Por fin hay investidura
de Sánchez. ¿A qué precio? Como ya he dicho en otro momento, el futuro lo dirá.
Por un lado, están los pactos con los nacionalistas, los aspectos de
“reconocimiento nacional” y las contrapartidas económicas, junto a la
interlocución privilegiada de Estado a estado con Euskadi y Cataluña, que dan
auténtico terror por lo que supone de menosprecio y desigualdad con el resto de
las CCAA. Se habla mucho de la Ley de Amnistía, pero a mí me parecen más
peligrosos los pactos nacionalistas, que sí me parecen inconstitucionales.
En mis artículos
anteriores, me he puesto en el lugar de unos y otros, tanto de los agentes
actuantes como de los articulistas y opinadores. Es la única manera de debatir.
De lo contrario, son monólogos enfrentados. Los agentes actuantes (Sánchez y los
nacionalismos catalán y vasco) han ido a lo suyo: Sánchez a por la investidura
y los nacionalismos a contentar a sus votantes y a chantajear al gobierno
español. De ahí ha salido una Ley bastante pulcra, aunque peligrosa, con
resultado político imprevisible y que introduce una derivada de legislatura
casi inviable. Pero también están los pactos firmados, que son auténtica
pólvora aún sin estallar, a no ser que todos los interlocutores den por hecho
que Sánchez los va a abducir, jibarizando todas las barbaridades incluidas en
los citados pactos. Sin embargo, la situación tiene un aspecto enormemente
positivo: que no nos gobierna la derecha-ultraderecha, que se tiene que
conformar con una conducta hiperbólica de concentraciones y declaraciones
auténticamente fuera de lugar y negando la legitimidad a un gobierno
impecablemente democrático. Quizás ése sea el asunto más grave de la España
actual, la polarización y enfrentamiento de (otra vez) las dos Españas. Frente
al nacionalismo periférico ha surgido un nacionalismo español, próximo al fascismo,
que imposibilita cualquier acuerdo de Estado. Tampoco Sánchez pelea mucho por
ello.
Tras las elecciones del
23 de julio último, pocas salidas había: 1) La que ha hecho Sánchez; 2) Que el
PSOE votara al PP como partido más votado, y que gobernaría junto a Vox; y 3)
Nuevas elecciones, con una alta posibilidad de que el PP-Vox podrían ganar con
suficiente mayoría. O como mínimo, con los mismos resultados del 23 de julio.
Salió adelante la primera opción. Ello supone que el PSOE gobernará, está
gobernando, con el chantaje permanente de los nacionalismos, que son
insaciables y que cada vez que hablan lo hacen insultando y menospreciando al
resto de los españoles, desde un supremacismo insoportable e inconstitucional.
Incluso el único aspecto que sí es constitucional (por el mero hecho de que lo
recoge la Constitución), el concierto vasco-navarro, es injusto y gravoso para
el resto de españoles. Ahora Cataluña lo quiere también, además de la amnistía.
No creo que haya puchero para todos.
Si la letra de los pactos
nacionalistas se cumple, estaríamos ante una relación confederal del Estado
español con Euskadi y Cataluña, de igual a igual, y el resto de CCAA postradas
en un estado de auténtica sumisión político-económica. Sería auténticamente
inviable, aparte de injusto.
Del resultado habido
solo cabe concluir que PP-Vox no gobiernan y que no se sabe muy bien quién y
cómo va a gobernar. La situación es verdaderamente complicada y un tanto
surrealista. Tan es así que si Sánchez consigue finalizar la legislatura habría
conseguido la cuadratura del círculo. Auténtica labor de trapecista en su
máximo momento del “más difícil todavía”. ¿Estamos en un circo político? Yo más
bien lo veo como una tragedia griega, o como un sofisma silogístico en el que
cualquier salida va a ser virulenta. ¿Dónde ha quedado el racionalismo,
característica básica de cualquier política sensata?
Es difícil seguir
elucubrando, aún con la mejor de las disposiciones posibles. La salida es muy
difícil y la sociedad española asiste impasible a un acontecimiento nunca
visto. Que, por cierto, tiene bastantes concomitancias con el final de la
Segunda República, con la suerte de que los tiempos han evolucionado y las
respectivas sociedades han cambiado radicalmente. Incluido el referéndum de
autodeterminación, que no lo veo posible ni creo que los catalanes tampoco lo
quieran. Los vascos ya han renunciado a la independencia. Si los pactos
firmados se cumpliesen (espero que no) la situación de vascos y catalanes sería
envidiable.
Ante mi incapacidad
para seguir reflexionando sobre el momento actual de la política española, finalizo
mi incursión y me encomiendo a los dioses y que ellos nos sean favorables.
Amén.
Mariano
Berges, profesor de filosofía
No hay comentarios:
Publicar un comentario