sábado, 9 de noviembre de 2013

POLÍTICA Y ESTRATEGIA




La toma de decisiones de las organizaciones políticas son importantísimas en estos momentos, ya que las consecuencias derivadas pueden ir desde la consolidación del modelo social neoliberal ya iniciado con el PP hasta la reconquista del Estado de bienestar que tan solo vislumbramos y que funcionó como una ráfaga más virtual que real.



Pero para situarnos bien hay que fundamentar algunas verdades básicas en el tiempo y en el espacio. No en todos los sitios se actúa igual y tampoco se tienen las mismas posibilidades. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que fue la segunda fase de la Primera, con el ensayo de la Guerra Civil Española, Occidente supo y aceptó que su bienestar dependía de la explotación del tercer mundo. J. P. Sartre lo expuso claramente en el Prólogo de “Los condenados de la tierra” de F. Fanon, con gran escándalo de la progresía europea de los años sesenta y setenta. A partir de los setenta hubo un pulso muy fuerte (“guerra fría”) entre el Este comunista y el Oeste capitalista. En medio estaba la inteligencia occidental de izquierdas, sin un espacio claro y con viajes de ida y vuelta. Stalin, Mao y Castro fueron los ídolos fugaces del momento, objeto de adhesiones inquebrantables y de repudios también inquebrantables. Las contradicciones de la izquierda europea todavía están sin solventar, ni en la teoría ni en la acción.



Pues bien, el momento actual no es más que el resultado lógico del “fracaso” del comunismo y del “triunfo” del capitalismo. Se intentó una síntesis socialdemócrata que duró lo que duró, y que algunos la consideran una especie de “levedad del ser” para acallar las malas conciencias de las izquierdas vivientes en los países occidentales. Normalmente, el triunfo de una parte se basa en el fracaso de la contraria, y viceversa. El fracaso de la implantación del socialismo o comunismo en una parte del mundo fue debido al anquilosamiento de la oligarquía política y económica (“nomenclatura”) hasta su autodestrucción. Muchas veces elucubro qué hubiese sucedido en el mundo comunista con una cierta libertad de pensamiento y de mercado. O qué hubiese sucedido si la experiencia de Allende en Chile no la hubiera truncado tan rápidamente la CIA americana. Lo que parece claro es que el poder real y económico del mundo siempre ha actuado de la misma manera aunque con formatos distintos. En definitiva, siempre se trata de lo mismo, de que unos pocos exploten a los muchos y que éstos discutan entre sí las responsabilidades culposas. Estoy convencido de que el Marx sociólogo volverá a ser leído e interpretado de otra manera a como lo hizo la oligarquía comunista.



Este fin de semana, el PSOE, el partido teóricamente catalizador de la izquierda española, celebra una Conferencia política para rejuvenecer su discurso y su praxis políticos. ¿Quiénes lo van a hacer? ¿Los cargos públicos que llevan varios trienios y quinquenios en el poder? Es prácticamente imposible que desde el poder se elaboren alternativas al poder. También ha aparecido un documento público en el que varias personas de IU y adyacentes se han ofrecido al PSOE para ayudarle a regenerarse. Me parece patético y un escarnio a todas las gentes que están intentando, desde sus posiciones, que haya luz al final de este negrísimo túnel.



El problema de las organizaciones políticas es muy difícil de solventar (tesis reiterada hasta la náusea), pues muchas de las personas que están al frente de ellas están impidiendo la solución con su mera presencia, ya que se trata de una renovación total de personas, ideas, discurso, métodos y praxis. Un partido político es una organización de la máxima importancia para la sociedad. Y, sin embargo, a ninguno se le ha ocurrido hacer lo que hacen la mayoría de las empresas, un Plan Estratégico de su actividad. O dicho de otra manera, incorporar el concepto de gestión en su desarrollo. Un Plan Estratégico puede ser la mejor herramienta para un nuevo modelo político, ya que la planificación estratégica es un método eficaz que permite desarrollar un proceso a través del cual los miembros de una organización visionan y crean su futuro, diseñando y poniendo en marcha los procedimientos necesarios para alcanzarlo. La planificación es un concepto profundamente operativo que se opone a la improvisación y que opera con ideas, que es lo más opuesto a las ocurrencias. La planificación se escribe, y la escritura ata el pensamiento, que de lo contrario se diluye y se esteriliza.



Para los directivos de cualquier organización, económica o política, mirar al futuro es una obligación. Si no se hace es porque no se sabe hacer. Peter Drucker dice que no se trata de adivinar el futuro sino de entender las conexiones entre el presente y el futuro que se quiere construir. Ése es el germen del pensamiento estratégico.





Mariano Berges, profesor de filosofía

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