sábado, 17 de marzo de 2012

pensar en Europa

MARIANO Berges 17/03/2012

Recuerdo lo aburridos que eran los mítines de las campañas políticas en las elecciones europeas y lo lejanas que eran para los intereses subjetivos de los españoles. En la última campaña yo decía, ante la cara de extrañeza de la gente, que para España se decidían más cosas en Bruselas que en Madrid. Es curioso como en tan poco tiempo todo ha cambiado. A raíz de la crisis (mejor las crisis), Europa, Bruselas, la UE- son palabras frecuentes en los medios. Europa ya forma parte de la problemática española. Se comenzó con la Europa monetaria, hoy estamos en los albores de la Europa económica, ojalá pronto estemos construyendo la Europa política, y quizás lleguemos al objetivo final deseado, los Estados Unidos de Europa.

El proceso, aunque lento, prosigue, pero ha cambiado de dirección. Ni el espíritu de los fundadores de la idea de Europa en los años cincuenta ni el sentido de los líderes europeos de los años ochenta y primeros noventa (Delors, González, Kohl y Mitterrand) se mantiene en la actualidad. El hundimiento de los regímenes comunistas (1989) fue saludado como el acontecimiento más importante del final del siglo XX. Efectivamente, el comunismo se hundió y fue espectáculo ideológico y mediático, pero la consecuencia más importante fue el cambio radical del capitalismo. El capitalismo quedó como sistema económico-político único y comenzó su cambio de dirección en la línea depredadora de los logros sociales europeos. Este cambio no se ha empezado a ver en profundidad hasta la crisis de 2007. Por lo tanto, la crisis actual no es algo casual (Freuddecía que la casualidad no existe sino la causalidad) sino que es algo buscado y trabajado por el capital mundial desde que 1989 y la caída del comunismo generaron las causas objetivas para la consecución de tal objetivo.

Los políticos han sido secuestrados por los financieros (no por los economistas, como algunos confunden) y solo se ocupan de cosas secundarias, como es la gestión de las consecuencias. Pero la configuración de lo importante, que es la causa de las consecuencias, o sea, la planificación económica en su versión desregulada posmoderna, queda fuera de la política y la llevan los "expertos". Esto es tan grave que, de seguir así, iría contra la democracia al beneficiar a una minoría y no al "demos" o pueblo.

Pero esta desregulación no es consecuencia de las nuevas tecnologías, como nos adoctrinan, sino que es la aplicación de todo un programa político no gestionado por políticos profesionales sino por los gurús invisibles de la posmodernidad. Incluso la cesión de soberanía nacional de la que ya hablaba Jean Monnet (político francés de los años cincuenta y padre de la idea Europa) ha sido manipulada e instrumentalizada, ya que no es Europa quien desempeña esas funciones cedidas por las naciones sino la nueva revolución conservadora de la que todos parecemos formar parte. Una prueba de lo dicho está en el cambio de gobernantes, elegidos democráticamente, por tecnócratas supuestamente apolíticos al servicio de la nueva ideología (casos de Grecia e Italia) o en la extracción de los ministros de economía y directores de bancos de entre los técnicos de las grandes multinacionales financieras. Hay un cierto olor a dictadura financiera. Parece que la globalización está siendo instrumentalizada en su versión más negativa.

La próxima campaña electoral europea debería ser casi tan importante como la campaña española. Reivindicar la Europa de los ciudadanos y no solo la del euro. Desvelar y denunciar la nueva revolución conservadora, mutiladora del Estado de bienestar, del que predica su inviabilidad y propicia la idea-valor del "sálvese quien pueda". Pero Europa no es solo una palabra, ni siquiera es solo un territorio, Europa es también un concepto, una idea moral, que inventa la Modernidad, la Ilustración, los Derechos del Hombre, el Estado de bienestar. Europa es la civilización europea, el modelo europeo, el que ha producido los mejores logros políticos y éticos de la humanidad. Lo más grave de lo que hoy está sucediendo no es tanto la famosa crisis sino todo un cambio de valores, criterios y parámetros que conllevan un radical cambio social hacia un empobrecimiento material y mental. Y esto se está haciendo desde una política ultraconservadora europea y española.

¿Esperanza? Puestos a elucubrar, si en Francia venciese el socialista Hollande y en Alemania llegase a gobernar la socialdemocracia del SPD, aunque fuese en coalición con la democracia cristiana del CDU deMerkel, Europa podría empezar a modificar esos criterios hoy intangibles. Porque, a pesar de muchas opiniones izquierdistas, la socialdemocracia europea ha demostrado ser la práctica política más rentable para la felicidad humana. Ser más radical no significa ser más eficaz. Ser radical en una dictadura tiene sentido, es resistir. En una democracia no es cuestión de resistir sino de construir modelos y ponerlos en práctica con el apoyo de una mayoría social que nunca seguirá una política radical.

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