sábado, 13 de octubre de 2012

¿Quo Vadis, Cataluña?



La situación actual de crisis no es el mejor momento para tratar del eterno problema territorial español

Para empezar, dos referencias: una de tipo filosófico y otra de tipo existencial: Kant (s. XVIII) fue el máximo ilustrado en el país menos ilustrado (Alemania) de la Europa de entonces. Kant soñaba con la desaparición futura de los Estados soberanos, las guerras y las fronteras, sustituido todo por una federación internacional de poderes que implantaría una "paz perpetua". La paz sería la victoria del "progreso de la razón" frente a las emociones irracionales y ancestrales. Ahora, con la crisis, la UE está ocupada por los egoísmos nacionales que segregan brotes etnológicos prefascistas e independentismos irracionales fuera de contexto y tiempo.
La segunda referencia es de tipo existencial. Los que tenemos una cierta edad recordamos cuando Barcelona era una ciudad cosmopolita y la punta de lanza de la modernidad en España. Era el final del franquismo y el principio de la transición. En Cataluña había más editoriales que en toda España y las primeras traducciones de cualquier título imposible de encontrar en el resto de España salían en alguna editorial catalana. Luego llegó el provincianismo identitario y Barcelona se transformó en una ciudad normal con menor proyección exterior y muchos problemas internos, incluso económicos. Fue entonces, el 11 de septiembre de 1977, cuando un millón de personas pedían en la calle "Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía". Además de la bandera catalana, había muchas banderas rojas (PSUC y PSC) y banderas sindicales (CCOO, UGT, CNT). ¡Cuánto han cambiado las banderas y los gritos! Ahora el nacionalismo identitario actúa como un magma fagocitador de ideologías y reivindicaciones políticas y sindicales, que han pasado a ser mera crónica histórica. Barcelona era una ventana al exterior en el franquismo español.
PARA SOLUCIONAR todo aquello los constituyentes españoles elaboran una Constitución con un Título Octavo que configura un Estado de las Autonomías, cuyo objetivo fundamental era dar una salida a las diferencias y especifidades catalana y vasca (también gallega), que siempre las ha habido, y con una posibilidad semejante a las demás autonomías, hasta 17, del resto de España. Nunca Cantabría (antes Santander), Rioja (antes Logroño), Murcia (sin Albacete), Asturias, Extremadura, Madrid (capital de España) y otras, habían soñado con ser unos cuasi Estados autónomos. Pienso que el famoso "café para todos" está en el origen del confusionismo y la inviabilidad del actual modelo autonómico español. Aunque es verdad que la generalización de las autonomías fue acordado por todas las fuerzas políticas, desde Fraga hasta Carrillo, pasando por todo tipo de nacionalismos representativos.
¿Y ahora, qué? ¿Qué hacemos con las legítimos sentimientos y emociones independentistas de muchos catalanes, exarcebadas por algunos partidos con el objetivo de la rentabilidad electoral? Tienen derecho a intentarlo dentro del marco establecido por la CE. Ya se ha dicho con claridad que constitucionalmente es imposible por ser el pueblo español el único sujeto político soberano en España. Pero eso no soluciona totalmente la cuestión, porque Cataluña (y el País Vasco), efectivamente, tiene diferencias específicas a las que hay que dar una salida política madura que vaya encauzando una solución federal para todo el Estado español.
Pero la situación actual de crisis no es el mejor momento para tratar del eterno problema territorial que España ha tenido desde que es Estado moderno. La famosa conllevancia de Ortega (al que Azaña acabó dando la razón) ya se ha estirado mucho y quizás haya llegado el momento de empezar a hacer otro traje. Además el cambio de traje que se hizo con las autonomías, especialmente con su desarrollo uniforme e insaciable, ha devenido en inviable. La situación actual es un buen punto de partida para la reflexión y la acción política federal (la única posible). Es también una buena ocasión para replantearse los conciertos vasco y navarro. En definitiva, ir caminando hacia aquel hermoso principio marxiano "de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades", que garantizaría la unidad económica y política española.
La situación actual tiene muchos causantes. Desde el propio nacionalismo, pasando por CIU y su deriva independentista, de la que muchos dudan, llegando al ambiguo PSC-PSOE, especialmente la fracción burguesa-catalanista (Maragall) y finalizando con el PP, tibio siempre por su necesidad de los nacionalismos para gobernar y por su aversión al federalismo.
Entre el nacionalismo separatista y el nacionalismo centralista, el federalismo español. ¿Están los partidos españoles maduros para ello?
Profesor de filosofía

No hay comentarios:

Publicar un comentario