sábado, 24 de marzo de 2018

PENSIONES


¡Cómo no escribir sobre las pensiones! A pesar de su complejidad me meto en el charco con toda mi ingenuidad. Lo bueno de las movilizaciones en la calle es que luego aparecen en los medios de comunicación de masas y, así, se convierten en la cuestión principal de la agenda política. También es cierto que la voracidad y demagogia de los partidos políticos intentan hacerse con la tajada mayor de la tarta reivindicativa. Para ello usan expresiones genéricas, eslóganes improductivos, obviedades o utilizan información solo al alcance del gobierno.
Una cuestión previa: las pensiones son fundamentalmente un problema político, aunque con una dimensión fuertemente técnica. Pero en este orden. Una segunda cuestión: el asunto principal del que deberíamos hablar es de una política fiscal justa y progresiva, o sea, de donde sacamos los ingresos del Estado, y de una política de rentas, o sea, cómo se distribuye la renta de nuestro país. Más tarde, aparecen las pensiones como un subproducto de las dos cuestiones anteriores.
Como la cuestión de las pensiones es muy compleja voy a hacer algunas acotaciones puntuales de carácter general, teniendo como idea principal que el asunto de las pensiones es algo que hay que empezar a trabajar con rigor entre todos los partidos políticos, con sus asesores técnicos respectivos. Para ello existe el Pacto de Toledo, que data del año 1995 y que fue un acuerdo parlamentario aceptado por todos con buen resultado hasta 2013. Con la crisis financiero-económica, que no es más que un pretexto para modificar radicalmente el modelo funcional de sociedad, comienza a quebrarse el modelo de Seguridad Social y, por tanto, de las pensiones. Los recortes habidos desde 2010 y el adelgazado Estado de bienestar  marcan una regresión en el proceso social español desde la instauración democrática.
1. En primer lugar, y urgentemente, hay que derogar el índice de revalorización de las pensiones (vigente desde 2013), ya que el 0,25% reduce realmente el poder adquisitivo de las prestaciones. El gobierno del PP lo implantó siguiendo una propuesta del Fondo Monetario Internacional (FMI) de congelar las pensiones y que, curiosamente, coincide con un mayor desarrollo de los planes de pensiones privadas en nuestro país. Sembrar dudas acerca de la viabilidad de las pensiones públicas tiene también como finalidad potenciar los fondos privados de pensiones. Y no solo es grave la “congelación-devaluación” del 0,25% , sino que, según un informe reciente del Banco de España, esta “congelación-devaluación” podría llegar en el tiempo hasta 2060, si seguimos dando por bueno el desequilibrio de las cuentas de la Seguridad Social.
Esta devaluación va en contra de la práctica de casi todos los países de la UE, que garantizan como mínimo el mantenimiento del poder adquisitivo de sus pensionistas. Pero es que, además, es una práctica incumplidora de la Constitución Española (CE), que en su artículo 50 conmina expresamente a los poderes públicos a “garantizar la suficiencia económica de los mayores a través de pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas”. Por cierto que también es un incumplimiento del Pacto de Toledo que defiende como principio el mantenimiento del poder adquisitivo de los pensionistas.
2. La decisión de aumentar la edad laboral desde los 65 a los 67 años es una barbaridad teniendo en cuenta el paro de edad joven y media que hay en España. Porque lo importante no es tanto la ratio entre el número de empleados y el de pensionistas sino la productividad de los empleados. Y con las nuevas herramientas y técnicas laborales la productividad es progresivamente mucho mayor.  
3. El Estado es un todo en el que no cabe una distinción artificial entre la Seguridad Social y el Estado propiamente dicho. Por lo tanto, son los ingresos totales del Estado los que deben garantizar el mandato constitucional en un Estado social de derecho, independientemente de toda distinción formal y administrativa que quiera hacerse. La Seguridad Social es parte de la Hacienda Pública y su financiación no debe proceder solo de las cotizaciones sociales.
4. No contentos con la devaluación del 0,25%, nos amenazan con la aplicación de un próximo factor de sostenibilidad (vincular las pensiones a la esperanza de vida).  Máxime cuando el gasto actual en pensiones de jubilación en España es muy inferior al de los demás países de la UE, y cuando las proyecciones a largo plazo del propio Gobierno español y de la Comisión Europea acreditan la sostenibilidad de las pensiones públicas. Por lo que el factor de sostenibilidad es un mero pretexto para seguir con la merma del modelo social que hemos disfrutado hasta ahora.
Concluyendo: los dos hachazos infligidos al sistema de pensiones (la desvinculación de la pensión al IPC y la vinculación a la esperanza de vida) suponen una degradación del Estado de bienestar conseguido a lo largo de casi cuarenta años. Si a ello añadimos la falta de empleo y su precarización, la famosa crisis no solo no ha finalizado sino que constituye el núcleo esencial del nuevo modelo social.
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 10 de marzo de 2018

ITALIA COMO ESPEJO


Yo soy un admirador de Italia. Su historia y su vitalismo son notables. Italia, al margen de su potencia clásica, renacentista y barroca, ha tenido momentos contemporáneos de gran brillantez: su heroica resistencia frente al fascismo; su enorme cultura política de los setenta (el eurocomunismo de Berlinguer); incluso su terrorismo (Brigadas Rojas) de los setenta tuvo grandeza trágica y un fundamento teórico potente (Toni Negri). Añadiré su espléndida cultura contemporánea: el neorrealismo cinematográfico, sus maravillosos directores y actores de cine y teatro, sus fabulosos museos. Sin olvidar su potente industria y sus hermosísimas ciudades. Y cómo no, Roma, siempre Roma. Y en ella el Papa. En fin, hasta la mafia siciliana es una marca universal italiana, no solo con copia en los USA sino que también ha impregnado cierta concepción del poder  (visión obligada de las tres partes de “El Padrino” como discurso brillante sobre el poder).
Sin embargo, en la actualidad, Italia no está de moda. Ni siquiera se ha clasificado directamente para el mundial de Rusia. Y respecto a la política, tras su brillante historia, ha caído en las peores manos posibles: el populismo antisistema del Movimiento 5 Estrellas (M5S) y la xenofobia de la Liga Norte.
Parece que la antigua Padania ha vencido tras muchos intentos y se ha colocado al frente de una coalición de derechas, incluido el hasta hace poco omnipotente Berlusconi. Tan extremado es el derechismo de la Liga Norte que Berlusconi aparecía como el centro moderado en las últimas elecciones de este domingo. En el otro extremo está el M5S de Bepe Grillo, vencedor como candidatura, con casi una tercera parte de los votos, y que no iba en coalición con nadie. El próximo gobierno italiano, si lo hay, lo encabezará la Liga Norte o el M5S, y dependerá de los apoyos que reciban uno u otro. El rechazo a la inmigración ha sido prácticamente el único argumento de la campaña, y el más demagogo ha vencido. Qué cosas hay que ver, los italianos, campeones históricos de la emigración a todos los puntos del planeta, pretenden encerrase en su cascarón de país rico y transforman en mayoría política todos los miedos e incertidumbres del momento actual. Y la izquierda, inerte e impotente, aparte de dividida como suele ser normal, contemplando el espectáculo.
Pero lo peligroso no es tanto el resultado como el análisis demográfico del voto italiano. El votante del M5S es menor de 45 años, precario o parado y con un nivel alto de estudios. Coincide con nuestros jóvenes españoles bien formados y sin opciones laborales, ni dignas ni indignas. La Liga Norte tiene un electorado de edad media y bajo nivel de estudios. Entre ambos tienen, en estos momentos, sujeto el voto joven, o sea, el futuro, por lo que no es raro que sigan ganando durante un tiempo. Por el contrario, los dos partidos más tradicionales, herederos de los partidos que parecían eternos, Democracia Cristiana (DC) y Partido Comunista de Italia (PCI), y que actualmente son Forza Italia (FI) de Berlusconi y el Partido Democrático (PD) (el centro izquierda heredero de socialistas y comunistas), tienen como votantes a la gente mayor, independientemente de su profesión y/o estatus económico. Los obreros ya no votan a la izquierda.
Por el contrario, en Alemania, los dos partidos tradicionales, CDU y SPD, han vuelto a pactar una coalición de gobierno, con fuerte riesgo electoral para ambos frente al ascenso de la fascista Alternativa para Alemania. Alemania y Europa deberían premiar su sentido de Estado a estos dos partidos y esperemos que, junto al todavía prometedor Macron, sepan sacar del marasmo a la fatigada Europa. Porque los populismos derechistas de la Europa del Este nos amenazan cada día más fuertemente.
Si colocamos en fila india el Brexit británico, a Trump, los populismos del Este europeo, la victoria populista en Italia, los peligrosos brotes populistas en Francia y Alemania, los populismos caudillistas de Sudamérica, más la ambigüedad indecisa de la izquierda europea, el momento es delicado y muy difícil. Es hora de pensar desde una perspectiva nueva y a largo plazo, tanto para España como para Europa. Y quienes mejor pueden tener esta perspectiva nueva son gente nueva. ¿Tan difícil es esto de entender? Y nueva no significa tanto gente joven como portadores de una nueva forma de pensar y de mirar. Hemos entrado en una época donde el paradigma viejo ya no funciona, y de ello se aprovechan todos los populismos y caudillismos que se atreven a saltar al ruedo. La socialdemocracia, en especial, lo tiene francamente difícil, pues su concepto redistribuidor del Estado se encuentra con un nuevo ecosistema con poca capacidad distribuidora. Se impone, pues, un reformismo de coyuntura, con claras prioridades y un colchón básico de bienestar.
Mariano Berges, profesor de filosofía