sábado, 26 de enero de 2019

CATALUÑA, EL ESTADO Y LAS ELECCIONES






La ventana indiscreta
CATALUÑA, EL ESTADO Y LAS ELECCIONES
(Artículo publicado en “El Periódico de Aragón” en fecha 26-01-2019)
En breves fechas comenzará el juicio más importante en la reciente historia de la democracia española. En él están imputados el núcleo duro del independentismo catalán, no por sus ideas (Esquerra Republicana las ha defendido siempre) sino por sus hechos contra la Constitución Española con el ánimo de quebrar la estructura del Estado español. La aplicación del artículo 155 de la CE desde la unidad de los partidos constitucionalistas (PP, PSOE y Cs) supuso el freno al uso espurio de la autonomía catalana para un fin no previsto en su normativa, ni estatutaria ni constitucionalmente. Pero el separatismo sigue insistiendo. Y los constitucionalistas siguen sin tener las cosas claras. Es más, la izquierda española paga la factura que genera el separatismo catalán mientras la derecha hace caja electoral, tanta que ahora son tres para repartirla.
Desde entonces hasta ahora han sucedido muchas cosas en el Estado español, en sus tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. La cantidad de maniobras habidas es impresionante, algunas realmente importantes y hasta posiblemente determinantes en el resultado final del juicio. En mi opinión, la más notable es la moción de censura contra el gobierno del PP presidido por Rajoy y que concluyó con Pedro Sánchez en la Moncloa. Aunque el gobierno de Sánchez es nominalmente monocolor, en la práctica se podría hablar del fatídico gobierno Frankenstein denunciado anticipadamente por Rubalcaba.
La dulce armonía del gobierno con los independentistas catalanes es noticia cotidiana. El intento de incidir en el poder judicial (firme y con sentido de Estado en este asunto) ha sido clamoroso. El papel del juez Marchena en su ida y vuelta de la presidencia del Tribunal Supremo puede ser clave. La ambigüedad de Podemos, las declaraciones y   hechos (fuga al extranjero) de los independentistas catalanes, el silencio interesado del PNV y el amarillismo de la Sexta, han creado una atmósfera proclive a la levedad de la rebelión, sedición y malversación separatistas. ¿Se está preparando un ambiente favorable al indulto en el caso de una más que probable condena? ¿O se está justificando el levantamiento de la condena por parte de Estrasburgo?
Mi concepto de la democracia y del Estado me obliga moralmente a ser crítico en un escenario confuso y difuso. Desde mi déficit de especialidad jurídica me atrevo a reflexionar buscando el bien general, independientemente de los beneficiarios a corto plazo. Como he repetido muchas veces, el Estado es la construcción política más importante desde la Ilustración inglesa, con Locke y Hume, que trajeron la democracia un siglo antes que en el continente europeo, por  mucho que los franceses y su Revolución  quieran vender la Ilustración como propia. Es, pues, el Estado lo primero a defender, por ser  el fundamento estructural de nuestra organización sociopolítica. Después vienen las distintas tendencias u opciones (modelos, sistemas, partidos, ideologías) desde las que se puede organizar la sociedad. Sin embargo, los partidos buscan defender otras cosas antes que el Estado. ¿Por ignorancia o por mezquino interés? Me viene a la mente una cita muy perversa de Schopenhauer: “Hay ineptos muy entusiastas. Gente muy peligrosa”.
Claro está que en una democracia representativa los gobiernos se derivan de las elecciones. De ahí que sea tan tentador jugar al carácter electoral(ista) en la acción política por parte de los partidos, y más aún más por parte de los jefes de cada partido. Ser presidente de gobierno de tu país supongo que alimenta  la autoestima y la vanidad (y hasta la bolsa) para todo lo que te queda de vida. Pero, desde una perspectiva moral, hay que hacer lo que hay que hacer, que no es otra cosa que lo que indica el cumplimiento de las leyes democráticamente elaboradas. Ya sé que es muy romántico hacer la revolución, pero, como decía un buen amigo, intentamos la revolución, menos mal que no lo conseguimos.
Precisamente, el surgimiento actual de una derecha radical, cuyo nombre no cito para evitar la publicidad, radica en su discurso simplista pero supuestamente moral (patria, religión, identidad), aunque sea a costa del olvido de la infraestructura material más izquierdista (trabajo, salario, vivienda). Los españoles parece ser que no tenemos genes muy filosóficos y nos gusta más la discusión binaria que los matices serenos y poco apocalípticos. Y en esa discusión, los radicalismos tienen mucho a ganar con su simplismo bipolar: blanco-negro, izquierda-derecha, sí-no, arriba-abajo, bueno-malo. Pero no hay que olvidar que la formación de los gobiernos se deriva de la configuración de mayorías parlamentarias en torno a un partido que concite poca animadversión y sea flexible en la práctica política. Los radicalismos sirven para “quedarse a gusto” pero para nada más. Incluso si llegan a gobernar, duran poco.
Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 12 de enero de 2019

2019: AÑO ELECTORAL




La ventana indiscreta
2019: AÑO ELECTORAL
(Artículo publicado en “El Periódico de Aragón” en fecha 12-01-2019)
Este año 2019 va a ser un año intensamente electoral: el domingo 26 de mayo habrá elecciones europeas, autonómicas (en casi todas  las CCAA de España) y municipales. Y pudiera ser que también haya elecciones generales (dependerá de presupuestos y de sondeos). Por tanto, no sobra una mirada sobre los distintos actores y escenarios que operan políticamente en la actualidad española.   
Las elecciones europeas deberían ser mucho más importantes de lo que son. Lo que pasa es que los propios partidos políticos son los primeros que no le dan la importancia debida. El pobre papel que hace el Parlamento Europeo (directamente elegido por los ciudadanos europeos) frente a la ejecutividad de la Comisión Europea (donde operan directamente los 27 gobiernos), hace que en las listas electorales no vayan políticos importantes en sus partidos. Si tuviéramos en cuenta la importancia que las decisiones de Europa, incluyendo el Banco Central Europeo, tienen en cada país, estas elecciones cobrarían mucha mayor importancia. Es una manera sibilina de sustraer el poder a la ciudadanía para otorgarlo a las oligarquías económica y política.
El panorama de la política general española cuenta ahora con un invitado más que se llama Vox. Ahora son cinco, el citado más las cuatro organizaciones anteriores: PSOE, PP, Cs y UP. Tanto los sondeos como los propios resultados electorales siempre están haciendo sumas de escaños por bloques: derecha e izquierda, eso que algunos decían que había desaparecido. Porque según la Constitución Española los gobiernos los configuran los Parlamentos y no los electores directamente. Con frecuencia gobierna, no quien más votos tiene sino quien menos rechazos genera. Esto, que es evidente, algunos no lo entienden. Esto es lo que hace que el poder siempre tienda hacia el centro como punto equidistante entre adhesiones y repulsiones. Hay partidos buenos para ganar elecciones y los hay buenos para ganar discusiones. Y para gobernar hay que ganar elecciones. Por eso las clases medias mandan en las sociedades maduras. Y por eso, también, en la actualidad, hay más incertidumbre porque las clases medias están bastante desestructuradas y el ascensor social de las personas sube y baja en función de cada coyuntura social y personal. En estos momentos, según los sondeos, ninguno de los dos bloques tiene clara la mayoría de gobierno. La formación de gobierno va a depender más de la versatilidad de los partidos que de sus votos. Y los dos partidos más versátiles son PSOE y Cs. Si los dos se alían, se harían con casi todos los gobiernos, general, autonómicos y locales. Cs se puede jugar su futuro si no resuelve pronto su decisión de ser un partido liberal de centro o un partido de derechas. Hasta ahora ha podido mantener su ambigüedad porque no ha gobernado, pero ya se le ha terminado su virginidad. ¿Gobernará Cs con el PSOE o con el PP (y con Vox)? Ésa es la cuestión.
En las elecciones autonómicas, hasta ahora ha sido la alianza PSOE-UP la que ha primado con ligera ventaja sobre PP-Cs. Pero ahora se van posicionando, ya que la aparición de Vox modifica las equidistancias entre unos y otros. Véase Andalucía como paradigma posible. En Aragón, mi tierra, el futuro es incierto, a pesar de la buena gestión institucional del gobierno de Javier Lambán. Por capacidad de trabajo, por progresista, por moderación y por patriotismo constitucional, Lambán se merece seguir. Veremos.
El ámbito local es otro mundo que, aunque interrelacionado con  los otros dos, funciona con una cierta autonomía. Ejea, mi pueblo, está en buenas manos. La ciudad de Zaragoza va a ser un enigma y la política de alianzas va a estar estrechamente relacionada con la autonómica. Todo ello, lógicamente, en función de la aritmética de los resultados. El espectáculo que han dado Zaragoza en Común (ZEC), con su esterilidad gobernante, y el PSOE, con su quiero y no puedo o puedo y no quiero, ha sido patético.
Llegando ya al final del artículo percibo que he caído en el defecto que siempre intento evitar: hablar más del carácter electoral que del gestor de cada gobierno. Ahora ya es tarde, pero prometo hablar próximamente de la acción política rigurosa y no solo ni fundamentalmente de su dimensión electoral(ista). La pregunta es muy sencilla: ¿Qué debe hacer un gobierno, hacer lo que hay que hacer para el bien de su país o hacer lo que hay que hacer para ganar las próximas elecciones? Parece lo mismo pero no lo es. Una pequeña muestra sería concretar la fiscalidad necesaria para hacer frente a todas las promesas programáticas. Porque no hacerlo es abusar del cuerpo electoral y obligarle a hacer un enorme acto de fe. Y la gente ya no está para hacer apuestas en el vacío.         Mariano Berges, profesor de filosofía