viernes, 29 de marzo de 2013

Godot o el final de la crisis Los partidos y los sindicatos han perdido la inocencia y la credibilidad, y la gente ha perdido la paciencia

Recuerdo la obra de Samuel Beckett Esperando a Godot (1952), en la que dos personajes (Vladimir y Estragón) se pasan los dos actos de la obra esperando a un tal Godot, que no llegará nunca. Varias veces, un niño les dice que Godot no llegará hoy "pero mañana seguro que sí". Pero Godot nunca llegó. La cita viene a cuento de la crisis. Vamos ya para seis años de crisis formalizada. La génesis viene de mucho más atrás. Y nos han contado un relato que va desde el inicio de la deuda financiera reforzada por la burbuja inmobiliaria y nuestra vida por encima de nuestras posibilidades, hasta un final con equilibrio presupuestario y salida triunfal de la crisis. En medio está la tragedia: países mucho más endeudados, hasta la imposible devolución; proceso de desmantelamiento de todo lo más genuinamente público (educación, sanidad, servicios sociales) y desprestigio de las instituciones, con la progresiva creencia de que solo funciona lo privado; políticos predicadores de la austeridad como única manera de derrotar a nuestros adversarios los mercados; aparición de movimientos de todo pelaje y condición; sociedad socorrida por la caridad y la beneficencia en la que muchos encuentran el sentido de su vida. Cada cierto tiempo, actúan la bolsa y la prima de riesgo como elementos de tensión y recordatorio de que, si no nos disciplinamos, no llegará el final de la crisis y todo se irá al traste. Lo último, el expolio de los depósitos bancarios en Chipre. Por malos. Pero todo este sufrimiento adquirirá su sentido cuando finalice la crisis y España-Europa ¡por fin! encuentren la senda del crecimiento, la creación de puestos de trabajo y volvamos a ser ricos y felices como hace diez años. Hasta aquí el relato. Pero cada día tengo más claro que, como Godot, el final no va a llegar. Que la crisis que estamos viviendo va a ser, ya es, la situación normal y definitiva en nuestras vidas. Que el relato de la crisis opera como un mito que solo los dioses (oráculos financieros) entienden, pero que, como todos los mitos habidos en la historia de la humanidad, sirven para justificar acciones, conductas y reglas sociales. Una vez sabido que Godot-final de la crisis no va a llegar, ¿qué va a ser de nosotros? Estamos ante una situación en la que hemos llegado a descubrir la terrible verdad: que esto no es una transición sino que ya es el final. Que una vez más nos han engañado. Que nos han cambiado el modelo y no nos hemos enterado. Que no existe la salvación tan predicada y acariciada. Da igual que Dios no exista o que el silencio de Dios sea un clamor. A los efectos es lo mismo. Como diría Nietzsche, nos tenemos que reinventar, nos tenemos que hacer a nosotros mismos, sin esperar nada del más allá (ni del más acá). Estamos solos, con un ser intangible que nos castiga continuamente, frente al que no nos atrevemos a rebelarnos. El relato está teniendo un gran éxito. Desde la frase de Rajoy "no puedo cumplir mis promesas porque tengo que cumplir con mi obligación", ya hay gente que se está acomodando a la situación. Es más, los partidos de izquierda y los sindicatos de clase, instrumento fundamental para salir de la terrible explotación industrial del XIX y llegar al modelo europeo del Estado de bienestar, se han quedado sin papel en este relato. Ante esto solo hay dos posturas posibles: la resignación o la lucha. Muchos ya han optado por la primera. Si otros optamos por la segunda, tenemos que aprender de la historia y trazar una estrategia inteligente que nos conduzca a recobrar lo que habíamos conseguido y que nadie nos había regalado. Mi coherencia me invita a finalizar aquí el artículo, pues Godot no va a venir. Pero ni yo soy Samuel Beckett ni esto es el Teatro del Absurdo. Por lo que, con un cierto voluntarismo e incoherencia, pienso que los partidos políticos de izquierda y los sindicatos de clase podrían ser elementos coadyuvantes en una posible alternativa. Pero la clave fundamental debe estar, y si no nada es posible, en una auténtica y potente participación popular, que ha demostrado ser el único elemento de resistencia para que la depresión social no haya llegado a ser una patología incurable. Porque los partidos y los sindicatos han perdido la inocencia y la credibilidad, y la gente ha perdido la paciencia. La catarsis tiene que ser tan radical que dudo si está a nuestro alcance. Sabemos todos dónde está la tentación, y en eso me temo que están los partidos: en esperar a que pase la tormenta y volver a las andadas con una cierta estética meramente ornamental. Eso sería la ruina, para ellos y para todos. Profesor de filosofía

No hay comentarios:

Publicar un comentario