La ventana indiscreta
La extrema derecha del PP, dirigida por el infradotado Pablo Casado, en contra de muchos varones de su partido (gente normal, por lo demás), y personalizada por la figura surrealista de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid, están dando una batalla con ínfulas de ahora o nunca al tándem Sánchez-Iglesias, iconos del actual gobierno de coalición. Es difícil encontrar una actitud tan inmoral como supeditar la salud a la política. Y eso que todavía no han esgrimido (todo llegará) la dialéctica Madrid-Barcelona, tanto en el ámbito político como en el económico. O sea, nacionalismo español (madrileño) versus nacionalismo catalán. Futbolización de la política. Y Vox a engordar.
Sin embargo, no
podemos obviar que la situación es mucho más compleja, ya que el partido que
mayoritariamente sustenta al gobierno es el PSOE, partido de gobierno por
antonomasia y el que más años ha gobernado España. Eso hace que si el PSOE
gobierna en coalición con UP (sin duda ninguna ejemplo de populismo
izquierdista, pero tan legítimo como cualquiera) y con la colaboración imprescindible de los independentistas
catalanes y algunos partidillos “unitarios” (de una unidad de escaños), su
permanencia en el gobierno es bastante inestable y complicada.
Además de PP y
PSOE, hay que citar ineludiblemente a Vox, partido claramente franquista, con
una ideología intelectualmente rancia y poco estructurada, pero con 52 escaños
y tercer partido del Parlamento, que va comiendo terreno al PP de Casado, por
eso de mejor el original que la copia. Y también hay que citar a Cs, por lo que
fue y por lo que puede llegar a ser. Y, cómo no, a Podemos, con la
incertidumbre de qué serán de mayores. El resto, menos PNV y Bildu, son ya
partidos “unitarios”. O sea, que ya no tenemos bipartidismo pero sí tenemos una
fragmentación tal que es el bipartidismo de antes más los nacionalismos (que
ahora sí son independentistas de verdad). Si a ello le añadimos la pandemia que
no para de crecer y la crisis económica que ya está entre nosotros, el Estado
español tiene ante sí una tremenda papeleta por resolver, pues, con una
gravísima crisis política, social e institucional, lo hace poco creíble para
superar el trágico momento actual sanitario y económico.
España está
dando una imagen de incapacidad para resolver la crisis que nos envuelve, dada
la crispación política que nos ahoga desde hace tiempo y que el nacionalismo
madrileño ha acentuado hasta límites peligrosos. Y esto contrasta con la imagen
de hace muy poco tiempo, tras haber alcanzado una gran credibilidad en Europa y
en el mundo. Todo empezó a torcerse con la crisis de 2008, que España superó formalmente,
pero el paro, el viejo modelo económico, la crisis institucional y la
crispación política se enquistaron de tal manera que solo permitieron un vuelo gallináceo. La
corrupción política ayudó a frenar el progreso. Los dos nuevos partidos, Podemos
y Cs, no solo no rejuvenecieron el panorama político, sino que, con su falta de
horizontes, lo oxidaron más. El independentismo catalán, mal enfocado y peor
resuelto, hizo el resto. De ahí surgió un nacionalismo español del que el nuevo
nacionalismo madrileño, con la inestimable ayuda de Vox y la nuevamente
irresponsable actitud de Cs, es su quintaesencia.
En los momentos
actuales, se superponen varias crisis: sanitaria, económica, institucional,
política y social. Y, en lugar de atajarlas, solo nos dedicamos a insultarnos.
Da pena asistir a una sesión parlamentaria. La oposición no solo no propone
sino que obstruye. El Gobierno no tiene el suficiente liderazgo y tampoco tiene
capacidad de seducción, ni con la oposición
ni con los propios. Va en la línea de la viñeta de El ROTO de este último miércoles: “la gestión política consiste
mayormente en hacer gestos”. La política actoral prima sobre la política real.
Pero no quiero acabar en
negativo, porque el progreso no consiste en vociferar consignas ni catastrofismos,
sino en una búsqueda incesante para resolver problemas. En estos momentos
existe un gran peligro por la relación perversa existente entre la política y
el lenguaje: el uso de la hipérbole, la exageración y
la grandilocuencia suele arrastrar a la bronca política. Sin embargo, España necesita, como
nunca, un diagnóstico, un proyecto y una estrategia. Y esto solo se consigue
con unión de todos en lo fundamental y necesario. Si los políticos no saben, no
quieren o no pueden, deberá ser la sociedad civil quien articule el proceso de
reconstrucción.
Mariano Berges, profesor de filosofía
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