La
ventana indiscreta
PEDRO SÁNCHEZ, UN PRESIDENTE PECULIAR
(Artículo
publicado en “El Periódico de Aragón” en fecha 6-09-2018)
Pedro
Sánchez es un peculiar
presidente de gobierno. Sus 100 días de gobierno han dado ya para mucho, bueno
y malo. Su audacia un tanto aventurera conlleva necesariamente aciertos,
rectificaciones y poses políticas. El asunto de su tesis es una cuestión
aparte, pues la cuestión de si hay o no plagio no parece existir ya que, al
margen de la apropiación de una importante cantidad de datos públicos (eso,
públicos), los test antiplagio de los programas internacionalmente reconocidos
no aportan suficiente porcentaje de plagio. Por tanto, dejémosle en eso, en la
medianía de una tesis doctoral más. El Dr. Sánchez no pasara a la historia
académica de la economía. Pasemos, pues, a analizar al presidente
Sánchez.
Desde mi
ventana indiscreta creo percibir que la clave de la peculiaridad de Sánchez
radica tanto en su propia personalidad como en la de su jefe de gabinete.
Generalmente se suele nombrar jefe de gabinete a una persona de confianza y que
tenga visión política global, pues su función más importante es coordinar las
políticas del presidente. Sin embargo, Iván Redondo, su jefe de
gabinete, no es un político sino un consultor de comunicación política que ya
ha trabajado con otros líderes del PP (Monago –de quien también fue jefe
de gabinete en Extremadura-, García Albiol –al que llevó a la alcaldía
de Badalona con la consigna de barrer a los inmigrantes-) y que también llevó a
Sánchez a su triunfo en las primarias socialistas. Parece, pues, un cerebro
brillante del márquetin político y quien le dicta al presidente todo tipo de
ocurrencias políticas, muchas veces lejos de cualquier coordinación
interministerial. De ahí las declaraciones por libre de algunos ministros y sus
correspondientes rectificaciones. Por lo general, este tipo de globos acaban
pinchando.
Alguno ha
llegado a decir que Sánchez es un actor que hace de presidente, por lo que su
puesta en escena está muy trabajada y suele generar aplausos fáciles. Pero
¿tiene credibilidad política? Veremos si, además de feminismo (importante moda
sin la que no hay nada que hacer) y diálogo con los independentistas catalanes,
avanzamos en crecimiento económico, lucha contra la desigualdad y regeneración
democrática. Es cierto que la nómina de ministras y ministros es sonora y
prometedora, aunque ya han caído dos en pocos días y otros dos andan algo
tocados. El ritmo escenográfico es trepidante y casi da vértigo. Es lo que
tiene el márquetin.
¿Cuándo
convocará elecciones? Indudablemente cuando crea que le favorezcan los sondeos,
independientemente de que acierte o no. Iván dirá. Y los presupuestos mandan,
que se aprobarán o no en función de las expectativas de los partidos políticos.
Y la retórica nacionalista (catalana y vasca) se estirará y encogerá en función
del análisis coste-beneficio del momento político.
Tenemos,
pues, un gobierno “prometedor” pero muy débil en musculatura parlamentaria.
Cuando Pablo Iglesias recuerda que mejor gobernar con 156 diputados que
con 84, no se trata de una frase retórica sino de una advertencia. Y cuando el
independentismo catalán dice que el diálogo real será para determinar el
carácter pactado o unilateral de la desconexión con España, inevitablemente hay
que volver a pensar en el artículo 155 de la CE.
Entonces
¿qué margen de gobierno tiene Sánchez? La estrategia de Iván Redondo puede
haber agotado las ocurrencias y, por lo tanto, su eficacia de corto vuelo. Y
aún más con la entrevista incendiaria de la Sexta a Sánchez y con la
reforma constitucional exprés para un mínimo de aforamientos. Eso es
matar moscas a cañonazos. Y, al igual que en Extremadura y Badalona, fue y no
hubo nada. Si este gobierno jugaba a campaña electoral, el subidón demoscópico
de agosto pasado difícilmente se repetirá. Más bien, los últimos
acontecimientos bajan las expectativas socialistas, a pesar del nuevo CIS. Por
lo que las próximas elecciones pueden estar cerca, y las elecciones municipales
y autonómicas de 2019 podrían convertirse en la referencia fundamental. Sin
entrar ahora en las elecciones andaluzas, que también incidirán en las
generales.
Ahora bien,
si por gobernar entendemos hacer una gestión estratégica del presente y del
futuro, identificando las tendencias y anticipando las soluciones a la
problemática social, todo lo dicho en este artículo sobra, porque lo que se
está haciendo no es gobernar sino estar en el gobierno. Si lo que se intenta
solucionar son los síntomas y no las causas, eso no es sino el populismo que
tan en boga está: decir lo que la gente quiere oír, simplificar los mensajes y
amagar las soluciones. Pero gobernar es otra cosa más rigurosa y más seria.
Como final
hay una pregunta que me asalta: ¿algunos ministros solventes que hay en el
gobierno conocían realmente a Sánchez? Mi ventana está un poco empañada.
Mariano Berges,
profesor de filosofía
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