sábado, 17 de junio de 2017

UNA MOCIÓN DE CENSURA ÉTICAMENTE DISCUTIBLE

Esta vez toca otro tema obligado: la moción de censura de Podemos, con Iglesias como presidenciable, contra el gobierno del PP y su presidente Rajoy. Moción anunciada por Iglesias en plenas elecciones primarias del PSOE, y que permitían adivinar una intención espuria: el PP era la excusa y el PSOE era el objetivo. La moción fracasó: 82 votos a favor, 170 en contra, 97 abstenciones. 
El desarrollo del acto parlamentario ha sido largo y tedioso. Cinco horas de discurso inicial entre Montero e Iglesias, con el monotema de la corrupción del PP, dan para muchos bostezos y para muchas preguntas. La pregunta principal es ¿para qué esta moción? El resultado ya se sabía, las líneas maestras de los partidos ya se conocen, y las respuestas se adivinan. Lo único nuevo e intenso es la escenificación de Iglesias como falsamente presidenciable y su monopolio de la palabra frente a todos. Hay que reconocer una vez más la habilidad dialéctica de Iglesias, a la vez que un tacticismo éticamente cuestionable. Su soberbia y desprecio por lo no-suyo es otra cuestión que no viene al caso.
En política habrá que suponer que el objetivo a conseguir por todos los partidos políticos es perfeccionar la organización social  y posibilitar la felicidad colectiva e individual de los ciudadanos. Si Podemos pretende lograr dicho objetivo reforzando la figura de su líder no creo que sea una táctica conveniente para su estrategia, pues cuanto más visible es más rechazos genera. Ahora bien, si lo que pretende Podemos es reducir al PSOE, con un líder ausente del hemiciclo, y presentarse como el partido hegemónico de la izquierda y a su líder como el único presidenciable progresista y justo, estamos ante un abuso de un procedimiento parlamentario, aunque formalmente sea correcto. Una moción de censura la pone el líder de la oposición, pero Iglesias no es el líder de la oposición. Estamos, pues, ante un fraude político: hacer creer a la sociedad que el líder de la oposición es quien no lo es.
En respuesta a la moción, el PP, cuya defensa la asume el propio líder personalmente, se evade de todos los ataques de corrupción, de tal manera que convierte el acto en un auténtico “diálogo de besugos”: Montero-Iglesias exponen reiteradamente su letanía de corrupciones del PP y Rajoy contesta con su ya conocido discurso triunfalista de los logros económicos conseguidos en los últimos cinco años. A los ataques de corrupción no contestó. Elemental. Los dan por sabidos y amortizados.
En esta moción había un tercer personaje: el PSOE. Con un líder ausente, con un portavoz nuevo y desconocido, y con unas expectativas crecientes que Podemos pretende reducir. Y hay que decir que Ábalos ha cumplido en su estreno. Sin la erótica de Iglesias y sin los recursos y tablas de Rajoy, ha fijado claramente su posición sin cerrar puertas en ninguna dirección. El fondo de su discurso ha sido decir sí a la censura contra Rajoy, sin apoyar la presidencia de Iglesias. Según Ábalos, el PSOE comparte el diagnóstico, incluso muchas propuestas de Podemos, pero no comparte ni el momento ni las circunstancias, y, sobre todo, no comparte la verdadera intención de la moción. La lectura de un documento interno de la estrategia de Podemos por parte de Ábalos, explicitó clarísimamente que la moción iba contra el PSOE y el PP era la excusa. Y que Sánchez era su enemigo electoral. Ábalos debutó con una faena correcta pero no remató. No puede dejarse ocupar su lugar hegemónico en la izquierda con tanta levedad. El recuerdo de Iglesias votando con Rajoy en contra del PSOE, impidiendo así la investidura de Sánchez, no puede ser una anécdota, sino que fue un acto políticamente perverso desde una perspectiva progresista. Y eso hay que hacerlo notar.
Conclusión. Mientras la izquierda discute a ver quien la tiene más grande, el PP sigue gobernando, a pesar de los escándalos de corrupción. Iglesias ha conseguido reforzar a Rajoy por segunda vez en pocos meses. Una moción de censura se pone para ganarla, en ese momento o más tarde. Pero no se pone para el lucimiento personal o para reforzar internamente su posición. O lo que es peor, para hacerse pasar por el líder de la oposición.
El futuro es incierto. PSOE y Podemos deberían confluir mínimamente en cuestiones básicas. Sin embargo, ninguno se fía del otro. Item más, los proyectos políticos de ambos partidos difieren profundamente. La política territorial es un ejemplo de libro, pero hay otros. Pero también existe Ciudadanos. De los nacionalistas mejor no hablar, que salen muy caros. Si el mapa del centro izquierda no se ordena, tenemos derecha (y qué derecha) para rato.                        

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 3 de junio de 2017

SÁNCHEZ I y SANCHEZ II

En las elecciones primarias del PSOE Pedro Sánchez venció rotundamente a Susana Díaz. O lo que es lo mismo, y siguiendo la dialéctica argumental de la campaña, la militancia venció a la dirigencia o aparato. Pero, en mi opinión, fue una victoria un tanto futbolística, donde el equipo con más y mayor entusiasmo de hooligans venció a un adversario con mayor tradición y más conservadurismo. Porque por discurso y proyectos el partido era de empate a cero. El “no es no” de Sánchez frente al “PSOE de siempre” de Díaz fue un espectáculo intelectualmente deprimente.

Pero el caso es que el PSOE tiene un nuevo líder que, como los votantes, aunque menos que los militantes, también tienen su pequeña alma de hooligans, puede darle mejores resultados electorales. Porque no es cierto que el declive electoral socialista comenzase con Sánchez, sino que sucedió con Rubalcaba. Por cierto una de las mejores cabezas del PSOE, pero… el sagrado pueblo decidió que ya había tenido suficiente presencia política y lo jubiló. Lo mando fuera del mercado, que es donde estamos los jubilados. En el mercado están los mercaderes, que son más jóvenes y algo temerarios.

El título del artículo tiene como referencia al filósofo posiblemente más importante de la primera mitad del siglo XX: Ludwig Wittgenstein, que habiendo llegado a la cima en su primera fase de producción filosófica (Wittgenstein I), en su segunda fase (Wittgenstein II) no titubeó a la hora de tirar por tierra la idea principal de su primera etapa, por excesivamente teórica, pues llegó a la conclusión de que filosofía y vida no iban cada una por su lado, sino que una era reflejo de la otra, y viceversa.

Pues bien, Sánchez I, con sus vaivenes mentales y su aventurerismo peligroso, espero que esté enterrado. Y que Sánchez II va a ser totalmente distinto a Sánchez I. Porque, sin duda, habrá reflexionado y aprendido de la fase anterior. Su victoria ha sido una consecuencia de las formas con que fue derrocado, que lo han convertido en un héroe de la militancia, frente al “PSOE de siempre”, como Susana Díaz gustaba de autopresentarse. Un análisis en profundidad de la hemeroteca de esos meses constituirá para Sánchez y los suyos un ejercicio imprescindible. Y más todavía en la época de las redes sociales, donde casi todo funciona por eslóganes e ideas muy simples. Ni el populismo que le ha venido tan bien en la campaña de las primarias ni el conservadurismo que él mismo achacaba a su adversaria serán a partir de ahora tarjeta de presentación suficiente. La futbolización de la política seguirá actuando y, electoralmente, las consignas simples y sonoras, propias de una sociedad trivial, van a ser importantes para ganar unas elecciones, pero la acción de gobernar supone una entidad intelectual y política mucho mayor que lo demostrado hasta ahora.

Sánchez II puede venirle muy bien al decaído PSOE en unas próximas elecciones, ya que muchos de los votantes antaño socialistas y actualmente en Podemos o en la abstención (estamos hablando de más de cinco millones) han recibido con esperanza al nuevo líder. Pero, repito, gobernar es otra cosa mucho más compleja. Ha demostrado rebeldía, fuerza mental, dominio de la escena (el físico también ayuda, y mucho) y, sobre todo, representa la imagen de una víctima reconvertida en héroe. Intelectual y políticamente aún no ha demostrado nada, pero tampoco tenemos a muchos premios nobel en la política. El “no es no”, consigna simplista a más no poder, ya ha dado su beneficio con una eficacia inversamente proporcional a su entidad discursiva. Los relatos de ambos, el épico-heroico de Sánchez y el continuista de Díaz lo han construido los militantes, a pesar de la ausencia de discurso por ambas partes. La verdad es que el PSOE no ha hecho ninguna gran aportación a la socialdemocracia europea. Ha vivido de factores favorables en su aparición, fundamentalmente tres: salida de la dictadura, Estado de bienestar y Europa. Cuando vino la crisis de 2008 la cagó: comenzó el austericidio, que incluso lo elevó a exigencia constitucional, con sorpresa y alborozo del PP. No cayó en la cuenta de que la quinta potencia de la UE tenía más capacidad de resistencia a las presiones del nuevo modelo neoliberal.

Y ahora viene la hora de la verdad. Humildad (de los vencidos) y generosidad (de los vencedores) debería ser la clave para coser el partido socialista. . Por eso, Felipe González (la mejor referencia socialista), una vez más, ha dado ya la nueva consigna: “hay que arropar a Pedro Sánchez”. Que, traducido, significa: hay que estar unidos porque solo así se ganan las elecciones.  Luego ya hablaremos. Ahora empieza todo para el PSOE. Se trata de una nueva oportunidad. Ojalá la aproveche.


  
                       

Mariano Berges, profesor de filosofía