sábado, 18 de junio de 2016

ASALTO A LA SOCIALDEMOCRACIA

Viñeta de El Roto: Le dice el gurú al político para el que trabaja: “¡Recuerda: frases simples e ideas subordinadas!” Pues eso, que estamos en plena campaña electoral y la televisión es el medio por antonomasia. Las formas, la simpatía, la “sonrisa de un país”, el corazón como logotipo, los “significantes vacíos” como frase simple e idea ausente, la socialdemocracia como palabra-bandera prestada o robada. Pongamos que estoy hablando de Podemos y de Pablo Manuel Iglesias. Indudablemente, Podemos es un partido nuevo, con nueva envoltura pero con pocas ideas, y las que tiene son viejas. Otra cosa es el envoltorio: original, seductor y brillante.
Tras el debate a cuatro del lunes 13 de junio, las cosas y las expectativas de los ciudadanos españoles están prácticamente igual que antes del debate, incluso igual que el 20 de diciembre pasado. El sorpasso de Podemos al PSOE es lo único destacable. Lo que era y es su verdadero objetivo. Una vez fagocitada IU, se trata de desbancar al PSOE y convertirse en el representante hegemónico de la izquierda. Objetivo legítimo si así se explicita; objetivo no tan legítimo si se hace engañando a los votantes.
 ¿Qué sucedió tras las elecciones del 20-D? Que ningún pacto “natural” sumaba suficientemente y lo que sí funcionó fueron los vetos de unos a otros. El pacto PSOE-C´s fue algo original y nuevo que podría haber funcionado si las ideologías no se hubieran impuesto a la instauración del bien principal, que era un gobierno de progreso. A este posible gobierno de progreso se opuso el PP (normal) y se opuso también Podemos porque no era el hegemónico en el pacto. Ahora, ante la perspectiva del sorpasso, Podemos pretende que el PSOE lo apoye. ¿Por qué antes no y ahora sí? Porque se trata de ocupar el poder hegemónicamente, y luego ya llenaremos de contenido los “significantes vacíos”. Es más, a Podemos no le urge tanto gobernar como ser el partido hegemónico de la izquierda. La razón es sencilla: si Podemos gobierna, su discurso del bla-bla-bla se diluye y se impone la práctica política que demandan las expectativas de los ciudadanos. El discurso del bl-bla-bla se agiganta en la oposición y se diluye en el gobierno. A ello responde la obviedad del cachazudo Rajoy “gobernar no es fácil”.

¿Qué votar el 26-J? Cada uno debe votar a aquel partido que piensa que puede solucionar mejor los problemas de España. El famoso voto útil es falso, o dicho de otra manera, el voto más útil es el voto en conciencia, pues es la única manera de saber qué quieren los electores. Es votar por principios en vez de por intereses. Por lo tanto, a los votantes hay que convencerlos, no intimidarlos. Solo votando en conciencia se pueden dirimir posteriormente las posiciones reales de las ideas de un país.
¿Qué pasa con la socialdemocracia? En principio parece que es la panacea de todos los males. De ahí que ahora todos sean socialdemócratas. Fracasadas las teorías y prácticas anarquistas y comunistas, permanece esta síntesis de liberalismo y marxismo que llamamos socialdemocracia, cuyos objetivos son conectar con la ciudadanía, redistribuir la riqueza y promover el progreso social. Es el espíritu de la Ilustración y de la Modernidad adaptado a las nuevas circunstancias del incierto, complejo y fascinante tiempo de hoy. Frente al neoliberalismo (exacerbación del liberalismo primigenio), que ha aprovechado la desaparición del comunismo soviético para instaurar el monopolio de sus anónimas y no explicitadas ideas, cuya sola descripción ofendería los oídos de la mayoría de sus ingenuos allegados. El éxito del neoliberalismo radica en el anonimato de sus ideas. La literatura política no las admite, son impronunciables.
P.M. Iglesias intenta apropiarse de la “nueva socialdemocracia”, y para ello convierte a Marx y Engels en socialdemócratas (¡!). Pero los problemas humanos evolucionan mucho más lentamente que los términos para designarlos. Y mientras no se demuestre lo contrario, el PSOE es el partido que ha ocupado siempre el espacio socialdemócrata. Bien es verdad que últimamente (3ª vía socialista; nuevo art.135 de la CE; insuficiente relato explicativo y corrupción de algunos de sus dirigentes), el PSOE ha perdido parte de ese espacio propio que ahora intenta ocupar Podemos. Y si ser socialdemócrata era poco, ahora Iglesias se proclama también el detentador del patriotismo nacional. No del patriotismo constitucional de Habermas, sino del patriotismo hueco y verbenero. ¿De cuál de ellos, del español, del catalán, del vasco, del gallego? La última de P.M.I. es su declaración de que Zapatero ha sido el mejor presidente de la democracia. ¿Quién da más? ¡Lo que hay que hacer en estos tiempos tan triviales!

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 4 de junio de 2016

EL 15-M CUMPLE AÑOS (y 2)

“A Podemos le estorba el término comunista, incluso socialista, incluso izquierda, porque pretenden acoger a todos, vengan de donde vengan. Ése y no otro es el sentido de su populismo, que surge cuando los cauces institucionales bloquean las demandas colectivas. Si hubiese eficacia institucional no cabría el populismo”. Éste es un párrafo de mi artículo anterior que me parece central en mi exposición. El punto de arranque de la situación política actual radica en una sociedad (“pueblo”) empobrecida, que se siente excluida y que muestra su indignación en las calles al “no sentirse representada” por la representación popular existente. Ahí aparecen unos candidatos (Podemos) a ocupar esa representación popular, para lo que construyen un relato catastróficamente negativo de la situación, sin elaborar un discurso alternativo creíble. La sociedad (“la gente”) les otorga esa opción ante la confianza perdida en los partidos tradicionales (súmese el mal funcionamiento institucional a la corrupción galopante). A partir de aquí todo se traduce en liturgia de la persuasión, televisión mediante.
Todo ello trae como consecuencia un parlamento mucho más fragmentado, en el que cuatro partidos (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) ocupan el espacio que antes ocupaban solamente los dos primeros. Y los discursos de todos ellos intentan convencer al cuerpo electoral de que todos han tomado nota de la indignación popular, cada uno a su manera, y que su receta es la que va servir de terapia contra la crisis que nos embarga. Lógicamente, en este discurso a la caza de la credibilidad, tienen ventaja los nuevos, incontaminados aún y con legítimo derecho a una oportunidad. El PP tiene que predicar que lo hecho en estos cuatro últimos años, aunque doloroso, ha sido necesario. Y para ello saca su arsenal estadístico de creación de puestos de trabajo, cuando la realidad es que desde 2011 se trabaja un 7% menos de horas. Y de creación de riqueza, otorgándose el mérito que realmente lo tienen la bajada del precio del crudo y la política monetaria del Banco Central Europeo, a costa de la depauperación salarial, la bajada del fondo de pensiones y el aumento de la deuda española. El PSOE tiene que asumir sus dos últimos años (2010 y 2011) en los que, asustado por la crisis que no vio llegar, comenzó el austericidio que luego desarrolló y profundizó el PP. El PSOE también reivindica, con evidente razón, su innegable y trascendental papel en la salida de la dictadura y en la modernización de España.
Pero el problema no está solo en los partidos sino en el sistema. Hasta hoy, Europa estaba instalada en un sistema que se autoprotegía del comunismo soviético. Funcionaba la dialéctica entre el liberalismo (partidos conservadores) y la socialdemocracia (partidos socialistas). Era un capitalismo que negociaba un cierto reparto de la tarta entre el capital y el trabajo. Y funcionó bien, especialmente en los países nórdicos. Desaparecido el comunismo soviético, el reparto entre las rentas del capital y las rentas del trabajo se convierte en un monopolio del capital, con una exacerbación egoísta y corrupta del liberalismo (neoliberalismo) y la derechización de la socialdemocracia al perder la referencia comunista ante la que siempre salía bien parada (social-liberalismo). Todo ello teledirigido por los poderes financieros mundiales que encuentran en la globalización y en Internet una magnífica herramienta para su expansión dominadora. La crisis actual empieza en financiera y acaba en crisis política. La política queda sin margen de maniobra ante los fuertes condicionamientos (casi determinismos) de la economía financiera.
Ante la imposibilidad actual de un cambio de sistema, hay que pertrecharse con un buen discurso explicativo y una práctica política reformista, donde las prioridades sean sociables pero sostenibles. No cabe la demagogia populista ni siquiera para desmontar o desaprender, sino que hay que articular una teoría y una práctica potentes encarnadas en líderes creíbles. Todo esto no es fácil, pero pienso que la socialdemocracia sigue siendo la mejor herramienta política para reconducir el proceso europeo y español, ambos unidos en la misma dirección reformista socialdemócrata. Tan es así que todos los partidos a la izquierda del PSOE se declaran socialdemócratas, unos a cara descubierta y otros con una mayor discreción. ¿Puede el PSOE elaborar un relato explicativo de sus virtudes y defectos habidos y prometer con credibilidad una teoría/práctica política que permita volver a ilusionar? Inténtelo, pues en este momento de incertidumbre es más necesario que nunca ante los populismos seudoencantadores que nos rodean.

Mariano Berges, profesor de filosofía