Esperando que, tal como se exponía en el artículo anterior, el PSOE cambie la estructura del negocio y no solo de gerente, intentaré en esta reflexión apuntar algunas notas que podrían irle bien al nuevo PSOE como aspirante que es a partido de gobierno.
La primera cuestión, la más importante y
la más difícil, pero también la prueba de fuego de la convicción y eficacia de
un partido socialdemócrata. es la cuestión fiscal Una fiscalidad moderna,
suficiente y justa es la clave para poder aspirar a un Estado de bienestar
suficiente y equilibrado. La última seudorreforma del Gobierno PP ni es
suficiente, ni justa ni equilibrada, sino una propuesta que, con tintes
electoralistas, no aborda un cambio de fondo del sistema tributario sino que
consolida los problemas existentes y sigue beneficiando a los que más tienen.
Nuestro país necesita un sistema que garantice más recaudación de forma estable
para atender los compromisos sociales y financieros que requiere una economía
avanzada; un sistema más justo, que aumente las aportaciones del capital y de
quienes poseen más riqueza y reduzca la de aquellos que menos ingresos tienen;
y atacar con decisión el fraude y la elusión, que están minando la recaudación
y la justicia de los impuestos.
En segundo lugar, es fundamental una
política clara de defensa de lo público, frente a los teóricos de la
globalización que abogan por desmantelar los logros del Estado de bienestar.
Estos “globalizadores” defienden la flexibilidad laboral, la baja presión
impositiva, la libertad absoluta de capitales y, sobre todo, la idea de que no
se puede actuar contra los mercados sin correr riesgos a manos de las
multinacionales. Frente a esto, el PSOE debe recuperar la primacía de la
política contra la vigencia del pensamiento único. Para ello, no estaría de más
derogar el art.135 de la CE y la Reforma Laboral. Dejemos al descubierto a
todos los que usan la crisis como coartada para desmantelar los servicios
públicos y los valores de igualdad, solidaridad y libertad, imprescindibles en
estos tiempos de convulsión. No hay que subestimar la crisis pero hay que salir
de ella de una manera justa y solidaria. Si para ello es necesario un
calendario más amplio para la recuperación hagámoslo. Y no abusemos de la deuda
porque ello supone la hipoteca de las futuras generaciones.
En tercer lugar, es de vital importancia
la regeneración institucional. Empezando por recuperar el concepto de Estado,
que hace iguales a todos los españoles, y poner orden en la realidad autonómica
de España, evitando las desigualdades y las discrecionalidades y coordinando el
funcionamiento de las autonomías. En un Estado casi federal como el nuestro,
caben muchas singularidades, pero siempre sin ventajas jurídicas ni económicas
para nadie. El concierto vasco y navarro no ha sido un buen ejemplo y ha dado
pie a catalanes (¿y por qué no a otros?) a demandar “lo suyo” y, aprovechando
la debilidad del Estado, ir más lejos hasta llegar a extremos independentistas.
El nuevo PSOE debe trabajar por un Estado federal con pasos seguros y
pacientes, con argumentos sostenibles en el tiempo y en el espacio, y con una
política de Estado que nunca debió abandonar. Otro de los aspectos
fundamentales en la regeneración institucional es introducir el concepto de
independencia de poderes y el de una gestión moderna y eficaz propia de toda
organización del siglo XXI.
Y, por último, Europa, que debe ser una
referencia imprescindible para España y para el nuevo PSOE. La Europa que ha
parido el Estado de bienestar ha sido la Europa socialdemócrata. Es cierto que
el siglo XXI ha aportado unas características nuevas a nuestra sociedad: la
globalización, las nuevas tecnologías, la movilidad internacional de capitales,
bienes y personas y, como consecuencia de todo ello, el cambio radical de las
mentes. Pues bien, sin renunciar al modelo socialdemócrata genuino, el nuevo
PSOE debe adaptarse a la nueva situación con la integración en su discurso y en
su praxis de nuevas personas, herramientas y estrategias, de manera que la
política vuelva a primar sobre la economía. La alineación española debe ser con
los países del sur, exigiendo con el norte un equilibro actualmente
inexistente. Para ello, la participación política de sus ciudadanos es vital,
porque la democracia no es sólo una técnica de gobierno, o un mecanismo de
selección de representantes, sino un modo de organizarse políticamente. Una
forma de vida entre ciudadanos que reivindican el derecho a participar en un
debate informado, y a deliberar sobre las exigencias de justicia que cualquier
poder está obligado a cumplir. El momento democrático no se condensa en la
votación sino en la deliberación
Mariano Berges, profesor de filosofía