En este momento, “parece
ser” que hay un pacto PP-C´s para votar afirmativamente la investidura de
Mariano Rajoy. Las famosas seis condiciones de C´s son bastante endebles y la
mayoría de ellas dependerá de una mayoría parlamentaria con intervención de más
partidos. Alguna incluso podría necesitar de modificación constitucional.
Además, los 137 escaños del PP más los 32 de C´s no dan la mayoría necesaria.
Conclusión: estamos donde estábamos. Sin el apoyo del PSOE no hay investidura.
Es exactamente la misma escena que el pacto PSOE-C´s de la anterior legislatura
(aunque con menos votos).
La liturgia política
por parte de todos los partidos y sus dirigentes ha sido esta vez más discreta
pero, en el fondo, la misma. Cuando la historia se repite ya no es historia, es
histeria. No ha pasado nada nuevo. Todo está donde estaba. Pero el tiempo pasa
y la situación se degrada. Y los españoles asisten atónitos a una farsa
puramente formal sin que aparentemente ocurra nada. Pero cuando no pasa nada sí
que pasa algo. Pasa que el coste de la no gestión es el más intenso y perjudicial
de todos. Parece igual que haya gobierno como que no haya. Y llevamos así casi
un año. Y esto no acaba. Posiblemente hasta después del 25 de septiembre
(elecciones vascas y gallegas) no se dilucidará si hay investidura o no. Si nos
acostumbramos a que no haya gobierno, podríamos llegar a pensar que no es
necesario. Y no es que la ausencia de políticos nos deje insomnes, es que es la
misma política la que aparecería como innecesaria. ¿Es eso lo que se está
buscando? Una vez más, los intereses de la derecha y los de la izquierda
deberían aparecer como radicalmente distintos. Porque la izquierda sí que
necesita la política. La derecha, no. Cuarenta años de franquismo lo
atestiguan. Ésta es la diferencia fundamental que los actuales dirigentes de
izquierda parecen no ver.
La puesta en escena por
parte del PSOE y Podemos es nula. El primero aduce que ahora es el tiempo de
Rajoy. Cierto, pero después qué. Podemos, ha desaparecido literalmente. ¿Aquí
no pasa nada? ¿Hay alguien ahí? Aún será más patético cuando a partir del 2 de
septiembre, una vez fallada la investidura de Rajoy, aparezca la nada en su
majestuosa hermosura. Todo un mes más por
delante sin nada en el horizonte. Porque el tacticismo obliga a la ocultación de
posicionamientos políticos hasta que la gente vote en Galicia y en el País
vasco el día 25 de septiembre.
Es cierto que la
opinión que está calando en la sociedad actual es la de un determinismo
económico-político y tecnológico ante el cual nada se puede hacer y sólo queda
protegerse: sálvese quien pueda. Pero, aunque solo sea por dignidad personal y
colectiva, hay que intentar reconvertir la situación. ¿Cómo? En primer lugar,
creando opinión con proyección reformista y generando posibilidades de cambio.
Parece que las coaliciones progresistas, que teóricamente siguen siendo
posibles, son imposibles en la práctica. ¿Por qué? ¿Quién lo ha decidido? Una
cosa es que haya condicionamientos y resistencias fuertes que vencer y otra muy
distinta es un determinismo conformista y sumiso. El futuro no está escrito y
las únicas batallas que se pierden son las que no se dan. Parece que el orden
actual establecido es un desorden muy bien organizado y, sobre todo, muy
interiorizado socialmente. Pero no tiene por qué ser así. El estado-nación, a
pesar de su pérdida de soberanía, sigue siendo clave. Es necesaria una
dialéctica positiva Estado-UE, con ámbitos de discrecionalidad compartida y
directivas comunes progresistas. Las soluciones siguen estando en Europa… y en
España.
Y nos situamos en
octubre. Y volvemos al interior del PSOE, que es donde se dilucida el nudo
gordiano de la actual política española. El uso de tópicos y expresiones vacías,
por ambiguas y polivalentes, hace estéril el lenguaje. Por ejemplo, “El PSOE
debe estar en la oposición. Así lo han querido los electores” ¿Y si el
Parlamento quiere al PSOE en el gobierno? No olvidemos que el 60 % de los
electores han dicho no a Rajoy. En una democracia representativa, los electores
votan el Parlamento no al Gobierno. ¿Cuál será el resultado final o provisional
de la guerra entre Pedro Sánchez y sus varones críticos? ¿Tiene Sánchez un plan
B? ¿Es posible que PSOE y Podemos puedan hablar de política en serio, sin
ocultamientos ni mentiras? ¿Qué papel van a tener los nacionalismos
periféricos? ¿El lenguaje sirve para manifestar o para ocultar? ¿Quién ha dicho
que la política es fácil? Y podríamos seguir indefinidamente con los
interrogantes, pero yo me mareo y acabo el artículo aquí. Me resisto a seguir
diciendo tonterías y jugar a las adivinanzas.
Mariano
Berges, profesor de filosofía