Parece
cada vez más claro que las políticas que se están haciendo en Europa son
exclusivamente políticas de recortes drásticos, de manera que los únicos
paganos de la crisis son las clases medias y populares. Del único objetivo que
se habla es del déficit y de la deuda. Además, todo ello debe hacerse en un
cortísimo espacio de tiempo. Y como receta dogmática se publicita y practica la
bajada de salarios y los despidos. Así, dicen, haremos más competitiva la
economía. Sin embargo, la bajada de salarios y los despidos están deprimiendo
la demanda y el consumo interno, lo que provoca la recesión.
¿Si
esto parece tan simple por qué no se hace? ¿Quién tiene interés en que esto
funcione así? Tiene que haber una razón no explícita que explique la causa de
tal comportamiento. Mi teoría es que la crisis económica es una estrategia para
reorganizar los sistemas sociales europeos en una dirección distinta a la que
ha sido hasta ahora seña de identidad europea. Me estoy refiriendo al
desmantelamiento del denominado Estado de bienestar. Que las clases
conservadoras lo intenten parece lógico, pues sus beneficios son mayores en un
sistema injusto que tenga su fundamento en la explotación de una mano de obra
barata y abundante. La famosa troika (Bruselas, BCE y FMI) es el instrumento
disfrazado de técnica económica para llevar a cabo tal proceso. Pero la
complicidad de los partidos progresistas no tiene sentido.
¿Cuál
es la alternativa? Flexibilizar el déficit con un espacio mayor de tiempo y
relanzar el crecimiento con créditos baratos y abundantes en el mercado, lo que
crearía inmediatamente puestos de trabajo y relanzaría el consumo y las
exportaciones.
¿Quién
lo tiene que hacer? En nuestro contexto, deben ser los órganos democráticos
europeos, sin el hiperliderazgo alemán, y con el firme consenso de todos los
Estados europeos, autoobligándose cada país a cumplir las obligaciones de eficiencia
gestora y demás reglas del juego. También debe aprovecharse esta crisis para
configurar las estructuras europeas necesarias que nos conduzcan a la formación
de los Estados Unidos de Europa.
El
intento neoconservador de desmantelar el Estado de bienestar ya fue puesto en
marcha por la pareja Reegan-Tatcher
en los años ochenta. Y fue precisamente la Europa socialdemócrata la que
consiguió frenar su avance. Ahora son más los coaligados conservadores y mayor
su poder por la globalización económica y tecnológica actual. Por eso mismo,
debe hacer acto de presencia de manera urgente la política, porque la
desafección política también está provocada por los mercados. Pero la política
la deben hacer los políticos capaces de hacer política, no los que ya han
demostrado su incapacidad. Para ello hay que elaborar un discurso realista y
audaz, con una vuelta a los principios éticos y políticos que han hecho potente
a Europa y España, y que sea capaz de ilusionar a la sociedad. Todo esto urge
porque la gente más valiosa, aunque solo sea por razones biológicas (me refiero
a los jóvenes), no puede aguantar mucho más en esta situación. Necesitan un
mínimo horizonte para respirar y algún atisbo de esperanza para no caer en
situaciones irreversibles.
¿Por
qué no se hace? Porque no hay suficiente resistencia civil frente a la manera
de solventar la crisis. Los partidos políticos, que son los traductores
políticos de las necesidades sociales, no están a la altura de las
circunstancias. Más bien están siendo instrumentalizados por las auténticas
fuerzas reales para, bajo la apariencia de “solo se puede hacer lo que se puede
hacer”, proseguir el proceso regresivo de empobrecimiento popular. Y los
sindicatos, la pequeña y última resistencia que nos queda, no están para muchos
trotes. Hay que inventar otra forma de hacer política más participativa
realmente, con políticos y sindicalistas que salgan de su burbuja y hagan
política desde la sociedad que los ha elegido. También los ciudadanos deben
ejercer su obligación política participando, resistiendo y proponiendo.
¿Que
todo esto que acabo de exponer es retórica literaria? Lo que nadie puede
discutir es que desde mayo de 2010 esto va cada día peor. Cada vez hay más
parados y más pobres. Los derechos sociales y laborales están hechos añicos. Neutralizar
la actual e ignominiosa Reforma Laboral va a costar no menos de veinte años.
Crear los puestos de trabajo destruidos va a costar un esfuerzo ingente y una
reformulación política y sindical que parece fuera del alcance de los actuales
dirigentes. Y todos, organizaciones y ciudadanos, tenemos que modificar
profundamente nuestros paradigmas y nuestras conductas.
Mariano Berges, profesor de filosofía