sábado, 3 de enero de 2015

PODEMOLOGÍA

Es evidente que el fenómeno político de 2014 se llama Podemos. Filosóficamente, “fenómeno” es lo que se manifiesta directamente a los sentidos pero que no es la realidad verdadera. Podemos es, pues, un fenómeno que hay que analizar para llegar a la auténtica realidad, porque las cosas son lo que son y no lo que parece que son.

Actualmente asistimos a un cambio de paradigma, o lo que es lo mismo, a una manera distinta de mirar y configurar la realidad. Que, en definitiva, es una nueva realidad. El fenómeno Podemos es potente porque en su enorme visibilidad confluyen muchas circunstancias. 1) Surge en una situación de estancamiento de los partidos políticos convencionales. Desde 1976 los partidos han nacido, se han desarrollado y se han atrofiado. Mientras, han producido cosas buenas y menos buenas, especialmente al final del proceso, cuando el secuestro que han hecho de las instituciones ha aflorado con la corrupción sistémica y con la impotencia de las mismas instituciones-partidos para atajarla. 2) Esos mismos partidos políticos, en su esterilidad discursiva, no han sido capaces de formular un diagnóstico de situación ante la crisis, y menos aún han sabido formular soluciones a la misma. 3) Podemos sí que ha formulado un diagnóstico. Desde un cierto despotismo ilustrado han elaborado un discurso balbuceante, cuya música era mejor que la de sus rivales, pues manifestaba ordenadamente lo que la gente decía en las calles espontáneamente. Lo que unido a su virginidad política ha ocasionado la eclosión. Sin embargo, tampoco han explicitado soluciones de una cierta entidad. Solo unos deseos-intenciones que, de momento, parecen creíbles y que posiblemente merezcan una oportunidad. 4) El manantial de donde Podemos ha tomado el agua es el 15-M y sus ramificaciones. Y el 15-M no es más que la representación de una ciudadanía indignada. Un folleto de 50 páginas, aparecido en 2010, “¿Indignaos!” de Stéphane Hesel, puso letra y emoción a las concentraciones callejeras. Pero Podemos ha tenido la habilidad y la sabiduría de encajarlo en clave política. Pues eso, el momento de crisis, la indignación de la gente y la habilidad política de un grupo de teóricos, dan como resultado el fenómeno Podemos. La gente excitada por el nuevo fenómeno son personas variopintas, desde la clase media-alta, frustrada en sus expectativas de nuevos ricos, hasta las nuevas generaciones, sin trabajo y sin derechos sociales. Hay otros que intentan provocar a los partidos que han votado habitualmente (mayoritariamente PSOE e IU), tratando de hacerles ver que o reaccionan o se diluyen.

¿Qué hacen los otros partidos? Fundamentalmente descalificar a Podemos, con lo que la gente adicta aún se autoafirma más. Nunca hubo una campaña tan barata y potente a favor de un partido político. Pero esos partidos siguen sin hacer diagnóstico de situación y menos aún plantean soluciones. Y eso que el diagnóstico no es difícil: una desigualdad creciente, una pobreza también creciente, un deterioro democrático y una desafección política por parte de la gente, que siente que no forma parte de las decisiones que afectan a su vida. Posiblemente los partidos no se atrevan a decir en voz alta algo de lo que se sienten responsables. Pero hay que salir de la parálisis. En el caso del PSOE, debería empezar por asumir sus errores (Andalucía y otros. En Aragón, Plaza) y seguir con una regeneración-renovación de contenidos, modos y gentes. Y humildad, mucha humildad. Pero todo esto hay que hacerlo ya, porque Podemos compite fundamentalmente con el PSOE, no con el PP, al que le viene muy bien el surgimiento de Podemos y la fragmentación consiguiente de la izquierda. En cierto modo, a menos PSOE más Podemos, y viceversa. Al PSOE le falta la característica más fuerte de su rival, la conexión con la gente. Es momento de decisiones radicales.

Y al fondo Europa que, con su deriva mercantil y financiera, se lo está poniendo difícil a la socialdemocracia. La globalización está pasando por encima de las democracias nacionales y la economía se impone sobre la política. Y hay que invertir los términos: Europa debe ser el resultado de la convergencia social de los países de la UE, independientemente del colorido de sus gobiernos, y la política debe pautar los parámetros económicos. Es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) el que debe indicar el grado de progreso y no la competitividad o los grandes números macroeconómicos.

Hay otros asuntos, como la reforma de la Constitución, Cataluña, la monarquía… a los que algunos le dan mucha importancia. En mi opinión, esto no es urgente, aunque quizás se esté usando para tapar la impotencia política ante las grandes cuestiones. Repito, nuestro reto urgente es empleo-desigualdad-pobreza.

Mariano Berges, profesor de filosofía



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