sábado, 29 de diciembre de 2018

¿AÑO NUEVO VIDA NUEVA


Hay pocas cosas tan castizas como los refranes. Por cierto, muchos son casposos y pelín reaccionarios. Uno de ellos es el del título. Veamos cómo van los asuntos ya clásicos de los últimos tiempos. Hoy renunciamos a la trascendencia y aterrizamos en la inmanencia.
Aunque ya he escrito varias veces sobre Cataluña, ahora, desde mi ventana, quizás ha cambiado mi perspectiva. Ahora no pienso tanto en los políticos independentistas sino en el común de los catalanes. Tienen que estar hasta los… Todos los días con la misma matraca. Si los españoles no catalanes estamos exhaustos con la información sobre Cataluña, no quiero ni pensar en los pobres catalanes. No entiendo como no hay un plante ciudadano a consumir noticias sobre la cuestión. Si los “indepes” catalanes lograran su objetivo máximo se aburrirían. Sin el enemigo español se tendrían que mirar a sí mismos y se hastiarían. No los quiero tan mal.
Podemos y su caudillo Iglesias también dan para mucho. Hay que reconocerle su resistencia al desaliento. No para. Hace de gobierno, de oposición, de comentarista, de animador, de presentador, de politólogo. Yo creo que hay que subirle el sueldo sustancialmente. Y no solo para ayudarle en el mantenimiento doméstico, que también, sino para que no pare en su productividad multisectorial. Otros cobran mucho más en la tele y no dan tanto de sí. Ahora bien, sin la Sexta sería menos.
Sánchez también se afana en lo suyo. Cada día nos sorprende con una novedad. Se va, se queda, no lo sabe, depende. Eso sí, qué bien le sientan los trajes. En eso hemos ganado. Adolfo no estaba mal. Felipe tenía un punto meridional que flipaba. José Luis tenía su palmito. Pero Pedro supera a todos. ¿Qué no importa la planta? Qué ingenuos.
Como se habrá podido observar solo hablo de varones o de colectivos territoriales. No me atrevo a hablar de mujeres. ¡Con lo que en este país hemos hablado de mujeres los varones! Pero ahora es peligroso. Se ha impuesto una autocensura que casi deja pequeña a la de los cuarenta años. Entre feministas, animalistas, ecologistas… estamos rodeados. Tradicionalmente, el sufijo ismo era peyorativo pero ahora se ha transformado en un título de excelencia. Repaso este párrafo por si he cometido algún desliz. Juro que si lo hay es sin intencionalidad.
Otro asunto que llena nuestros vacíos existenciales son las pensiones. Nunca una cuestión tan compleja había sido tan simplistamente tratada. “Hay que aumentar las pensiones”. Depende de cuáles. “Yo he cotizado cuarenta años y me quedan cuatrocientas euros”. Mentira. Hay que tener en cuenta que las pensiones son una contraprestación a las cotizaciones de toda la vida laboral. Y muchos han cotizado muy poco. Lo que pasa es que los pensionistas son diez millones y todos votan. Ocupan más espacio mediático las pensiones de los jubilados que el trabajo de los jóvenes. Nadie dice nada sobre lo último. Ni ellos mismos. El individualismo y la supervivencia se han convertido en su peor defensa. Los asuntos importantes hay que pelearlos, jóvenes. Y el trabajo es el factor que dignifica la vida (Marx dixit).
Yo siempre he pensado que mi generación, al menos en España, ha sido muy peligrosa para la sociedad. Cuando comenzamos a ser adultos ocupamos todos los sitios y lugares posibles, pues todos estaban democráticamente vacíos. Luego, con la esperanza de vida que disfrutamos y unas dignas pensiones, seguimos ocupando muchos sitios y la mayor parte de los restaurantes. Pienso que cuando nos muramos, esta sociedad dará un paso adelante muy importante, pues el vacío a ocupar será grande. Ya lo decía el clásico, no merece la pena sufrir ni pelear, todo es cuestión de unas cuantas defunciones. Pues eso, a esperar.
Vox es ya un asunto no solo de presente sino de futuro. Nos va a dar muchos días de gloria. Por sí mismo y por sus colaterales, que van a dudar entre abrazarlos o insultarlos. Éramos pocos que parió la abuela. Ahora somos cinco. Menos mal que IU se ha diluido en Podemos, si no, seríamos seis. Y esto na da ni para tanto ni para tantos. Ahora que Italia se ha simplificado, España se ha hace más compleja. ¿Seguirá siendo cierto eso de “España es diferente”? Una de las perlas más políticas de Vox es la desaparición de las autonomías. Yo siempre he sido un jacobino. En la Transición siempre pensé que en nuestra cantonalista España un gobierno central democrático, un reconocimiento cultural e idiomático a vascos y catalanes y una descentralización inteligente y profunda, sería más que suficiente. Ahora ya es una cuestión irreversible aunque muy mejorable en lo relativo a la igualdad de todos los españoles.
Bueno, hasta aquí llegó mi subjetivo caleidoscopio. No banalizo, relativizo. Feliz año nuevo 2019 y que nuestros asuntos, inmanentes todos, no nos amarguen la existencia, que solo hay una, como España.
Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 15 de diciembre de 2018

ACONTECIMIENTOS INESPERADOS


La ventana indiscreta
ACONTECIMIENTOS INESPERADOS
Desde mi ventana se ven los acontecimientos desde una perspectiva distinta a cómo se ven desde la calle. Ni peor ni mejor, distinta. No te involucras pero tampoco te evades; se te escapan los particularismos pero globalizas mejor; lo ves a posteriori y así reflexionas más acertadamente; no participas en ellos pero puedes influir en los siguientes. En definitiva, no participas en los acontecimientos que ves pero puedes prever lo que va a suceder. Porque la vida, y la política es parte de la vida, es un  proceso que fluye, donde el presente condiciona el futuro, si tu perspectiva es la adecuada.
La vida parlamentaria española transcurre con más anécdotas que hechos serios, sus discusiones suceden sin hablar del fondo de las cuestiones y lo que queda en la retina son aspectos formales poco significativos, si no chascarrillos. Las declaraciones públicas de los dirigentes sociales son casi siempre huecas y a la defensiva. Como mucho descriptivas, casi nunca proféticas. Pero de vez en cuando sucede algo inesperado: la revuelta de los “chalecos amarillos” en Francia o la irrupción de Vox en Andalucía, por ejemplo. Y no estabas preparado para ello, no lo esperabas, no lo entiendes. Pero si reflexionas percibes una cierta lógica entre el antes y lo ocurrido. Cosas a las que no habías dado importancia, protestas que no parecían importantes, comentarios entre gente no ilustrada, pensamientos que no parecían propios de ti, temores de los llamados infundados. Todos esos hechos sucedían simultáneamente y no percibías ninguna conexión entre ellos. Y de pronto estalla lo inesperado y te pones a cubierto, no vaya a ser que te cause algún problema.
Pero la política debe tener, según Aristóteles, una virtud primordial, la prudencia. Palabra cuya etimología latina es pro-videre, que significa ver antes de que sucedan las cosas, adelantarte a los acontecimientos, prever lo que va a pasar. Por eso son tan importantes los políticos. Por eso la política es el mejor instrumento que los humanos han inventado para garantizar la convivencia y mejorar la vida de sus conciudadanos. Por eso los políticos deben ser respetados y hacerse respetar. Porque se deben dedicar a preparar el futuro de todos. Y por eso Platón decía que los políticos deben ser elegidos de entre los mejores de la comunidad, ya que solo ellos están preparados para ser políticos.
Los políticos se lanzan, en los días siguientes de ocurrir lo inesperado, a un análisis desenfrenado. Algunos se las dan de profetas; otros, más humildes, se intentan defender de las consecuencias; otros, más prácticos, se resitúan ante el futuro. Pero casi nadie modifica su conducta. Como mucho, cambian de discurso, dicen tomar nota, pero, a los pocos días, todo vuelve a ser igual. Los políticos no están ni en la calle ni en la ventana. Están en su burbuja, hablando entre ellos y nada más que entre ellos, sobre cómo lo ocurrido les va a afectar a ellos.
Cuando los políticos se sobreponen y vuelven a hablar, cargan contra los culpables. Siempre hay culpables de lo sucedido. Distintos de nosotros y de los nuestros, claro. Y nos ponemos a contarlo a la gente, que se enteren qué ha pasado, por qué ha pasado y quién ha sido el causante. Si todos hubiesen hecho lo que yo decía nada de esto hubiera sucedido. Pero uno no puede estar en todo. Y nos ponemos a predicar otra vez la buena nueva, la misma nueva que antes de los últimos sucesos. A ver si esta vez me escuchan y todo se reconduce.
Pero la mayoría de la gente no está dentro de mi burbuja y, por lo tanto, hace uso de otra lógica distinta de la mía. Y casi nadie es político, por lo que no miran al futuro sino al presente. Y quieren que su presente cambie a mejor. Están hartos de falsas promesas y ven que cada día están peor. Por eso se apuntan a cualquier novedad que aparezca. Prueban a ver qué (les) pasa. A veces optan por aquello que más duele a los que han gobernado, a ver si espabilan y cambian de una vez. Pero muchos políticos, en vez de escuchar y reflexionar, aún se enfadan más y los castigan. Y así les va. A los políticos.
Ya se sabe que los votos “en la línea equivocada” provienen siempre de ignorantes o malvados. Lo que pasa es que cada día hay más. Pero siempre queda una última explicación: se trata de una reacción coyuntural pero todo volverá a su ser, o sea, que me vuelvan a votar a mí. A veces, efectivamente, es una reacción coyuntural, pero otras veces esos sucesos están indicando un cambio de época. El 15-M y Vox parecen una reacción semejante, por la izquierda y por la derecha, por parte de aquellos que no les va bien (a ellos y/o a la sociedad). Pero vemos que lo sucedido no es solo en España. Más aún, España era la excepción (junto con Portugal) de este populismo que nos rodea. Ya estamos en la frecuencia general. ¿Y ahora, qué? Seguiremos informando.            Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 1 de diciembre de 2018

ENVEJECIMIENTO ACTIVO









Hace tres años escribí en este mismo periódico un artículo titulado “Envejecimiento activo”. Vuelvo sobre el tema, pues, aparte de ser mi problemática existencial del momento, pienso que es una cuestión realmente importante para los interesados y para los “no interesados”, porque la sociedad somos todos y una interrelación positiva  de unos con otros nos aporta bienestar a todos.  

En principio formularé, a manera de criterios básicos, tres principios: 1) Las personas mayores quieren participar activamente y de manera integral en la sociedad española, por lo que la sociedad debe estimular y reconocer la contribución de los mayores al bienestar del país. 2) En nuestra sociedad se considera a los mayores como objeto de atención más que como sujetos autónomos, y aún menos como como personas que desarrollan críticamente esa autonomía.  Y 3) Hay que darle la vuelta a esta percepción y construir nuevos relatos y nuevas políticas con y para los mayores.

En 1999, la OMS adoptó el término “Envejecimiento Activo” (EA) como el proceso de optimización  de la vida a medida que las personas envejecen. Si tenemos en cuenta que en el mundo hay más de 600 millones de personas mayores de 60 años, y que, con la esperanza de vida disparada, en 2025 serán 1.200 millones, estamos hablando de un asunto mucho más importante de lo que parece. No es solo cosa de viejos. Y si somos de los que solo vemos importante la economía, tendremos que pensar que la sanidad, las pensiones y los servicios sociales son la parte del león en nuestro Estado de bienestar y tienen en las personas mayores su mayor coste. Por lo tanto, o “matamos” a los viejos o les hacemos un hueco. Y este hueco que los mayores deben tener, puede y debe ser mucho más eficiente si la sociedad (y el poder) los trata como sujetos activos y no solo como objetos a cuidar.

Uno de los tópicos más inoperante que solemos usar en esta cuestión es la improductividad de los viejos. Y nos referimos siempre al trabajo profesional y/o físico. Pero si observamos el número de parados en la actualidad española, y más aún, en que el paro no tiene remedio para mucha gente, bien sea por falta de cualificación, por robotización de ciertos trabajos o por improductividad de ciertos medios tradicionales, podríamos pensar que la sociedad del ocio que Marcuse predicaba en los años sesenta (“Eros y civilización”) había llegado, tanto para los laborales como para los jubilados. Y en esta sociedad del ocio no es el trabajo el problema principal, sino cómo ocupar el tiempo libre. ¿Tiene el hombre de hoy la capacidad intelectual para estar sin trabajar? Como siempre, unos sí y otros no, independientemente de su edad. Y el problema de los salarios tampoco sería un grave problema, pues la Renta Básica Universal (y otros productos existenciales que aparecerán en el futuro inmediato) será algo tan elemental que dejará de ser una demanda política para convertirse en un principio básico de convivencia. Los cambios en la manera de organizarse la sociedad son vertiginosos y aún lo serán más.

Esta nueva perspectiva de ciudadanía que pido para los mayores debería tener tres características importantes:

1) El valor de la autonomía personal: ni ser viejo significa ser inútil ni trabajo y jubilación tienen que ser obligatoriamente términos irreconciliables. Se puede seguir trabajando al mismo tiempo que se jubila si entendemos el trabajo como generación de valor y de utilidad social, aunque no necesariamente incluya salario. Lo importante es conseguir que el capital humano, social e intelectual acumulados, sus conocimientos y experiencias, no se pierdan ni se dejen de lado.

2) El valor de la igualdad y las condiciones de vida. Aunque España ha mejorado muchísimo las desigualdades siguen existiendo. He aquí algunos datos: el 20 % de la población son mayores; el 60 % son mujeres; el 30 % de los mayores de 65 años tienen alguna clase de discapacidad; el riesgo de pobreza es casi el doble entre los mayores que en otra edad; vivir solos no tiene el mismo significado de viejos que de jóvenes. Por lo tanto, evitar la discriminación y la exclusión de los mayores es un objetivo primordial, pues su vulnerabilidad es mayor.

3) El valor de la diversidad. No todo el mundo llega a la vejez en las mismas condiciones económicas, culturales y sociales. Tratar de manera diversificada las situaciones de desigualdad es una garantía de igualdad para todos. Y esto vale también para las diversas opciones vitales, sexuales, culturales y religiosas de los mayores. Hay que dar voz a los que no tienen voz.

Como conclusión final me atrevo a ir un poco más lejos reivindicando un papel activo de los mayores en las dinámicas sociales y políticas de cada ciudad y comunidad. Se debe aprovechar sus potencialidades, fuerzas y capacidades. Un ejemplo de esto podría ser el concepto de “emérito” que se usa en las universidades para sus profesores jubilados, que debería dejar de ser una situación de privilegio universitario y pasar a ser una consideración social generalizada.                                 
Mariano Berges, profesor de filosofía