lunes, 26 de agosto de 2019

AGOSTAR EN AGOSTO




La ventana indiscreta
Agostar, derivado de agosto, significa, entre otros usos, marchitar, secar, languidecer, agotar, consumir, debilitar, decaer… “Nuestros políticos agostan”, podría ser una frase para Sánchez e Iglesias. En cualquier caso, Agosto es un tiempo distinto, pues supone un paréntesis en la normalidad. Y todo lo que sea huir de la normalidad es una evasión hacia la nada. Lo que no quita que ese sentimiento adolescente del verano, que a todos nos sigue tentando, sea placentero sin llegar a dañino, siempre que seas consciente de que eso no es la normalidad, aunque sea real. Porque la percepción de la realidad es discontinua, como los hechos son progresivos y regresivos. Todo puede servir si la razón cohesiona y da sentido, incluso a lo sinsentido. Las relajaciones del espíritu también son bienvenidas y sirven para tomar carrerilla, sin angustias ni represiones. 
En la política española el sopor agosteño ha implantado sus reales. Todos volveremos para septiembre, como los malos estudiantes. ¿Seguirá en septiembre la falsa estética escénica e ideológica? ¿Seguirá la guerra de relatos? Y lo que es más importante ¿seguirá España y sus problemas pospuesta a los intereses bastardos de unos pocos, líderes los llaman? ¿Son solo intereses o también son incapacidades?
UP y PSOE, PSOE y UP, siguen con su partida de póker y sus faroles en los envites. El tacticismo puede ser válido y recomendable siempre que sea un instrumento supeditado a la realmente importante. Si el sujeto político es, por antonomasia, la ciudadanía española, y no tanto los partidos políticos y sus líderes, no estaría de más que los profesionales de la política escucharán el clamor de sus propios votantes. “Con mi voto que no cuenten” se oye en todos los ámbitos. A decir verdad, más en la izquierda que en la derecha. La superabstención está servida.
Si fuésemos a elecciones en noviembre, más el tiempo muerto que sucede a todas las elecciones generales, nos situaremos con Sánchez de Presidente provisional durante año y medio. Pero no es eso lo peor, sino que toda la estructura política, legal y económica del Estado ha sido construida por la derecha en los años anteriores, con la excusa de la crisis. Pensemos en el paro, la desigualdad económica, la ley mordaza, la reforma laboral, las pensiones congeladas, las autonomías infradotadas, sin olvidar el eterno problema territorial, más todo lo que está por hacer y todavía sin empezar: garantizar el empleo y unos sueldos dignos, elaborar (y aprobar) una estructura fiscal justa y socialmente progresista, garantizar unos ingresos suficientes a la Seguridad Social, apuntalar la sanidad que se empieza a oxidar, dar el salto cualitativo en la educación y universidad, despejar el futuro a la juventud y, si es posible, liderar Europa en su cambio de rumbo político, económico y social, … España se encuentra en un momento de inflexión tan importante que no es conveniente agostar ni sestear ni posponer decisiones fundamentales. Por lo tanto, todo lo que no sea tener un gobierno estable es altamente nocivo.  
Si a todo lo que está pendiente se le añade  un estado de ánimo ciudadano pusilánime y sin confianza en sus políticos, como lo atestiguan los sondeos, España está en peligro. Ya hace tiempo que a España la salva el formar parte del cogollo de la exquisita Europa. Pero cada vez la inercia negativa se implanta más. Y si no hemos aprovechado, como así ha sido, los años de bonanza para hacer las reformas necesarias, la próxima crisis será de campeonato. Porque el precio de no tomar decisiones es altísimo, aunque no se aprecie en el corto plazo. Un sistema sin planificación estratégica no tiene futuro, y todo lo bueno que acaece es pura casualidad que viene y se va. En España seguimos con el turismo como fundamento económico, con la hostelería como derivada y sus sueldos de miseria, y vuelve a aparecer la construcción, de cuya burbuja pasada dudo que hayamos aprendido algo. Solo falta la emigración de los sesenta para reconquistar la tríada clásica de la economía del franquismo. ¿No íbamos a cambiar de modelo económico?
En agosto, pues, nos vamos de vacaciones, intentando ambos, Sánchez e Iglesias, haber aprovechado este paréntesis para estigmatizar al otro como culpable de que no haya gobierno. No vamos a repetir los argumentos de uno y otro, pues ya estamos hartos de oírlos y repetirlos. Solamente sugerir que si el otro, con el que tengo que acordar, no lo seduzco sino que lo intento acorralar y derrotar, ahí no hay posibilidad de acuerdo. Y si no hay acuerdo político, siendo inevitablemente necesario, no hay política. Y si no hay política, nos sobran los políticos. 
Para los que piensan que España funciona sin el impulso de los políticos, deben también pensar que eso se debe a la profesionalizada administración de los funcionarios, pero esa nave no tiene rumbo, solo se mantiene. Y cuando un país va sin rumbo, la crisis ya no es coyuntural sino que es una crisis de Estado. Y el Estado es el invento más importante de la Humanidad para su convivencia pacífica y de progreso.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 10 de agosto de 2019

GOBIERNO DE COALICIÓN O ELECCIONES ANTICIPADAS


La ventana indiscreta


La verdad es que con este calor apetece poco analizar la política del momento. En ello están de acuerdo los medios de comunicación, que durante el mes de agosto salen ayunos de contenido informativo. Así es que este artículo posiblemente salga algo veraniego, o sea, ligero. 
Por mi ubicación vital hay dos ámbitos de importancia para mí: la constitución de gobierno en Aragón y la no constitución de gobierno en España.
En Aragón, el líder socialista utilizó la baza del pacto con el PAR, arrebatándoselo a una posible (y lógica) coalición de derechas. Al PAR se le abrió el cielo y, haciendo ostentación de aragonesismo y centralismo, aceptó la oferta socialista. Premio: la única vicepresidencia del gobierno aragonés es para el PAR. Con ello, Lambán imposibilitaba la coalición de derechas. Pero faltaba la adhesión de todas las izquierdas: UP, CHA e IU, aunque esta última no era necesaria. Y esto se decidió abriendo el futuro gobierno aragonés a todas las fuerzas firmantes. Fue un final feliz pues todos ganaban visibilidad y poder. La habilidad del veterano Lambán había ganado por la mano a la derecha. 
Si para llegar al poder se necesita pragmatismo, éste es un ejemplo perfecto. Otra cosa es que elucubremos ideológicamente. ¿Es posible un gobierno con el PSOE, UP y PAR juntos? Difícil de entender, aunque ya el PSOE aragonés gobernó durante doce años con el PAR. Al final todo es posible materialmente, forzando ciertas políticas sensibles. Por ejemplo, la educación, donde la coexistencia de la concertada y la pública rechinarán. Otra prueba de fuego será la fiscalidad y el contrapeso entre ingresos y gastos. Y, por favor, que no nos mancillen la joya de la corona, la sanidad. A no ser que todo nos dé igual con tal de estar en el gobierno. En fin, todo está por ver, pues, de momento, el objetivo fundamental era que PP-Cs-Vox no gobernaran. En los momentos poéticos y litúrgicos del poder, los discursos aguantan todo: la centralidad, la transversalidad y otros conceptos justificadores de la nueva criatura, sustituyen a los conceptos de izquierda, progresista y sentido de lo público. Porque convertir al PAR en partido progresista es difícil de digerir. Pero, en cualquier caso, se trata de un gobierno atípico donde todo está por ver. Esperemos.
La constitución del gobierno de España es asunto de mayor calado. Hasta ahora, aun siendo cierto eso de que lo importante es gobernar, la desconfianza entre Sánchez e Iglesias es muy fuerte y hasta reconocida por ambas partes. Con lo que es cierta la posibilidad de la coexistencia de dos gobiernos en uno. Las razones que esgrimen los dos líderes son justificadas. El PSOE prefiere un gobierno en solitario por sospechas de graves interferencias podemistas en cuestiones de gravedad política. Y UP reclama un gobierno de coalición por la necesidad de sus votos parlamentarios. A ello habría que añadir el precio a pagar a los partidos nacionalistas, pues en política nada es gratis. La conclusión parece clara: o gobierno de coalición o nuevas elecciones.
En septiembre, ambos partidos tendrán necesariamente que volver a negociar. Ambos empezarán con los argumentos ya esgrimidos anteriormente, pero tendrán que abrirse a otras posibilidades, si de verdad quieren que haya gobierno. Unas elecciones anticipadas, aparte del cabreo abstencionista, peligroso para una democracia frágil, no configurarán un escenario muy diferente. Con lo que estaríamos igual pero peor.
En el fondo, lo que hay es una ausencia grave de política, de una visión patriótica y no patriotera de España. Vista la imposibilidad de que  PSOE y Cs configuren un gobierno conjunto, lo que desautoriza a sus dos líderes, y de que el PP se abstenga tal como hizo el PSOE anteriormente (el PSOE, no Sánchez), solo deja como posibilidad un gobierno de coalición PSOE-UP. Luego llegará la hora de gobernar y ahí debería de jugar un papel preponderante el Parlamento, con una dialéctica de altura y unos pactos con criterio de bien general. 
Que todo esto es difícil. Claro, para eso se inventó la política. Lo que no puede ser es que cualquiera se autoproclame político, sin los avales personales mínimos. Con las herramientas de gestión de la empresa moderna, quien no obtiene los objetivos planificados es despedido. No muy distinta debería ser la política. Pero ¿quién es el sujeto político? ¿La sociedad? Eso es muy amplio y excesivamente general. ¿Los partidos políticos? Esa es una realidad poco democrática en su gestión y poco clara en sus objetivos. El mando en los partidos lo tiene, y cada vez más a pesar del “descubrimiento” de las primarias, su cúpula orgánica y, especialmente, su líder. Los afiliados ni tienen poder ni tampoco lo exigen. Con lo que llegamos a la situación actual de una realidad compleja y difícil de gestionar y unos líderes con pies de barro y con un poder desproporcionado a su capacidad intelectual, política y moral.
La solución, aunque difícil, pasa por un paradigma nuevo y un fuerte sistema de contrapesos políticos y económicos, que asegure un método con el menor margen de error posible a la hora de tomar decisiones. Y esto es una nueva forma de hacer política. La vieja política ya no sirve, pero la nueva aún no existe.
Mariano Berges, profesor de filosofía