Tras las
recientes elecciones autonómicas en Aragón, y constituido su primer gobierno
con el presidente Lambán a la
cabeza, procede empezar a marcar las líneas fundamentales de reflexión y,
consecuentemente, de actuación. Este texto es el primero de una humilde y
colaboradora aportación, por si es de interés para alguien.
En primer
lugar hay que hablar de “la herencia recibida” (nada original pero
imprescindible, y solo como elemento de referencia, nunca como justificación de
nuestra impotencia). Pues bien, debe hacerse constar que Aragón ha mantenido
tradicionalmente una situación algo mejor que la media nacional en la mayor
parte de indicadores. Pueden identificarse múltiples causas: la actividad
económica concentrada en las regiones de su entorno, la amplitud del
territorio, una mayor concentración urbana de la población, un nivel formativo
algo superior… Y tradicionalmente los gobiernos de todos los colores han
apelado a esa mejor situación para justificar el éxito de su acción. Sin
embargo, en los últimos años, aunque Aragón sigue manteniendo cierta ventaja
sobre la media nacional, esta ventaja se ha ido está reduciendo cada vez más
aceleradamente. Ya no se trata de si estamos mejor o peor que otros, sino de la
velocidad con que otros nos están adelantando y nosotros estamos perdiendo las
ventajas que durante tanto tiempo tuvimos, y que habrían de servirnos para
salir antes de la crisis. Se está acabando la inercia, y si no se le da a los
pedales acabaremos quedándonos parados o cayéndonos.
Así, por
ejemplo, tenemos una tasa de actividad levemente superior a la española, pero se
destruye empleo a mayor velocidad. Tenemos menos paro en Aragón, pero crece
mucho más rápidamente. Tenemos menos paro juvenil en Aragón, pero va reduciéndose
hasta un solo punto porcentual, y los jóvenes aragoneses mejor preparados se
están yendo de Aragón para buscar un trabajo. En los últimos 5 años, los hogares
con carencias materiales severas han crecido significativamente. Como
consecuencia final, aunque todavía estemos algo mejor que la media, están
creciendo el doble de rápido en Aragón que en España la desigualdad y el riesgo
de pobreza y exclusión social.
Y mientras
los problemas han crecido, las soluciones han disminuido y los servicios públicos se han ido
deteriorando. Hay menos personal sanitario, menos gasto en salud, menos
inversión en hospitales y centros de salud. Hay menos maestros y profesores. Hay
menos beneficiarios de la dependencia.
Los presupuestos de estos últimos años han sido
meramente indicativos (los de 2015 tienen 600 M. de euros de desajuste deficitario
y un déficit importante del PIB de Aragón), pero las consecuencias las pagamos
todos los aragoneses: las consecuencias de una deuda pública que no para de
crecer, supone casi 1 de cada 5 euros del gasto del Gobierno de Aragón (973
millones en 2014) y crece el doble de rápido que en el conjunto nacional (+13 %
en el primer trimestre de 2014, frente a una media nacional del 7%, que ya es
una barbaridad).
Con estos datos, la victoria de la izquierda en Aragón
parecía cantada. Como así ha sido
El nuevo
gobierno de Aragón debe volver la mirada a recobrar el incipiente Estado de
bienestar que había en años anteriores (con gobiernos socialistas). Para ello
debe impulsar una fuerte defensa de lo público y una gestión institucional ortodoxa
y participativa. Hay que ser conscientes que los años anteriores al comienzo de
la crisis marcaron una tendencia hacia una especie de “barra libre”, sin
preocuparse por estructurar un modelo de gestión institucional para cuando
llegaran las vacas flacas. El modelo territorial era pura discusión bizantina
pues había pasta gansa para todo y para todos. No hubo ningún sentido de
futuro, creando burbujas de todo tipo sin rendir cuentas a nadie, ya que los
órganos fiscalizadores estaban adormecidos, sin entrar en otros considerandos
peores.
Actualmente,
la situación ha cambiado radicalmente. Ya no es que, al despertar del sueño
megalománico, el dinosaurio siga ahí, sino que estamos rodeados de dinosaurios.
La crisis ha modificado el paisaje tan bruscamente que la mera intención, aun
presumiéndola buena, es poco bagaje para
una buena gestión de lo público. El contexto y el modelo sociales creados por
los generadores de la crisis es una trampa continua tan potente que solo mentes
muy despiertas e ideológicamente bien pertrechadas podrían ser capaces de
modificar la situación de una manera duradera y sostenible. O, al menos,
iniciar la buena dirección.
Seguiremos
reflexionando.
Mariano Berges, profesor de filosofía
No hay comentarios:
Publicar un comentario