que no habías dado importancia, protestas que no parecían importantes, comentarios entre gente no ilustrada, pensamientos que no parecían propios de ti, temores de los llamados infundados. Todos esos hechos sucedían simultáneamente y no percibías ninguna conexión entre ellos. Y de pronto estalla lo inesperado y te pones a cubierto, no vaya a ser que te cause algún problema.
Pero la política debe tener, según Aristóteles, una virtud primordial, la prudencia. Palabra cuya etimología latina es pro-videre, que significa ver antes de que sucedan las cosas, adelantarte a los acontecimientos, prever lo que va a pasar. Por eso son tan importantes los políticos. Por eso la política es el mejor instrumento que los humanos han inventado para garantizar la convivencia y mejorar la vida de sus conciudadanos. Por eso los políticos deben ser respetados y hacerse respetar. Porque se deben dedicar a preparar el futuro de todos. Y por eso Platón decía que los políticos deben ser elegidos de entre los mejores de la comunidad, ya que solo ellos están preparados para ser políticos.
Los políticos se lanzan, en los días siguientes de ocurrir lo inesperado, a un análisis desenfrenado. Algunos se las dan de profetas; otros, más humildes, se intentan defender de las consecuencias; otros, más prácticos, se resitúan ante el futuro. Pero casi nadie modifica su conducta. Como mucho, cambian de discurso, dicen tomar nota, pero, a los pocos días, todo vuelve a ser igual. Los políticos no están ni en la calle ni en la ventana. Están en su burbuja, hablando entre ellos y nada más que entre ellos, sobre cómo lo ocurrido les va a afectar a ellos.
Cuando los políticos se sobreponen y vuelven a hablar, cargan contra los culpables. Siempre hay culpables de lo sucedido. Distintos de nosotros y de los nuestros, claro. Y nos ponemos a contarlo a la gente, que se enteren qué ha pasado, por qué ha pasado y quién ha sido el causante. Si todos hubiesen hecho lo que yo decía nada de esto hubiera sucedido. Pero uno no puede estar en todo. Y nos ponemos a predicar otra vez la buena nueva, la misma nueva que antes de los últimos sucesos. A ver si esta vez me escuchan y todo se reconduce.
Pero la mayoría de la gente no está dentro de mi burbuja y, por lo tanto, hace uso de otra lógica distinta de la mía. Y casi nadie es político, por lo que no miran al futuro sino al presente. Y quieren que su presente cambie a mejor. Están hartos de falsas promesas y ven que cada día están peor. Por eso se apuntan a cualquier novedad que aparezca. Prueban a ver qué (les) pasa. A veces optan por aquello que más duele a los que han gobernado, a ver si espabilan y cambian de una vez. Pero muchos políticos, en vez de escuchar y reflexionar, aún se enfadan más y los castigan. Y así les va. A los políticos.
Ya se sabe que los votos “en la línea equivocada” provienen siempre de ignorantes o malvados. Lo que pasa es que cada día hay más. Pero siempre queda una última explicación: se trata de una reacción coyuntural pero todo volverá a su ser, o sea, que me vuelvan a votar a mí. A veces, efectivamente, es una reacción coyuntural, pero otras veces esos sucesos están indicando un cambio de época. El 15-M y Vox parecen una reacción semejante, por la izquierda y por la derecha, por parte de aquellos que no les va bien (a ellos y/o a la sociedad). Pero vemos que lo sucedido no es solo en España. Más aún, España era la excepción (junto con Portugal) de este populismo que nos rodea. Ya estamos en la frecuencia general. ¿Y ahora, qué? Seguiremos informando.            Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 1 de diciembre de 2018

ENVEJECIMIENTO ACTIVO









Hace tres años escribí en este mismo periódico un artículo titulado “Envejecimiento activo”. Vuelvo sobre el tema, pues, aparte de ser mi problemática existencial del momento, pienso que es una cuestión realmente importante para los interesados y para los “no interesados”, porque la sociedad somos todos y una interrelación positiva  de unos con otros nos aporta bienestar a todos.  

En principio formularé, a manera de criterios básicos, tres principios: 1) Las personas mayores quieren participar activamente y de manera integral en la sociedad española, por lo que la sociedad debe estimular y reconocer la contribución de los mayores al bienestar del país. 2) En nuestra sociedad se considera a los mayores como objeto de atención más que como sujetos autónomos, y aún menos como como personas que desarrollan críticamente esa autonomía.  Y 3) Hay que darle la vuelta a esta percepción y construir nuevos relatos y nuevas políticas con y para los mayores.

En 1999, la OMS adoptó el término “Envejecimiento Activo” (EA) como el proceso de optimización  de la vida a medida que las personas envejecen. Si tenemos en cuenta que en el mundo hay más de 600 millones de personas mayores de 60 años, y que, con la esperanza de vida disparada, en 2025 serán 1.200 millones, estamos hablando de un asunto mucho más importante de lo que parece. No es solo cosa de viejos. Y si somos de los que solo vemos importante la economía, tendremos que pensar que la sanidad, las pensiones y los servicios sociales son la parte del león en nuestro Estado de bienestar y tienen en las personas mayores su mayor coste. Por lo tanto, o “matamos” a los viejos o les hacemos un hueco. Y este hueco que los mayores deben tener, puede y debe ser mucho más eficiente si la sociedad (y el poder) los trata como sujetos activos y no solo como objetos a cuidar.

Uno de los tópicos más inoperante que solemos usar en esta cuestión es la improductividad de los viejos. Y nos referimos siempre al trabajo profesional y/o físico. Pero si observamos el número de parados en la actualidad española, y más aún, en que el paro no tiene remedio para mucha gente, bien sea por falta de cualificación, por robotización de ciertos trabajos o por improductividad de ciertos medios tradicionales, podríamos pensar que la sociedad del ocio que Marcuse predicaba en los años sesenta (“Eros y civilización”) había llegado, tanto para los laborales como para los jubilados. Y en esta sociedad del ocio no es el trabajo el problema principal, sino cómo ocupar el tiempo libre. ¿Tiene el hombre de hoy la capacidad intelectual para estar sin trabajar? Como siempre, unos sí y otros no, independientemente de su edad. Y el problema de los salarios tampoco sería un grave problema, pues la Renta Básica Universal (y otros productos existenciales que aparecerán en el futuro inmediato) será algo tan elemental que dejará de ser una demanda política para convertirse en un principio básico de convivencia. Los cambios en la manera de organizarse la sociedad son vertiginosos y aún lo serán más.

Esta nueva perspectiva de ciudadanía que pido para los mayores debería tener tres características importantes:

1) El valor de la autonomía personal: ni ser viejo significa ser inútil ni trabajo y jubilación tienen que ser obligatoriamente términos irreconciliables. Se puede seguir trabajando al mismo tiempo que se jubila si entendemos el trabajo como generación de valor y de utilidad social, aunque no necesariamente incluya salario. Lo importante es conseguir que el capital humano, social e intelectual acumulados, sus conocimientos y experiencias, no se pierdan ni se dejen de lado.

2) El valor de la igualdad y las condiciones de vida. Aunque España ha mejorado muchísimo las desigualdades siguen existiendo. He aquí algunos datos: el 20 % de la población son mayores; el 60 % son mujeres; el 30 % de los mayores de 65 años tienen alguna clase de discapacidad; el riesgo de pobreza es casi el doble entre los mayores que en otra edad; vivir solos no tiene el mismo significado de viejos que de jóvenes. Por lo tanto, evitar la discriminación y la exclusión de los mayores es un objetivo primordial, pues su vulnerabilidad es mayor.

3) El valor de la diversidad. No todo el mundo llega a la vejez en las mismas condiciones económicas, culturales y sociales. Tratar de manera diversificada las situaciones de desigualdad es una garantía de igualdad para todos. Y esto vale también para las diversas opciones vitales, sexuales, culturales y religiosas de los mayores. Hay que dar voz a los que no tienen voz.

Como conclusión final me atrevo a ir un poco más lejos reivindicando un papel activo de los mayores en las dinámicas sociales y políticas de cada ciudad y comunidad. Se debe aprovechar sus potencialidades, fuerzas y capacidades. Un ejemplo de esto podría ser el concepto de “emérito” que se usa en las universidades para sus profesores jubilados, que debería dejar de ser una situación de privilegio universitario y pasar a ser una consideración social generalizada.                                 
Mariano Berges, profesor de filosofía


















sábado, 17 de noviembre de 2018

La ventana indiscreta EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA POLÍTICOS


 
El ritmo de los acontecimientos es trepidante: moción de censura, exhumación de Franco, siempre Cataluña, el omnipresente Villarejo, el asunto de las hipotecas, el estado de campaña electoral permanente, etc. Añadamos la reiteración de los informativos, que siembran la percepción de que aún pasan más cosas de las que realmente pasan.

Ciertamente el empacho del español que quiera estar informado es tal que para procesar tanta imagen repetida y tantas noticias huecas y estériles tiene auténticos problemas de digestión mental y hasta material. El cansancio y la reiteración esterilizan la mente, que necesita oxigenarse para estar en disposición de asimilar algo de lo que le cuentan.

¿Y si lo que cuentan son cuentos? Habrá que analizar la intención de los contadores de cuentos. ¿Para qué nos cuentan cuentos? ¿Para entretenernos, tal como se hace con los niños? ¿Para distraernos? ¿De qué? Porque no solo nos distraen de algo sino también para algo: para no dedicar nuestra atención a lo que realmente nos interesa: la vida real, la sociedad real, la gente real, los intereses reales.

Si últimamente se habla mucho de burbujas (económica, inmobiliaria…) habría que extender más el ámbito y hablar de la burbuja de los políticos. El político al uso vive realmente en una burbuja. Solo habla con políticos o con periodistas sobre política. Si habla con gente normal es tratado como político y su vanidad es halagada incluso cuando es insultado. Le insultan aquellos que le envidian, piensa el político al uso. Y su termostato son las elecciones, internas o externas. Y si no gana es porque a veces el pueblo se equivoca y hasta es desagradecido.

En el ámbito católico era habitual hacer de vez en cuando (una vez al año era lo típico) unos ejercicios espirituales, tiempo en el que uno analizaba si su vida era conforme a los principios ortodoxos o correctos de su religión. Pues bien, no les iría mal a los políticos unos ejercicios espirituales para analizar si ese principio rector de la política, que es la transformación de la sociedad en que vives, rige realmente su acción política. Quizá se encontrarían que el auténtico principio rector son las elecciones, para lo que es conveniente hacer o decir lo que la gente “distraída” quiere ver u oír. En definitiva, el populismo en su versión peyorativa, ése que consiste en analizar y resolver simplistamente asuntos o cuestiones difíciles y complejos. Un ejemplo que nos sirve es lo sucedido con el “hipotecazo”.

Resulta que durante veinte años los gastos derivados de las hipotecas o actos jurídicos documentados -AJD- los ha venido pagando el ciudadano hipotecado, además de pagar los intereses del negocio bancario. Resulta que en la normativa no estaba muy claro que esto tuviera que ser así. Y de hecho, el Tribunal Supremo decide que esto era un error y que tenía que ser el banco quien lo pagara. Lo cual suponía una devolución al conjunto de los ciudadanos hipotecados en los últimos cuatro años (tiempo hábil en la prescripción de los procesos tributarios) de 5.000 millones de euros, según la ministra de Hacienda Pero no los devolvían los bancos sino las Comunidades Autónomas (CCAA), que son las que habían ingresado tal impuesto autonómico, aunque luego los bancos tendrían que pagar al menos parte.  

Pero a los quince días de esa sentencia el propio Tribunal Supremo se desdice y señala a los ciudadanos hipotecados como los pagadores de esos 5.000 millones. Que ya los ha pagado. Con lo cual todo queda como si no hubiera pasado nada.

Pero al día siguiente sale el Presidente del Gobierno y dice que no, que son los bancos los que tienen que pagar y no los ciudadanos. Y esto ya será así definitivamente. Como si el mundo se acabara con sus palabras. Eso sí, sin la retroactividad de los cuatro años, o sea sin pagar nada los bancos ni devolver los 5.000 millones las CCAA. Con lo cual los ciudadanos hipotecados no recuperan lo indebidamente pagado. Y los bancos se resarcirán de lo que tengan que pagar de aquí en adelante repercutiéndolo en el cliente, diga lo que diga el Presidente.

¿Fin de la historia de las hipotecas? No creo. Desde mi ventana esto se ve como un teatrillo con tres personajes: bancos, Gobierno y jueces. Y un espectador anonadado: el ciudadano, que ha pagado y no lo va a recuperar. De momento: paz, nadie paga, nadie cobra. Y a partir de ahora, veremos. Porque el PP y Cs quieren quitar el impuesto, o sea empobrecer al Estado; el PSOE aparece como el justiciero, y UP monta unas manifestaciones contra no se sabe qué. Populismo a cuatro bandas. Me viene a la memoria aquella definición de demagogo: “aquel que predica doctrinas que sabe falsas a hombres que sabe idiotas”.

Como colofón una pregunta: ¿Son estos jueces y este Gobierno los que van a resolver al contencioso judicial más importante de la democracia española, el juicio a los independentistas catalanes? Difícil papeleta. Si con el “hipotecazo” nos hemos mareado, con el juicio al separatismo catalán nos podemos asfixiar. Preparémonos para degustar diariamente estos conceptos: rebelión, sedición, malversación, inhabilitación, desobediencia. ¿Y tras la sentencia, otro nuevo: indulto?

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 3 de noviembre de 2018

LEGALIZACIÓN DE LA EUTANASIA

Parece que esta vez va en serio. Tras la moción de censura con la votación favorable al candidato Sánchez, el derecho a morir de manera digna ha entrado con paso firme en la agenda política española. El Congreso va a tramitar una proposición de ley sobre la eutanasia o buena muerte (de eu –buena- y tánatos –muerte), con el voto favorable de todos los grupos parlamentarios salvo el PP. Ojalá que el debate se haga alejado de prejuicios y sectarismos religiosos y/o ideológicos.
En la legislación comparada se plantean dos posibilidades: la eutanasia directa, que consiste en provocar la muerte del paciente, normalmente mediante inyección de fármacos que le aseguran una muerte dulce, y la ayuda al suicidio, en la que se le facilitan los medios para que él mismo ponga fin a su vida. Lo ideal sería la aprobación de la eutanasia sin cortapisas artificiales. Y en el caso del suicidio asistido, no penalizar a la persona que ayuda al enfermo, si se demuestra la libertad y voluntariedad  del enfermo.
La muerte sigue siendo un tabú. Por eso no hablamos de ella. Pero cuando a alguien se le pregunta si la teme, suele contestar que a lo que en realidad teme es al sufrimiento. El griego Epicuro (s.IV) lo expresó  y argumentó magistralmente en su Carta a Meneceo. Merece la pena leer lo que queda de esta obra clásica. Y el temor es al dolor físico, por supuesto, pero también al dolor psicológico de tener que seguir viviendo en condiciones insoportables. Morir bien es seguramente el deseo más universal pero el concepto de buena muerte no es igual para todos. Con los avances actuales de la medicina se puede alargar la vida muchísimo pero, con frecuencia, a costa de un gran sufrimiento o la pérdida irreparable de la mínima calidad de vida, bien sea por pérdida de facultades físicas o mentales. La perspectiva de un largo y penoso deterioro hace que muchos ciudadanos quieran decidir por sí mismos cuándo y cómo morir. Hay que decir que ya se dio un gran avance con la Ley de Autonomía del Paciente de 2002 que  garantiza que el enfermo pueda rechazar los tratamientos y soportes vitales que le mantienen con vida, pero esto no es eutanasia, pues solo adelanta el final irreversible en horas o días.
Sobre la eutanasia querría recomendar un título: Cartas desde el infierno de Ramón Sampedro (Edit.Planeta). En 1968 Ramón Sampedro quedó postrado en la cama por culpa de un accidente fatal. Se definía a sí mismo como “una cabeza viva en un cuerpo muerto”. Y en 1998 consiguió aquello por lo que luchaba legal e infructuosamente desde hacía treinta años: su propia muerte. Se trató de un suicidio asistido aunque no se pudo identificar a la persona que lo ayudó. El libro es un estremecedor testimonio de un hombre que buscó la libertad a través de la muerte. Se trata de un auténtico tratado de filosofía empírica. Sus reflexiones nos ilustran sobre el hecho de que la muerte no es más que una parte del proceso natural de la vida. En palabras de Sampedro “existe el derecho a la vida, pero no la obligación de vivir a cualquier precio”. Este es el principio del que parten quienes proponen despenalizar la eutanasia. Tener acceso a una muerte médicamente asistida supondría una extensión de los derechos civiles.
El libro es poético y duro y lo componen una serie de reflexiones, cartas y poemas que ponen la carne de gallina. Ya en el prólogo, Sampedro se queja de que si él “hubiese sido un animal habría recibido un trato acorde con los sentimientos humanos más nobles” y que “el Estado y la religión, por su intolerancia, son los enemigos naturales de la vida y los responsables de la destrucción del hombre como individuo”. En su poema ¿Por qué morir? dice que “Morir es un acto humano de libertad suprema. / Es ganarle a Dios la última partida. / Es un corte de mangas que democráticamente le / hacemos al dolor por amor a la vida.”. Para los que propugnan el sufrimiento como expiación dice que “justificar el sufrimiento como un medio de purificación moral solo se le puede ocurrir a un ser moralmente degenerado por una conciencia culpable. Y quien se siente culpable, o bien es injusto o idiota.”. Cómo no reconocer en este texto a Nietzsche.
Hay quien sostiene que si se pudiera garantizar a todos los enfermos unos buenos cuidados paliativos, la eutanasia no sería necesaria. Pero los mejores cuidados no pueden garantizar que un paciente no sufra y desee morir. La medicina paliativa no cubre ni todos los casos ni todos los tipos de sufrimiento. Eutanasia y cuidados paliativos no son opciones excluyentes.
La idea de fondo en la discusión sobre la eutanasia es que unos piensan (creen) que el dueño de la vida de uno es Dios y, por tanto, el hombre no puede disponer de ella. Mientras que otros piensan (no creen) que la vida es propiedad de cada uno y, por tanto, pueden disponer de ella cómo y cuándo quieran. No es justo que un principio de índole religiosa obligue  a todo el mundo. Los que estén en contra de la eutanasia que piensen que a ellos no les obliga, pero que no obliguen a los demás a seguir la misma pauta.  
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 20 de octubre de 2018

IZQUIERDAS Y DERECHAS


La tesis que defiendo en este artículo es que la vieja dicotomía ideológica de izquierdas y derechas es insuficiente para explicar la complejidad del mundo actual. Tesis que no es de izquierdas ni de derechas sino un análisis que intenta entender qué pasa y qué nos pasa en la sociedad actual. Ya sé que esta tesis se ha defendido siempre desde la derecha para camuflar sus valores y preservarlos de cualquier derrota dialéctica. Pero ahora, al menos desde mi ventana, se observa una evolución social y humana que la vieja dialéctica es incapaz de explicar y aún menos de solventar. Los cambios en la forma de pensar y de vivir de los ciudadanos de hoy se modifican de una manera acelerada en progresión geométrica.
Fue Norberto Bobbio quién en su librito “Derecha e izquierda” (1994) clarificó la diferencia entre ambos términos. Decía que, aceptando ambas tendencias tradicionales los grandes valores ilustrados de libertad e igualdad, las derechas ponen un mayor acento en la libertad y las izquierdas en la igualdad. En teoría podría ser válida tal diferencia. Sin embargo, en la actualidad, la evolución un tanto caótica de ambos conceptos hace insuficiente esta diferencia. Por ejemplo, hay una izquierda que se declara antiglobalizadora, proteccionista, antieuropea y partidaria de la democracia directa. Valores que coinciden con cierta extrema derecha. Véase una cierta coincidencia entre el actual gobierno italiano y las últimas declaraciones de Anguita respecto a estos términos. Quizás debamos abandonar los antiguos prejuicios y esforzarnos en pensar. Con frecuencia recuerdo aquellos tiempos de mi juventud que, en plena orgía metafísico-política, zanjábamos la discusión con aquello de “lo importante no es creer o no creer sino pensar o no pensar”. La dicotomía derecha-izquierda todavía sirve, pero es  insuficiente para entender la complejidad del mundo actual. Despojémonos de muchos clichés izquierdistas sin que ello suponga renegar de ciertos principios
Habría que hablar menos de izquierdas y derechas y más sobre democracia. La democracia es la el auténtico fundamento de una sociedad justa y moderna, y supone implícitamente la prevalencia del gobierno de las leyes frente al gobierno de los hombres. Teniendo muy claro que las leyes, en una democracia de calidad, las hacen los hombres por consensos de mayorías y minorías.
En un universo como el político, constituido sobre todo por relaciones de antagonismo entre partes contrapuestas (partidos, grupos de intereses, facciones, pueblos, relaciones internacionales, naciones, ciudadanos…), la manera más propia de representarlas no es solo mediante la dicotomía izquierda-derecha.  Por ejemplo, hay, ha habido y habrá un fuerte debate sobre la gestión pública o privada (más propiamente “gestión por concesión administrativa”) de ciertos servicios públicos. Una izquierda tradicional apoya la gestión pública universal y una derecha también tradicional apuesta por una gestión privada también universal. Realmente se trata de una cuestión altamente controvertida que depende de muchos aspectos y perspectivas. No es éste el momento-espacio de su discusión, aunque yo defiendo alguna gestión privada para algunos servicios públicos siempre que la vigilancia pública sobre la eficacia y la eficiencia sean operativas.
Otro ejemplo es el concepto y la realidad sobre Europa: más o menos nación, más o menos austeridad, más o menos política, más o menos control europeo, más o menos parlamento europeo, etc. Otro ejemplo sería nuestra posición sobre la Renta Básica Universal y su relación con la desaparición de muchísimos puestos de trabajo que, por su obsolescencia, han desaparecido y/o desaparecerán para siempre: cuánto, a quién, derechos y obligaciones de los perceptores, control e inspección, etc. Otro ejemplo son las pensiones, que no es algo tan sencillo como algunos dicen verlo. Y qué decir sobre las migraciones.
En definitiva, la izquierda ha puesto mucho más el acento en los derechos que en los deberes o la responsabilidad que todos tenemos para con la comunidad en que vivimos. Ahora que hay un momento intenso sobre los presupuestos para 2019 y ha tenido lugar el pacto PSOE-Unidos Podemos, para que el resultado sea viable y sostenible habrá que guardar un equilibrio entre ingresos y gastos; habrá que pactar con los adversarios, lo que implica ceder, siempre que no sea humillante la cesión y cuando es el único medio de obtener algún resultado.  En una sociedad democrática, donde la dimensión electoral es de suma importancia, los moderados tienen mayores posibilidades de éxito y los ciudadanos castigan a los extremistas, por mucho ruido que metan.
En fin, anochece y ya casi no se ve desde mi ventana.          
Mariano Berges, profesor de filosofía

lunes, 8 de octubre de 2018

PEDRO SÁNCHEZ, UN PRESIDENTE PECULIAR



La ventana indiscreta


PEDRO SÁNCHEZ, UN PRESIDENTE PECULIAR
(Artículo publicado en “El Periódico de Aragón” en fecha 6-09-2018)
Pedro Sánchez es un peculiar presidente de gobierno. Sus 100 días de gobierno han dado ya para mucho, bueno y malo. Su audacia un tanto aventurera conlleva necesariamente aciertos, rectificaciones y poses políticas. El asunto de su tesis es una cuestión aparte, pues la cuestión de si hay o no plagio no parece existir ya que, al margen de la apropiación de una importante cantidad de datos públicos (eso, públicos), los test antiplagio de los programas internacionalmente reconocidos no aportan suficiente porcentaje de plagio. Por tanto, dejémosle en eso, en la medianía de una tesis doctoral más. El Dr. Sánchez no pasara a la historia académica  de la economía. Pasemos, pues, a analizar al presidente Sánchez.
Desde mi ventana indiscreta creo percibir que la clave de la peculiaridad de Sánchez radica tanto en su propia personalidad como en la de su jefe de gabinete. Generalmente se suele nombrar jefe de gabinete a una persona de confianza y que tenga visión política global, pues su función más importante es coordinar las políticas del presidente. Sin embargo, Iván Redondo, su jefe de gabinete, no es un político sino un consultor de comunicación política que ya ha trabajado con otros líderes del PP (Monago –de quien también fue jefe de gabinete en Extremadura-, García Albiol –al que llevó a la alcaldía de Badalona con la consigna de barrer a los inmigrantes-) y que también llevó a Sánchez a su triunfo en las primarias socialistas. Parece, pues, un cerebro brillante del márquetin político y quien le dicta al presidente todo tipo de ocurrencias políticas, muchas veces lejos de cualquier coordinación interministerial. De ahí las declaraciones por libre de algunos ministros y sus correspondientes rectificaciones. Por lo general, este tipo de globos acaban pinchando.
Alguno ha llegado a decir que Sánchez es un actor que hace de presidente, por lo que su puesta en escena está muy trabajada y suele generar aplausos fáciles. Pero ¿tiene credibilidad política? Veremos si, además de feminismo (importante moda sin la que no hay nada que hacer) y diálogo con los independentistas catalanes, avanzamos en crecimiento económico, lucha contra la desigualdad y regeneración democrática. Es cierto que la nómina de ministras y ministros es sonora y prometedora, aunque ya han caído dos en pocos días y otros dos andan algo tocados. El ritmo escenográfico es trepidante y casi da vértigo. Es lo que tiene el márquetin.
¿Cuándo convocará elecciones? Indudablemente cuando crea que le favorezcan los sondeos, independientemente de que acierte o no. Iván dirá. Y los presupuestos mandan, que se aprobarán o no en función de las expectativas de los partidos políticos. Y la retórica nacionalista (catalana y vasca) se estirará y encogerá en función del análisis coste-beneficio del momento político.
Tenemos, pues, un gobierno “prometedor” pero muy débil en musculatura parlamentaria. Cuando Pablo Iglesias recuerda que mejor gobernar con 156 diputados que con 84, no se trata de una frase retórica sino de una advertencia. Y cuando el independentismo catalán dice que el diálogo real será para determinar el carácter pactado o unilateral de la desconexión con España, inevitablemente hay que volver a pensar en el artículo 155 de la CE.
Entonces ¿qué margen de gobierno tiene Sánchez? La estrategia de Iván Redondo puede haber agotado las ocurrencias y, por lo tanto, su eficacia de corto vuelo. Y aún más con la entrevista incendiaria de la Sexta a Sánchez y con la  reforma constitucional exprés para un mínimo de aforamientos. Eso es matar moscas a cañonazos. Y, al igual que en Extremadura y Badalona, fue y no hubo nada. Si este gobierno jugaba a campaña electoral, el subidón demoscópico de agosto pasado difícilmente se repetirá. Más bien, los últimos acontecimientos bajan las expectativas socialistas, a pesar del nuevo CIS. Por lo que las próximas elecciones pueden estar cerca, y las elecciones municipales y autonómicas de 2019 podrían convertirse en la referencia fundamental. Sin entrar ahora en las elecciones andaluzas, que también incidirán en las generales.
Ahora bien, si por gobernar entendemos hacer una gestión estratégica del presente y del futuro, identificando las tendencias y anticipando las soluciones a la problemática social, todo lo dicho en este artículo sobra, porque lo que se está haciendo no es gobernar sino estar en el gobierno. Si lo que se intenta solucionar son los síntomas y no las causas, eso no es sino el populismo que tan en boga está: decir lo que la gente quiere oír, simplificar los mensajes y amagar las soluciones. Pero gobernar es otra cosa más rigurosa y más seria.
Como final hay una pregunta que me asalta: ¿algunos ministros solventes que hay en el gobierno conocían realmente a Sánchez? Mi ventana está un poco empañada.   
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 22 de septiembre de 2018

NO AL TRANVÍA (CON PERDÓN)


La ventana indiscreta

NO AL TRANVÍA (CON PERDÓN)
Dos advertencias previas: 1) La cuestión a tratar es local (de Zaragoza), aunque extrapolable a otros lugares. 2) Soy consciente de dar un enfoque incorrecto políticamente y medioambientalmente. Reivindico el derecho a equivocarme.
Recuerdo que en los años sesenta la ciudad de Zaragoza hizo un esfuerzo económico y urbanístico enorme para encerrar y esconder el tren, que pasaba a la vista por todo el centro de la ciudad e hipotecaba las futuras grandes vías urbanas. Y también se quitaron los tranvías porque se declararon obsoletos. Y con el tiempo, Zaragoza configuró una de las mejores líneas de autobús urbano de España.
Actualmente, Zaragoza ha desarbolado la magnífica línea de buses urbanos y ha sacado al exterior, hipotecando todo el centro de la ciudad, un tren, que no otra cosa es el tranvía. Hemos vuelto a los años sesenta o a finales del XIX, que es cuando se inventó el tranvía, un sistema de transporte para llevar a las fábricas grandes masas de trabajadores que habitaban muy lejos del lugar de trabajo. Pero estamos en el siglo XXI y la complejidad de la movilidad urbana es mucho mayor de lo que les parece a expertos y sabios del momento. Soy consciente de que este párrafo concitará muchas iras y algunas alabanzas, aunque éstas sean más políticamente incorrectas. Por eso mismo voy a intentar razonar algo que tiene una no fácil interpretación
Es cierto que vivimos ya en sociedades posindustriales y necesitamos nuevos criterios de movilidad, pero no podemos tomar decisiones demagógicas u oportunistas, especialmente si carecemos de los 400 millones de euros que costó el tranvía de Zaragoza, además de mutilar y trocear una magnífica red de autobuses urbanos, a cambio de ocupar una gran parte del centro de la ciudad por un “tren” que ya ha producido muchos accidentes de tráfico y que pasa por una serie de calles en las que tan apenas vive gente, como es el Centro Histórico y la Gran Vía. De todo el trayecto del tranvía solo vive gente al principio y al final, ya extrarradios que tenían una facilísima y baratísima solución de conexión con el centro.

Se suelen propalar algunas opiniones con vitola de verdades apodícticas. 1) el coche ya no sirve, incluso es un estorbo en la vida de las ciudades modernas. 2) Todo el mundo debe ir en bicicleta o andando, aunque un gran porcentaje de la población urbana sean viejos a los que la ciudad tiene que proteger. 3) Todos a favor del transporte público. Por descontado que sí pero con matices.
En primer lugar, hay que tener conocimiento del contexto tecnológico y socioeconómico de la sociedad en que vivimos. En este sentido, el no al automóvil que se mueve con petróleo, que contamina y que hace ruido se paliaría con los coches de nueva generación, no contaminantes, con una estructura y dimensión que permiten su fácil almacenamiento y con un grado de automatismo que mejora sensiblemente la seguridad y el espacio urbano que necesitan. No solo hay que circular en bicicleta, también aquellos medios especiales de transporte que posibiliten el movimiento a una sociedad que envejece. Bicis y motos eléctricas, patines, 'segways', sillas rodantes, cintas peatonales de transporte… y todo el arsenal de minivehículos que están iniciando su comercialización y que por sus características caben en el ascensor y se pueden guardar en tu piso. Cara al futuro, estas técnicas disruptivas deben ser estimuladas urbanísticamente, reservándoles el espacio urbano necesario para que funcionen con seguridad, en lugar de penalizarlas expulsándolas de determinados ámbitos urbanos.
En cuanto a la generalización y mejora del transporte público, claro que estamos de acuerdo, pero con muchos matices. Si los flujos que debemos gestionar son muy fuertes la única solución factible es el metro, muy caro y muy complicado en su construcción. Pero los modernos buses funcionan con tracción no contaminante, pueden recibir la electricidad mediante una guía empotrada en el asfalto, y pueden funcionar automáticamente. Si a ello le añadimos un carril exclusivo para el bus, incluso con separación física, con el 15% del coste del tranvía tendríamos un transporte público moderno, económico, no contaminante, rápido, con mayor versatilidad y sin hipotecas urbanas de ocupación del espacio. Además, debe quedar claro que la velocidad comercial de un bus no es menor que la de un tranvía. Si un tranvía tiene mayor velocidad comercial es porque funciona en un espacio reservado, con lo que merma el espacio público disponible, o porque está soterrado, y eso equivale, especialmente a efectos económicos, a un metro ligero. Además, disminuir la efectividad del bus acortando sus trayectos para aumentar el “éxito” del tranvía es trampa.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 8 de septiembre de 2018

EL TRANSCURRIR DE LA VIDA






La ventana indiscreta
EL TRANSCURRIR DE LA VIDA
Retomo el contacto con mis lectores de “El Periódico de Aragón” tras una interrupción de cinco meses, debida a un episodio familiar, todavía no resuelto pero sí encauzado, que requería de mi atención plena. Espero que todo se vaya recomponiendo.
En este reencuentro, pongo título permanente a mi colaboración escrita: “La ventana indiscreta”. La ventana indiscreta es una película de Alfred Hitchcock del año 1954 y protagonizada por James Stewart, cuyo personaje se ve obligado a permanecer en reposo con una pierna enyesada, tras un accidente. Para luchar contra su aburrimiento se dedica a observar desde la ventana de su apartamento lo que ocurre en las viviendas de enfrente. Se trata de una obra maestra del voyeurismo.
De una manera semejante, desde mi ventana de jubilado, como un valor ya fuera del mercado, me dedicaré a observar lo que ocurre en mi entorno, como un voyeur interesado en el transcurrir de la vida y de la sociedad. Mis opiniones y comentarios procurarán ser educados, sin ánimo (ni capacidad) de influir en los acontecimientos, y mucho menos en las decisiones de los actores sociales. Si sirven para una pequeña reflexión por parte de algún lector… bienvenida sea. Mis opiniones serán epidérmicas y poco trascendentales. No cotizarán en bolsa ni impartirán conocimiento. Serán meros apuntes para pasar el rato sin desperdiciar el tiempo ni la inteligencia de cada cual.
Desde Abril hasta hoy han sucedido muchas cosas: Rajoy (PP) ha cesado como Presidente de Gobierno y ha sido sustituido por Sánchez (PSOE), tras una moción de censura apoyada, aparte de por el PSOE, por Podemos y los grupos nacionalistas vascos y catalanes. Sánchez montó un gobierno monocolor que gustó mucho a los medios y a la sociedad española. Pero tiene un gran problema: carece de mayoría parlamentaria para gobernar, pues sus socios de moción se lo van a poner difícil con sus reivindicaciones maximalistas y su poco pragmatismo coyuntural.
Los sondeos electorales se han disparado a favor del PSOE, lo que le hace ver como una fruta apetitosa un adelanto de las elecciones generales, especialmente, si se da el caso, con la excusa de no sacar adelante los presupuestos de 2019. Los movimientos políticos en la actualidad van a ir en la dirección de ver quién tiene la culpa de un adelanto electoral.
Por otro lado, el PP tiene nuevo presidente en la persona de Casado. Joven ambicioso (ahora en los cuatro partidos importantes todos los jefes son jóvenes ambiciosos, como es lógico en política) y con un discurso inicial escorado más a la derecha que su antecesor, aunque todo esté por ver.
Podemos ha sufrido un estancamiento tras la adquisición de la mansión residencial por parte de Iglesias y Montero para poder educar a sus gemelos con medios apropiados. A veces lo personal interfiere con lo general, y viceversa.
Ciudadanos sigue a lo suyo, sin haber rentabilizado su triunfo en las últimas elecciones catalanas y con una Arrimadas, flor de un día.
Pero, claro, en la vida no solo hay política, aunque sea muy importante. Existen muchas más cosas, aparentemente sin una gran importancia pero fundamentales muchas veces en la vida de cada cual. Sucesos cotidianos que alegran o entristecen, acontecimientos que condicionan tu vida, tragedias directas o indirectas que complican tu existencia, afectos y amistades que siguen funcionando por encima de los acontecimientos y que ayudan a superarlos.
Y cómo no, Cataluña sigue con su raca-raca. Si observase un solo indicio racional y/o lógico en la reivindicación independentista, juro por los dioses que lo respetaría y lo intentaría comprender. Pero no, todo lo más a lo que puede ceñirse el independentismo es a un sentimiento y, como tal, nada que ver con un Estado, construcción racional y contemporánea que sintetiza los anhelos y expectativas de un  territorio, de una manera histórica, económica y política. Pero nada de esto es Cataluña, sino un puro sueño sentimental y romántico, peligroso para la propia Cataluña y para España. El nacionalismo catalán (como el vasco) es puro intento por conquistar el poder a través de la nacionalización de la sociedad catalana. Eso sí, con envoltura romántica, que a los despistados e incultos les atrae mucho. Lo que quizás no sepan es que el romanticismo político ha sido siempre el prólogo de un fascismo que comienza en populismo y acaba en dictadura. Si a esto añadimos que Puigdemont no es Pujol, estamos ante una burda farsa sin ética ni estética. Y si añadimos al subordinado Torra, el esperpento está garantizado. Lo que no entiendo es cómo hay tantos catalanes que siguen creyendo en ellos.
Valga esta entrega como mi primera ventana indiscreta, desde la que me tendré que acostumbrar a observar el transcurrir de la vida para contárselo a ustedes.
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 7 de abril de 2018

PENSIONES II

Este segundo artículo sobre las pensiones no es contradictorio con el anterior, aunque lo parezca, sino complementario. Cuando se habla sobre un asunto complejo como éste hay que poner las dos posturas dialécticas una frente a otra, y elaborar una síntesis que sea justa y progresiva procesualmente. Aunque en este asunto quizás fuese más útil aplicar el pensamiento lateral frente al pensamiento lógico, pues los considerandos son abundantes y no todos susceptibles de la dialéctica. Con una postura demagógica no solo nos situamos en una perspectiva imposible sino que damos argumentos al contrario. Además, tras las manifestaciones callejeras queda lo más difícil: traducir políticamente el descontento que ha desencadenado la decisión de salir a la calle, lo que no es tarea fácil. En esa especie de ebriedad colectiva muchas veces se quiere todo. Pero eso, al final, es lo mismo que pedir nada, humo. Son los políticos los que deben dar forma a las exigencias de ese colectivo que ha mostrado su insatisfacción. Para cambiar las leyes está el Parlamento. Si la izquierda lo olvida, o lo desprecia, es muy posible que al final perdamos todos.
La respuesta del gobierno de Rajoy a las pensiones ha sido vincular su subida a la aprobación del Presupuesto para el año 2018. Parece una solución lógica. Sin  Presupuesto no hay modificación posible en gastos ni ingresos. En segundo lugar, ha propuesto la subida de las pensiones más bajas. También parece lógico. Para redondear la cuestión solo tendría que haber añadido la puesta en marcha del Pacto de Toledo para hablar de la justicia y de la sostenibilidad del futuro sistema de pensiones. Hay que tener en cuenta que el todo o nada no es una solución, sino que todo proceso requiere de una orientación correcta en la que ir modulando los incrementos en función de las posibilidades.
Veamos algunas características de nuestro sistema de pensiones para así poder entender mejor su dificultad.
1. La primera cuestión que debe quedar clara es cómo es nuestro sistema de pensiones en comparación con el de otros países. Y observamos que la tasa de reposición española (la relación entre la pensión inicial y el salario antes de la jubilación) es del 72% frente al 56% de Suecia y el 38% de Alemania. Lo que nos conduce a una primera reflexión sobre la generosidad del sistema español de pensiones, al menos en lo que respecta a los salarios altos. No así respecto a los salarios bajos. Además hay que tener en cuenta que la tipología de las pensiones es muy variopinta. Algunas ni son técnicamente pensiones sino actos de solidaridad que el conjunto de los pensionistas tiene con aquellos que no han cotizado un mínimo a lo largo de su vida laboral. Por lo que no tiene sentido mezclar todas las pensiones en un totum revolutum.
2. Una segunda cuestión. La propuesta del PSOE de ligar las pensiones al IPC incrementaría el gasto en 1.600 millones al año. Y el Ministerio de Empleo calcula que España debería crecer 30 años al 4,2% (lo que es imposible) para poder subir siempre las pensiones con el IPC. Por lo que algunos expertos aconsejan no volver a vincular todas las pensiones al IPC. Asunto central en toda discusión sobre las pensiones, pues en una caja única no hay suma cero, sino que todo debe ser compensado en ingresos y gastos.
3. El déficit del sistema el año pasado rondará los 19.000 millones o un 1,6% del PIB. Aunque se trata de una cifra elevada, está todavía dentro de lo manejable. Lo peligroso sería que el déficit se disparase en el futuro si abandonamos los esfuerzos que se han hecho en los últimos años para contener el gasto, tanto por parte de Gobiernos del PP como del PSOE. Aquí entramos en cómo diseñar una política de rentas más justa y en una priorización de gastos más beneficiosa para los sectores más débiles. Eso sí, siempre con la cultura del trabajo y esfuerzo como elemento distribuidor.
4. ¿Es viable nuestro sistema de pensiones? Debe ser viable. Pero necesitará ciertos ajustes para capear una situación demográfica complicada. No hay riesgo de que nos quedemos sin pensiones públicas, pero esas pensiones tendrán que ser algo menos generosas en relación a los salarios durante las próximas dos o tres décadas. Hasta que la pirámide de población española vuelva a la normalidad, pues tras la brusca caída de la natalidad, cada vez habrá menos personas trabajando para pagar cada pensión.
En definitiva, nuestras autoridades han declarado que lo que se pretende es acompasar la actualización de las pensiones a la marcha de la economía. Ojalá fuese verdad, pero siempre desde una perspectiva de justicia y progresividad. Porque cuando hablamos de la positiva marcha de la economía hay que hablar de cantidad y calidad. La famosa precarización de los puestos de trabajo y sus raquíticos sueldos no puede ser el final de la crisis. Eso sería un fracaso general.
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 24 de marzo de 2018

PENSIONES


¡Cómo no escribir sobre las pensiones! A pesar de su complejidad me meto en el charco con toda mi ingenuidad. Lo bueno de las movilizaciones en la calle es que luego aparecen en los medios de comunicación de masas y, así, se convierten en la cuestión principal de la agenda política. También es cierto que la voracidad y demagogia de los partidos políticos intentan hacerse con la tajada mayor de la tarta reivindicativa. Para ello usan expresiones genéricas, eslóganes improductivos, obviedades o utilizan información solo al alcance del gobierno.
Una cuestión previa: las pensiones son fundamentalmente un problema político, aunque con una dimensión fuertemente técnica. Pero en este orden. Una segunda cuestión: el asunto principal del que deberíamos hablar es de una política fiscal justa y progresiva, o sea, de donde sacamos los ingresos del Estado, y de una política de rentas, o sea, cómo se distribuye la renta de nuestro país. Más tarde, aparecen las pensiones como un subproducto de las dos cuestiones anteriores.
Como la cuestión de las pensiones es muy compleja voy a hacer algunas acotaciones puntuales de carácter general, teniendo como idea principal que el asunto de las pensiones es algo que hay que empezar a trabajar con rigor entre todos los partidos políticos, con sus asesores técnicos respectivos. Para ello existe el Pacto de Toledo, que data del año 1995 y que fue un acuerdo parlamentario aceptado por todos con buen resultado hasta 2013. Con la crisis financiero-económica, que no es más que un pretexto para modificar radicalmente el modelo funcional de sociedad, comienza a quebrarse el modelo de Seguridad Social y, por tanto, de las pensiones. Los recortes habidos desde 2010 y el adelgazado Estado de bienestar  marcan una regresión en el proceso social español desde la instauración democrática.
1. En primer lugar, y urgentemente, hay que derogar el índice de revalorización de las pensiones (vigente desde 2013), ya que el 0,25% reduce realmente el poder adquisitivo de las prestaciones. El gobierno del PP lo implantó siguiendo una propuesta del Fondo Monetario Internacional (FMI) de congelar las pensiones y que, curiosamente, coincide con un mayor desarrollo de los planes de pensiones privadas en nuestro país. Sembrar dudas acerca de la viabilidad de las pensiones públicas tiene también como finalidad potenciar los fondos privados de pensiones. Y no solo es grave la “congelación-devaluación” del 0,25% , sino que, según un informe reciente del Banco de España, esta “congelación-devaluación” podría llegar en el tiempo hasta 2060, si seguimos dando por bueno el desequilibrio de las cuentas de la Seguridad Social.
Esta devaluación va en contra de la práctica de casi todos los países de la UE, que garantizan como mínimo el mantenimiento del poder adquisitivo de sus pensionistas. Pero es que, además, es una práctica incumplidora de la Constitución Española (CE), que en su artículo 50 conmina expresamente a los poderes públicos a “garantizar la suficiencia económica de los mayores a través de pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas”. Por cierto que también es un incumplimiento del Pacto de Toledo que defiende como principio el mantenimiento del poder adquisitivo de los pensionistas.
2. La decisión de aumentar la edad laboral desde los 65 a los 67 años es una barbaridad teniendo en cuenta el paro de edad joven y media que hay en España. Porque lo importante no es tanto la ratio entre el número de empleados y el de pensionistas sino la productividad de los empleados. Y con las nuevas herramientas y técnicas laborales la productividad es progresivamente mucho mayor.  
3. El Estado es un todo en el que no cabe una distinción artificial entre la Seguridad Social y el Estado propiamente dicho. Por lo tanto, son los ingresos totales del Estado los que deben garantizar el mandato constitucional en un Estado social de derecho, independientemente de toda distinción formal y administrativa que quiera hacerse. La Seguridad Social es parte de la Hacienda Pública y su financiación no debe proceder solo de las cotizaciones sociales.
4. No contentos con la devaluación del 0,25%, nos amenazan con la aplicación de un próximo factor de sostenibilidad (vincular las pensiones a la esperanza de vida).  Máxime cuando el gasto actual en pensiones de jubilación en España es muy inferior al de los demás países de la UE, y cuando las proyecciones a largo plazo del propio Gobierno español y de la Comisión Europea acreditan la sostenibilidad de las pensiones públicas. Por lo que el factor de sostenibilidad es un mero pretexto para seguir con la merma del modelo social que hemos disfrutado hasta ahora.
Concluyendo: los dos hachazos infligidos al sistema de pensiones (la desvinculación de la pensión al IPC y la vinculación a la esperanza de vida) suponen una degradación del Estado de bienestar conseguido a lo largo de casi cuarenta años. Si a ello añadimos la falta de empleo y su precarización, la famosa crisis no solo no ha finalizado sino que constituye el núcleo esencial del nuevo modelo social.
Mariano Berges, profesor de filosofía