sábado, 30 de julio de 2016

HASTÍO POLÍTICO

Visto el número, bastante alto, de electores en las últimas generales, habrá que reconocer que los españoles tienen una vocación política a prueba de bomba. Y si hay terceras elecciones y la gente sigue votando en magnitudes semejantes, habrá que pensar en un masoquismo digno de mejor causa. En conversaciones coloquiales de bar o peluquería todos afirman estar hartos de los políticos, pero, como ya he dicho otras veces, desde una perspectiva futbolística de la política todos están con su equipo-partido, haga lo que haga y diga lo que diga. De lo contrario, no se entienden los votos a un partido que los jueces han definido como una organización configurada para delinquir y que, de hecho, está imputado como tal organización delictiva. Se confirma una vez más aquel dicho mafioso de “es un hijo de p., pero es nuestro hijo de p.”.
¿Y ahora qué? Ya llevamos más de un mes desde el 26-J y siete meses desde el 20-D y nada se ha movido. Y el que especialmente no se ha movido se llama Mariano Rajoy. Da la impresión que busca la mayoría absoluta en unas terceras elecciones. Que, visto lo visto y su progresión electoral, todo es posible. La táctica de Rajoy cada vez está más clara: o gobierna por aclamación o por agotamiento. Y, además, haciendo parecer culpables a los demás partidos por no permitir su gobierno, el más votado futbolísticamente pero el más regresivo de la democracia. ¿Y los demás partidos, especialmente el PSOE, qué hacen, qué piensan, qué estrategia siguen? Porque el PSOE, una vez evitado el sorpasso de Podemos, parece haber caído en una estéril somnolencia, carente de objetivos estratégicos y de metas tácticas. La presión de los barones socialistas hacia su líder Sánchez es tan agobiante que no necesita adversario externo, porque está situado en medio de tal sofisma que haga lo que haga lo coge el toro. Si se abstiene posibilitando un gobierno PP con Rajoy de presidente (especialmente si no se exigen contrapartidas significativas), la irrelevancia del PSOE está garantizada. Si vota en contra del PP una y otra vez, va a aparecer como el malo de la película y el causante principal de unas terceras elecciones, con el consiguiente coste electoral. Y si intenta otra vez someterse a una investidura, con Podemos y otros, no se sabe si es mejor que le salga o que no le salga. Está claro que el PSOE, antes con 90 y ahora con 85 escaños, es el elemento catalizador en la política de este país. Lo que no sé si es suerte o desgracia.
Este humilde articulista no se atreve a jugar a profeta, pues queda mucho tiempo todavía antes de concluir esta fase del proceso. Y como decía un buen amigo, más vale ser historiador que profeta. Aunque sí que me atrevo a afirmar que un gobierno vehiculado por el PSOE y apoyado por Ciudadanos y Podemos, supondría una auténtica transversalidad y un equilibrio ideológico con  los contrapesos necesarios para una mínima duración. Y podría garantizar una regeneración política e institucional mínima y unos objetivos en la esfera española y europea válidos para, al menos, un par de años. Y, de paso, dejar de hacer el ridículo. ¿Es eso posible? Si los tres partidos dijesen la verdad cuando hablan, no solo sería posible sino obligatorio. Estoy de acuerdo con el presidente de Extremadura cuando dijo aquello de que si hay terceras elecciones, deberían dimitir los cuatro líderes estatales. Por incapacidad individual y colectiva.
Porque es mucho más preocupante la degradación democrática que conseguir una estabilidad provisional; es preferible subsanar el descrédito de las instituciones y la corrupción sistémica y modificar una errónea política económica que una falsa estabilidad de empecinamiento en el error. Porque en todas estas cuestiones negativas, el Gobierno del Partido Popular ha tenido un papel determinante.   
Durante esos días están apareciendo documentos que defienden distintas opciones. Eso está bien. Ya era hora de que los expertos e intelectuales se mojasen. Porque no vale cualquier Gobierno, sino que queremos un ejecutivo que prime el bienestar de la ciudadanía y que defienda el modelo social europeo, y que recupere y amplíe los derechos y libertades ciudadanas, laborales y sociales quebrados.

Vuelvo al título de mi escrito. Los españoles ya no están dispuestos a dejarse engañar inocentemente. Están hartos de la politiquería (juego engañoso de los partidos que dicen defender una cosa cuando en realidad defienden otra muy distinta, incluso contraria). Si vamos a unas terceras elecciones (lo que cada vez es menos imposible), el fracaso político será tremendo y el descrédito político, mayúsculo. ¿Dónde está la nueva política?                                                Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 16 de julio de 2016

Antonio Aramayona, ciudadano libre

“Cuando estés leyendo estas líneas, ya estaré muerto. He decidido finalizar mi vida, ejercer mi derecho inalienable a disponer libre y responsablemente de mi propia vida”. Así empieza Antonio Aramayona su último artículo en su blog. Lo que constituye su carta de despedida para amigos y conocidos. Antonio Aramayona murió el martes 5 de julio de 2016. Su despedida apareció en las redes sociales al día siguiente. Nadie debe sentirse responsable de nada. El propio interesado lo dice muy claramente: “soy libre, soy dueño de mis actos y errores, de mis sueños y luchas, y por eso mismo decido si y cómo y hasta cuándo existir”.
Este artículo mío no es un obituario al uso, ni periodismo amarillo ocasional, ni una laudatio del suicidio, sino un homenaje a Antonio, al que yo conocía poco personalmente, pero del que sabía mucho por amigos comunes. Fue un ciudadano ejemplar y su último texto es una delicadeza exquisita que nos regala para, entiendo yo, proclamar, desde su ejemplo, el ejercicio pleno de su libertad personal, en la vida y en la muerte. Su carta emociona por la proclamación de su libertad: “He intentado que mi vida haya sido digna, libre, valiosa y hermosa. Y así he querido también mi último hálito de vida: digno, libre, hermoso y valioso. Así he querido vivir y así he querido morir.” Toda una maravillosa síntesis de libertad y coherencia en la vida humana.
Antonio era un ciudadano ejemplar. Profesor de filosofía en Educación Secundaria en Zaragoza (antes había ejercido en otros lugares), profesor apasionado en sus clases, educador entregado y eficaz para con sus alumnos, ciudadano libre e implicado en todas las causas dignas con las que tuviese relación, especialmente con la educación pública y la sociedad laica.
Su carta de despedida no tiene desperdicio. Independientemente de cualquier valoración filosófica o religiosa sobre el suicidio, la libertad ejercida por Antonio es plena y digna de todo respeto. Su fundamento es muy sencillo: el ser humano es dueño de su vida, y por lo tanto de su muerte, que no es más que el final de la vida. Su humanismo es pleno y autónomo, sin dependencias ni responsabilidades ultramundanas. Cada uno es básicamente responsable (lo que no es poco) ante sí mismo.  Su ejercicio de libertad lo ejerce sin  presiones de ningún tipo. Deja bien claro que “no soy un enfermo terminal, no me han detectado una enfermedad grave e incurable. Tampoco estoy deprimido. Simplemente, ha llegado mi momento de morir”
Sí que en algún momento se atisba en la carta algún resquicio de depresión intelectual y moral por la sociedad en que vive: "Todo ser humano ha de vivir bien, dejar vivir, hacer que los demás vivan del mejor modo posible. Solo cuando se acaban los caminos desde los que se atisban horizontes, o cuando se otea un deterioro imparable o cuando se decide libre y responsablemente, es posible plantearse con fiereza y también con una sonrisa el propio acabamiento”.
El suicidio es el único problema filosófico serio, decía Albert Camus. Y en verdad la casuística es muy variada, pero en los casos que constituyen un acto pleno de libertad humana se trata de una proclamación de la autonomía y la grandeza del hombre, dueño y señor de su vida y de su muerte. ¡Cuánta hipocresía y cuánta opresión en la negación de la eutanasia! Por eso, aprovecho el hecho acaecido para exaltar la libertad, que solo en el hombre se da y que es indivisible de él, pues pertenece a su ontología más que a su moral, o bien ésta es parte de aquella.
Castilla del Pino ha sido, para mí, el autor que más claro ha explicado la complejidad de la libertad. Sigo sus ideas. La libertad no es algo dado, sino algo que se obtiene como resultado de la existencia de una necesidad. La libertad no es algo que se obtiene una vez y ya está definitivamente obtenida, sino que ha de obtenerse cada vez y en cada instante. El movimiento hacia la libertad es, pues, permanente: hay que estar “liberado de” para ser “libre para”. Traducido a un lenguaje más cotidiano, la libertad no es “poder hacer lo que uno quiera”. Eso es una pura posibilidad. La libertad real es hacerlo, aunque te complique la vida. Hasta que no ejerces la libertad no eres libre, y ese acto de libertad te lleva a otros más cualificados, exigencia de la nueva realidad que tú has ayudado a configurar. La liberación es, por tanto, un proceso interminable.  
Ésta es la libertad real, la única existente. Hasta que no la ejerces no eres libre. Hay muchos más seres sin libertad que con libertad, pues ésta es incómoda y te compromete existencialmente. De ahí que la mayor parte de la gente no siente la necesidad de libertad. Y no me refiero al no poder ser sino al no ser, al no hacer. Porque solo haciendo, eres.
Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 2 de julio de 2016

26-J: UN ANÁLISIS PONDERADO

Hoy toca análisis del 26-J, que no es fácil, pues los resultados parecen muy semejantes a los del 20-D, pero hay matices importantes.
En primer lugar veamos una secuencia de los datos principales: Clara victoria del PP; el PSOE aguanta la embestida de Podemos, que es el gran perdedor; papel anodino de C´s y mantenimiento de los partidos nacionalistas. En consecuencia, ninguno de los dos bloques por separado suma mayoría suficiente para gobernar. Pero hay un sentimiento importante: todos  parecen convencidos de que unas terceras elecciones dejarían a España como un país poco serio y con poco protagonismo en plena crisis europea. Y también parece lógico que sea el PP quien, aunque sea en minoría, gobierne España, como consecuencia de los resultados electorales habidos.
Ha habido un cierto fracaso de los sondeos previos a la jornada electoral. Y cierta sorpresa, especialmente por el gran éxito del PP y la clara derrota de Unidos Podemos (UP), pues sus expectativas eran muy altas. Yo suelo hablar de la futbolización de la política. Muchos votantes actúan como los fans futboleros: uno es hincha de un equipo y basta. No cuentan para nada ni la corrupción ni los recortes ni la desigualdad producida. El voto de la derecha es, en este sentido, fuertemente ideológico y partidista. Si la cuestión electoral se presentaba como un gobierno del PP frente a otro nucleado en torno a Podemos, cada uno vota a su equipo y ya está, sin matices. Lo que ha polarizado excesivamente las elecciones. También pienso que el Brexit ha tenido incidencia porque añade incertidumbre, y mucha gente, especialmente la gente mayor (no olvidemos que el 20% de los votantes son mayores de 60 años), es refractaria a lo nuevo.
En el caso del PSOE, el sorpasso no se ha dado porque el PSOE es mucho partido y Podemos (de momento, al menos) no es un partido sino una amalgama de muchos elementos sin un proyecto común, con objetivos muy dispares y con vinculaciones de puro interés electoral.  El conjunto de eslóganes, corazones, sonrisas, La Sexta, las alegres muchachadas… puede ser hasta gracioso, pero con las cosas de comer no se juega. Y con la política territorial no se admiten bromas.
Pero yo creo que lo importante ahora es que seamos capaces de mirar panorámicamente el país. Con  perspectiva e inteligencia estratégica. En estos momentos tenemos dos partidos tradicionales que siguen fuertes, especialmente el PP, cuyo oculto ideario neoliberal ha interiorizado la mayor parte de la sociedad española y que le parece la opción menos mala de lo que se le ofrece. Además la derecha nunca ha necesitado discurso ni teoría, solo obviedades. Rajoy cumple a rajatabla con este esquema. El otro partido es el PSOE, falto de renovación y de discurso propio actualizado. A un partido de izquierdas siempre se le pide más. Y su votante es menos hooligan que uno de derechas. El PSOE debe pensar que cuando la fiel militancia que tiene (la mayor parte mayores) languidezca, no tiene recambio de jóvenes votantes. Por lo tanto, o se decide a actualizar su discurso y su práctica, y por tanto rejuvenecer y diversificar un nuevo tipo de electorado, o su futuro está amenazado.
Por otro lado está Podemos, que ya ha fagocitado a IU sin rentabilidad electoral (el quintacolumnismo de Tania Sánchez y Alberto Garzón no ha servido para nada, aparte de sacrificar a IU), cuyo momento de gloria parece estancado. España no es Hispanoamérica. Y, por último, Ciudadanos, cuya aparición como franquicia del PP no ha dado resultado, pues en tiempo de dudas y turbulencias la gente prefiere la matriz. De los nacionalismos no hablo por tener poco conocimiento sociológico de ellos y por mi tendencia jacobina. Los nacionalismos hay que resignarse a sufrirlos y no avivar el fuego. La famosa conllevancia que formulaban Ortega y Azaña sigue teniendo sentido.
Conclusión: la iniciativa debe partir del PP y el protagonismo es suyo en el intento de configurar un gobierno. ¿Cuál es el papel del PSOE? Si no le queda más remedio, tendrá que negociar con el PP duramente y permitirle formar gobierno. La contrapartida exigida debe ser fuerte: aparte de liderar la oposición, retirada de las tres leyes fuertemente negativas del PP (la LOMCE, la ley “mordaza”, y la Reforma Laboral), una regeneración institucional de verdad, una política fiscal más justa y eficaz, trabajar por un cambio de modelo productivo más acorde con el siglo XXI, encauzamiento de una reforma constitucional, negociar una ralentización con Bruselas en la reducción del déficit y presentación de una moción de confianza al cabo de dos años. Creo que así los españoles podrían entender que el Estado está por encima de todos y todos se deben a la sociedad a través del Estado.

Mariano Berges, profesor de filosofía