El
análisis de los medios de comunicación me produce la misma percepción hoy que
en julio pasado, cuando me parecía clarísimo que Sánchez no iba a acordar nada
con Iglesias, sino que apostó desde el principio a unas nuevas elecciones que
redujeran el peso electoral de Cs, de UP y que aumentara el del PSOE. La jugada
le salió mal: Cs se redujo demasiado, UP se redujo pero poco y el PSOE también
se redujo. En cambio, aumentaron PP y, especialmente, VOX. Por lo tanto, la
situación aún se complicó más, y lo que es peor, amenazó con hacerse
ingobernable, o con VOX de árbitro determinante. No me negarán que, como
espectáculo, poco suspense más se puede pedir. Y el espectáculo continúa, hoy
jueves 28 de noviembre. Ignoro la duración y el final de la teatralización entre
PSOE y ERC. Si tentamos más la suerte, la ruina está garantizada. Pero el
espectáculo debe terminar para comenzar la realidad
Parece
que los bloques han sufrido una cierta modificación, aún sin sumar mayoría
ninguno de los dos clásicos (izquierda y derecha) por separado. Siguen
necesitando a los nacionalistas para la investidura (otra cosa muy distinta
será la gobernabilidad). La fragmentación parlamentaria ha aumentado tanto que
hemos pasado de 4 partidos de ámbito nacional a 6, y de 5 partidos de ámbito
territorial a 11. Algunos de ellos modelo “viva mi pueblo”, simpáticos para
algunos pero negativos para una visión global de España y para una política de
prioridades sensata y justa. Y por si fuera poco, los partidos
anticonstitucionalistas-independentistas han pasado de 19 a 28 escaños. La
centrifugación y la atomización se van apoderando del país y su
parlamento.
Paradójicamente
(el miedo guarda la viña), tras el 10-N, en 24 horas se sella, con un
cinematográfico abrazo, un preacuerdo entre PSOE y UP. Una vez cumplida la
exigencia que casi todo el mundo le exigía a Sánchez antes de septiembre, los
demás invitados necesarios se irían sumando con una cierta comodidad. ¿Ha
copiado Sánchez a Lambán en su rapidísimo acuerdo con el PAR, que tan buen resultado
le ha dado en Aragón?
Pero la
abstención de ERC la ponen cara, muy cara, incluso humillante para el candidato
a la presidencia. Yo esperaba-deseaba que ERC estuviese trabajando su futuro
papel en Cataluña. Me refiero a
seguir con su nacionalismo tranquilo de otros tiempos, sin jugar a brujos
separatistas a corto plazo, y comandando la política, el ritmo y el lugar de
Cataluña en España. Pero me temo que no, porque el electoralismo al interior de
Cataluña es para ellos más fuerte que el beneficio de todos. Además, de un
partido independentista nunca te puedes fiar. Y ERC lo ha demostrado muchas
veces, con la República, con la dictadura y con la democracia. Con el propio
Sánchez, una vez le da el gobierno y otra se lo quita. ¿Merece la pena la teatralización
que va a tener lugar estos días? Seguimos con la política-espectáculo, pero un
espectáculo aburrido.
Pero si
esa opción no es viable solo queda la opción patriótica (sin ironía), previa
ruptura del pacto con UP, lógicamente. ¿Están dispuestos PP y Cs a permitir la
gobernabilidad del PSOE? Si así fuera, deberían hacerlo saber con firmeza y con
rapidez. El situacionismo posibilista también puede ser ético, y las afinidades
electivas pueden cambiar según las circunstancias. Porque si comparamos el
documento que el PSOE firmó con Cs y el que ahora ha firmado con UP, es mucho
más rico el primero, más concreto y, desde luego, más ambicioso. Por lo tanto,
hay que ser rigurosos y alejarnos de los apriorismos, que nos pueden llevar al
dogmatismo y al sectarismo.
Como la
cultura del pacto es muy extraña en la política española, salvo en la
Transición, esta última propuesta puede sonar rara. Pero no tiene por qué
ser así. Puede, y posiblemente sería lo mejor, hacerse un acuerdo
constitucionalista (PSOE-PP-Cs) para un tiempo limitado y con unos pocos y
básicos objetivos de Estado. Tales como marcar la dirección de la reforma
federalista (no confederal) de la Constitución y encauzar el problema
territorial de España, amén de mantener lo fundamental de la agenda social, con
una política fiscal justa y proporcional. Todo ello con una didáctica
explicativa sin trampas e inteligible. Porque ser de izquierdas parece que
ahora se mide por la proximidad a los posicionamientos nacionalistas, cuando la
izquierda siempre ha sido internacionalista y ha despreciado a los
nacionalismos como reaccionarios y peligrosos, supremacistas y xenófobos.
Llevamos
demasiado tiempo anclados en la instabilidad política, lo que hace peligrar
nuestro futuro, pues no solo no hemos introducido una serie de reformas
necesarias en tiempos de bonanza, sino que estamos viviendo de las rentas. En
este mismo año 2019 hemos frenado el empleo, bajando de un 3% a un 1,8%, y en
2020 estaremos en el 1%, lo que supone volver al 14% de paro laboral, doble que
la media de la UE. Como la desaceleración económica ya está aquí, las familias
ahorran, con lo que hay menos demanda interior, poniendo freno al principal
motor de la economía.
Unas
terceras elecciones ahora serían un freno difícil de superar.
Mariano Berges, profesor de filosofía