La
ventana indiscreta
La verdad
es que los partidos hablan más de desbloquear la investidura que de conformar
mayorías estables para gobernar. Y el auténtico problema es de gobierno no de
investidura, que podría llegar a ser una auténtica encerrona para el partido
gobernante. Incluso muchos analistas dan por seguro que no se volverán a
repetir las elecciones. Si esto fuera cierto, o están pensando en una mera
investidura o en la gran coalición PSOE-PP. Porque UP sigue sin estar por la
labor de apoyar un gobierno sin formar parte de él, y el PSOE no quiere a UP
porque le quita el sueño. Y sin dormir no se puede vivir.
Cuando,
tras la sentencia independentista y sus violentos epígonos por parte de los
comandos secesionistas, la paz social y la serenidad de ánimo llegue a
Cataluña, habrá llegado la hora de la política para todos. Y en esta cuestión,
el famoso diálogo que todos reclaman y nadie concreta, se llama diálogo
federal.
En esta
eterna precampaña electoral en que estamos inmersos desde hace más de un año,
Cataluña es la cuestión omnímoda que todo lo fagocita. Cataluña está
contaminando la política española Y la consecuencia más negativa de esto es que
no existe nada más: ni economía, ni trabajo, ni vivienda, ni pensiones, ni
sanidad, ni educación. Todo se reduce a si estamos de acuerdo o no con un
referéndum de autodeterminación para Cataluña. Si nos fijamos mínimamente en
los términos del no-diálogo, éstos son 1) Autodeterminación para Cataluña
votada solo por los catalanes; 2) La autodeterminación no es posible dentro de
la Constitución. Por lo tanto, o salimos de esta pseudodialéctica o todo es una
farsa. Y esta farsa nos lleva a la inanidad. Porque la independencia de
Cataluña es imposible, y el Estado español nunca la va a permitir. Y Europa,
tampoco. Como esta evidencia es conocida por todos, ¿qué esconde esa demanda de
independencia? Conseguir el poder. Y en ello están tanto el nacionalismo
catalán como el nacionalismo español. Mientras tanto, nadie habla de las cosas
de comer.
Para
salir de este embrollo, que cada día es más insoluble, solo existe una
solución: reformar la Constitución en una línea federal. Federalismo es la
continuación natural del autonomismo que ya rige nuestra Constitución del 78.
Sin embargo el autonomismo que tenemos, a veces, parece un reino de taifas, y,
sobre todo, imprime poca cohesión a las distintas partes de España: la
desigualdad de salarios y rentas, los distintos tipos impositivos, la
desigualdad de servicios, las distintas posibilidades laborales y de promoción
entre los jóvenes de las distintas autonomías, etc.
El
federalismo te garantiza una mayor cohesión y lealtad entre las distintas
partes de la federación, a la vez que te posibilita una mayor descentralización
sin causar graves desigualdades económicas, jurídicas ni políticas. Pero
federalismo es un concepto muy rico y complejo, y hay muchos modelos. Por lo
tanto, es muy difícil de articular política y jurídicamente. Independientemente del
modelo federal que se elija, sí que deben estar claros desde el comienzo los
principios federales de lealtad institucional, unidad y autogobierno,
cooperación, solidaridad interterritorial y subsidiariedad. Se puede hablar
incluso de plurinacionalidad española, siempre que esas nacionalidades queden
restringidas a su dimensión cultural. En definitiva, estamos hablando de la
modificación de nuestra Constitución de 1978, tras cuarenta años muy
productivos pero que están exigiendo una actualización.
No es
que tengamos que reformar la Constitución por encajar a Cataluña en España,
sino que Cataluña ha sido la espita que nos ha hecho ver que nuestra
Constitución necesita una reforma. Tenemos que activar la cooperación entre las diferentes
comunidades autónomas y favorecer la presencia y el papel de Cataluña en una
España plural y diversa, como expresión de su diversidad y de la dimensión
social del Estado. Para ello necesitamos en ambos lados dialécticos, interlocutores
capaces intelectualmente, válidos políticamente y valientes para intentarlo. La
propuesta federal no contraviene la Constitución sino que profundiza en los
instrumentos y principios que ya están presentes en su actual estructura
autonómica. Estamos hablando, ni más ni menos, que de una segunda Transición.
La
primera premisa es: ¿están nuestros partidos y nuestros políticos preparados
para ello?
Mariano Berges, profesor de filosofía
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