En este asunto de la Investidura hay que explicitar en qué momento escribes este artículo, pues los acontecimientos se suceden vertiginosamente. Pues bien, este artículo lo escribo el martes 14 de noviembre, recién registrada en el Congreso la Ley de Amnistía a la que le he hecho una rápida lectura.
Desde el artículo
anterior se han concretado muchas cosas. La fundamental es que hay pacto de
Sánchez con siete partidos, y que alcanzan un número de 179 diputados, lo que
le otorga una holgada mayoría absoluta parlamentaria. Por lo tanto, Sánchez,
con la concesión de una amnistía a favor de los independentistas catalanes,
será elegido presidente de gobierno.
Aunque el acuerdo-pacto
se centre fundamentalmente en la ley de amnistía, contiene otros aspectos de
tipo económico y concesiones nacionalistas que posiblemente sean más
importantes que la propia amnistía, aunque sean menos espectaculares en la
discusión pública. El morbo de la cárcel tiene mucha cancha. Pero quizás el
principio de igualdad de todos los españoles se quiebre más por estos segundos
aspectos que por la amnistía.
Parece claro que ha
habido dos personajes que han ocupado el espacio central de esta negociación:
Sánchez y Puigdemont. Ambos perseguían para cada uno de ellos un objetivo
fundamental, si no único: el primero, revalidar su presidencia de gobierno, y
el segundo, volver a casa y a la actividad política, sin siquiera haber sido
juzgado. Este doble objetivo ha estado envuelto en una parafernalia escénica y
con un suspense mediático digno de mejor causa. ¡Y cómo nos gusta a los
españoles este derbi futbolístico de izquierda y derecha! Un posible gobierno
de izquierdas (y de extrema izquierda, dirá la derecha) frente a un gobierno de
derechas y de extrema derecha (no hace falta que lo diga nadie más). Hay que
recordar que, según el mandato constitucional, lo que votan los ciudadanos en
unas elecciones generales es la composición del Parlamento, pero el gobierno lo
elige una mayoría parlamentaria. Por eso, Feijóo no lo consiguió, porque no
obtuvo esa mayoría parlamentaria. Y, sin embargo, Sánchez sí que lo va a
conseguir porque ha sabido configurar esa mayoría parlamentaria. ¿A qué precio? Esa es la cuestión.
Hasta aquí los hechos.
Y a partir de aquí el relato y la atmósfera, desde las manifestaciones
callejeras ante las sedes del partido socialista, comandadas por Vox y seguidas
por el PP, hasta todo tipo de manifestaciones y opiniones, argumentadas unas y
descalificatorias otras (“dictadura de Sánchez”, “golpe de estado”, “principio
del fin de la democracia” …).
Mi opinión (como me ha
recordado algún lector, yo no informo, sino que opino. Efectivamente. Gracias
por la aclaración.) parte de un principio: todo lo que ha hecho Sánchez desde
las elecciones del 23 de julio es formalmente correcto y legítimo. Y, como he
dicho anteriormente, las opiniones de todo tipo son válidas siempre que sean
argumentadas y no apriorísticas y con poca validez política objetiva por mucho
que arenguen a las masas y se pronuncien desde tribunas importantes. Y, sobre todo, hay algo que debería pensarse
muy sosegadamente, si la amnistía es eficaz políticamente para una mejor
convivencia entre los españoles y para un principio de solución de la cuestión catalana,
o, por el contrario, dará alas al independentismo, no lo sabremos ahora sino
dentro de un cierto tiempo. El tiempo cambia la perspectiva. Mejor historiador
que profeta.
Está claro que la
apuesta de Sánchez es muy arriesgada. Y me cabe la duda de si pesa más es el
interés personal o el general. Da la impresión de que Sánchez se ha quedado con
el primero, revalidar su presidencia, y les ha dejado a los indepes el
triunfo del relato, que el tiempo dirá si es algo más que relato. También los
nacionalistas catalanes tendrán que convencer a sus votantes si, aparte de la
amnistía, hay alguna ganancia concreta que conduzca a la independencia que les
prometieron.
Nos encontramos, pues,
con dos dimensiones muy distintas, el relato, tan favorable a los
independentistas, y el contenido del pacto, que lleva implícita la investidura
de Sánchez. Pero quedan todavía muchos flecos que aclarar. En primer lugar, la
propia ley de amnistía, desconocida hasta su misma entrada en el Congreso. Y cuando
la conozcamos a fondo seguirá habiendo una encendida polémica que zanjará el
Tribunal Constitucional. Hasta entonces, un poco más de sosiego no vendría mal.
Y posteriormente quedan
los aspectos de tipo económico y de tipo nacionalista, que habrá que ver su
concreción más adelante. Así mismo, habrá que analizar en profundidad el
comportamiento público de la derecha, si PP y Vox son lo mismo o el PP se
despega de Vox claramente. Esta cuestión también es muy importante para el
futuro de la democracia española.
¡Ah! Hay un asunto muy
curioso: solo hablamos del pacto PSOE-Junts, cuando ha habido otros muchos
pactos simultáneamente, con Sumar, ERC, PNV, CC y BNG. He ahí la gran victoria
de Puigdemont.
Mariano
Berges, profesor de filosofía