Ionesco,
representante máximo del Teatro del Absurdo en los años sesenta del siglo
pasado, decía que había que escribir muchas obras de teatro para decir que no
había nada que decir. Pues bien, en la actualidad, es difícil prometer políticamente
desde una Comunidad Autónoma cuando el margen de maniobra es tan pequeño que,
si fueses sincero, tendrías que decir que hay muy poco que decir ya que hay
poco que hacer pues casi todo viene dictado de Madrid y, sobre todo, de Bruselas.
Viene
esto a cuenta del discurso de investidura de mi amigo Javier Lambán. Y también de las previsibles y apriorísticas
valoraciones del resto de líderes de los partidos del parlamento aragonés.
Dicen que ha sido generalista. No puede ser concreto ya que no sabe los medios
con los que cuenta. Solo puede prometer generalidades y marcar prioridades. Eso
lo ha dicho y lo ha dicho bien. Me ha hecho gracia un comentario de Echenique, “desde que existe Podemos el
discurso del PSOE es mejor”. Lo cual es cierto, para bien de Podemos, del PSOE
y de la sociedad. Eso se llama dialéctica positiva e interacción beneficiosa.
El
discurso de Lambán ha tenido altura: bien traídas las citas, bien estructurado
el contenido y bien priorizados los objetivos. Sin embargo, yo, personalmente,
hubiese sido más rompedor, más provocativo y más directo. Debe ser porque los
mayores volvemos a ser como niños. Por ejemplo, y sin ánimo de enmendarle la
plana, sino de añadir algo distinto al discurso pronunciado, hubiese sido algo
parecido a esto. Valga como esquema.
1.
En lugar de dirigirme a los diputados me hubiese dirigido más a los aragoneses.
Lo que no hubiese sido menosprecio al Parlamento sino centrar mejor al
auténtico interlocutor.
2.
Hubiese dicho que había poco margen de maniobra real en la gestión pública aragonesa. Ni podemos cambiar el
modelo productivo ni incidir en las normas básicas de educación y sanidad ni
mejorar significativamente la fiscalidad
y, por consiguiente, aumentar los ingresos. La vertebración del territorio es
casi imposible en tiempos de vacas flacas, a no ser que el Estado lo haga.
Etcétera.
3.
Pero les hubiese dicho también que iba a ser una persona legal, decente, que
iba a contar con la gente (participación popular real), que iba a ser austero de
cuerpo y alma (estética y ética), y, sobre todo, que iba a explicar todo, lo
explicable y lo inexplicable. Lo que sería inédito, especialmente cuando
explicase por qué no había hecho algo que había prometido, ya que si soy
decente sería porque es imposible o no había recursos para hacerlo.
4.
Tendría reuniones frecuentes con los sabios de nuestra sociedad. Pero con los
sabios de verdad, no con los gurús de papel. Pocos (seis por cada asunto) pero
buenos. Estructurados en torno a media docena de asuntos fundamentales:
educación, sanidad, función pública, desarrollo territorial, transportes,
agroindustria. Y les pediría que se pusieran a soñar en voz alta en mi
presencia. Yo tomaría notas desesperadamente, que marcarían la dirección y el
sentido de mis reuniones con mis colaboradores, que serían los mejores del
mercado aragonés.
5.
Garantizaría que, al menos indirectamente, todas las sugerencias y críticas a
la gestión de mi gobierno serían escuchadas, analizadas y evaluadas. Y, además,
habría constancia de ello.
6.
También hubiera hablado de Europa, referencia imprescindible desde una
perspectiva realista, ya que, actualmente, hay más directivas europeas que
inciden en nuestras vidas que normas propiamente españolas. Tomando una postura
de posibilismo teñido de utopía a fin de que la actual correlación de
debilidades se pudiese trasmutar en una correlación de fuerzas. Porque Europa,
con progresiones y regresiones, sigue siendo lo menos malo del planeta.
7.
Y hubiese introducido una auténtica rendición de cuentas a la sociedad. Y eso
solo se puede hacer desde una planificación estratégica donde los objetivos,
los medios, las estrategias y los resultados aparecen desde le principio por
escrito y con indicadores sobre su cumplimiento o incumplimiento. Porque la
escritura ata el pensamiento y, convenientemente divulgada, posibilita el
seguimiento y la crítica de la gente. Esto está en las antípodas de los
discursos hueros y rimbombantes. Su lectura es menos poética pero más
productiva.
8. También les hubiera dicho: ¿Os acordáis de
aquel poema de Goytisolo, cantado por Paco Ibáñez? “Érase una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos. Y había también un
príncipe malo,
una bruja hermosa y
un pirata honrado. Todas estas cosas había
una vez cuando
yo soñaba un
mundo al revés”. Fin de la cita.
Mariano Berges, profesor de
filosofía
Magnífica diatriba del discurso de Lambán. Me alegro muchísimo como ejeana y como ciudadana de que sea investido Presidente mañana, pero más me alegraría si siguiera tus consejos sabios, querido Mariano, y si el Presidente fueras tú , ni te cuento. Sólo espero que te escuche y siga tus consejos, para bien de los aragoneses. Un abrazo, Maria José Asensio.
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