El domingo día 18 de mayo de 2014, en el Programa
“Salvados” de La Sexta, Jordi Évole nos presentó una entrevista con José
Mújica, Presidente de Uruguay. Como siempre, el periodista Évole nos
ofreció un documento interesantísimo, a lo que unía en este caso un ejemplo
singular de político.
El Presidente Mújica se nos ofrece como una persona
normal que, por circunstancias diversas, ha llegado a ser Presidente de su
país. Lo inusual del caso es que el sustantivo persona no es alterado en su
esencia ni en su conducta por un adjetivo tan potente como presidente. España,
por ejemplo, es un país en el que se usan poco los sustantivos y mucho los
adjetivos; se nota que se valora poco la sustancia. Pepe (así lo llaman en
Uruguay) sigue siendo Pepe, pero con un oficio distinto, que lo ejerce con la
misma coherencia y profundidad con las que ha ejercido otros oficios
(ciudadano, guerrillero, preso, parlamentario…). Su aspecto, su hábitat, sus
costumbres, su sentido de la vida, su relación con los otros, siguen siendo los
mismos. Y todo ello, que debería ser lo habitual, resulta extraordinario porque
lo ordinario, en todos los casos semejantes al suyo, ha desaparecido.
Ante la pregunta de qué siente cuando los políticos
europeos lo reciben con el protocolo ceremonioso con que lo hacen y con la
retórica habitual hacia un presidente de otro país, Mújica responde que “los
políticos europeos son vacíos. Todos usan la misma retórica vacía”. Y lo dice
con sencillez. Nadie se siente insultado porque lo dice desde la normalidad de
su persona y su sentido de la verdad. “Hay que decir siempre la verdad. La
verdad es la mejor comunicación”, sostiene nuestro persona-je, sin engolar la
voz y con una sonrisa de niño pícaro que conoce perfectamente su disontonía con
“lo normal”.
Ante el escándalo de su “modus vivendi” como
Presidente, que muchos lo tildan de nuevo marketing, contesta que simplemente
es la sobriedad que ha ejercido durante toda su vida. No usa la palabra
austeridad porque dice que Europa la ha prostituido. Ironía profunda.
Évole hace una pregunta con carga dialéctica. Le
pregunta al Presidente Mújica si con su “no consumo” no estará destruyendo el
crecimiento económico y el progreso de la sociedad, que se basa en la
producción y consumo de artículos. La respuesta es que lo que habría que hacer
es universalizar el consumo (también para asiáticos y africanos). De esta
manera, el capitalismo ampliaría su negocio hasta niveles nunca vistos. Frente
al consumo de unos pocos que consumen mucho y no necesario, el consumo de
todos, que consumirían artículos básicos y necesarios. El negocio sería redondo
y, de paso, aliviamos el problema de la emigración. Lección epicúrea.
Su concepto de Europa es magnífico, a pesar de la
crisis que está padeciendo. Predice que Europa se salvará por el mucho talento
que tiene, a pesar de sus políticos. Por el bien del mundo, Europa tiene que
volver a ser la referencia universal de todo lo mejor que la humanidad ha
construido.
Es curioso cómo reconoce sus fracasos como Presidente,
por ejemplo en la educación, y cómo analiza las causas de los mismos. Esgrime
como causa fundamental el pensamiento reaccionario de la gente normal, que
posibilita todas las resistencias al cambio por parte de la oligarquía. De ahí
la importancia de la educación. Es sibilino cuando él no se reconoce como
revolucionario. Incluso habla de su gran error “revolucionario”. Se reconoce
como una persona normal en una sociedad capitalista a la que poco a poco, pero
con mucha decencia y dignidad, se puede ir transformando. Entiende que la
patología de la izquierda es el infantilismo, que no es otra cosa que confundir
los deseos con la realidad. Cuando el periodista le comenta que lo pueden
tildar de conservador, contesta que ser conservador no es negativo, que lo malo
es ser reaccionario, que no es más que una patología de ser conservador.
Ante la reiteración de su modo de vida “provocador”,
que incluso mucha gente lo puede percibir como “indigno” en la
representatividad de todo un país, Mújica no responde con una reivindicación
ampulosa de su verdad-testimonio. Con una enorme sencillez, y casi con
vergüenza, contesta “vivo como pienso; de lo contrario, acabaría pensando como
vivo”.
Que Uruguay está lejos; qué vas a esperar de un
guerrillero; que España-Europa es otra cosa, otra cultura, otra civilización.
Incluso que “hay gente pa tó”. En definitiva, que no es extrapolable. Incluso
un mal ejemplo que no “viste” el cargo. Mi asombro no fue tanto por su “modus
vivendi”, sino por la coherencia entre sus ideas y su conducta. Pensé en
nuestra desafección por la política y sonreí.
Tras la entrevista me desperté y el dinosaurio seguía
allí.
Mariano
Berges, profesor de filosofía
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