sábado, 29 de junio de 2019

Análisis de los pactos municipales




Desde el 28 de abril pasado no hemos
parado de elegir y pactar. Y lo que te rondaré. Total, dos meses, y algunos
hablan de que hasta septiembre no habrá investidura central. No es de recibo
esta demora en elegir gobiernos. Habrá que cambiar la normativa de manera que
haya un tiempo límite para su configuración. Y ya no digamos si se tuviese que
volver a nuevas elecciones.

El mapa de España tras los pactos
municipales es un mosaico de colores más variopinto que nunca. Y su lectura
política es también muy diversa, según la óptica que cada uno use. Desde mi
ventana siempre intento hacer un ejercicio de objetividad, separando los hechos
de las valoraciones subjetivas, que las tengo.

Veamos. Si el PSOE ganó en votos las
elecciones municipales, el PP es el partido que más las ha rentabilizado. Con
la ayuda de Cs, claro. Vox ha entrado por primera vez en las instituciones, y
única ciudad gobernada por IU, ésta se presentaba en solitario.
UP ha permanecido mudo por falta de papel en la obra. Porque en Zamora, la

Es evidente que los casos de Madrid y
Barcelona son los más significativos y simbólicos, aunque en claves distintas.
La conquista de la ciudad de Madrid es la guinda del PP. El PSOE (con la
presentó y Cs votó a favor del PP. Vox remató la faena. Carmena estuvo a punto
baloncestística apuesta personal de Sánchez) pinchó estrepitosamente, UP no se
los pactos autonómicos, aunque se prevé que van a ir en la misma dirección. En
de la victoria pero no lo consiguió. Bien es verdad que falta la segunda parte, el fondo, visto lo que pasó, todo entra dentro de una lógica. Otra cosa es que
te guste esa lógica.

En Barcelona no estaban tan nítidos los
bloques. Porque el independentismo de ERC estaba claro, la ambigüedad
independentista de Colau seguía a ver qué pescaba. El PSC se portó bien. Y
monsieur Valls puso la más alta nota democrática de la jornada. Hizo bueno el
principio de asumir las contradicciones eligiendo la menos mala. Bien por
Valls. Yo soy de los que piensa que Valls como alcalde hubiera hecho regresar a
Barcelona a ese cosmopolitismo que tuvo hace mucho tiempo (con Serra y P. Maragall; incluso en la dictadura) y que el provincianismo nacionalista ha
arruinado. 

En el resto de España pasó de todo. En
Zaragoza, mi ciudad, se impuso la lógica de bloques. Siempre ha sido así. En
2015 el PP fue la fuerza más votada con 10 concejales y se impuso el bloque de
izquierda. Aún fue más sonado en 2011, el PP sacó 15 concejales, a uno de la
mayoría absoluta, y se impuso el bloque de izquierda que sumó 16. Los que antes
esgrimían la democracia parlamentaria ahora parece que lo han olvidado: la ciudadanía elige a los concejales y éstos eligen por mayoría absoluta a los
los otros.
alcaldes. Solo en el caso de que no haya mayoría absoluta es elegido
automáticamente el alcaldable más votado. Pues eso es lo que hacen los unos y

Hubo unas cuantas anécdotas, no muchas,
siendo la más sonada la elección del alcalde socialista de Huesca, como
alcaldable más votado, ya que un voto en blanco de origen desconocido privó de
la mayoría absoluta al PP, según el teórico pacto al que supuestamente habían
llegado.

Pero tras la descripción del qué pasó
falta la pregunta de por qué paso. Está claro que fue el partido Ciudadanos
quien inclinó la balanza. ¿Es Cs un partido de derechas? Si es así, todo está
claro. Hace un tiempo decía ser un partido liberal de centro, incluso con
acuerdo reventado por la acción de UP. ¿Hay que atribuir su cambio a una
ínfulas socialdemócratas en lo social. De hecho llegó a pactar con el PSOE un animadversión personal de Rivera a Sánchez? Si es así, no es serio. Ya no
estamos hablando de política, sino de avatares de emocionalidad adolescente.

Cuando Cs nació pareció hacerlo como un
partido liberal contra el nacionalismo catalán, y contra la corrupción
política. Se decía un partido regeneracionista y reformista, cual un Azaña
contemporáneo. El primer error fue la no fusión con el partido de UPyD de Rosa
Díez (no sé de quién fue la culpa), pues hubiera dado lugar a ese partido
liberal de centro que existe en casi todos los países democráticos europeos. En
la actualidad, unos parece que lo quieren como muleta del PP y quizás otros
de alguien o autónomo? Aún faltan los pactos autonómicos, que da la impresión
como muleta del PSOE. La pregunta es ¿qué quiere ser Cs de mayor?, ¿complemento
presidencia socialista. Y para final de fiesta quedará la investidura del
que seguirán las mismas pautas de los pactos municipales, con alguna excepción como Aragón, donde la veteranía y habilidad política de Lambán salvará la
populistas e independentistas y generaría un gobierno muy inestable.
presidente de España. Será ahí, en la política estatal, donde la
responsabilidad de Cs será mayor, pues podría echar al PSOE en manos de

Los análisis se hacen en función de los
datos que uno maneja. Mi ventana se encuentra fuera del mercado político, por
lo que mis datos son los públicos que todo el mundo maneja más la intuición que
uno destila. Además de la práctica que uno haya podido desarrollar. Lo que yo
en las alturas. Y mucho menos los datos de los poderes fácticos y económicos,
no conozco son los datos internos de los partidos y de los políticos que están
desconocidos hasta por los propios políticos.

Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 15 de junio de 2019

MARIO GAVIRIA, UN SEDUCTOR








La ventana indiscreta


El domingo 2 de junio unos cuantos amigos celebramos en Zaragoza un sencillo homenaje a Mario Gaviria, fallecido en Zaragoza en abril de 2018. Inauguramos y paseamos un andador que lleva su nombre en la ribera del Ebro: Andador Mario Gaviria. Esto (si lo hubiese visto) le hubiera gustado más que una espectacular y llamativa avenida. Sirva este artículo, no como hagiografía, sino más bien como un sentido obituario para dejar constancia de que  ha pasado un gigante entre nosotros y apenas nos hemos enterado.

Mario Gaviria (Cortes de Navarra, 1938 - Zaragoza, abril de 2018). Sociólogo. Constructor de un pensamiento sociológico alternativo, participó fuertemente en el movimiento ecologista, coordinó la oposición antinuclear española y fue un gran urbanista social en los finales del siglo XX. Benidorm, la Extremadura “saqueada” y el Bajo Aragón “expoliado” siempre irán asociados a su nombre. Fue un adelantado de la sociología urbana. En sus últimos años fue profesor en la Universidad Pública de Navarra, donde profundizó en temas directamente socioeconómicos, como la exclusión social, con propuestas novedosas como los “ingresos mínimos de integración”. Fue, sobre todo, un agitador de ideas con un objetivo fundamental: que la gente normal fuese feliz. Todos sus trabajos de la más diversa índole perseguían ese objetivo: el buen vivir de la colectividad.

Mario Gaviria era un seductor por lo que decía y por cómo lo decía. Sabía mucho y lo sabía decir muy bien. “Las ideas solo convencen si seducen”, solía decir. Pero además de seductor era operativo y posibilista, además de autocrítico y cambiante cuando la realidad así lo indicaba (véase el ejemplo de “Zaragoza contra Aragón” y su rectificación). Fue el mejor detector de nuevos conflictos y contradicciones, un activista social y un brillante maestro heterodoxo. Era el poeta que ponía nombre a las cosas. En los debates públicos era imbatible porque hablaba en nombre de la mayoría silenciosa. Siempre decía con sorna que en los debates solía salir bien parado porque a sus contrincantes siempre les llevaba un libro de ventaja. A mí me enseñó a “nadar” en el urbanismo social, detectando peligros  y mirando en la buena dirección.

Fue alumno y amigo del filósofo-sociólogo francés Henri Lefebvre del que introdujo y tradujo algunas de sus obras. Y de esa relación hereda su más importante perspectiva en sus trabajos: la crítica de la vida cotidiana, el derecho a la ciudad y la producción del espacio urbano. Todo lo que Gaviria analizaba y producía tenía que servir para que la gente normal viviese mejor. Era todo lo contrario a cualquier tipo de academia, teórica y/o retórica. Era un productor permanente de ideas, más bien un agitador, unas más viables que otras, pero todas, al menos parcialmente, eran válidas. En un momento de mi vida, en el que casi llegué a ser alcalde de mi ciudad, uno de los factores que más me entusiasmaba era que había llegado a un acuerdo con Mario para que realizase en el ayuntamiento de Zaragoza una función de “proponente peripatético”, algo así como patear la ciudad y elaborar un breve informe cada cierto tiempo proponiendo pequeñas mejoras para la cotidianeidad de la ciudad y, en definitiva, para el humilde bienestar de cada día, esas pequeñas cosas que definen la auténtica calidad de vida.

Fue una de las figuras intelectuales más críticas, vitales, intuitivas y generosas de España. Me atrevo a decir que fue uno de los pensadores más importantes del último medio siglo. Nunca perdió su vitalismo y jocosidad. Recuerdo cómo definía a sus paisanos navarros en un artículo sobre las fiestas de San Fermín: “los navarros son gente de trago largo y coito corto”. Como su pensamiento fue eminentemente práctico, no figurará en la historia académica. Pero es igual, sus enseñanzas siguen teniendo hoy plena vigencia y continúan resultando tan atractivas ahora como entonces.

Aunque a algunos les parezca cursi, me veo impelido a decir como final que Mario Gaviria fue una persona ontológicamente buena. Y entiendo por ello que la bondad no es algo que se superpone a la persona, como una ética religiosa u ornamental, sino que la ética formaba parte de su ontología humana. Su ética era constitutiva de su humanidad. Nunca distinguió entre gentes más o menos importantes, entre trabajos cobrados o sin cobrar. Todo lo hacía con la misma pasión y generosidad. Los temas que Mario Gaviria analizaba y proponía siguen siendo atractivos y válidos en la actualidad. El mejor homenaje que le podemos hacer es heredar su vitalismo, su optimismo y su pasión por vivir la vida. Cada uno como pueda y con quien pueda.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 1 de junio de 2019

LAS GENERACIONES DE LA DEMOCRACIA






La ventana indiscreta
Con frecuencia oímos discutir sobre los políticos que formaron parte de la Transición y los posteriores, del año 2000 hasta la actualidad. Que si los de antes eran mejores, con mayor capacidad política y ética que los de ahora, que solo quieren medrar y vivir de la política. Y como lo he oído muchas veces, quiero reflexionar con ustedes sobre ello en estas líneas.
Los políticos de la Transición teníamos un objetivo fundamental: hacer el tránsito de una dictadura a una democracia. Lo que incluía, entre otros objetivos: hacer gestión, sembrar nuevas actitudes democráticas, instaurar una sociedad libre, tolerante y justa. Era un momento especial. Y muy atractivo, pues el pretérito dictatorial era malo, muy malo; el presente estaba preñado de oportunidades; y el futuro se presentaba pletórico. Y, además, éramos jóvenes. Cualquier proceso condicionado tan fuertemente por el futuro, sin ataduras con el pretérito y tocando la contemporaneidad representada por Europa, era una bicoca. A los que nos tocó actuar en esos momentos y condiciones, nos tocó la lotería. Casi era imposible hacerlo mal. Y la sociedad, que estaba por la labor, agradecía casi todo lo que se hacía. Fue una época gloriosa.
A los políticos actuales les supongo la misma intencionalidad, capacidad y ética. Pero ha cambiado el contexto. Ha cambiado la sociedad, el mundo, los medios de información, las coordenadas de nuestra percepción, y como consecuencia de todo ello, nuestra manera de pensar. Y la política no es más que traducir el pensamiento en hechos. Por lo tanto, el análisis comparativo entre los políticos de la Transición y los de la actualidad es fallido si no tenemos en cuenta la radical diferencial contextual.
Si nos agarramos solo a nombres y épocas, tenemos el peligro de caer en la mitomanía: Adolfo Suárez, Felipe González… Además, la distancia sacraliza las personas y poetiza los momentos, mientras la cercanía los vuelve prosaicos y grises (“Qué cerca cuando no estás, qué lejos cuando te veo”). También depende de los acontecimientos que tuvieran lugar simultáneamente al mandato o gobierno de un cualquier político, a los que asociamos sin que necesariamente existiese una relación de causa-efecto. Si el análisis lo extendemos a los partidos políticos, empecemos por reconocer el tránsito del bipartidismo al, de momento, cuatripartidismo. Y añadamos la propia evolución de cada partido y de cada dirigente. Evolución paralela a la de la sociedad y a los tiempos que nos toca vivir. Todo ello eleva el instrumento de la negociación a la categoría de gran herramienta política y condiciona el valor de los votos de los electores.
Se suele decir que ahora los miembros de los partidos pelean agresivamente por ir en las listas, que los políticos actuales solo piensan en ellos mismos y en trepar, que la sociedad les importa un bledo, que no saben gestionar, que son unos corruptos. Y, por último, que la sociedad actual es fácilmente manipulable por la enorme capacidad comunicativa (o incomunicativa) de los actuales medios de comunicación.
Yo respondería que, excepto en lo relativo a los medios de comunicación, todo lo demás es exactamente igual hoy que ayer; solo cambia el contexto. Y como el contexto actual es mucho más rico, complejo y difícil, eso hace que el ejercicio de la política sea más difícil hoy que ayer. Si a ello añadimos que la sociedad española se ha acostumbrado a vivir democráticamente, trae como consecuencia que las expectativas y las exigencias actuales son mayores que en la Transición. Los políticos, los de antes y los de ahora, son de todos los colores: buenos, malos y regulares. Nunca el comportamiento humano debe analizarse uniformemente. Los individuos existen y existirán, y son ellos los que singularizan las políticas dentro del contexto que les toca vivir.
Otra cuestión a tener en cuenta es la dimensión teórica de la política. En la Transición había mucha y buena teoría política. La habíamos adquirido en la dictadura. Contra viento y marea las ideas arraigan más fuertemente. Y el tránsito a la democracia estaba jalonado con éxitos cotidianos. En la actualidad, esa teoría se ha anquilosado y no ha sido reemplazada. Las propuestas que resuelvan la complejidad actual todavía están sin elaborar. No seamos tan duros con los políticos y ayudemos a desentrañar esta tela de araña que nos envuelve. Porque la política es algo imprescindible antes y ahora; los políticos son necesarios antes y ahora, y los ciudadanos debemos exigir a nuestros políticos lo que la sociedad necesita. Cada uno debemos saber elegir el rol que nos toca jugar en cada momento y comprometernos con él.                            Mariano Berges, profesor de filosofía