sábado, 19 de octubre de 2019

LA SENTENCIA CONTRA EL INDEPENDENTISMO CATALÁN









La ventana indiscreta

Esta semana, casi por obligación, toca hablar de la sentencia condenatoria a parte de la cúpula del independentismo catalán (queda la parte “belga”. Todo llegará.). La sentencia ha dejado en un segundo plano la campaña electoral del 10-N. Más aún, la hermenéutica que se haga de la sentencia por parte de los medios y, sobre todo, las declaraciones de los líderes políticos sobre la misma, reseteará la propia campaña, los sondeos y los resultados electorales. Ahora mismo, la sentencia ocupa toda la pantalla mediática.

No voy a hablar, lógicamente, de la dimensión técnico-jurídica de la sentencia, que me parece justa y equilibrada, sino de algunos aspectos psico-socio-políticos de la misma. Para empezar hay una pregunta clave: ¿Cómo se le dice a un colectivo de dos millones de personas que todo lo prometido durante años es ahora irrealizable sin ser barrido políticamente? Es la pregunta que se hace Guillem Martínez. Y se contesta que lo importante es la sentimentalidad, y no la realidad. Los itinerarios neuronales siguen funcionando aunque la realidad haya cambiado. Ahora es más importante la sensación de grupo que la propia independencia. Ahora hay que luchar por la libertad de los presos y no por la independencia. Y aquí aparece la ventaja de Junqueras (ERC) sobre Puigdemont. Los dos años de prisión preventiva pueden acabar siendo una magnífica inversión política, mientras que la huida puede ser su losa mortuoria. Una buena lección sobre los resultados de asumir las propias responsabilidades y sus consecuencias (la famosa “ética de las consecuencias” de Max Weber). 

Los números de las protestas callejeras de Cataluña son preocupantes: hasta la fecha del jueves, 96 detenidos, 194 agentes heridos (algunos de gravedad), 190 incendios de contenedores (con sus consecuencias en coches y enseres anexos), ambiente de ciudad sitiada en Barcelona Los “chalecos amarillos” franceses y Hong Kong son la referencia de los CDR catalanes y otras hierbas independentistas.

Hoy, jueves 17, se ha celebrado un pleno del Parlamento catalán en el que el Presidente Torra ha afirmado "Yo defenderé que al final de esta legislatura se vuelva a ejercer el derecho de autodeterminación. Si para poner las urnas por la autodeterminación nos condenan a 100 años, se deberá volver a poner urnas para la autodeterminación". Nadie ha aplaudido, contra lo que hasta ahora ha sido normal tras una afirmación como ésta.  Quizás sea éste el hecho más significativo sobre la ingenuidad de este pobre hombre y el reseteo de la clase política catalana. ERC dice que “no es momento de fijarse plazos” ante la insistencia de Torra de volver a “poner las urnas”. El movimiento independentista está dividido como paso previo a su desinflamación. Deben comprender los catalanes, y especialmente sus instituciones, que el nacionalismo, incluso con su horizonte independentista, nunca ha sido condenado, aunque sí combatido políticamente. Pero la práctica independentista, inconstitucional e ilegal, tal como ha puesto en evidencia el Tribunal Supremo, debe ser condenada legalmente, políticamente y moralmente por todos los catalanes y por todos los españoles que sigan la senda democrática que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir. Quien quiera lograr sus objetivos políticos debe conseguir la mayoría parlamentaria pertinente para promover los cambios legales y constitucionales que procedan. 

El gobierno español ha celebrado este jueves una sesión del comité interministerial de la situación de Cataluña. La preocupación  va en aumento. Y todavía falta ver si se cumplen las amenazas para este viernes y fin de semana (huelga general y otras medidas). Añádase a ello la estrecha vigilancia a que están sometidos los Mossos d’Esquadra por el propio gobierno catalán para dilucidar si se han excedido en sus labores de garantizar la convivencia en Cataluña. Es el colmo de las contradicciones.

Tras la sentencia entraremos en el “pos-proceso”, menos convulso aunque nada pacífico. Cataluña ha cambiado radicalmente y la famosa “conllevancia” orteguiana es más inviable que nunca. La brecha que se ha abierto en la convivencia catalana es tan difícil de coser que se ha convertido en un problema generacional. Con el agravante de que la mayor parte de las masas independentistas son jóvenes, aunque los gurús que los han guiado no sean tan jóvenes. Lo que hace mayor su tropelía, más propia de irresponsables que de políticos maduros. Cataluña ha pasado a ser, aun sin proceso independentista, una fuente de inestabilidad en España. Se ha acabado el seny por mucho tiempo. 

Dejo fuera, por falta de espacio, las consecuencias económicas y turísticas que todo esto va a tener en Barcelona y Cataluña. Estos últimos días ya han supuesto un aperitivo negativo muy significativo. Esperemos que todo se calme.

Mariano Berges, profesor de filosofía


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