sábado, 20 de junio de 2015

24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES: LOS PACTOS (y III)

Los pactos habidos son lógicos como consecuencia de los resultados electorales. El PP ha sido el partido perdedor porque las diversas izquierdas juntas suman más que las derechas juntas. Pura aritmética y puro sentido común. Ha habido alguna excepción que el tiempo nos descifrará (Andalucía). Los pactos autonómicos irán en la misma dirección que los municipales, y al final se habrá consumado la primera fase del proceso que finalizará con las elecciones generales.

En este proceso electoral ha habido unos claros perdedores: UPyD e IU, fagocitados por sus sucesores, Ciudadanos y Podemos, que proseguirá y culminará en las generales. Pero el bipartidismo hasta ahora vigente no desaparecerá sino que va a competir interior y exteriormente. Van a competir dos pares, PP y Ciudadanos por un lado y PSOE y Podemos por otro lado. Como los próximos pactos serán al interior de cada par, va a ser fundamental quién saque un solo voto más que su par para liderar dichos pactos. Se ha visto ya en las municipales y autonómicas, donde, más que una correlación de fuerzas, ha habido una correlación de debilidades. El ejemplo más claro es el PSOE que, con 700.000 votos menos, ha ganado poder real por los pactos con Podemos que, con la vista puesta en las generales, se ha visto obligado a pactar. Lo contrario hubiese sido un mal negocio para ellos. En cualquier caso, la izquierda hoy se llama PSOE y Podemos, y entre ambos se va a dilucidar el liderazgo del próximo futuro. Las diferencias ideológicas son teóricamente pequeñas, ambos se autodefinen socialdemócratas, el primero desde siempre y el segundo como táctica ambigua y electoral.

Contemplemos ahora los resultados desde la perspectiva social. Tanto las instituciones municipales como las autonómicas serán evaluadas por su eficacia. Sobre ilegalidades y opacidades no va a haber la más mínima condescendencia. En los últimos años, la corrupción ha tenido un efecto más dañino aún que su propia inmoralidad, cual es la ocultación de la ineficacia gestora de las instituciones. Espero que, sin corrupción, podamos valorar la eficacia y eficiencia de nuestros representantes en la gestión de sus responsabilidades. Para ello se necesita algo más que una escenografía populista y desinhibida, pues la gestión municipal y autonómica exige un saber hacer que no se adquiere por ciencia infusa sino que debe ser aprendido en el ejercicio duro y constante de la misma. Conceptos como transparencia, honestidad y participación no son nuevos ni nadie tiene el monopolio de propiedad sobre ellos. Si acaso lo nuevo sea el crédito de quienes los pronuncian frente al descrédito de muchos de sus antecesores. Como lo nuevo no es la democracia, que ya existe desde 1978, sino la mejora de la misma, que se ha erosionado. Hablar hoy de un cambio de régimen es no tener ni idea de los procesos temporales ni de la ley de la entropía. No son de recibo las críticas provenientes del PP o de los poderes fácticos sobre los “pactos contra natura” del PSOE y su radicalidad, que no hace más que cumplir lo mandatado por la voluntad popular. Si alguna radicalidad hay es la orteguiana de ir a la raíz de las cosas y de los comportamientos. En ese menester deben estar los nuevos representantes y no en la estéril discusión del “y tú más”. Su gestión va a ser mirada con lupa desde el primer instante, lo que no debe obsesionarles sino estimularlos a una transparente rendición de cuentas que haga imposible la corrupción.

No es casual que una gran parte de las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Coruña, Cádiz) sean alcaldías de las plataformas sociales surgidas tras el 15-M. No existe la casualidad sino la causalidad. Habrá que esperar efectos posteriores y actuar en consecuencia. Tanto el PSOE como Podemos deberán elaborar estrategias de cara a las generales, culminación del proceso empezado en los ayuntamientos y autonomías. Habrá que saber leer indicios y maneras, perfiles y programas, más que gestos folclóricos de tipo pecuniario o de vestimenta. En definitiva, va ser el trabajo bien hecho y los resultados eficaces los que serán analizados por la ciudadanía. Y eso se consigue con gobiernos competentes y honestos (quizás lo contario a los gobiernos de cuotas partidarias). Y en esta cuestión son los líderes institucionales (alcaldes y presidentes) quienes van a ser evaluados personalmente, por lo que deben actuar con inteligencia y libertad en la configuración de sus equipos o gobiernos. No hay cosa más dañina a la democracia que unos gobiernos mediocres e ineficaces. Eso es más dañino que la propia corrupción, aunque sea ésta quien se lleva los titulares de prensa.

Mariano Berges, profesor de filosofía


sábado, 6 de junio de 2015

24-M, ALGO MÁS QUE UNAS ELECCIONES (II)

Decía en mi artículo anterior que estas elecciones predicen un cambio de ciclo a nivel de Estado, cuya característica fundamental era que lo social se había metido en el debate político y que la gente empieza a creer que su voto puede modificar las políticas sociales a su favor. Pues bien, prácticamente es lo que ha sucedido. Respecto de los resultados hay que añadir un matiz, que las candidaturas municipales de “unidad popular” son procesos distintos al de Podemos, aunque todos las identifican con Podemos (exceptuando a muchos que forman parte de las mismas. Paradoja).

¿Y ahora, qué? Faltan dos momentos muy significativos. El primero son los pactos de izquierda que se están fraguando. Está claro que las izquierdas van a pactar entre ellas a favor del que más escaños tenga para desbancar al PP del poder institucional. Es justo y necesario. No es más que la traducción del mandato popular. Nada que ver con muchas declaraciones públicas que los líderes dan como carnaza a los medios de comunicación y que componen un falso escenario teatral. Porque eso de “las listas más votadas” es un sofisma engañoso, pues quien elige a los alcaldes son los concejales, y a los presidentes autonómicos los eligen los parlamentarios regionales. Si el legislador hubiese querido otra cosa, hubiese dicho otra cosa y sería otra ley distinta la que marcase el procedimiento.

El segundo momento, una vez constituidas las instituciones y elegidos sus alcaldes y presidentes, es la gestión que esas instituciones van a hacer. Es la hora de la verdad. Hasta este momento todo es un prólogo litúrgico excesivamente largo y solemne. Hay países de nuestro entorno que abrevian muchísimo más los tiempos para constituir sus instituciones, porque allí la democracia es un fenómeno habitual y ordinario.

“Es en la praxis y no en la teoría donde se realiza el concepto de verdad”, decía K. Marx. Y efectivamente, es en la gestión donde se podrá verificar si todo esto ha merecido la pena. Si todo lo que los partidos y coaliciones pactantes declaran como “líneas rojas” (qué expresión más ridícula) las interiorizan y supiesen cómo llevarlas a cabo y con qué medios económicos y organizativos, no tienen más que elaborar un breve documento con un programa mínimo común. Así de sencillo.

Los pactantes son fundamentalmente dos, el PSOE y Podemos (incluyendo las candidaturas populares municipales). En muchos casos son también necesarios otros partidos de izquierda. Ambos partidos tienen características muy distintas que tendrán que limar para confluir. El PSOE  tiene que hacerse perdonar sus últimos años de gestión, en los que su prepotencia política y su oxidación gestora derivó en corrupción e ineficacia, tanto directa como indirectamente. En estas elecciones ha recibido un regalo maravilloso que consiste en una segunda oportunidad para que, desde los ayuntamientos y gobiernos autonómicos, demuestre que los principios socialistas siguen vigentes y son viables. Para ello deberá hacer realmente una renovación de personas e ideas que todavía no ha realizado suficientemente. Debería copiar algo de la gestión que los ayuntamientos de izquierda hicieron en 1979 y que tanto influyó en la victoria socialista de 1982. El PCE, que protagonizó una buena parte de esa gestión, no lo rentabilizó tanto. El malditismo de la letra “C” empezaba a funcionar y hubo que inventar IU, actualmente en crisis profunda por la fagocitación de Podemos.

Podemos y sus subproductos tienen que demostrar dos cosas: la primera es su honestidad, puesto que aún no han gobernado. En democracia no hay que dar nada por supuesto. Y la segunda es su capacidad de gestión, ya que en su mayoría son gente sin experiencia política, aunque tengan en su haber su profesionalidad privada. Se trata de dos ámbitos muy distintos. La gestión pública es realmente compleja y complicada, aunque todo es susceptible de ser aprendido por gente capacitada y dispuesta.

Ambos, PSOE y Podemos, deberán demostrar que “la gente” ha hablado en esta dirección y que ahora son ellos los que deben traducir esa voluntad popular. La ciudadanía percibe la bondad de la política a través de la acción institucional y no de los discursos públicos ni de la vida orgánica de los partidos. A partir de ahora las instituciones deben ser de cristal, lo que no quiere decir asamblearias, eficaces, eficientes y justas. Sus funcionarios deben ser la garantía profesional de su funcionamiento, dejando las libres designaciones reducidas a las imprescindibles. Y el cumplimiento de la ley (su letra y su espíritu) debe ser la referencia básica en esa gestión. La corrupción no es más que una mera consecuencia de la ilegalidad y la opacidad en la gestión pública.

Mariano Berges, profesor de filosofía