sábado, 27 de octubre de 2012

¿CRISIS ECONÓMICA O CRISIS IDEOLÓGICA?



Parece cada vez más claro que las políticas que se están haciendo en Europa son exclusivamente políticas de recortes drásticos, de manera que los únicos paganos de la crisis son las clases medias y populares. Del único objetivo que se habla es del déficit y de la deuda. Además, todo ello debe hacerse en un cortísimo espacio de tiempo. Y como receta dogmática se publicita y practica la bajada de salarios y los despidos. Así, dicen, haremos más competitiva la economía. Sin embargo, la bajada de salarios y los despidos están deprimiendo la demanda y el consumo interno, lo que provoca la recesión.

¿Si esto parece tan simple por qué no se hace? ¿Quién tiene interés en que esto funcione así? Tiene que haber una razón no explícita que explique la causa de tal comportamiento. Mi teoría es que la crisis económica es una estrategia para reorganizar los sistemas sociales europeos en una dirección distinta a la que ha sido hasta ahora seña de identidad europea. Me estoy refiriendo al desmantelamiento del denominado Estado de bienestar. Que las clases conservadoras lo intenten parece lógico, pues sus beneficios son mayores en un sistema injusto que tenga su fundamento en la explotación de una mano de obra barata y abundante. La famosa troika (Bruselas, BCE y FMI) es el instrumento disfrazado de técnica económica para llevar a cabo tal proceso. Pero la complicidad de los partidos progresistas no tiene sentido.

¿Cuál es la alternativa? Flexibilizar el déficit con un espacio mayor de tiempo y relanzar el crecimiento con créditos baratos y abundantes en el mercado, lo que crearía inmediatamente puestos de trabajo y relanzaría el consumo y las exportaciones.

¿Quién lo tiene que hacer? En nuestro contexto, deben ser los órganos democráticos europeos, sin el hiperliderazgo alemán, y con el firme consenso de todos los Estados europeos, autoobligándose cada país a cumplir las obligaciones de eficiencia gestora y demás reglas del juego. También debe aprovecharse esta crisis para configurar las estructuras europeas necesarias que nos conduzcan a la formación de los Estados Unidos de Europa.

El intento neoconservador de desmantelar el Estado de bienestar ya fue puesto en marcha por la pareja Reegan-Tatcher en los años ochenta. Y fue precisamente la Europa socialdemócrata la que consiguió frenar su avance. Ahora son más los coaligados conservadores y mayor su poder por la globalización económica y tecnológica actual. Por eso mismo, debe hacer acto de presencia de manera urgente la política, porque la desafección política también está provocada por los mercados. Pero la política la deben hacer los políticos capaces de hacer política, no los que ya han demostrado su incapacidad. Para ello hay que elaborar un discurso realista y audaz, con una vuelta a los principios éticos y políticos que han hecho potente a Europa y España, y que sea capaz de ilusionar a la sociedad. Todo esto urge porque la gente más valiosa, aunque solo sea por razones biológicas (me refiero a los jóvenes), no puede aguantar mucho más en esta situación. Necesitan un mínimo horizonte para respirar y algún atisbo de esperanza para no caer en situaciones irreversibles.

¿Por qué no se hace? Porque no hay suficiente resistencia civil frente a la manera de solventar la crisis. Los partidos políticos, que son los traductores políticos de las necesidades sociales, no están a la altura de las circunstancias. Más bien están siendo instrumentalizados por las auténticas fuerzas reales para, bajo la apariencia de “solo se puede hacer lo que se puede hacer”, proseguir el proceso regresivo de empobrecimiento popular. Y los sindicatos, la pequeña y última resistencia que nos queda, no están para muchos trotes. Hay que inventar otra forma de hacer política más participativa realmente, con políticos y sindicalistas que salgan de su burbuja y hagan política desde la sociedad que los ha elegido. También los ciudadanos deben ejercer su obligación política participando, resistiendo y proponiendo.

¿Que todo esto que acabo de exponer es retórica literaria? Lo que nadie puede discutir es que desde mayo de 2010 esto va cada día peor. Cada vez hay más parados y más pobres. Los derechos sociales y laborales están hechos añicos. Neutralizar la actual e ignominiosa Reforma Laboral va a costar no menos de veinte años. Crear los puestos de trabajo destruidos va a costar un esfuerzo ingente y una reformulación política y sindical que parece fuera del alcance de los actuales dirigentes. Y todos, organizaciones y ciudadanos, tenemos que modificar profundamente nuestros paradigmas y nuestras conductas.

Mariano Berges, profesor de filosofía

sábado, 13 de octubre de 2012

¿Quo Vadis, Cataluña?



La situación actual de crisis no es el mejor momento para tratar del eterno problema territorial español

Para empezar, dos referencias: una de tipo filosófico y otra de tipo existencial: Kant (s. XVIII) fue el máximo ilustrado en el país menos ilustrado (Alemania) de la Europa de entonces. Kant soñaba con la desaparición futura de los Estados soberanos, las guerras y las fronteras, sustituido todo por una federación internacional de poderes que implantaría una "paz perpetua". La paz sería la victoria del "progreso de la razón" frente a las emociones irracionales y ancestrales. Ahora, con la crisis, la UE está ocupada por los egoísmos nacionales que segregan brotes etnológicos prefascistas e independentismos irracionales fuera de contexto y tiempo.
La segunda referencia es de tipo existencial. Los que tenemos una cierta edad recordamos cuando Barcelona era una ciudad cosmopolita y la punta de lanza de la modernidad en España. Era el final del franquismo y el principio de la transición. En Cataluña había más editoriales que en toda España y las primeras traducciones de cualquier título imposible de encontrar en el resto de España salían en alguna editorial catalana. Luego llegó el provincianismo identitario y Barcelona se transformó en una ciudad normal con menor proyección exterior y muchos problemas internos, incluso económicos. Fue entonces, el 11 de septiembre de 1977, cuando un millón de personas pedían en la calle "Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía". Además de la bandera catalana, había muchas banderas rojas (PSUC y PSC) y banderas sindicales (CCOO, UGT, CNT). ¡Cuánto han cambiado las banderas y los gritos! Ahora el nacionalismo identitario actúa como un magma fagocitador de ideologías y reivindicaciones políticas y sindicales, que han pasado a ser mera crónica histórica. Barcelona era una ventana al exterior en el franquismo español.
PARA SOLUCIONAR todo aquello los constituyentes españoles elaboran una Constitución con un Título Octavo que configura un Estado de las Autonomías, cuyo objetivo fundamental era dar una salida a las diferencias y especifidades catalana y vasca (también gallega), que siempre las ha habido, y con una posibilidad semejante a las demás autonomías, hasta 17, del resto de España. Nunca Cantabría (antes Santander), Rioja (antes Logroño), Murcia (sin Albacete), Asturias, Extremadura, Madrid (capital de España) y otras, habían soñado con ser unos cuasi Estados autónomos. Pienso que el famoso "café para todos" está en el origen del confusionismo y la inviabilidad del actual modelo autonómico español. Aunque es verdad que la generalización de las autonomías fue acordado por todas las fuerzas políticas, desde Fraga hasta Carrillo, pasando por todo tipo de nacionalismos representativos.
¿Y ahora, qué? ¿Qué hacemos con las legítimos sentimientos y emociones independentistas de muchos catalanes, exarcebadas por algunos partidos con el objetivo de la rentabilidad electoral? Tienen derecho a intentarlo dentro del marco establecido por la CE. Ya se ha dicho con claridad que constitucionalmente es imposible por ser el pueblo español el único sujeto político soberano en España. Pero eso no soluciona totalmente la cuestión, porque Cataluña (y el País Vasco), efectivamente, tiene diferencias específicas a las que hay que dar una salida política madura que vaya encauzando una solución federal para todo el Estado español.
Pero la situación actual de crisis no es el mejor momento para tratar del eterno problema territorial que España ha tenido desde que es Estado moderno. La famosa conllevancia de Ortega (al que Azaña acabó dando la razón) ya se ha estirado mucho y quizás haya llegado el momento de empezar a hacer otro traje. Además el cambio de traje que se hizo con las autonomías, especialmente con su desarrollo uniforme e insaciable, ha devenido en inviable. La situación actual es un buen punto de partida para la reflexión y la acción política federal (la única posible). Es también una buena ocasión para replantearse los conciertos vasco y navarro. En definitiva, ir caminando hacia aquel hermoso principio marxiano "de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades", que garantizaría la unidad económica y política española.
La situación actual tiene muchos causantes. Desde el propio nacionalismo, pasando por CIU y su deriva independentista, de la que muchos dudan, llegando al ambiguo PSC-PSOE, especialmente la fracción burguesa-catalanista (Maragall) y finalizando con el PP, tibio siempre por su necesidad de los nacionalismos para gobernar y por su aversión al federalismo.
Entre el nacionalismo separatista y el nacionalismo centralista, el federalismo español. ¿Están los partidos españoles maduros para ello?
Profesor de filosofía