sábado, 21 de mayo de 2016

EL 15-M CUMPLE AÑOS (1)

El pasado domingo se cumplían cinco años del movimiento 15-M (15 de mayo de 2011), fecha referente de las concentraciones que tuvieron lugar en la madrileña Puerta del Sol y en otros muchos sitios de España y, posteriormente, en otras partes del mundo. Actualmente se está dando un movimiento semejante en París. El movimiento de los “indignados” no representa el monopolio de todas la reivindicaciones posibles, pero sí es una vacuna contra la indiferencia y un cuestionamiento de la democracia representativa que opera en España. El empobrecimiento creado por la crisis económica y la precariedad de las expectativas de la juventud, más su divulgación en las redes sociales, fue el caldo de cultivo idóneo para su explicitación.
Es evidente que el partido político Podemos y otras coaliciones municipales son una consecuencia del 15-M. Y que en estos momentos previos a las elecciones generales del 26-J sería conveniente aproximarnos reflexivamente, sin ruidos ni maximalismos retóricos, a una realidad incuestionable aunque no definitiva. Vamos a ello.
Parece fuera de toda duda que el 15-M, y su producto Podemos, surgen en el desierto político de unos partidos políticos que no son capaces de dar una respuesta válida a una crisis que empieza siendo financiera, que se transforma en económica y deviene en política, social y moral. Los dos grandes partidos, PP y PSOE que junto con IU (PCE) son la herencia de la Transición, están marchitos y no están en condiciones de dar una salida digna a la crisis de nuestras pesadillas. Personalmente, ni puedo ni quiero plantearme el momento actual de una manera maniquea: un enfrentamiento dialéctico entre los buenos (los míos) y los malos (los otros). En política las organizaciones son meros aunque poderosos instrumentos para buscar respuestas a los problemas de la sociedad, empezando por los más vulnerables y finalizando en todos. Pues bien, frente a los dos viejos y mayoritarios partidos surgen como adversarios dos partidos jóvenes y, en principio, limpios de corrupción. Y según ha empezado la precampaña, hay un partido, el PSOE, que parece que va a ser la víctima principal del nuevo escenario. Por dos causas: una externa, la potencia electoral de la nueva coalición Unidos Podemos, y otra interna, el aparato mayoritario del PSOE no parece pretender la victoria de Sánchez (caso típico de esquizofrenia política). Hay que reconocer que no lo tiene fácil la socialdemocracia, deficitaria en teoría, en estrategia y en líderes.
Nadie duda de que el espíritu del 15-M, del que se ha apoderado Podemos y del que los viejos partidos no han tomado nota, tiene razón en el cuestionamiento de la democracia española, ya que no resuelve ni encauza el conflicto económico-político-social existente. Es más, el aparato conceptual del nuevo partido (extraído fundamentalmente del filósofo y politólogo argentino Ernesto Laclau) aporta a la política española conceptos nuevos y operativos, más para un proyecto destituyente que constituyente. Lo que no es poco. Casta, populismo, arriba-abajo, la gente… son vulgarizaciones de los “significantes vacíos” de Laclau, y han servido efectivamente de vehículo para la llegada al poder de Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Chávez en Venezuela y, en cierto modo también, de los Kirchner en Argentina. Los significantes (términos/conceptos/símbolos)  vacíos no están vacíos sino que son ambiguos y están abiertos  a un desarrollo posterior sin determinar. Por eso, no es incoherente que Podemos diga que lo importante es llegar al poder y luego ya hablaremos. Indudablemente exigen un acto de fe, pero la gente se agarra a un clavo ardiendo, por probar no se pierde nada. ¿O sí?
Por eso a Podemos le estorba el término comunista, incluso socialista, incluso izquierda, porque pretenden acoger a todos, vengan de donde vengan. Ése y no otro es el sentido de su populismo, que surge cuando los cauces institucionales bloquean las demandas colectivas. Si hubiese eficacia institucional no cabría el populismo. Podemos elabora un relato populista que se mueve entre el rechazo de los conservadores (es una afrenta vulgar a su refinado elitismo) y la incomprensión de la izquierda (ve su espacio ocupado por unos intrusos). Pero no es un populismo latinoamericano, sino que lo intenta reformular y traducirlo a la realidad española.
Pero Podemos tiene un gran problema, su adanismo: todo ha sido malo hasta su llegada al poder, y con él (Adán) empieza todo. Para enmendar esta tesis ni siquiera hace falta pensar en Venezuela ni en Grecia, solo hace falta pensar en Europa, de la que no podemos-debemos salir sino trabajar para mejorarla, a pesar del reducido margen de maniobra que tenemos en la actualidad.
Seguiremos reflexionando.

Mariano Berges, profesor de filosofía

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