sábado, 30 de noviembre de 2019

LA POLÍTICA-ESPECTÁCULO


La ventana indiscreta


El análisis de los medios de comunicación me produce la misma percepción hoy que en julio pasado, cuando me parecía clarísimo que Sánchez no iba a acordar nada con Iglesias, sino que apostó desde el principio a unas nuevas elecciones que redujeran el peso electoral de Cs, de UP y que aumentara el del PSOE. La jugada le salió mal: Cs se redujo demasiado, UP se redujo pero poco y el PSOE también se redujo. En cambio, aumentaron PP y, especialmente, VOX. Por lo tanto, la situación aún se complicó más, y lo que es peor, amenazó con hacerse ingobernable, o con VOX de árbitro determinante. No me negarán que, como espectáculo, poco suspense más se puede pedir. Y el espectáculo continúa, hoy jueves 28 de noviembre. Ignoro la duración y el final de la teatralización entre PSOE y ERC. Si tentamos más la suerte, la ruina está garantizada. Pero el espectáculo debe terminar para comenzar la realidad

Parece que los bloques han sufrido una cierta modificación, aún sin sumar mayoría ninguno de los dos clásicos (izquierda y derecha) por separado. Siguen necesitando a los nacionalistas para la investidura (otra cosa muy distinta será la gobernabilidad). La fragmentación parlamentaria ha aumentado tanto que hemos pasado de 4 partidos de ámbito nacional a 6, y de 5 partidos de ámbito territorial a 11. Algunos de ellos modelo “viva mi pueblo”, simpáticos para algunos pero negativos para una visión global de España y para una política de prioridades sensata y justa. Y por si fuera poco, los partidos anticonstitucionalistas-independentistas han pasado de 19 a 28 escaños. La centrifugación y la atomización se van apoderando del país y su parlamento. 

Paradójicamente (el miedo guarda la viña), tras el 10-N, en 24 horas se sella, con un cinematográfico abrazo, un preacuerdo entre PSOE y UP. Una vez cumplida la exigencia que casi todo el mundo le exigía a Sánchez antes de septiembre, los demás invitados necesarios se irían sumando con una cierta comodidad. ¿Ha copiado Sánchez a Lambán en su rapidísimo acuerdo con el PAR, que tan buen resultado le ha dado en Aragón?

Pero la abstención de ERC la ponen cara, muy cara, incluso humillante para el candidato a la presidencia. Yo esperaba-deseaba que ERC estuviese trabajando su futuro papel  en  Cataluña. Me refiero a seguir con su nacionalismo tranquilo de otros tiempos, sin jugar a brujos separatistas a corto plazo, y comandando la política, el ritmo y el lugar de Cataluña en España. Pero me temo que no, porque el electoralismo al interior de Cataluña es para ellos más fuerte que el beneficio de todos. Además, de un partido independentista nunca te puedes fiar. Y ERC lo ha demostrado muchas veces, con la República, con la dictadura y con la democracia. Con el propio Sánchez, una vez le da el gobierno y otra se lo quita. ¿Merece la pena la teatralización que va a tener lugar estos días? Seguimos con la política-espectáculo, pero un espectáculo aburrido.

Pero si esa opción no es viable solo queda la opción patriótica (sin ironía), previa ruptura del pacto con UP, lógicamente. ¿Están dispuestos PP y Cs a permitir la gobernabilidad del PSOE? Si así fuera, deberían hacerlo saber con firmeza y con rapidez. El situacionismo posibilista también puede ser ético, y las afinidades electivas pueden cambiar según las circunstancias. Porque si comparamos el documento que el PSOE firmó con Cs y el que ahora ha firmado con UP, es mucho más rico el primero, más concreto y, desde luego, más ambicioso. Por lo tanto, hay que ser rigurosos y alejarnos de los apriorismos, que nos pueden llevar al dogmatismo y al sectarismo.

Como la cultura del pacto es muy extraña en la política española, salvo en la Transición, esta última propuesta puede sonar rara. Pero no tiene por qué  ser así. Puede, y posiblemente sería lo mejor, hacerse un acuerdo constitucionalista (PSOE-PP-Cs) para un tiempo limitado y con unos pocos y básicos objetivos de Estado. Tales como marcar la dirección de la reforma federalista (no confederal) de la Constitución y encauzar el problema territorial de España, amén de mantener lo fundamental de la agenda social, con una política fiscal justa y proporcional. Todo ello con una didáctica explicativa sin trampas e inteligible. Porque ser de izquierdas parece que ahora se mide por la proximidad a los posicionamientos nacionalistas, cuando la izquierda siempre ha sido internacionalista y ha despreciado a los nacionalismos como reaccionarios y peligrosos, supremacistas y xenófobos.

Llevamos demasiado tiempo anclados en la instabilidad política, lo que hace peligrar nuestro futuro, pues no solo no hemos introducido una serie de reformas necesarias en tiempos de bonanza, sino que estamos viviendo de las rentas. En este mismo año 2019 hemos frenado el empleo, bajando de un 3% a un 1,8%, y en 2020 estaremos en el 1%, lo que supone volver al 14% de paro laboral, doble que la media de la UE. Como la desaceleración económica ya está aquí, las familias ahorran, con lo que hay menos demanda interior, poniendo freno al principal motor de la economía. 

Unas terceras elecciones ahora serían un freno difícil de superar.
Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 16 de noviembre de 2019

¿Y AHORA, QUÉ?


La ventana indiscreta

En las elecciones del 10-N hubo dos resultados llamativos: el descalabro de Ciudadanos (Cs), de 57 a 10 disputados, y el ascenso trepidante de Vox, de 24 a 52 diputados. Todo lo demás son matices. Sin embargo, ambos resultados han sacudido la pereza mental de los partidos políticos, especialmente PSOE y UP, que han tenido retrocesos que marcan una dirección a corregir. Lo que en seis meses no se había podido conseguir se ha conseguido en dos días: un preacuerdo para un gobierno de coalición entre ambos partidos. Hacen falta más adhesiones.

Todos los medios de comunicación corren presurosos a la búsqueda del porqué de este cambio de conducta política. Tanto las declaraciones despectivas y humillantes de ambos líderes antes de las elecciones, como los abrazos de ahora, no son más que una consecuencia de “hacer de la necesidad virtud”, vulgarmente miedo. Como casi siempre, El Roto lo explica perfectamente en su viñeta: hay dos varones abrazándose, con el siguiente texto “parecía que se abrazaban, pero era para no caerse”. Los 52 diputados de Vox han generado una auténtica conmoción en la política española. Y el descenso a los infiernos de Cs, no menos. Dos argumentos recorren transversalmente la política española: el conflicto territorial de España y la agenda social de los españoles. Y ambos exigen, si no una respuesta ya, al menos una dirección clara y una hoja de ruta en la que quepan la mayoría de los partidos políticos. En estos momentos, el acuerdo PSOE-UP marca esa dirección pero será la abstención en segunda vuelta de Cs o ERC lo que posibilitará la investidura de Sánchez. Aunque caben también otras opciones. Es la hora de la responsabilidad de todos para encauzar el futuro.

En mi opinión, tiene más trascendencia el descenso de Cs que el ascenso de Vox, pues estos últimos son votos que ya estaban anteriormente en el PP, mientras que la casi desaparición de Cs ha dejado a España sin ese partido bisagra tan presente y necesario en casi todas las democracias consolidadas. La mayoría absoluta que el 28-A había otorgado a PSOE + Cs (180 diputados) fue dilapidada por Cs en aras de un objetivo (liderar la derecha) imposible para él y malo para el país. Los españoles, consecuentemente, han mandado a Cs a la papelera. Vox, en cambio, representa la impaciencia y el cabreo de la gente  menos acomodada de la derecha del PP, que ha explotado contra el separatismo y la lentitud de la recuperación social, pero que es recuperable encauzando la dirección.

En estos momentos de calculadora para sumar los votos positivos y las abstenciones necesarias para hacer posible y viable un gobierno, los 10 escaños de Cs podrían posibilitar lo que no han sido incapaces de evitar anteriormente: la existencia de un gobierno sin interferencias ni dependencias independentistas. ¡Qué gran logro hubiese sido! Ése fue el origen de Cs y ése puede ser su último servicio, o su vuelta a los orígenes. También el PP demostraría su cacareado patriotismo con una abstención técnica.

Pero si la vía más sencilla no prospera, queda la vía ERC. Los republicanos catalanes están deshojando la margarita sobre si hacer causa común con el de Waterloo y su locura unilateral, por eso de que puede haber elecciones catalanas pronto y los podrían llamar traidores, o volver a su senda tranquila de catalanidad sin estridencias más agenda social, que es lo que siempre ha hecho y le ha ido bien. La literatura, que lo aguanta todo, puede cambiar el punto nueve del texto del preacuerdo PSOE-UP y garantizar diálogo sin salirse de la Constitución. El Estado español es suficiente fuerte para no caer en las provocaciones separatistas e ir modelando una España única, plural y diversa. Para eso inventamos la política. Si fuera todo blanco o negro, no haría falta la política.

Está claro que mi humilde opinión es pura intuición derivada de los muchos años y algo de conocimiento que, aunque sea por viejo, tengo. Pero la opinión o la decisión de cada uno están causadas por la información que maneja. Y son las directivas de los partidos, y especialmente sus líderes, los que manejan la información real que subyace tras las fotos y las declaraciones que aparecen en los medios. Y bien está que así sea, pues la discreción es herramienta necesaria en toda negociación.

Pues bien, mi intuición me dice que habrá gobierno, a un precio más o menos caro, pero, en cualquier caso, más barato que unas terceras elecciones. Que no nos obliguen a nuevas elecciones, pues los españoles podríamos optar por una mayor fragmentación parlamentaria, peligrosa y difícil de gestionar. La política es el arte de lo posible. Hagamos real lo posible.

Mariano Berges, profesor de filosofía

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Rivera, como paradigma del error político

Siempre he pensado que la sociedad española es muy sabia votando. Y en estas elecciones repetidas del 10-N también lo ha sido, independientemente de que nos guste más o menos el resultado, que no tiene por qué ser calificado de catastrófico sino de lógico. El no hacer uso por parte de Cs de su gran victoria en Cataluña, más la foto de Colón, más los desaires al PSOE de Sánchez, han arruinado su gran potencialidad. Es imposible renunciar tanto a su vocación de origen en tan corto espacio de tiempo. Si Rivera no entiende de política se le retira. El colectivo es más importante que su líder.

Parece evidente que Ciudadanos (Cs) y Rivera son el exponente más significativo de estas últimas elecciones. Un partido que se definió de centro, liberal y reformista, y que sumaba con el PSOE una mayoría absoluta, parecía la solución más lógica y natural para garantizar un gobierno estable. Y no fue así. Ignoro por qué.Uno ya está fatigado depracticar psicoanálisis barato. Tras el 28-A, todos esperábamos que la necesidad de la situación generaría una mínima virtud en Rivera. Pero no fue así. Cs es el partido que lo ha tenido todo pero se ha equivocado en la ocupación del espacio. Su lugar no era liderar la derecha, ahí estaba el PP, su lugar era el reformismo que predicó en sus orígenes. Y los votantes españoles así lo entendieron, creando una situación verdaderamente espectacular: 180 escaños respaldando un gobierno, libre de ataduras nacionalistas de todo tipo y ocupando un lugar de centro izquierda que es el lugar que la mayoría de la gente prefiere. Ya lo decía Castilla del Pino: uno no puede elegir lo que quiera absolutamente, sino lo que quiera de entre lo que pueda. Esta es la idea de la libertad real. Su dimisión, al menos, ha tenido dignidad.

domingo, 3 de noviembre de 2019

ELECIONES, CATALUÑA Y FEDERALISMO


La ventana indiscreta


 Entre la codicia de Iglesias y la radicalidad de Rivera, al PSOE solo le queda el PP como apoyo en la investidura. Aunque difícil, podría ser posible. Pero una cosa es la investidura y otra muy distinta es conformar un gobierno para gobernar cuatro años. Para eso se necesita aliados de sesgo político semejante y leal. Difícil papeleta para el PSOE tras el 10-N. ¿Otra vez elecciones?

La verdad es que los partidos hablan más de desbloquear la investidura que de conformar mayorías estables para gobernar. Y el auténtico problema es de gobierno no de investidura, que podría llegar a ser una auténtica encerrona para el partido gobernante. Incluso muchos analistas dan por seguro que no se volverán a repetir las elecciones. Si esto fuera cierto, o están pensando en una mera investidura o en la gran coalición PSOE-PP. Porque UP sigue sin estar por la labor de apoyar un gobierno sin formar parte de él, y el PSOE no quiere a UP porque le quita el sueño. Y sin dormir no se puede vivir.

Cuando, tras la sentencia independentista y sus violentos epígonos por parte de los comandos secesionistas, la paz social y la serenidad de ánimo llegue a Cataluña, habrá llegado la hora de la política para todos. Y en esta cuestión, el famoso diálogo que todos reclaman y nadie concreta, se llama diálogo federal. 

En esta eterna precampaña electoral en que estamos inmersos desde hace más de un año, Cataluña es la cuestión omnímoda que todo lo fagocita. Cataluña está contaminando la política española Y la consecuencia más negativa de esto es que no existe nada más: ni economía, ni trabajo, ni vivienda, ni pensiones, ni sanidad, ni educación. Todo se reduce a si estamos de acuerdo o no con un referéndum de autodeterminación para Cataluña. Si nos fijamos mínimamente en los términos del no-diálogo, éstos son 1) Autodeterminación para Cataluña votada solo por los catalanes; 2) La autodeterminación no es posible dentro de la Constitución. Por lo tanto, o salimos de esta pseudodialéctica o todo es una farsa. Y esta farsa nos lleva a la inanidad. Porque la independencia de Cataluña es imposible, y el Estado español nunca la va a permitir. Y Europa, tampoco. Como esta evidencia es conocida por todos, ¿qué esconde esa demanda de independencia? Conseguir el poder. Y en ello están tanto el nacionalismo catalán como el nacionalismo español. Mientras tanto, nadie habla de las cosas de comer.

Para salir de este embrollo, que cada día es más insoluble, solo existe una solución: reformar la Constitución en una línea federal. Federalismo es la continuación natural del autonomismo que ya rige nuestra Constitución del 78. Sin embargo el autonomismo que tenemos, a veces, parece un reino de taifas, y, sobre todo, imprime poca cohesión a las distintas partes de España: la desigualdad de salarios y rentas, los distintos tipos impositivos, la desigualdad de servicios, las distintas posibilidades laborales y de promoción entre los jóvenes de las distintas autonomías, etc.

 El federalismo te garantiza una mayor cohesión y lealtad entre las distintas partes de la federación, a la vez que te posibilita una mayor descentralización sin causar graves desigualdades económicas, jurídicas ni políticas. Pero federalismo es un concepto muy rico y complejo, y hay muchos modelos. Por lo tanto, es muy difícil de articular política y jurídicamente. Independientemente del modelo federal que se elija, sí que deben estar claros desde el comienzo los principios federales de lealtad institucional, unidad y autogobierno, cooperación, solidaridad interterritorial y subsidiariedad. Se puede hablar incluso de plurinacionalidad española, siempre que esas nacionalidades queden restringidas a su dimensión cultural. En definitiva, estamos hablando de la modificación de nuestra Constitución de 1978, tras cuarenta años muy productivos pero que están exigiendo una actualización.

No es que tengamos que reformar la Constitución por encajar a Cataluña en España, sino que Cataluña ha sido la espita que nos ha hecho ver que nuestra Constitución necesita una reforma. Tenemos que activar la cooperación entre las diferentes comunidades autónomas y favorecer la presencia y el papel de Cataluña en una España plural y diversa, como expresión de su diversidad y de la dimensión social del Estado. Para ello necesitamos en ambos lados dialécticos, interlocutores capaces intelectualmente, válidos políticamente y valientes para intentarlo. La propuesta federal no contraviene la Constitución sino que profundiza en los instrumentos y principios que ya están presentes en su actual estructura autonómica. Estamos hablando, ni más ni menos, que de una segunda Transición.

La primera premisa es: ¿están nuestros partidos y nuestros políticos preparados para ello?  
Mariano Berges, profesor de filosofía