La
situación actual de crisis no es el mejor momento para tratar del eterno
problema territorial español
Para empezar, dos referencias:
una de tipo filosófico y otra de tipo existencial: Kant (s. XVIII)
fue el máximo ilustrado en el país menos ilustrado (Alemania) de la Europa de
entonces. Kant soñaba con la desaparición futura de los Estados soberanos, las
guerras y las fronteras, sustituido todo por una federación internacional de
poderes que implantaría una "paz perpetua". La paz sería la victoria
del "progreso de la razón" frente a las emociones irracionales y
ancestrales. Ahora, con la crisis, la UE está ocupada por los egoísmos
nacionales que segregan brotes etnológicos prefascistas e independentismos
irracionales fuera de contexto y tiempo.
La
segunda referencia es de tipo existencial. Los que tenemos una cierta edad
recordamos cuando Barcelona era una ciudad cosmopolita y la punta de lanza de
la modernidad en España. Era el final del franquismo y el principio de la
transición. En Cataluña había más editoriales que en toda España y las primeras
traducciones de cualquier título imposible de encontrar en el resto de España
salían en alguna editorial catalana. Luego llegó el provincianismo identitario
y Barcelona se transformó en una ciudad normal con menor proyección exterior y
muchos problemas internos, incluso económicos. Fue entonces, el 11 de
septiembre de 1977, cuando un millón de personas pedían en la calle
"Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía". Además de la bandera
catalana, había muchas banderas rojas (PSUC y PSC) y banderas sindicales (CCOO,
UGT, CNT). ¡Cuánto han cambiado las banderas y los gritos! Ahora el nacionalismo
identitario actúa como un magma fagocitador de ideologías y reivindicaciones
políticas y sindicales, que han pasado a ser mera crónica histórica. Barcelona
era una ventana al exterior en el franquismo español.
PARA
SOLUCIONAR todo aquello los constituyentes españoles elaboran una Constitución
con un Título Octavo que configura un Estado de las Autonomías, cuyo objetivo
fundamental era dar una salida a las diferencias y especifidades catalana y
vasca (también gallega), que siempre las ha habido, y con una posibilidad
semejante a las demás autonomías, hasta 17, del resto de España. Nunca
Cantabría (antes Santander), Rioja (antes Logroño), Murcia (sin Albacete),
Asturias, Extremadura, Madrid (capital de España) y otras, habían soñado con
ser unos cuasi Estados autónomos. Pienso que el famoso "café para
todos" está en el origen del confusionismo y la inviabilidad del actual
modelo autonómico español. Aunque es verdad que la generalización de las
autonomías fue acordado por todas las fuerzas políticas, desde Fraga hasta Carrillo,
pasando por todo tipo de nacionalismos representativos.
¿Y
ahora, qué? ¿Qué hacemos con las legítimos sentimientos y emociones
independentistas de muchos catalanes, exarcebadas por algunos partidos con el
objetivo de la rentabilidad electoral? Tienen derecho a intentarlo dentro del
marco establecido por la CE. Ya se ha dicho con claridad que
constitucionalmente es imposible por ser el pueblo español el único sujeto
político soberano en España. Pero eso no soluciona totalmente la cuestión,
porque Cataluña (y el País Vasco), efectivamente, tiene diferencias específicas
a las que hay que dar una salida política madura que vaya encauzando una
solución federal para todo el Estado español.
Pero
la situación actual de crisis no es el mejor momento para tratar del eterno
problema territorial que España ha tenido desde que es Estado moderno. La
famosa conllevancia de Ortega (al que Azaña acabó dando la
razón) ya se ha estirado mucho y quizás haya llegado el momento de empezar a
hacer otro traje. Además el cambio de traje que se hizo con las autonomías,
especialmente con su desarrollo uniforme e insaciable, ha devenido en inviable.
La situación actual es un buen punto de partida para la reflexión y la acción
política federal (la única posible). Es también una buena ocasión para
replantearse los conciertos vasco y navarro. En definitiva, ir caminando hacia
aquel hermoso principio marxiano "de cada uno según sus capacidades, a
cada uno según sus necesidades", que garantizaría la unidad económica y
política española.
La
situación actual tiene muchos causantes. Desde el propio nacionalismo, pasando
por CIU y su deriva independentista, de la que muchos dudan, llegando al
ambiguo PSC-PSOE, especialmente la fracción burguesa-catalanista (Maragall) y
finalizando con el PP, tibio siempre por su necesidad de los nacionalismos para
gobernar y por su aversión al federalismo.
Entre
el nacionalismo separatista y el nacionalismo centralista, el federalismo
español. ¿Están los partidos españoles maduros para ello?
Profesor
de filosofía
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