sábado, 28 de diciembre de 2019

LA POLÍTICA: LO VIEJO Y LO NUEVO (II)


La ventana indiscreta


Respecto a la investidura de Sánchez, seguimos exactamente igual, si no peor, a como estábamos en el anterior artículo, hace dos semanas. Por lo tanto, vamos a dejar trabajar a Sánchez y a sus socios para configurar su gobierno, y nosotros seguiremos reflexionando sobre el futuro político de la izquierda. 

Decía en mi artículo anterior que la socialdemocracia (SD) se ha quedado sin señas de identidad, fundamentalmente porque su criatura más importante, el Estado de bienestar, ha impregnado la política europea en gran manera, incluyendo muchas de las políticas ejercidas por la derecha, pues las grandes conquistas del citado Estado de bienestar (sanidad, educación, dependencia) son básicamente irreversibles, a pesar de algunos intentos por privatizarlas. Son conquistas tan arraigadas que la sociedad en pleno se movilizaría por ellas.

Pero 1989 (desaparición del Muro de Berlín y de la URSS) supuso que el capitalismo quedaba en solitario como principal gestor del planeta. Esto supuso la globalización y la financiarización de las relaciones económico-políticas en todo el planeta. Nada escapa al nuevo Leviatán. Por lo que la izquierda debe aprender a moverse en este nuevo paradigma con una estrategia a corto, medio y largo plazo. Desde esta perspectiva, la importancia de la investidura de Sánchez se reduce y se relativiza muchísimo. En ella no nos estamos jugando algo trascendente sino algo puramente anecdótico.

La aparición del populismo de izquierdas con ocasión del nuevo paradigma empezó fuerte con sus nuevos conceptos Élite/Ciudadanos, en sustitución de Derecha/Izquierda. Sin embargo, pronto decayó y volvió a lo tradicional. La SD volvía a ser el único referente teórico. Podemos ya ha vuelto al sistema, porque el sistema electoral ahora premia la política de bloques en vez de a los grandes partidos; y en un bloque siempre caben los pobres.
La nueva izquierda debe saber integrarse en el sistema de democracia representativa y saber esperar el momento oportuno para hacer visibles sus nuevos valores. Para ello debe manejar y fusionar los nuevos conceptos transformadores: compromiso social, gestión institucional, ecologismo, feminismo, transparencia y Europa. Sin urgencias electorales, con coherencia y con honestidad intelectual. Generalmente, las urgencias electorales suelen ser de tipo personal y coyuntural, más que colectivo y estructural.
Para hacer esto posible, Europa puede ser el mejor campo de maniobras, donde el nuevo modelo organizativo, con la coordinación de las fuerzas progresistas, se vaya instalando a través de progresivas e irreversibles reformas. En esta tarea se necesitan grandes plataformas o alianzas que no jueguen a intereses nacionalistas o minoritarios. Necesitamos una Europa fuerte, unida y progresista. A pesar del Brexit, de Trump, de Polonia, de Hungría y de otros. Paradójicamente, la salida de Reino Unido podría convertirse en una oportunidad para trabajar y madurar la nueva Europa: democrática, social, participativa y solidaria. Porque la SD es un invento europeo. En Europa ha existido el único socialismo posible y relativo, como lo es todo en política. No olvidemos que tanto el marxismo como el liberalismo son productos intelectuales de la filosofía inglesa (Locke), y la gran tragedia ha sido el desarrollo de ambas concepciones en términos y desarrollos contrapuestos. Ni la URSS ni Cuba ni China ni ciertos “progresismos” latinoamericanos han practicado el socialismo, sino que han sido intentos, posiblemente bienintencionados, pero exacerbados y erróneos. Sin libertad ni mercado no hay civilización contemporánea posible. El socialismo y el liberalismo (no así lo que entendemos por neoliberalismo) pueden coexistir y configurar un mundo más justo y viable.
De alguna manera, en la reciente cumbre climática celebrada en Madrid, algo de esto se ha podido vislumbrar. A pesar del relativo fracaso, hay que insistir en los grandes objetivos. El actual modo de producción no es ni socialista ni capitalista, sino global. Y esto, más que un modelo de producción, es un tipo de civilización. Y una civilización nueva, en primer lugar, hay que comprenderla para, comprendiendo sus mecanismos funcionales, poder transformarla. Porque los cambios profundos necesitan de estrategias profundas y duraderas, no de pequeños parches momentáneos. 
¿Qué significa Cataluña en todo este panorama descrito? Nada, absolutamente nada. España y Europa son nuestros ámbitos. Y aún éstos son pequeñas islas en el océano. España y Europa también son el ámbito de los españoles-catalanes y de los españoles-vascos. Y si no lo entienden, ya lo entenderán. No nos deprimamos ni nos angustiemos, que el horizonte es mucho más amplio. 
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 14 de diciembre de 2019

LA POLÍTICA: LO VIEJO Y LO NUEVO I



La ventana indiscreta

A fecha de hoy seguimos en plenas negociaciones para formar gobierno en España. Como la cuestión ha entrado ya en una fase de fatiga y monotonía, pienso que ya he colaborado lo suficiente con la gobernabilidad de mi país. Dejo, pues, a Sánchez y sus socios que hagan sus deberes.

Pero como el asunto sigue ocupando pantallas, redes y páginas, vamos a elevar la mirada y, en vez de hablar del gobierno (como Tip y Coll), vamos a hablar de política en general y de la izquierda en particular. Quizás sea más provechoso, aunque la mayor parte de mis pensamientos sean dudas e indicios. Porque hablar de política hoy en España, parodiando a Larra, es llorar. Parece que el caso Gurtel y el de los Eres andaluces constituyen las herencias que el PP y el PSOE nos dejan a los españoles en esta nueva época que urge comenzar desde nuevos planteamientos políticos y éticos.

Pero no quisiera referirme solo a lo negativo, también quiero hablar de todo un proceso que ha durado cuarenta años, que ha tenido muchas cosas positivas y que ha colocado a España en un lugar privilegiado, tanto en Europa como en el mundo. Maro Gaviria tituló uno de sus libros España, la séptima potencia, en un arrebato de autoestima contra el pesismismo imperante en ese momento.

Sin caer en la tentación de elaborar un inventario de logros  y de hitos de “cuando éramos jóvenes”, prefiero reflexionar sobre el futuro político de la izquierda. De la derecha no hablo porque su programa viene dado por la  inercia del neoliberalismo actuante, y sus representantes no tienen más que gestionar las consecuencias que se deriven. Es la izquierda, como siempre, la que tiene que usar inteligencia e imaginación para poder contrarrestar las corrientes adversas que se avecinan.

Desde la aparición de Ciudadanos por un lado y de Podemos por el otro, parecía que la renovación política estaba medianamente garantizada en España. Cada uno de los nuevos partidos estimulaba a su aliado de bloque, PP y PSOE, lo suficiente como para poder generar nuevas expectativas para enfrentar estos tiempos de incertidumbres y nuevos parámetros. El 15-M fue, en este sentido, una florida primavera que presagiaba una nueva atmósfera contra la emergencia climática de la política española. Pero no ha ocurrido eso, sino que Cs ha fenecido y Podemos, aunque subsiste, ha sido a costa de emular los vicios y virtudes del viejo PSOE. Vox no lo computo, pues no es más que la excrecencia del franquismo que aún estaba latente al interior del PP. Aunque sus actuales 55 escaños parlamentarios y sus 3,5 millones de votos son palabras mayores y pudieran ser consecuencia de ese estruendoso y crítico clamor de los españoles frente al anquilosamiento corrupto de los viejos partidos. El tiempo nos dirá si hay reconversión política.

Siempre hay que recurrir a la vieja cita de Gramsci de que, ante el decadente modelo histórico vigente, lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Son los ciclos los que, como en la naturaleza, posibilitan los avances y progresos, aunque también las catástrofes. Y en este sentido hay que hablar ineludiblemente de España en Europa, fuera de la cual no tiene sentido ni salvación. Pues bien, en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, la socialdemocracia (SD) se constituyó en la principal fuerza política, y el Estado de Bienestar fue su principal aportación. España llegó tarde al banquete pero se benefició en una buena parte. En 1986 se integró políticamente en Europa, y, con una Constitución joven y enormemente progresista, despegó velozmente en pos de ese Estado de Bienestar, compartiendo con Europa lasa mejores décadas de su historia.

Pero tras la caída del muro de Berlín en 1989, la SD está a punto de morir de éxito. Sus aportaciones básicas forman parte ya del ADN europeo y se ha quedado sin señas de identidad diferenciales respecto de la derecha que se dedica a gestionar las consecuencias de las nuevas coordenadas neoliberales, ya sin la competencia de la URSS y su viejo comunismo fracasado por haber negado dos de los factores fundamentales del progreso: la libertad y el mercado. La SD ve reducirse el número de sus votantes, que se van a la derecha, un tanto aburridos, incluso a la extrema derecha a probar si así salen de sus tristes vidas. La crisis de 2008 ha marcado el apogeo de este proceso y ha entronizado a los nuevos amos financieros como los mandarines de la nueva situación. El rescate de los bancos españoles es el mejor ejemplo de estos nuevos tiempos. Con la excusa de proclamarlos sistémicos, el Estado, o sea todos nosotros, asumimos una deuda particular. De tal manera que, desde su atalaya privilegiada, los bancos privatizan sus beneficios y socializan sus pérdidas. Según dicen los expertos, de no proceder así se llevaban el país por delante.

Como este análisis no ha hecho más que empezar, prometo, al menos, una segunda parte. Como aquellas novelas por entregas de Rafael Pérez y Pérez.

Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 30 de noviembre de 2019

LA POLÍTICA-ESPECTÁCULO


La ventana indiscreta


El análisis de los medios de comunicación me produce la misma percepción hoy que en julio pasado, cuando me parecía clarísimo que Sánchez no iba a acordar nada con Iglesias, sino que apostó desde el principio a unas nuevas elecciones que redujeran el peso electoral de Cs, de UP y que aumentara el del PSOE. La jugada le salió mal: Cs se redujo demasiado, UP se redujo pero poco y el PSOE también se redujo. En cambio, aumentaron PP y, especialmente, VOX. Por lo tanto, la situación aún se complicó más, y lo que es peor, amenazó con hacerse ingobernable, o con VOX de árbitro determinante. No me negarán que, como espectáculo, poco suspense más se puede pedir. Y el espectáculo continúa, hoy jueves 28 de noviembre. Ignoro la duración y el final de la teatralización entre PSOE y ERC. Si tentamos más la suerte, la ruina está garantizada. Pero el espectáculo debe terminar para comenzar la realidad

Parece que los bloques han sufrido una cierta modificación, aún sin sumar mayoría ninguno de los dos clásicos (izquierda y derecha) por separado. Siguen necesitando a los nacionalistas para la investidura (otra cosa muy distinta será la gobernabilidad). La fragmentación parlamentaria ha aumentado tanto que hemos pasado de 4 partidos de ámbito nacional a 6, y de 5 partidos de ámbito territorial a 11. Algunos de ellos modelo “viva mi pueblo”, simpáticos para algunos pero negativos para una visión global de España y para una política de prioridades sensata y justa. Y por si fuera poco, los partidos anticonstitucionalistas-independentistas han pasado de 19 a 28 escaños. La centrifugación y la atomización se van apoderando del país y su parlamento. 

Paradójicamente (el miedo guarda la viña), tras el 10-N, en 24 horas se sella, con un cinematográfico abrazo, un preacuerdo entre PSOE y UP. Una vez cumplida la exigencia que casi todo el mundo le exigía a Sánchez antes de septiembre, los demás invitados necesarios se irían sumando con una cierta comodidad. ¿Ha copiado Sánchez a Lambán en su rapidísimo acuerdo con el PAR, que tan buen resultado le ha dado en Aragón?

Pero la abstención de ERC la ponen cara, muy cara, incluso humillante para el candidato a la presidencia. Yo esperaba-deseaba que ERC estuviese trabajando su futuro papel  en  Cataluña. Me refiero a seguir con su nacionalismo tranquilo de otros tiempos, sin jugar a brujos separatistas a corto plazo, y comandando la política, el ritmo y el lugar de Cataluña en España. Pero me temo que no, porque el electoralismo al interior de Cataluña es para ellos más fuerte que el beneficio de todos. Además, de un partido independentista nunca te puedes fiar. Y ERC lo ha demostrado muchas veces, con la República, con la dictadura y con la democracia. Con el propio Sánchez, una vez le da el gobierno y otra se lo quita. ¿Merece la pena la teatralización que va a tener lugar estos días? Seguimos con la política-espectáculo, pero un espectáculo aburrido.

Pero si esa opción no es viable solo queda la opción patriótica (sin ironía), previa ruptura del pacto con UP, lógicamente. ¿Están dispuestos PP y Cs a permitir la gobernabilidad del PSOE? Si así fuera, deberían hacerlo saber con firmeza y con rapidez. El situacionismo posibilista también puede ser ético, y las afinidades electivas pueden cambiar según las circunstancias. Porque si comparamos el documento que el PSOE firmó con Cs y el que ahora ha firmado con UP, es mucho más rico el primero, más concreto y, desde luego, más ambicioso. Por lo tanto, hay que ser rigurosos y alejarnos de los apriorismos, que nos pueden llevar al dogmatismo y al sectarismo.

Como la cultura del pacto es muy extraña en la política española, salvo en la Transición, esta última propuesta puede sonar rara. Pero no tiene por qué  ser así. Puede, y posiblemente sería lo mejor, hacerse un acuerdo constitucionalista (PSOE-PP-Cs) para un tiempo limitado y con unos pocos y básicos objetivos de Estado. Tales como marcar la dirección de la reforma federalista (no confederal) de la Constitución y encauzar el problema territorial de España, amén de mantener lo fundamental de la agenda social, con una política fiscal justa y proporcional. Todo ello con una didáctica explicativa sin trampas e inteligible. Porque ser de izquierdas parece que ahora se mide por la proximidad a los posicionamientos nacionalistas, cuando la izquierda siempre ha sido internacionalista y ha despreciado a los nacionalismos como reaccionarios y peligrosos, supremacistas y xenófobos.

Llevamos demasiado tiempo anclados en la instabilidad política, lo que hace peligrar nuestro futuro, pues no solo no hemos introducido una serie de reformas necesarias en tiempos de bonanza, sino que estamos viviendo de las rentas. En este mismo año 2019 hemos frenado el empleo, bajando de un 3% a un 1,8%, y en 2020 estaremos en el 1%, lo que supone volver al 14% de paro laboral, doble que la media de la UE. Como la desaceleración económica ya está aquí, las familias ahorran, con lo que hay menos demanda interior, poniendo freno al principal motor de la economía. 

Unas terceras elecciones ahora serían un freno difícil de superar.
Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 16 de noviembre de 2019

¿Y AHORA, QUÉ?


La ventana indiscreta

En las elecciones del 10-N hubo dos resultados llamativos: el descalabro de Ciudadanos (Cs), de 57 a 10 disputados, y el ascenso trepidante de Vox, de 24 a 52 diputados. Todo lo demás son matices. Sin embargo, ambos resultados han sacudido la pereza mental de los partidos políticos, especialmente PSOE y UP, que han tenido retrocesos que marcan una dirección a corregir. Lo que en seis meses no se había podido conseguir se ha conseguido en dos días: un preacuerdo para un gobierno de coalición entre ambos partidos. Hacen falta más adhesiones.

Todos los medios de comunicación corren presurosos a la búsqueda del porqué de este cambio de conducta política. Tanto las declaraciones despectivas y humillantes de ambos líderes antes de las elecciones, como los abrazos de ahora, no son más que una consecuencia de “hacer de la necesidad virtud”, vulgarmente miedo. Como casi siempre, El Roto lo explica perfectamente en su viñeta: hay dos varones abrazándose, con el siguiente texto “parecía que se abrazaban, pero era para no caerse”. Los 52 diputados de Vox han generado una auténtica conmoción en la política española. Y el descenso a los infiernos de Cs, no menos. Dos argumentos recorren transversalmente la política española: el conflicto territorial de España y la agenda social de los españoles. Y ambos exigen, si no una respuesta ya, al menos una dirección clara y una hoja de ruta en la que quepan la mayoría de los partidos políticos. En estos momentos, el acuerdo PSOE-UP marca esa dirección pero será la abstención en segunda vuelta de Cs o ERC lo que posibilitará la investidura de Sánchez. Aunque caben también otras opciones. Es la hora de la responsabilidad de todos para encauzar el futuro.

En mi opinión, tiene más trascendencia el descenso de Cs que el ascenso de Vox, pues estos últimos son votos que ya estaban anteriormente en el PP, mientras que la casi desaparición de Cs ha dejado a España sin ese partido bisagra tan presente y necesario en casi todas las democracias consolidadas. La mayoría absoluta que el 28-A había otorgado a PSOE + Cs (180 diputados) fue dilapidada por Cs en aras de un objetivo (liderar la derecha) imposible para él y malo para el país. Los españoles, consecuentemente, han mandado a Cs a la papelera. Vox, en cambio, representa la impaciencia y el cabreo de la gente  menos acomodada de la derecha del PP, que ha explotado contra el separatismo y la lentitud de la recuperación social, pero que es recuperable encauzando la dirección.

En estos momentos de calculadora para sumar los votos positivos y las abstenciones necesarias para hacer posible y viable un gobierno, los 10 escaños de Cs podrían posibilitar lo que no han sido incapaces de evitar anteriormente: la existencia de un gobierno sin interferencias ni dependencias independentistas. ¡Qué gran logro hubiese sido! Ése fue el origen de Cs y ése puede ser su último servicio, o su vuelta a los orígenes. También el PP demostraría su cacareado patriotismo con una abstención técnica.

Pero si la vía más sencilla no prospera, queda la vía ERC. Los republicanos catalanes están deshojando la margarita sobre si hacer causa común con el de Waterloo y su locura unilateral, por eso de que puede haber elecciones catalanas pronto y los podrían llamar traidores, o volver a su senda tranquila de catalanidad sin estridencias más agenda social, que es lo que siempre ha hecho y le ha ido bien. La literatura, que lo aguanta todo, puede cambiar el punto nueve del texto del preacuerdo PSOE-UP y garantizar diálogo sin salirse de la Constitución. El Estado español es suficiente fuerte para no caer en las provocaciones separatistas e ir modelando una España única, plural y diversa. Para eso inventamos la política. Si fuera todo blanco o negro, no haría falta la política.

Está claro que mi humilde opinión es pura intuición derivada de los muchos años y algo de conocimiento que, aunque sea por viejo, tengo. Pero la opinión o la decisión de cada uno están causadas por la información que maneja. Y son las directivas de los partidos, y especialmente sus líderes, los que manejan la información real que subyace tras las fotos y las declaraciones que aparecen en los medios. Y bien está que así sea, pues la discreción es herramienta necesaria en toda negociación.

Pues bien, mi intuición me dice que habrá gobierno, a un precio más o menos caro, pero, en cualquier caso, más barato que unas terceras elecciones. Que no nos obliguen a nuevas elecciones, pues los españoles podríamos optar por una mayor fragmentación parlamentaria, peligrosa y difícil de gestionar. La política es el arte de lo posible. Hagamos real lo posible.

Mariano Berges, profesor de filosofía

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Rivera, como paradigma del error político

Siempre he pensado que la sociedad española es muy sabia votando. Y en estas elecciones repetidas del 10-N también lo ha sido, independientemente de que nos guste más o menos el resultado, que no tiene por qué ser calificado de catastrófico sino de lógico. El no hacer uso por parte de Cs de su gran victoria en Cataluña, más la foto de Colón, más los desaires al PSOE de Sánchez, han arruinado su gran potencialidad. Es imposible renunciar tanto a su vocación de origen en tan corto espacio de tiempo. Si Rivera no entiende de política se le retira. El colectivo es más importante que su líder.

Parece evidente que Ciudadanos (Cs) y Rivera son el exponente más significativo de estas últimas elecciones. Un partido que se definió de centro, liberal y reformista, y que sumaba con el PSOE una mayoría absoluta, parecía la solución más lógica y natural para garantizar un gobierno estable. Y no fue así. Ignoro por qué.Uno ya está fatigado depracticar psicoanálisis barato. Tras el 28-A, todos esperábamos que la necesidad de la situación generaría una mínima virtud en Rivera. Pero no fue así. Cs es el partido que lo ha tenido todo pero se ha equivocado en la ocupación del espacio. Su lugar no era liderar la derecha, ahí estaba el PP, su lugar era el reformismo que predicó en sus orígenes. Y los votantes españoles así lo entendieron, creando una situación verdaderamente espectacular: 180 escaños respaldando un gobierno, libre de ataduras nacionalistas de todo tipo y ocupando un lugar de centro izquierda que es el lugar que la mayoría de la gente prefiere. Ya lo decía Castilla del Pino: uno no puede elegir lo que quiera absolutamente, sino lo que quiera de entre lo que pueda. Esta es la idea de la libertad real. Su dimisión, al menos, ha tenido dignidad.

domingo, 3 de noviembre de 2019

ELECIONES, CATALUÑA Y FEDERALISMO


La ventana indiscreta


 Entre la codicia de Iglesias y la radicalidad de Rivera, al PSOE solo le queda el PP como apoyo en la investidura. Aunque difícil, podría ser posible. Pero una cosa es la investidura y otra muy distinta es conformar un gobierno para gobernar cuatro años. Para eso se necesita aliados de sesgo político semejante y leal. Difícil papeleta para el PSOE tras el 10-N. ¿Otra vez elecciones?

La verdad es que los partidos hablan más de desbloquear la investidura que de conformar mayorías estables para gobernar. Y el auténtico problema es de gobierno no de investidura, que podría llegar a ser una auténtica encerrona para el partido gobernante. Incluso muchos analistas dan por seguro que no se volverán a repetir las elecciones. Si esto fuera cierto, o están pensando en una mera investidura o en la gran coalición PSOE-PP. Porque UP sigue sin estar por la labor de apoyar un gobierno sin formar parte de él, y el PSOE no quiere a UP porque le quita el sueño. Y sin dormir no se puede vivir.

Cuando, tras la sentencia independentista y sus violentos epígonos por parte de los comandos secesionistas, la paz social y la serenidad de ánimo llegue a Cataluña, habrá llegado la hora de la política para todos. Y en esta cuestión, el famoso diálogo que todos reclaman y nadie concreta, se llama diálogo federal. 

En esta eterna precampaña electoral en que estamos inmersos desde hace más de un año, Cataluña es la cuestión omnímoda que todo lo fagocita. Cataluña está contaminando la política española Y la consecuencia más negativa de esto es que no existe nada más: ni economía, ni trabajo, ni vivienda, ni pensiones, ni sanidad, ni educación. Todo se reduce a si estamos de acuerdo o no con un referéndum de autodeterminación para Cataluña. Si nos fijamos mínimamente en los términos del no-diálogo, éstos son 1) Autodeterminación para Cataluña votada solo por los catalanes; 2) La autodeterminación no es posible dentro de la Constitución. Por lo tanto, o salimos de esta pseudodialéctica o todo es una farsa. Y esta farsa nos lleva a la inanidad. Porque la independencia de Cataluña es imposible, y el Estado español nunca la va a permitir. Y Europa, tampoco. Como esta evidencia es conocida por todos, ¿qué esconde esa demanda de independencia? Conseguir el poder. Y en ello están tanto el nacionalismo catalán como el nacionalismo español. Mientras tanto, nadie habla de las cosas de comer.

Para salir de este embrollo, que cada día es más insoluble, solo existe una solución: reformar la Constitución en una línea federal. Federalismo es la continuación natural del autonomismo que ya rige nuestra Constitución del 78. Sin embargo el autonomismo que tenemos, a veces, parece un reino de taifas, y, sobre todo, imprime poca cohesión a las distintas partes de España: la desigualdad de salarios y rentas, los distintos tipos impositivos, la desigualdad de servicios, las distintas posibilidades laborales y de promoción entre los jóvenes de las distintas autonomías, etc.

 El federalismo te garantiza una mayor cohesión y lealtad entre las distintas partes de la federación, a la vez que te posibilita una mayor descentralización sin causar graves desigualdades económicas, jurídicas ni políticas. Pero federalismo es un concepto muy rico y complejo, y hay muchos modelos. Por lo tanto, es muy difícil de articular política y jurídicamente. Independientemente del modelo federal que se elija, sí que deben estar claros desde el comienzo los principios federales de lealtad institucional, unidad y autogobierno, cooperación, solidaridad interterritorial y subsidiariedad. Se puede hablar incluso de plurinacionalidad española, siempre que esas nacionalidades queden restringidas a su dimensión cultural. En definitiva, estamos hablando de la modificación de nuestra Constitución de 1978, tras cuarenta años muy productivos pero que están exigiendo una actualización.

No es que tengamos que reformar la Constitución por encajar a Cataluña en España, sino que Cataluña ha sido la espita que nos ha hecho ver que nuestra Constitución necesita una reforma. Tenemos que activar la cooperación entre las diferentes comunidades autónomas y favorecer la presencia y el papel de Cataluña en una España plural y diversa, como expresión de su diversidad y de la dimensión social del Estado. Para ello necesitamos en ambos lados dialécticos, interlocutores capaces intelectualmente, válidos políticamente y valientes para intentarlo. La propuesta federal no contraviene la Constitución sino que profundiza en los instrumentos y principios que ya están presentes en su actual estructura autonómica. Estamos hablando, ni más ni menos, que de una segunda Transición.

La primera premisa es: ¿están nuestros partidos y nuestros políticos preparados para ello?  
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 19 de octubre de 2019

LA SENTENCIA CONTRA EL INDEPENDENTISMO CATALÁN









La ventana indiscreta

Esta semana, casi por obligación, toca hablar de la sentencia condenatoria a parte de la cúpula del independentismo catalán (queda la parte “belga”. Todo llegará.). La sentencia ha dejado en un segundo plano la campaña electoral del 10-N. Más aún, la hermenéutica que se haga de la sentencia por parte de los medios y, sobre todo, las declaraciones de los líderes políticos sobre la misma, reseteará la propia campaña, los sondeos y los resultados electorales. Ahora mismo, la sentencia ocupa toda la pantalla mediática.

No voy a hablar, lógicamente, de la dimensión técnico-jurídica de la sentencia, que me parece justa y equilibrada, sino de algunos aspectos psico-socio-políticos de la misma. Para empezar hay una pregunta clave: ¿Cómo se le dice a un colectivo de dos millones de personas que todo lo prometido durante años es ahora irrealizable sin ser barrido políticamente? Es la pregunta que se hace Guillem Martínez. Y se contesta que lo importante es la sentimentalidad, y no la realidad. Los itinerarios neuronales siguen funcionando aunque la realidad haya cambiado. Ahora es más importante la sensación de grupo que la propia independencia. Ahora hay que luchar por la libertad de los presos y no por la independencia. Y aquí aparece la ventaja de Junqueras (ERC) sobre Puigdemont. Los dos años de prisión preventiva pueden acabar siendo una magnífica inversión política, mientras que la huida puede ser su losa mortuoria. Una buena lección sobre los resultados de asumir las propias responsabilidades y sus consecuencias (la famosa “ética de las consecuencias” de Max Weber). 

Los números de las protestas callejeras de Cataluña son preocupantes: hasta la fecha del jueves, 96 detenidos, 194 agentes heridos (algunos de gravedad), 190 incendios de contenedores (con sus consecuencias en coches y enseres anexos), ambiente de ciudad sitiada en Barcelona Los “chalecos amarillos” franceses y Hong Kong son la referencia de los CDR catalanes y otras hierbas independentistas.

Hoy, jueves 17, se ha celebrado un pleno del Parlamento catalán en el que el Presidente Torra ha afirmado "Yo defenderé que al final de esta legislatura se vuelva a ejercer el derecho de autodeterminación. Si para poner las urnas por la autodeterminación nos condenan a 100 años, se deberá volver a poner urnas para la autodeterminación". Nadie ha aplaudido, contra lo que hasta ahora ha sido normal tras una afirmación como ésta.  Quizás sea éste el hecho más significativo sobre la ingenuidad de este pobre hombre y el reseteo de la clase política catalana. ERC dice que “no es momento de fijarse plazos” ante la insistencia de Torra de volver a “poner las urnas”. El movimiento independentista está dividido como paso previo a su desinflamación. Deben comprender los catalanes, y especialmente sus instituciones, que el nacionalismo, incluso con su horizonte independentista, nunca ha sido condenado, aunque sí combatido políticamente. Pero la práctica independentista, inconstitucional e ilegal, tal como ha puesto en evidencia el Tribunal Supremo, debe ser condenada legalmente, políticamente y moralmente por todos los catalanes y por todos los españoles que sigan la senda democrática que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir. Quien quiera lograr sus objetivos políticos debe conseguir la mayoría parlamentaria pertinente para promover los cambios legales y constitucionales que procedan. 

El gobierno español ha celebrado este jueves una sesión del comité interministerial de la situación de Cataluña. La preocupación  va en aumento. Y todavía falta ver si se cumplen las amenazas para este viernes y fin de semana (huelga general y otras medidas). Añádase a ello la estrecha vigilancia a que están sometidos los Mossos d’Esquadra por el propio gobierno catalán para dilucidar si se han excedido en sus labores de garantizar la convivencia en Cataluña. Es el colmo de las contradicciones.

Tras la sentencia entraremos en el “pos-proceso”, menos convulso aunque nada pacífico. Cataluña ha cambiado radicalmente y la famosa “conllevancia” orteguiana es más inviable que nunca. La brecha que se ha abierto en la convivencia catalana es tan difícil de coser que se ha convertido en un problema generacional. Con el agravante de que la mayor parte de las masas independentistas son jóvenes, aunque los gurús que los han guiado no sean tan jóvenes. Lo que hace mayor su tropelía, más propia de irresponsables que de políticos maduros. Cataluña ha pasado a ser, aun sin proceso independentista, una fuente de inestabilidad en España. Se ha acabado el seny por mucho tiempo. 

Dejo fuera, por falta de espacio, las consecuencias económicas y turísticas que todo esto va a tener en Barcelona y Cataluña. Estos últimos días ya han supuesto un aperitivo negativo muy significativo. Esperemos que todo se calme.

Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 5 de octubre de 2019

… ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO






La ventana indiscreta
En los últimos días ha habido dos
cuestiones aparentemente importantes: la irrupción de Errejón
en el tablero electoral español y la detención de nueve miembros de los CDR
independentistas catalanes. Ambas cuestiones están relacionadas con dos
sentencia del juicio a los independentistas catalanes, que parece ser que
acontecimientos próximos: las elecciones del próximo 10 de noviembre y la
grandes protagonistas del circo español, políticos y medios de comunicación,
saldrá en octubre. Ambos hechos generarán el ruido suficiente para que los dos
tengan munición de subsistencia para una temporada.

Si yo fuera Errejón me recluiría en un
monasterio a pensar. Sobre todo a intentar responder toda una batería de
interrogantes que su presencia abre. ¿Se presenta o lo presentan? ¿Se trata de
España, perdón “país”, o de él? ¿Se presenta para paliar el hartazgo o para
perdió en Vistalegre II. Va ser una campaña hueca y con desideratas futuribles
capitalizarlo? Parece ser que Errejón descubrió el pluralismo político cuando
para comentarlas.
difíciles de cumplir. De Cataluña, esperaremos la sentencia y sus consecuencias

Pero nada de esto es la auténtica
realidad, sino que es la economía mundial la que marca el futuro inmediato. Ya
hace tiempo que no son los países los que imponen las condiciones de vida de
sus gentes, sino las grandes corporaciones mundiales que operan transnacionalmente
con una impunidad total. Es la famosa globalización. Los partidos políticos se
desgañitan en hacer creer a los votantes que es la vida de la gente la que les
posibilidades de formar parte de la auténtica realidad de los ciudadanos. 
preocupa. Pero los programas que presentan, en el caso de que así sea, no pasan
de ser una colección de frases, más o menos biensonantes, que tienen pocas

¿Qué es lo importante para los ciudadanos
españoles? Fundamentalmente, una cosa muy simple: si van a poder vivir con una
mínima dignidad. Lo que no parece sencillo ni claro con la perspectiva que se
va por delante de la media europea, cuando la realidad es que España suele ir
vislumbra. Nuestros políticos se llenan la boca con que el desarrollo español
energética, el resultado es otro muy distinto. En economía, cada uno maneja los
por detrás tanto en la aceleración como en la desaceleración de la economía. Si
observamos la deuda española, el porcentaje de paro y la dependencia
parámetros que le cuadran con el resultado al que quiere llegar.

Niño Becerra es
uno de los economistas que más y antes ha escrito sobre la gran crisis de 2008.
En su último libro, “El crash. Tercera fase” (Roca
Editorial), mantiene que la crisis no ha finalizado,
sino que estamos en la tercera fase de una crisis que
nos va a llevar a otro modelo económico donde habrá una "nueva
normalidad", caracterizada por la desaparición de la clase media,
el desempleo estructural, subempleo elevadísimo y una alta desigualdad.
Esta fundada opinión contradice a la opinión reinante entre los políticos
españoles de que la crisis ha finalizado. Sin la cosmética del Banco Central
Europeo (BCE), que tiene en su poder un cuarto de billón de euros de la deuda
española, no se podría mantener esa opinión. Algunos llegan a decir que como la
deuda es impagable, lo que es cierto, ya se solucionará políticamente con
la deuda está en el pago de los intereses. España paga al año 30.000 millones
quitas y compensaciones. Sin embargo, no piensan en que el verdadero negocio de
Yo pienso que es por dos razones, porque no se atreven y porque no saben.
de euros por los intereses de su deuda. Sin embargo, nadie habla de economía.

Nadie, por ejemplo, se atreve a decir
que, con los parámetros económicos actuales, las pensiones son insostenibles,
que gracias a los miserables salarios se sostienen muchas empresas, que el
pluriempleo va a ser la tónica reinante, que la omnipresencia de
la tecnología definirá un nuevo modelo productivo que ya no necesitará la masa
de individuos y que se traducirá en desigualdades y en la desaparición de la
una mísera realidad obligatoria para los que no tengan otros ingresos y así
clase media, que la renta básica no será una opción política progresista sino
mantener la paz social.

Tras esta tenebrosa perspectiva da risa
pensar en el papel de Errejón y en los problemas del identitarismo catalán.
¿Cuándo acabaremos con los entretenimientos infantiles? Ojalá Niño Becerra se
equivoque y yo con él, pero pintan bastos y aquí parece no pasar nada.

Mariano Berges, profesor de filosofía

domingo, 22 de septiembre de 2019

PSOE, PODEMOS Y LOS DEMÁS



La ventana indiscreta

Por razones de agenda personal escribo este artículo el sábado 14, aunque salga publicado el sábado 21. Esta circunstancia hace que ignore lo que sucederá en la semana 16-21 en lo concerniente al culebrón de “investidura sí o no”. Pero, independientemente de lo que suceda, proclamo que no hay derecho a esta escenificación de baja estrofa que nos han ofrecido nuestros máximos líderes políticos, todos, ante el silencio culpable del resto de dirigentes y, en segundo nivel de responsabilidad, de los afiliados de cada partido y hasta de los votantes. La democracia es cosa de todos. Y todos, desde nuestro humilde rincón, podemos-debemos cooperar: opinando, criticando, sugiriendo.

En realidad, parece ser que nos están obligando a aceptar que el dilema es: gobierno de coalición PSOE-Podemos o nuevas elecciones. Aunque también han dejado deslizar que, en el último momento, Podemos podría aceptar un gobierno de acuerdo programático común, con el PSOE gobernando en solitario. O lo que sería más surrealista, los 42 votos positivos de Podemos sin nada a cambio. Con una oposición posterior dura e implacable.

Entrar a considerar las razones ocultas de los líderes creo que es una pérdida de tiempo. Además de estar debilitando las energías democráticas de toda una sociedad que comienza a estar fatigada y harta de esta obscena coreografía. En la partida de póker que nos han ofrecido Sánchez e Iglesias, PSOE y Podemos, nunca ha habido propuestas u ofertas serias y propias de una negociación. Ha habido amagos y faroles, y cuando, al parecer (final de julio), hubo un gobierno de coalición, con una vicepresidencia y tres ministerios para Podemos, éste lo rechaza. Sánchez respiró y ya no volvió a la escena. Ahí se truncó la peligrosa partida de póker. Lo de ahora es ya una prolongación artificial. De hecho, en la sesión del martes 10 hubo ya aroma de campaña: el PSOE presenta su oferta progre de la legalización de la eutanasia (a sabiendas de que hay elecciones y, por tanto, decaerá y tendrá que volver a ser presentada) y el PP ha jugado con la asfixia económica de las autonomías criticando que el Gobierno no les adelanta el dinero necesario para la sanidad y educación. Ambos han iniciado ya la campaña.

Se está poniendo de moda un término, posdemocracia, que se pregunta por qué en una sociedad que ha progresado tanto en las características propias de una sociedad avanzada (libertades, progreso, sanidad, educación, igualdad, elecciones, economía de mercado…) existe tanta desafección hacia el sistema político. Dicho de otra manera: la posdemocracia sería una degeneración de la democracia representativa. Algo parecido a lo que ya el viejo Aristóteles decía sobre que todo sistema político tenía una posible degeneración. Así, si se abusa de la democracia se caería en la demagogia. El populismo no es más que la consecuencia de esta posdemocracia ocupando el lugar de la auténtica democracia. ¿Acaso no es esto, exactamente, lo que está pasando? El populismo juega con una escenificación muy plástica y colorista, de las de “verdades como puños”, frente a una democracia gris, humilde, costosa, y que se mantiene con el esfuerzo de cada uno y de cada día. La democracia, como la utopía, es un horizonte al que nunca se llega pero que sirve de estímulo y de continuo progreso.

Si todos los partidos políticos se están moviendo de lugar (solo de lugar y solo nominalmente), hacia ese mítico centro, es que los principios no existen, o son como los de Groucho Marx. Ya saben eso de “éstos son mis principios y si no le gustan tengo otros”. En la posdemocracia, la demagogia y el populismo campan libremente. Dicen respetar las reglas pero es pura formalidad, se ataca el fondo del sistema. 

En el caso de que haya elecciones el 10-N, ¿qué puede cambiar? Prácticamente nada: repetirán los dos bloques de izquierda y derecha. Con la incógnita de quién sumará más. O sea, que quizás volveremos a tener el ya casi olvidado “gobierno Frankestein” (perla de Rubalcaba). Para este viaje… ¿Y si introducimos un elemento de ruptura, por ejemplo, que ninguno de los líderes repita como aspirante a la jefatura de gobierno? No sería tan descabellado, puesto que todos han suspendido en su tarea de configurar un gobierno para España.

Esperemos que a alguien decisorio le entre, aunque sea al final, un poco de inteligencia política, y convenza a su entorno de que tiene que haber un gobierno estable y duradero, que gobierne y lidere los enormes retos y desafíos que España y Europa tienen ante sí.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 7 de septiembre de 2019

VIEJOS PARTIDOS, NUEVA SOCIEDAD



La ventana indiscreta
Primera semana de septiembre y seguimos igual que a finales de julio: sin gobierno de España. Ni indicios. El próximo día 23 expira el tiempo hábil para que no haya repetición de elecciones generales. Salvo sorpresa de última hora (que todo puede pasar) habrá elecciones el 10 de noviembre. Lo que supondría un fracaso de la política y los políticos, y un cuestionamiento de los partidos políticos. Tras la rapidez cómo en Italia han solventado la crisis de gobierno, aún chirría más la lentitud inoperante de la política española frente a la profesionalidad de los políticos italianos. 
Es obvio que la política española ha cambiado, y no solo porque ha finalizado el bipartidismo, reemplazado por un “bi-bloquismo” izquierda-derecha, más el eterno posicionamiento voraz y oportunista de los nacionalismos catalán y vasco. En el fondo, no es grande el cambio. Yo creo que el mayor cambio reside en el perfil de los nuevos líderes políticos. Los cuatro son jóvenes y con un perfil político menos ideológico y más mercadotécnico. Y si los líderes son así es porque los afiliados y electores así lo han querido. Lo que nos lleva al profundo cambio de la sociedad española. Quizás rascando por ahí podamos entender mejor la situación de bloqueo actual. 
Los dos parámetros más significativos de la sociedad actual son la globalización y la digitalización. Ambos refuerzan al mercado como el factor casi exclusivo de cualquier decisión, personal o colectiva. El pensamiento abstracto o el papel tradicional del intelectual han perdido importancia en el devenir de los acontecimientos. Las cosas ya no son así porque deben ser así sino que son así porque son así. Esta tautología la uso para dar a entender que desconocemos las causas de los cambios, aunque causas siempre hay, aunque solo detectemos los cambios.
Si analizamos el advenimiento del partido Podemos (POD), observamos que fue un exabrupto de la juventud española, harta del lánguido transcurrir de los partidos tradicionales. POD supuso el despertar de una esperanza para mucha gente y el miedo para mucha otra. Este segundo grupo de gente temerosa era mucho más poderosa que el primer grupo. Era gente de orden, del orden de siempre. Tan poderosa que pulsó las teclas correspondientes para configurar otro partido joven, Ciudadanos (Cs), que trasmitiera la esperanza de otra gente joven más derechista pero también distinta de los partidos tradicionales. Para ello usó los mismos mecanismos que usa el mercado para vender sus nuevos productos: la novedad que te promete una mejor respuesta a tus deseos y necesidades.
Ya tenemos dos nuevos partidos que compiten con los viejos PSOE y PP. Ambos tienen tintes de modernidad. Hubo un tiempo (2014) en que POD asustó al PSOE y todo lo que él implicaba. El estatus de la izquierda tradicional tembló y el PSOE crujió. Recuérdese toda la crisis orgánica de la vieja guardia socialista frente a un advenedizo Sánchez, que se levantó de la lona y venció por juventud, arrogancia y buena planta, contando con el cansancio de la militancia socialista. Algo parecido sucedió con Cs. Hizo temblar al viejo PP y hasta el IBEX 35 apostó por el nuevo producto (claro, era su producto). Nos vendieron la imagen de un nuevo partido liberal de centro, regeneracionista, que iba a resolver la vieja corrupción y el clientelismo de la derecha.
Ya tenemos lo mismo de siempre pero en cuatro envases. Pero algo ha fallado, posiblemente los dos líderes nuevos no han seguido la partitura que para ellos habían escrito, su caudillismo personal ha quebrado la fe que en ellos había depositado mucha gente. No han caído en la cuenta de que un partido político es un proceso lento, con avances y retrocesos, pero debe tener una coherencia que le dé credibilidad a corto y medio plazo. No han sabido esperar y van a pinchar. En cambio, los dos viejos partidos han modificado el perfil de sus jóvenes líderes y los han adaptado al nuevo mercado. Añádase a ello la fidelidad de los viejos militantes que garantizan un suelo mínimo en los peores momentos.
¿Qué tiene que ver todo esto con el bloqueo político actual? Pues que los criterios que se usan para resolver la crisis ya no son los de antes: antes, lo importante era el país y lo demás era instrumental. Ahora son criterios aparentemente más leves pero realmente más férreos. Porque los líderes que los encarnan miran más el (su) futuro que el presente. Dicho de otra manera, con sus aciertos y errores los políticos anteriores habitaban en una ortodoxia más duradera y menos flexible. Hoy la política forma parte del mercado de una manera más estrecha que nunca, de manera que, aunque siempre ha sido así, ahora se nota más. Sánchez, por ejemplo, es un gran actor que cuenta con un gran guionista. Ante los poderosos modelos de comunicación y demás redes digitales, su poder de persuasión es muy fuerte. Más la adulación y vasallaje de casi todos hacia el que manda. No necesita de un gran aparato ideológico. 
Los que nos hemos politizado hace ya mucho tiempo, no estamos cómodos en estas coordenadas, pero hay que intentar entenderlas y aceptarlas como nuevas reglas de un nuevo juego al que hay que jugar. De lo contrario, nos tendremos que dedicar a jugar al dominó.
Mariano Berges, Profesor de filosofía